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1 Ir o no ir, esa es la cuestión

El campus bullía de estudiantes. Voces, risas y pasos resonaban en los pasillos abarrotados mientras Aurora, avanzaba con paso firme hacia la salida, con la mochila colgada de un solo hombro golpeándole rítmicamente la espalda.

A su lado, Abril intentaba no quedarse atrás, sorteando codazos. Un grupo de alumnos de medicina reía ruidosamente detrás de ella, sin preocuparse por invadir el espacio de los demás. Uno de ellos tropezó con su brazo y la obligó a trastabillar.

-¡Oye! -bufó, lanzándole una mirada de indignación, aunque la sonrisa no tardó en volver a su rostro.

Aurora, sin girarse, dejó escapar una risa suave.

-Con ese pelo rojo tuyo, te ven de sobra. Si aún así te arrollan, es porque lo hacen a propósito.

-Será eso -respondió Abril, resoplando mientras se recogía un mechón cobrizo detrás de la oreja.

Cuando por fin alcanzaron la puerta de cristal, Aurora la empujó sin detenerse, dejándola abierta lo justo para que su amiga se deslizara tras ella antes de que se cerrara en las narices de los chicos.

El sol las recibió con un calor inesperado para la época del año. Aurora entrecerró sus ojos oscuros, acostumbrándose a la luz, mientras sacaba sus gafas de sol del bolsillo de su chaqueta.

-¿Desde cuándo marzo es verano? -murmuró, remangándose el cuero mientras bajaban las escaleras del edificio.

-Se llama cambio climático -respondió Abril, riendo. Sus ojos verdes destellaban bajo la luz del sol, como si atraparan el reflejo de las hojas de los árboles del patio-. Y sé que no es algo bueno, pero ¡odio el frío!

Aurora resopló, sacando sus gafas de sol del bolsillo.

-Pues prepárate, porque como sigamos así, en diez años vamos a estar asándonos en noviembre y friéndo huevos en el asfalto.

Abril soltó una carcajada.

-Tú fríelos si quieres, yo estaré disfrutando del sol en la piscina.

Aurora bufó, fingiendo fastidio.

-Claro, porque los incendios forestales y la sequía extrema son solo un pequeño precio a pagar por tu guerra contra los calcetines de lana.

Abril rodó los ojos con una sonrisa y, antes de que Aurora pudiera desviar la conversación, cambió de tema con aire casual.

-Bueno, hablando de cosas inevitables... dime que vendrás.

Aurora la miró de reojo, sospechando la trampa.

- ¿A pijolandia? Ni de coña. Ya te lo he dicho.- pronunció sin emoción.

En su cabeza, se imaginó la escena: un salón de lujo, rodeado de vestidos de diseñador y copas de champán, mientras ella lucía unos vaqueros gastados, deportivas descoloridas y su camiseta negra favorita. Vamos, que encajaría tan bien como un cuervo en una jaula de canarios.

-¡Es mi cumpleaños! -insistió Abril poniendo cara de cachorro abandonado- Es el único regalo que pido.

Aurora bufó y se quedó en silencio por un momento. Se apoyó en el capó de su viejo Ford rojo y se giró hacia Abril, cruzándose de brazos, clavando la mirada en ella.

-A ver si lo he entendido -arqueó una ceja-. ¿Quieres que cambie mi turno en el bar, me gaste lo que me queda del mes en gasolina y ropa, y aparezca en una fiesta de etiqueta en tu casa, rodeada de gente que no sabe lo que es rebuscar en el mercadillo?

Abril rodó los ojos, acomodándose un mechón tras la oreja.

-Aurora, no seas dramática.

-No es drama, es sentido común. Lo más elegante que tengo es una camiseta de encaje con un agujero de cigarro. ¡Ah! Y si quieres más risas, imagina mi Ford aparcado entre Mercedes y BMWs.

Abril frunció el ceño, pero en lugar de rendirse, se colgó de su cuello con una sonrisa traviesa.

-¿Y si yo te dejo algo de ropa?

Aurora entrecerró los ojos, recorriendo la menuda figura de su amiga.

-Dudo que tengas algo de mi talla. Mi culo no es el tuyo.

Abril soltó una carcajada.

-Eso ya lo sé. No hace falta que me lo recuerdes -se cruzó de brazos, fingiendo estar ofendida-. Pero algo encontraremos.

-Aunque lo encontráramos, el problema soy yo -insistió Aurora- ¿Qué pinto allí? ¡No conozco a nadie! Y no creo que encuentre un tema en común para entablar una conversación.

Abril chasqueó la lengua y puso las manos en las caderas.

-¡Joder, Auri! ¡Siempre con lo mismo! "¿Yo qué pinto?" -repitió, imitando su tono-. Eres mi amiga, ¿no?

Aurora suspiró, sintiéndose atrapada.

- ¡Olvidalo, Abril! Podemos celebrarlo en otro momento...

Pero la expresión de Abril cambió al instante. Sus labios se fruncieron y la chispa en sus ojos se apagó.

-Vale. Da igual. Es una mierda de fiesta, yo tampoco iría si pudiera evitarlo -murmuró Abril, dándole la espalda-. Nos vemos mañana.

Se alejó hacia su coche sin esperar respuesta.

Aurora la siguió con la mirada, con los labios apretados y una sensación incómoda en el pecho. Abril siempre estaba ahí. Con su dulzura inagotable y su risa fácil. Y ahora lo único que pedía es que estuviera con ella el día de su cumpleaños.

Cuántas veces había escuchado que tenía que aprender a decir no. Que no debía sentirse culpable por negarse a hacer algo que no quería. Pero esto... esto no era decir no. Era darle la espalda a su única amiga.

Suspiró, llevándose una mano al pelo y enredando los dedos en los mechones oscuros antes de soltar el aire lentamente.

- ¡Espera, Abril!- hablo arrastrando las palabras.

Ésta se dió la vuelta, sin muchas esperanzas de que hubiera cambiado de opinión.

- ¿qué vestido dices que me vas a dejar?

Sus ojos brillaron con sorpresa primero, luego con satisfacción.

-¡Sabía que dirías que sí! -exclamó, girándose del todo con una sonrisa radiante.

Aurora resopló, cruzándose de brazos, pero una sonrisa tiró de la comisura de sus labios.

-Sí, sí. Pero esta me la cobro.

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