Punto de quiebre
Katsuki sentía que algo no estaba bien.
Sus músculos se sentían muy tensos, su cuerpo le gritaba que parara, había tenido muchas peleas seguidas en la última semana, y apenas había sido el comienzo, no se imagina como estaría cuando estas tres semanas terminarán, solo lo animaba saber que su dulce novio lo esperaba en su hogar.
Hogar, le encantaba esa palabra.
—¿Bakubro? ¿todo bien?—la voz de Kirishima se escucha en la lejanía por la música alta del gimnasio y los puñetazos.
—¿Por qué no lo estaría?
—Te veo cansado, sabes que puedo cancelar la pelea si no estas listo. Te hemos sobrecargado demasiado, no has descansado desde que llegaste.
Katsuki lo pensó un poco, había salido invicto de los últimos enfrentamientos, pero esta vez sentía que sería diferente, pero si decía que no, el jugoso dinero del premio se iría, y nadie quiere a un cobarde en su equipo de boxeo, tenía que hacerlo, aunque llevara su cuerpo al límite.
—No, estoy listo—dijo, tomando su toalla para secarse después de una buena sesión de calentamiento.
Cuando llegaron al recinto donde se haría la pelea, podía escuchar el viroteo de sus fans y los de su contrincante. Katsuki era alto y fornido, pero ese hombre era mayor que él. Un americano que era una leyenda en el país por noquear en los primeros rounds de la pelea, experimentado y listo para defender y atacar el mismo tiempo.
Al salir, cruzando al público que aplaudía y gritaba su nombre, imagino a Izuku entre el público, con una de las camisas con su logo de boxeador en grande y con un prominente vientre de embarazo, con esa sonrisa cálida que hacía su corazón crecer de puro amor, y cuando su bebé creciera, probablemente estaría ahí entre el público, se aseguraría de conseguirle boleto VIP y alejados de la multitud para que nadie se les acerque y...
—Concéntrate —susurra uno de sus entrándores antes de subir al ring.
Cuando esta ahí, tiene más tiempo de admirar el hombre frente a él y de inmediato maldice, Katsuki era un novato frente a él, estaba en sus treinta y tantos y estaba seguro que estaba apunto de retirarse, en cambio él, estaba en sus veinte y cansado, exhausto, ese hombre lo molería a golpes.
—¡Quiero una pelea justa, lo digo por ti!—dice al árbitro fulminando con al mirada al hombre frente a él.
Mierda, estaba jodido
Cuando el primer round empezó, no tuvo tiempo de atacar cuando una ráfaga de golpes lo tomo por sorpresa. Lo acorralo en una de las esquina del ring, y solo pudo obligar a sus músculos a moverse, tenía que hacerlo, por más cansado que se sintiera, tenía que atacar, por más desanimado, tenía que pelear.
Y lo entendió.
Hace unos meses, habría perdido esta pelea con mucha vergüenza, y se hubiera emborrachado con sus amigos y entrenado hasta desmayarse. Pero, ahora tenía una razón para ganar, un lugar que regresar ganara o perdiera, tenía el amor incondicional de Izuku, y no es que no lo amara antes, es que no entendía esto.
El sentimiento de poner a una persona antes de tu propio sueño. El boxeo ya no importaba, a pesar que le ayudaba a manejar su transtorno de ira, ahora estaba más calmado, se había abierto con su psicóloga, había abierto las puertas al amor que tanto había negado, porque a pesar de todo, Izuku merecía todo, y si el no era capaz de dárselo ahora, se haría una mejor persona para ser digno de él.
Pensaba que el boxeo era su futuro, pero ahora entiende que no, que Izuku va a ir antes que cualquier premio, ganancia o victoria.
* * *
Izuku se sentía fatal.
Al despertar, cuando todo el cuarto giraba y su visión era tan borrosa que ni siquiera distinguía si era de mañana o aún de noche, sabía que algo estaba mal con su cuerpo. Y cuando fue de compras al supermercado, y la falta de aire lo obligó a parar a la orilla del camino recibiendo miradas preocupadas de algunos transeúntes, sabia que tenía que llamar a Katsuki.
Pero estaba en una pelea, y tampoco lo quería asustar por algo que podría ser insignificante, sentirse mareado era un síntoma normal del embarazo, y su presión no estaba tan alta, claro, su doctor le dijo que a veces estaría algo elevada y que se tomara un respiro.
Pero cuando el día paso, y no sintió a la bebé patear, las alarmas en su cabeza se activaron. Su pequeña no estaba muy activa cuando Katsuki no estaba, pero para nada era tranquila, después de empezó a patear, nada le detuvo, pero ahora, era como si estuviera calmada, tranquila, serena...
La hija de Bakugo Katsuki no era para nada, una de esas cosas.
—¿Uraraka?—dijo, llamado a su mejor amiga que le respondió al instante
—¡Izuku! ¡Dios mío! ¿Estas bien? Katsuki...
—¿De que hablas?
—Me dijiste que viera su pelea, está en vivo ahorita—susurra su amiga, con una voz entrecortada.
Lo había olvidado, entre su paranoia había olvido por completo que iban a transmitir la pelea de Katsuki. De inmediato, se dirigió a la sala y buscó el canal de deportes.
Lo encendió justo cuando Katsuki estaba siendo noqueado, lo que hizo que su corazón se encogiera de solo imaginar el dolor. Su novio estaba sangrando y su nariz estaba visiblemente rota, no era un experto, pero la forma en que se movía era anti natural, era más lento, le tragado, como si tuviera las costillas rotas.
—¡Apenas va en los primeros rounds! ¡El maldito no se rinde!—grita su mejor amiga desde el teléfono, que ahora está en altavoz.
Las manos de Izuku tiemblan del horror al ver a al cenizo caer nuevamente, le aterra verlo herido...
Pero cuando todo el público espera que se levante.
No lo hace.
Y todo el cuerpo de Izuku se pone paraliza, cuando en vez de gritos de victoria y aplausos solo hay el silencio y los murmullos del público, hasta los médicos se miran a unos a otros preocupados.
Y lo ve, la gran mancha de sangre alrededor de la cabeza de Katsuki en el ring.
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