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CAPÍTULO DOS

━━━━ ¿ENSERIO TIENES QUE IRTE AHORA? — pregunté, mientras la observaba tratando de no mostrarme triste frente a ella. Tratando de estar en calma.

Ya que sabía, que si ella me viera llorar, renunciaría a todo para complacerme. Hasta podría faltar a aquel viaje.

—Está nevando mucho y hay neblina. —bajé la mirada a mis zapatos azules un poco sucios con marcas de otros zapatos. Hiroto y yo habíamos estado jugando "pisa pie" y yo había salido perdiendo con los zapatos todos sucios.

Ella paró de empacar y se dirigió hacia mi, agachándose a mi altura y empezando a acariciar mis cabellos. 

—¿Estás tratando de retenerme? —yo negué, aún con mi mirada al suelo. — Sabes que no puedo dejar este viaje de negocios, es importante cariño. —rió. Su risa era la que lograba tranquilizarme. —Se me ordenó ir, tu padre no puede hacerlo.

—Creo que será peligroso. —murmuré en un tono bajo, pues había tenido una pesadilla. Una horrible pesadilla donde ella nunca llegaría.

—¿Una pesadilla? —preguntó, y yo solo me limité a asentir. Esta dió un suspiro y se levantó sin dejar de acariciar mi cabello.

—Fue muy fea. —un nudo se formó en mi garganta, como si aquello que rondaba aún en mi cabeza no pudiera tragármelo ni con agua. A pesar de lo calmada y cariñosa que se estaba portando conmigo, yo aún persistía en que se quedase conmigo. Que no se fuera, que sería peligroso. Pero no hallaba las palabras correctas para poder decírselo, sabía que eso podría acarrear problemas en su trabajo, y no quería ser una niña mala para que ella satísfaciera mi capricho.

—No estaré sola, cariño. —ordenó un mechón de mi cabello tras mi oreja con una sonrisa, y luego volvió a la cama para meter su último pantalón en el maletero. —Así que no tienes porque preocuparte por mí ahora, ¿si? —yo solo desvíe mi mirada, y ésta volteó a verme para otra vez acercarse y, con su mano en mi mentón, subir mi cara para poder verla. Sonrió. —Eres fuerte cielo, cualquier cosa que tengas no dudes en decírselo a Hitomiko. —hice una mueca, y ella río. En ese tiempo no era muy apegada a la pelinegra. —Está bien, está bien, cuando surjan esas feas pesadillas con monstruos, no dudes en ir al cuarto de Hiroto y abrazarlo bien fuerte. —hizo una demostración conmigo, abrazándome, y pude sentir ese calor maternal reconfortante. —¿Lo prometes?

—Vuelve pronto, ¿sí?—hablé, esquivando su pregunta.

Otra vez su sonora risa inundó la habitación. Una risa que lograba alegrar mi corazón.

—Volveré en un día lluvioso, pues me gusta la niebla. ¿Prometes tú esperarme? —susurró en mi oído.

—Sí —asentí, abrazándola fuerte —. Te esperaré, mamá.”









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CAPÍTULO DOS

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—Te extraño. —dije, movimiento solo mis labios — Te extraño... —repetí la acción, sin poder decir esa palabra, y golpeando mi cabeza con la cabezera de la cama sin inmutarme en sentir dolor. Llevaba así ya un buen rato, y todo por culpa del insomnio y el resfriado que había cogido.

No sabía tampoco con exactitud qué hora era.

¿Cuánto tiempo tengo que esperar?

Quería finalmente poder verla.

¿Cuántas noches en vela tengo que pasar?

Quería estar cerca de ella.

Quería escuchar nuevamente su voz.

Quería que estuviera a un lado mío para volver a abrazarla.

Te extraño...

Traté de eliminar esos pensamientos de mi cabeza, pues me sería menos imposible dormir esta vez. Así que trate de buscar una posición mejor en la cual poder por lo menos descansar un minuto.

Pero otro flash pasó por mi mente, y así, convirtiéndose en el recuerdo del día anterior.

“—¿Qué haces? —me preguntó una voz a mis espaldas, fue fácil reconocerla, ya que era el único que con frecuencia venía hacia aquí. Me encontraba apegada al árbol de cerezo, acurrucada entre mi pobre suéter sucio tratando de buscar un poco de calor. —Creo que ya cogiste un resfriado. —Era de día, apenas el sol estaba saliendo, pero el aire aún seguía frío. Y es seguro que no era bueno para los pulmones de nadie.

—Lo sé... — moví mis labios en un intento nulo de hablar. Pero de esta sólo sentía mi garganta rasposa. Estaba consciente de que mi cuerpo estaba entumecido por estar toda la noche en la misma posición buscando un poco de calor con mi suéter, pero aún así, me mantuve intacta en mi lugar.

Tiré mi vista hacia arriba, donde las nubes esponjosas recuperaban su color habitual y el tono oscuro que habían adquirido la noche anterior, se iba, anunciando otro tranquilo día.

—Tiene que gustarte mucho. —murmuró, y se acercó hasta terminar de cuclillas a mi lado. — Te gusta mirar las nubes.

Sí... Pero mucho más que eso, me encanta la niebla. ¿Sabes?

Quisé decirle, pero solo di un leve asentimiento que ni siquiera el notó por ver lo mismo que yo observaba.

Las nubes.”

Tatsuya...

Abrí mis ojos, encontrándome con el techo y las decoraciones en formas de nubes, estrellas, y una capa negra que parecía envolverlas. Pero en vez de causarme cierto miedo, me hacía sentir tranquila, en paz, en calma.

Otro nuevo pensamiento nuevo vino a mí, pero esta vez no del peli rojo, si no de uno de ella..

Cuando todo rastro de primavera termine, y las noches frías hagan acto de presencia...

“— Nos sentaremos bajo el árbol de cerezo por la noche, tapándonos con unas acogedoras mantas, ¿Y sabes lo que veremos? ..”

Suspiré.

“— Veremos eso de lo que siempre te he hablado, linda. Por primera vez, verás con tus propios ojos, la niebla.”

Si en ese tiempo, no hubiera estado tan distraída viendo hacia el cielo en aquel árbol de cerezo tratando en un vago intento de reprimir las lágrimas que trataban de salir por mis ojos, y verla más a ella sonriendo como última imagen grabada en mi memoria... Quizá todo hubiese sido distinto, ¿Cierto?

Quiero que vuelvas...

Pensé, mientras nuevamente intentaba buscar una posición correcta entre las sábanas, e intentar dormir.

¿O tendré que ir yo hacia ti?

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Murmullos escuchaba desde lejos, mi sistema auditivo se fue aclarando y allí es que pude volver en sí un poco.

Sabía que aún seguía acostada en la cama, pero esta vez hacia demasiado calor y sentía como mi pijama se apegaba a mi cuerpo. Intenté moverme pero sentí una cálida mano posarse en mi muñeca, haciendo que fuera abriendo los ojos lentamente.

Lo primero que impactó contra mí, fue una potente luz que obligó a mis párpados cerrarse,  y luego de unos minutos los volví a abrir, pero esta vez viendo borroso.

Una silueta borrosa se fue acercando poco a poco, eso, sin dejar de tomar mi mano con delicadeza.

Abrí mi boca, en un intento de hablar, pero sabía que era imposible, así que lo que podía ver la persona era el movimiento de mis labios.

Esa persona cuyo cabello era de color rojo, así como el color de mis manzanas favoritas, se sentó cerca de mi y me fue inevitable no alzar mi mano libre y acercarla a esa maraña de pelo para poder tocarlo.

Pero fue fallido mi intento de eso, pues me sentía de una u otra forma débil, y eso hizo que mi brazo cayera sobre la cama.

Pude escuchar que me hablaba, y después como mi brazo que había caído, lo agarraba desde mi muñeca y después la posicionaba del lado derecho de su rostro metiendo mi mano entre sus hebras rojizas.

El tacto de mis dedos entre su sedoso cabello era algo increíble, me pregunte en un momento como podía tenerlo tan bien cuidado.

Yo en cambio tardaba un poco en desenredar el mío, y esa persona... Esa persona tenía el cabello tan suave.

Mis párpados se sintieron cansado y fuí cerrándolos lentamente, pero eso, sin dejar de tener en mi mente aquella imagen distorsionada de aquella persona peli-roja.

Solo la niebla se había encargado de nublar mi visión.

Pero no mi audición.

Esa que en un vago intento pudo escuchar mi nombre salir de sus labios.

Y muy dentro de mi, sentí algo cálido...

¿Ya terminaron los días en la penumbra?


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Dos días, dos días habían pasado exactamente en el cuál mi padre había estado más atento a mi de lo normal.

Tratando de que lo acompañara a las compañías Kira o mandando a Hitomiko a distraerme con algo. Aunque siempre trataba de evitar que la idea de llevarme a ver a los chicos jugar fuera una opción para ella.

Había descubierto que mi lugar no era la mansión, si no que me la pasaba fuera de esta y me iba hacia aquel árbol de cerezo. Le afecto hasta cierto grado, que hasta creo que lo escuché sollozando dentro de su despacho.

Mentiría si dijera que no estaba un poco molesta con Hiroto, ya que fue el quien me delató con papá diciéndole dónde me la pasaba la mayoría de las veces. Y no podía ocultar tampoco mi molestia por el peli rojo.


Tatsuya.

También fue su culpa, el me había llevado hasta la mansión, no hubieran descubierto mi ausencia si no fuera por los dos.

En primer lugar; Tatsuya por preocuparse en llevarme cargando hasta la mansión.–aunque intenté negarme, no podía, tenía fiebre en ese momento y ya el resfriado había hecho de las suyas–, Y en el segundo; a Hiroto, porque se comportó como todo un hermano celoso al verme entre los brazos de mi acompañante de tardes. –que aunque no lo admitiera en público o a mi misma, sabía que se comportaba así por sus celos–.

—¡No lo permitiré! —vociferó mi hermano, dándole un golpe a la mesa del comedor.

Hoy nos encontrábamos ambos en el comedor, cenando con mi padre y Hitomiko.

Pero eso no fue lo que lo puso de malas.

—Silencio, Hiroto. —demando la pelinegra a mi lado, quien lo fusilaba con la mirada por el tono de voz que había adquirido.

—¡No permitiré que ese niñato se acerque a mi hermana! —gritó cruzándose de brazos e enviándome una mirada rápida.

El detonante de todo, había sido aquel peli-rojo, ese por el cual Hiroto sentía celos.

Y tenía sus razones, uno, porque se había robado la atención de nuestro padre, –o así, ambos lo veíamos, aunque a mí me importaba menos. Siempre fui apegada a mamá, pero eso no podía evitar que me doliera un poco su ausencia – Dos, por lo mismo pero con Hitomiko, y tres, porque ahora creía que se robaría la mía.

Volteé a ver a papá, quien solo se levantó de su silla para caminar hacia mi, y verme con una sonrisa.

Sentí la mirada de Hiroto a mis espaldas, pero cuando quise girar para dedicarle una sonrisa de "todo estará bien" –aunque estuviera molesto con él–, padre me retuvo haciéndose escuchar.

—Hablé con Tatsuya, me dijo que fue el quien te trajo. —asentí, sin la necesidad de mentir. — Dijo que se llevaban bien y no tenía problema alguno en estar al pendiente de ti.

Escuché como Hiroto quería protestar, pero padre lo paro alzando su mano en signo de que guardara silencio.

—Es la persona más confiable que conozco. —desvié mi mirada hacia un lado, específicamente hacia la puerta del comedor. —Seguramente te llevarás bien con él.

Sin dirigirle mirada alguna, me levanté de mi asiento y dando media vuelta empecé a avanzar sin detenerme, haciendo caso omiso a Hitomiko quien como siempre estaba llamándome.

No tenía por qué responder, cuando papá decía algo, había que cumplirlo, siempre lo hacíamos. Aunque Hiroto era el que más se negaba por ser el rebelde entre los dos.

Cuando cerré la puerta del comedor a mis espaldas di un suspiro, y volteé hacia un lado. Allí, se encontraba un peli rojo petrificado al verme. No se esperaba de que la persona que lo descubriera fuera yo, porque si hubiera sido Hiroto, capaz por lo molesto que se encontraba le daría un golpe.

Sabía que nunca le había dirigido mirada alguna, o voltearlo a ver y que este se diera cuenta, y por eso su reacción tan shockeada al tenerme frente a él.

Cuando este se disponía a hablar fui yo la que lo dejó con la palabra en la boca encaminandome escaleras arriba hacia mi habitación.

Papá le explicaría, de eso seguro.

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