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▭ I, ÚLTIMO DÍA !

ÉNAS.
❛ último día ❜

LORELEI SALLESBURRY SIEMPRE TERMINABA ENSUCIANDOSE LAS MANOS CUANDO DIBUJABA.

Solía difuminar los sombreados con sus propios dedos, a pesar de tener un difuminio, y la punta de éstos acababan tornándose negros por el grafito.

Sin embargo, no le podía importar menos. Utilizar sus propias manos como herramientas la hacía sentir parte de su obra. Con sus manos podía transmitir sus sentimientos al trazado, podía darle un propósito, podía hacer que cobrar vida.

Y el éxtasis de Santa Teresa finalmente cobraba vida en aquella página blanca que sostenía con el mayor cuidado.

Le había tomado las últimas dos semanas de clases llevarla de una fotografía al anverso del papel. Se había pasado horas y horas examinando la imagen que su profesora de artes le había entregado, estudiando hasta el último detalle para plasmarla lo mejor posible.

Se recostó en el asiento, una oleada de satisfacción la recorrió de pies a cabeza y no pudo reprimir una sonrisa. Quizás no era Miguel Ángel, pero se había esforzado al máximo y estaba orgullosa del resultado.

Cuando la ardiente sensación se desvaneció, la voz del profesor de matemáticas se fue intensificando, el murmullo al final del túnel se transformó en las tediosas fórmulas para calcular funciones.

No pasó mucho tiempo antes que el tema se convirtiera en otro aún más latoso. Un cuarto de hora antes de que finalizara la clase, el señor Brownstone les repitió la misma perorata de todos los años, de cómo incluso en las vacaciones debían seguir estudiando y no hacer borrón y cuenta nueva, y que les deseaba un buen verano a todos.

En cuanto el timbre se hizo oír, se levantó de su lugar y se sumó a la marea que buscaba alejarse de las mismas cuatro paredes que ella. Llegó a su casillero y sacó las pocas pertenencias que mantenía guardadas, el resto se las había llevado paulatinamente a su casa y así no tener que cargar con todo el último día.

Esperó recargada contra el metal a que su hermano apareciera. El grueso de los estudiantes sacaba sus materiales de sus casilleros, algunos se despedían y otros se firmaban los anuarios.

Varios de sus compañeros se acercaron a pedirle que les autografiara sus anuarios, y a pesar de que no le agradaba hacerlo, se obligó a dejar su firma como recuerdo. Les regaló sonrisas amistosas a todos y cada uno de ellos, pero al poco tiempo se le comenzaron a entumecer las mejillas y estaba por desplegar su extensa lista de excusas para zafarse de ello, pero unos brazos rodeándole los hombros y una mirada espeluznante le ahorraron el discurso.

El resto de los chicos salieron espantados, y no era para menos, Bowers era indisputablemente aterrador cuando se lo proponía, y un idiota con todo el mundo la mayor parte del tiempo.

-Gracias, pero no era necesario. -agradeció con una sonrisa divertida danzando en sus labios.

-Parecías en problemas, sólo quería ayudar. -respondió con un encogimiento de hombros, al tiempo que el resto de su séquito les alcanzaba. - ¿Qué te parece si hoy te vas con nosotros? Iremos a la cantera.

-No creo que pueda, Henry, sabes que tengo cosas que hacer en la tarde.

-Vamos, nos has estado evitando éstas últimas semanas, ¡con suerte y te hemos visto!

-No los evito, solo que he estado ocupada. -se acomodó las tiras de su mochila y miró alrededor incómoda. - Ya sabes, entre la investigación, mis estudios y ayudar a mis hermanos... he tenido la mente en otro lado y nada de tiempo libre.

-Vamos, tus hermanos pueden prescindir de ti por un par de horas. Además, te iremos a dejar temprano, si así quieres, ¿no, chicos? -se volteó a ver a los demás, quienes asintieron y concordaron. - ¿Ves? No hay problema.

-Me encantaría, de verdad, per-....

-Suéltate un poco, Lory, no le hace daño a nadie divertirse de vez en cuando.

Lo miró directo a la cara y se mordió el labio dubitativa. Tenía esa sonrisa plasmada por la que Victoria siempre suspiraba, una sonrisa que le aseguraba que no pensaba marcharse hasta obtener un sí por respuesta.

Suspiró y accedió, asintiendo con la cabeza. Se iría tan pronto como le fuera posible, y si Henry, Belch o Patrick no cumplían con su palabra, estaba segura de que al menos Victor sí lo haría y la acompañaría de camino a casa.

La cantera era el lugar al que menos quería ir; en ese mes, había acompañado una docena de veces a los policías hasta ese lugar, donde los seis habían estado nadando todo el día anterior a la desaparición de Vicky. Y ahora querían volver, como si nada hubiese cambiado.

-Seguro. Pero primero, tengo encontrar a mi hermano y luego ir por mis cosas, no puedo nadar así. -señaló su vestuario. Combinaba unos jeans a la cintura y una blusa negra algo atrevida, inspirada directamente de una revista de moda publicada hace tan solo unos días.

-Siempre está la opción de quitártela. -sugirió Hockstetter con una sonrisa torcida y en un tono que pretendía ser seductivo. Sin embargo, solo consiguió darle escalofríos. Patrick raras veces dejaba entrever sus intenciones o emociones, su rostro se mantenía cual mármol una gran parte del día, con las únicas excepciones de cuando atacaba a alguien, así que verlo dejar su máscara neutra la hacía sentir como su siguiente víctima.

-¿Y darles la oportunidad perfecta de que escondan mis cosas? No, gracias. -declinó amablemente y se dirigió a la entrada. -Ustedes adelántense, iré a por Adam.

Empujó las puertas y traspasó el umbral. Identificó de inmediato el Trans-Am de Belch, a tan solo un par de metros de distancia de la patrulla de turno, que estaba apostada a un lado de la vereda, como llevaba siendo hace varios meses.

Apretó los labios y se obligó a continuar, pero le era difícil no desviar la vista hasta el carro. El oficial Bowers estaba junto a la madre de Betty Rimpson, esperando vanamente a que Betty cruzara las puertas.

Se le hizo un nudo en la garganta. Sabía la desesperación que la señora Rimpson estaba sintiendo; hacía menos de un mes, su propia madre había ocupado su lugar junto a la patrulla.

Escuchó maldecir detrás de ella. Adam acababa de salir, y por lo visto, se había fijado en la misma dirección que ella. Tenía la mandíbula apretada y sus ojos chispeaban sus intenciones.

Lory le agarró del brazo cuando él hizo el ademán de bajar las escaleras. No necesitaba ser adivina para saber él que iría directamente con el oficial y comenzaría a discutir con él sobre su incompetencia, de cómo Victoria (y muchos niños más) seguían desaparecidos y no hacían nada.

-Por favor Adam, no lo hagas. No aquí, no frente a la madre de Betty.

-¡Ellos no hacen nada por encontrarla! Ha pasado más de un mes y no continúan con su búsqueda. Pareciera que no te importase que Vicky esté perdida. -Se soltó de su agarre con brusquedad y descendió los escalones.

-Sabes bien que no es así. -Replicó ella, intentando no sonar tan dolida como estaba. -No hagas otro espectáculo, por favor.

Se detuvo al final de las escaleras, y respiró profundo, en un intento de calmarse.

-No soporto ver esa patrulla. -dijo rascándose la nuca. Sacó de su bolsillo un paquete de cigarrillos y se colocó uno en la boca. Lo encendió y le dio una calada larga, para después expulsar el humo.

Lory dispersó la fumarada con la mano, observando desaprobatoriamente como su hermano arruinaba sus pulmones.

-¿Podrías apagar esa porquería?

Soltó un suspiro cuando él la ignoró por completo, y antes de que le diera otra calada, le arrebató el cilindro y lo lanzó al suelo. Lo pisó con ganas y se agachó a recoger la colilla para tirarla al tiesto más cercano.

-¿Sabes? Sólo venía a decirte que hoy no voy con ustedes. Tengan buena tarde. -le dio la espalda irritada por su actitud, y dejó a Adam y sus reclamos atrás antes de que comenzara una pelea más severa. Lanzó el residuo directo a un tiesto y caminó hasta el auto azul, dónde Victor hacía girar las llaves entre sus dedos.

-¿Todo bien? -preguntó su mejor amigo.

-Sí, es sólo Adam siendo Adam. -se encogió de hombros tratando de no transparentar su malestar. -¿Se las has robado? -inquirió cambiando el tema. Vic sonrió y le abrió la puerta.

-Por supuesto, ¿cuál debería ser nuestra primera parada? -le siguió la corriente. Se sentó como copiloto, aunque en cuanto aparecieran los demás tendría que cambiarse a los asientos traseros.

-Lo más lejos posible de este lugar -soltó una risa. -¿Dónde se metieron los demás?

-Creo que se están despidiendo de los perdedores -apuntó en una dirección. Desde ahí, vio en primera fila como Henry y sus amigos hostigaban a sus compañeros de clase.

Lory se preguntó si acaso habría un día en que Henry los dejara en paz, pero hasta la fecha parecía imposible. El adolescente no desaprovechaba oportunidad, y ni el final de las clases se interpondría en su camino.

Patrick había lanzado el kipá de Stanley Uris directo al interior de un autobús, Belch había eructado frente al pequeño Eddie Kaspbrak, que hasta donde sabía ella, tenía una fobia a los gérmenes o algo parecido se rumoreaba, y Bill Denbrough había encarado a Henry, solo para conseguir una amenaza.

Se alegró un poco de que Victor no estuviese ahí, sabía que su amigo no era como Henry o Patrick y que en el fondo no buscaba hacer el mal. Aun así, la disgustaba de sobremanera que él les siguiera el juego y acosara a personas que no se podían defender por sí mismas.

En pocos segundos los tres faltantes se subieron al auto, y ella se sentó atrás entre Vic y Pat, quien no dejó de hacer bromas en todo el camino acerca de aquellos pobres chicos. En varias ocasiones había hecho su mayor esfuerzo de hacerlos entender o de frenarlos en sus locuras, con unos contados éxitos, mas era luchar contra la corriente, siempre acababan haciendo lo que querían.

Belch aparcó el auto frente a su casa y ella entró lo más rápido que sus piernas le permitieron. Subió torpemente las escaleras y al entrar a su dormitorio arrojó su mochila hasta su cama mientras ella se arrodillaba frente a su cajonera, buscando su nuevo traje de baño y un conjunto sencillo.

Guardó todo eso a la velocidad de la luz en su bolsa, dejando en la cama todos sus útiles escolares desperdigados. Bajó los escalones a saltos y cruzó el pasillo como un cometa. Antes de llegar al umbral, se detuvo en seco cuando vio una mancha roja pasar desde la cocina hasta la sala de estar.

Dio media vuelta, y negó con la cabeza al ver que no era nada. No obstante, había algo raro en la estancia, algo que no pertenecía ahí.

Frunció el ceño y examinó lo mejor que pudo su entorno, todo parecía en su lugar, y sin embargo, nada se sentía igual. Las fotografías familiares, los varios jarrones de porcelana con lirios -las flores favoritas de su madre y de ella-, los adornos tejidos colgando de las paredes...

«Las fotos», se dio cuenta. Como familia, era una tradición tomarse las fotografías en los mismos lugares. Su padre siempre estaba en la izquierda de la imagen, su madre a un costado de él, apretujada entre él y Christopher, quien ocupaba su lugar en las esquinas derechas. Ella estaba frente a Chris, acorralando a Adam, quien estaba en el centro, y Victoria delante de su padre.

La estructura de los recuerdos no variaba, no así su contenido. Ahora, un globo rojo ocultaba el rostro de su gemela.

Lorelei se frotó los ojos, desconfiando de lo que veía. El globo seguía ahí, y se percató que en todas las otras fotografías ocurría lo mismo. Tomó en sus manos la más cercana, la giró para quitarla del marco y ver si era un dibujo en el vidrio.

-¿Qué demonios? -exclamó y se quedó observándola, absorta. El sonido de un claxon la sacó de la nebulosa que la había atrapado, y trotó hasta el exterior, no sin antes guardar la foto en el morral.

-Ustedes las chicas se demoran milenios en buscar qué ponerse. Parecía que no saldrías nunca. - articuló irritado el rubio.

-Me distraje. -replicó quedamente, entrando por el hueco entre el asiento del copiloto a los asientos traseros.

-Pues, a la próxima, te quedas en casa.

-Esta fue tu idea en primer lugar. -se recostó en el asiento acolchado.

-Si, no me hagas arrepentirme.

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N/A: bueno, finalmente llegó él primer capítulo, y a pesar de que lo escribí a la rápida, creo que quedó decente. como es él inicio, recién se está formando la cosa pero quiero aclarar que Lory si era amiga de henry y los demás, pero que no apoyaba lo que hacían.

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