Capítulo 6
El mar Muerto, es un lago endorreico salado situado en una profunda depresión a 435 metros bajo el nivel del mar entre Israel, la parte cisjordana de Palestina y Jordania. Ocupa la parte más profunda de una depresión tectónica atravesada por el río Jordán, que también incluye el lago de Tiberíades más al norte. Pero ni incluso el, era tan salado como la suerte de Annie en esos momentos.
Cuando jaló el gatillo, no hubo sonido, no hubo sangre, y no vió a la azabache en el suelo quejarse de dolor como le hubiese gustado, porque si, en esos momentos le tenía un odio terrible.
Ni siquiera vió salir la bala de aquel arma.
La asiática se quedó quieta en su lugar cuando creyó que Annie le disparó. Apretaba los puños lista para sentir la bala en su cabeza y morir, porque no dudaba en que el primer lugar al que le daría sería el cráneo.
Cuando se dió cuenta de que olvidó cargarla, no dudo ni un segundo en abalanzarse contra Annie una vez más para someterla a la fuerza.
Le sujetó las manos, y la acorralo contra la pared y su cuerpo, mientras ambas intentaban recuperar el aliento.
—Qué torpe fui.— Susurró la azabache en su oído. La piel de Annie no tardó en erizarse ante tal cosa.
Cuando le arrebató el arma revisó su bolso del pantalón y fue ahí donde guardó los tres cartuchos de balas.
Se los quitó antes de dormir precisamente para que ninguna de las dos salga herida, dispare por accidente o a Annie se le ocurriera revelarse.
—Déjate de estupideces mejor.—La empujó.— ¿Realmente crees que vas a poder escapar?
Apretó los puños con impotencia. No tenía insultos por el momento, pero si unas inmesas ganas de golpearla a mano limpia.
—Estamos a nada de nuestro destino Annie.— se acomodó la ropa.— Ya resignate...No vas a volver.
A nada de su destino, y nadie a podido dar con ella para rescatarla, aunque Annie también tenia la culpa de que la azabache llegara lejos. Se dejó manipular a su antojo durante todo el viaje.
¿En verdad ya no tenía nada de sentido seguir resistiéndose? ¿Qué tan cerca estaban realmente?
—¿A dónde me llevas? —Murmuró.
La alta se llevó la mano a la nuca mientras pensaba. Hasta este punto del viaje se había negado a contestar pero creia que ya le podía decir.
—Marley.
¿Marley? Eso era otro puñetero país, y nadie lograba entrar en el a no ser que tuvieras un avión o llegaras en barco. Era una especie de isla o eso había escuchado.
—Un avión nos estará esperando.
La tomó del brazo pero Annie se safó a regañadientes. Ya sabia que hacer.
—No llamar la atención. Si, si, ya callate.—Dijo Annie.
Mikasa gruñó y la empujó hacia la salida del cuarto.
Una vez fuera encendió el auto y se marcharon. Unos 5 kilómetros más la azabache la miró de reojo a su lado.
—Historia estará ahí...
Annie abrió los ojos con sorpresa y algo de ilusión, pero que trató de apagar, por que no, ya no podía seguir ilusionandose del todo en que las cosas seguirían bien, en que la volvería a ver realmente, o que regresaría a casa algún día.
La policía no a dado con ella aún y está a nada de entrar en otro país.
Ya no queda hacer nada.
Suspiró y discretamente limpió una lágrima que le resbaló de la mejilla.
¿Por qué? ¿Por qué le dice algo como eso? ¿Por qué la tortura, y la hace creer que volverá a ver a su mejor amiga?
【♣︎】
Continuó escuchando las noticias a pesar de estar bastante indignado con el caso. Las pistas apuntaban a que solamente dos personas habían participado en el secuestro de Historia Reiss y Annie Leonhard, ¿Cómo era posible que toda la estación de policías no fuera capaz de avanzar? Todos cometían errores, y era cuestión de repasar las escenas y los patrones hasta dar con ellos.
La persona en particular era astuta porque hasta ahora nadie a podido dar ni con posibles sospechosos, eso se lo reconocía pero hasta ella se podía equivocar.
El televisor se apagó de repente y buscó el control entre las sábanas.
—Deberías estar descansando.— Dijo la mujer a su lado.
El rubio negó. Quería actuar, salir, quería hacer su trabajo y no estar en cama descansando.
Hace algunas semanas atrás, había perdido todo el brazo en un accidente automovilístico, en esas condiciones no podía trabajar y su mano derecha, Hange Zoe, lo cuidaba desde entonces hasta que mejore, pero ya se sentía mejor para volver a su labor de policía.
—Debemos hacer algo.
—Erwin...
—Aprecio que te quedes conmigo, y aprecio tus cuidados hasta hoy.— Se levantó de la cama.— Pero no puedes cuidarme toda la vida Hange.
La de lentes entendía eso, pero de igual forma le preocupaba que otra cosa le sucediera al rubio.
—Podemos hacer algo...podemos ayudar a esas chicas, ¿Vienes conmigo?
La de lentes suspiró.
—Voy contigo, Erwin.
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