Capítulo 1
Callejón Diagón
Cuando vi por primera vez el Callejón Diagón, sentí algo que jamás había experimentado antes. Fue una sensación eléctrica de energía pura: por única vez presentí que realmente pertenecía allí.
Habíamos cruzado las puertas del Caldero Chorreante y la larga calle plagada de tiendas se extendía en todo su esplendor. Aunque estaba abarrotada de magos y brujas, jóvenes y viejos, se podía apreciar su belleza de igual forma. Se distinguía el banco de Gringotts en un extremo; una renombrada tienda de varitas, Ollivander; Flourish & Blotts: la librería donde la mayoría de estudiantes compraban sus libros y pergaminos; Madame Malkin: Túnicas Para Todas las Ocasiones, ampliamente considerada la mejor tienda de túnicas hechas a medida... Y mil locales más. Todos eran altamente atractivos, con sus escaparates repletos de objetos curiosísimos de todo tipo, desde escobas hasta baúles que se abrían sólo si decías la palabra adecuada.
Sentí que podía quedarme allí admirando el corazón del Mundo Mágico británico por siempre, pero al parecer mi madre no pensaba igual, porque nos arrastró a mis dos hermanos y a mí hacia Madame Malkin.Allí, nos compró nuestras túnicas y capas, junto con una gran variedad de ropa. Aquello no terminó allí, al contrario, era solo el principio... Más tarde, nos llevó a Flourish & Blotts a por nuestros libros (donde Dylan se quejó por básicamente todo), paramos unos momentos en la heladería Florean Fortescue a pedido mío y continuamos hacia el Emporio de las Lechuzas.
-¡Bienvenidos al Emporio de las Lechuzas! -nos saludó una mujer en cuanto pusimos un pie dentro del lugar.
El local era pequeño, mugriento y oscuro. Plagado de ojos que seguían tus movimientos y picos que se cerraban amenazadoramente si te acercabas demasiado. Mi madre no ocultó su evidente cara de asco cuando olió el ambiente. Parecía que aquellos animalejos habían estado allí desde hace muchísimos años y nadie se hubiera molestado en barrer las plumas o limpiar el sitio.
-Buenos días... -logró articular ella, y luego se dirigió a nosotros-. Elijan algún animal y vámonos, creo que no podré estar aquí más tiempo.
Dylan y yo entendimos el mensaje y salimos disparados a un extremo del comercio.
Observé con atención lo que tenía ante mí: una especie de lechuza de plumas amarillentas, definitivamente no. Me fui un poco más hacia la derecha y me agaché, encontrándome con un par de ojos ambarinos enormes que me escaneaban. Entonces, un ruido de batir de alas captó mi atención, haciendo que retrocediera un poco.
Colgada del techo había una jaula de acabado elegante, y el ocupante no parecía haberse percatado de mi presencia.
-Oh, sí, sí -exclamó la dueña de la tienda, acercándose hacia donde estaba yo-. Bueno, éste... No es una lechuza, pero no podía deshacerme de él. No tiene nombres, pero te lo puedes quedar, incluso por la mitad de precio si quieres -sonrió la mujer.
-Mamá, yo quiero esto. -le dijo Dylan a mi madre, la cual se tapaba la nariz con un pañuelo-. Es un búho real.
-Bueno, cariño, tómalo -mi hermano sostuvo la jaula mientras le dábamos cuatro galeones a la señora-. Ahora... ¡Ollivanders! -sonaba emocionada por alguna razón-. Compraremos sus primeras varitas.
Nos dirigimos calle abajo hasta una tienda con un enorme escaparate, donde se veía el interior: todo desparramado por el suelo y completamente desordenado, con muchísimas cajas una arriba de la otra, jarrones rotos, etc.
Pasamos el umbral de la puerta y una campana anunció nuestra llegada. Un hombre de cabellos blanquecinos surgió desde la oscuridad.
-Tú debes ser Abril, Abril Black... O Mayer, debería decir -soltó el anciano en cuanto posó sus ojos sobre mí-. Oh, ¡y Dylan Black! -luego miró hacia mi madre e Issac-. Adorable familia, oh sí.
Iba a decir algo, pero decidió callar.
Se giró y desapareció por donde vino, pero volvió a emerger, esta vez trayendo consigo varias cajas pequeñas.
-¡Dylan... Mayer! -dudó unos segundos, pero le ofreció una varita finamente tallada-. Muévela un poco.
Mi hermano me miró con desconcierto, como si desconfiara un poco de las palabras del señor Ollivander. Temblando, agitó la varita en el aire y un espejo cercano se rompió con un estruendo. A Dylan se le cayó el alma a los pies, pero el hombre parecía encantadísimo.
-Interesante. Realmente interesante -agarró una de las cajas cercanas y la abrió, dejando ver una varita oscura y con un pequeño símbolo en el mango de ésta-. Madera de tejo, núcleo de pelo de cola de unicornio y 33 cm. Que tiende a preferir a los que tienen fuerza y agilidad, lo que a su vez suele favorecer a los que tienen amor por todas las criaturas. Y ayuda mucho en el proceso de aprendizaje de versiones no verbales de muchos hechizos.
Él agitó la varita y durante un segundo no sucedió nada, pero luego una luz cálida llenó la habitación.
-¡Excelente, excelente! -aplaudió el hombre-. Ahora te toca a ti. Y sé que tengo la adecuada para ti en alguna parte... -se rascó la cabeza y se volvió a perder entre las estanterías.
Mis ojos se fueron directo hacia la mesa. Tres cajas con varitas dentro, una solución.
Estiré la mano sin pensarlo hacia la del medio. La abrí y tuve entre mis manos una una preciosa varita plateada y delgada, con intrincados remates en y un mango finalizado por una pequeña esfera.
La movi con sumo cuidado y el local retumbó, una luz surgió de la varita y nos cegó a todos unos instantes.
-¡Oh! ¡Te ha elegido! -Ollivander apareció frente a nosotros, con los ojos brillando de emoción-. Estupendo.
-No... Señor, de hecho, yo elegí la varita -expliqué repentinamente-. ¿De qué madera es?
Me miró como si lo hubiera insultado, pero no comentó nada al respecto.
-Madera de Tilo plateado, , núcleo de pelo de cola de Thestral y 27 centímetros. Verdaderamente excepcional, al igual que la de su hermano. -se dirigió hacia Dylan, el cual sostenía orgullosamente su varita nueva.
-¡Felicidades, niños! -sonrió nuestra madre, Issac parecía aburrido-. ¿Cuánto sería?
Salimos de allí luego de pagar y mamá sugirió quedarnos una noche en el Caldero Chorreante -aunque no parecía agradarle mucho la idea-, pues estábamos más cerca de la estación de Kings Cross.
Era una estancia agradable, aunque nunca habíamos estado rodeados -por lo menos Dylan y yo- de tantos magos y brujas. Adhara, mi madre, parecía nerviosa e inquieta, pero decidí no comentar nada al respecto. Se lo dije a Dylan, pero él le restó importancia y dijo que quizás era porque mañana iba a ser nuestro primer día y estaba preocupada o algo así. Aunque algo se me escapaba, ¿qué le sucedía?
Además, Issac no parecía muy emocionado con volver a Hogwarts en su segundo año... Parecía que ambos estaban al tanto de algo que nosotros no. Intenté transmitirle a mi hermano lo que pensaba, pero parecía interesarle más la cena que mis suposiciones.
Finalmente desistí y pensé en otras cosas, aunque ya no me emocionaba tanto el día de mañana. Iba a ir a Hogwarts, claro. Estaba emocionada, podría decirse.
Pero, ¿y mi vida en casa? ¿Mi cuarto? ¿Mis cosas? ¿Y si nos separaban a mí y a Dylan? ¿Y, a todo esto, con quién iba a quedarse mamá? ¿Qué sentiría al tener la casa vacía? ¿Cómo sería explorar y ver las habitaciones vacías, como congeladas en el tiempo? ¿Qué se siente saber que el tiempo pasa y todo debe cambiar? ¿Qué pensaría al volver a estar sin nadie?
Y si eso es crecer, entonces prefiero que el tiempo pare.
☆
Primer cap, ¿Que os a parecido?
Hecha por uoihihi y por @T-Rexito
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