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CUATRO AÑOS DESPUÉS

Ryan estacionó la Cherokee bajo el garaje, apagó el motor y tomó su portafolios del asiento del acompañante, antes de descender. Pulsó el botón de la puerta automática de la cochera para cerrarla, y abrió la puerta que comunicaba el pasillo de acceso al garaje con el resto de la casa caminando con paso rápido. Estaba agotado, había sido un día durísimo, como en todo comienzo de Investigación. Al abrir la segunda puerta, el aroma a la cebolla salteándose con salsa de tomate, ajo en polvo y especias, le removió las tripas dándole un brutal y repentino apetito. Ingresó al espacioso living y caminó hacia uno de los sillones, para dejar su portafolios encima y quitarse la chaqueta formal, colgándola de un perchero junto a la puerta principal. Rápidamente miró a Jake, con la plenitud de su recién estrenada adolescencia, quien estaba absorto jugando en la consola a un juego de carreras.

—Ojos a la derecha, que te rebasan —dijo. Desde la cocina, Molly lo miró a través del pasaplatos y las copas que colgaban encima, con una sonrisa cómplice. Jake se volteó un segundo, puso pausa y entonces levantó el puño, reclinándose hacia atrás en el sillón de cuero negro.

—Hey papá, ¿Qué tal el día? ¿Ya pudiste conseguirme esa marihuana de contrabando de la que tanto hablas cuando mamá no escucha? —bromeó.

—Quizá mañana, si te portas bien —respondió, golpeando suavemente puño con puño. El muchacho rio, tomó de nuevo el mando de la Playstation y continuó jugando a lo suyo. Ryan caminó hacia la cocina, con los ojos fijos en Molly a medida que se aflojaba el nudo de la corbata y se remangaba la camisa blanca hasta los codos, deleitándose con su figura. Estaba vestida con un suéter verde, de cuello alto, que le contrastaba con su cabello anudado por detrás de la nuca en un broche de carey. Molly salió a su encuentro y le rodeó el cuello para besarlo. Él la levantó en andas, rodeándola por la cintura, y luego la bajó suavemente al suelo, mientras ella se acomodaba el pantalón de jean, que le quedaba un poco holgado. —Hola, cariño —saludó. Luego miró hacia la sartén—. Que bien huele.

—Bolognesa con pasta, adivina quien la pidió.

—Tu malcriado, asumo.

—Ya, como si tú no tuvieses nada que ver en ello —Molly lo vio tomar una galleta integral de la panera ubicada en la mesada, y mojarla en la salsa. Se abalanzó hacia él y le dio suaves cachetadas en los antebrazos—. ¡Quita, aparta de ahí!

Ryan no le hizo el mínimo caso, mordió un trozo de galleta y luego le compartió el resto a ella, dándole directamente en la boca.

—Está riquísimo —dijo, yendo hacia el refrigerador para tomar una lata de cerveza, abriéndola con un chasquido.

—Hoy llegaste un poco más tarde —comentó ella, volviendo hacia la tabla de picar, donde estaba cortando cubitos de carne para añadir a la sartén.

—Lo sé, estaba en una reunión por una nueva investigación.

—¿Esta vez qué toca? —preguntó, mientras cortaba la carne.

Ryan dio un par de tragos más de su cerveza, dejó la lata en un costado de la mesada, y explicó.

—En Texas, dos desapariciones sin sentido aparente. Wayne Robens, granjero, cincuenta y dos años, desapareció dentro de su casa sin que su mujer y su hija se enterasen. Betty Chastain, estudiante de secundaria, veintidós años, salió de acampada y nunca más volvió, aunque su amiga sí lo hizo. Ambas desapariciones están ubicadas cerca del bosque de Piney Woods, y en el lugar de la desaparición solo se encontró un pájaro muerto, nada más, ni rastros de la víctima.

Molly detuvo sus movimientos con la cuchilla y lo miró de forma incrédula. Casi hasta pareció empalidecer.

—Ryan... —murmuró.

—Sí, lo sé. Sabes lo que eso significa.

Molly dejó la cuchilla a un lado, se limpió las manos con un paño de cocina y entonces se acercó a él. Parecía suplicarle con la mirada.

—¿Qué vas a hacer?

—¿Tienes miedo a que vaya?

—¡Jesús, claro que tengo miedo! —exclamó. —Ryan, por favor...

—No lo haré, tomé la investigación pero derivé el caso a otro equipo de la zona, solo me pidieron que lo supervise desde la oficina, nada más. Seré la cabeza que capitaneé a los agentes de campo, pero no me meteré allí, sin contar que además no está dentro de mi jurisdicción —aseguró.

Molly entonces cerró los ojos, se apoyó de sus hombros y bajó la cabeza, dando un suspiro hondo.

—Gracias a Dios... —murmuró. Él entonces la tomó de la barbilla, para que lo mirase.

—Cariño, no tengo nada más que buscar. Nawathenna me quitó a mi hermana, no tengo nada que hacer allí. Que otros libren sus batallas, yo ya hice la mía, se acabó. Tú y Jake están primero —dijo—. Además, no voy a arriesgarme a tener que pedirle alojamiento a otra civil más. ¿Qué pasa si se enamora de mí?

Molly entonces no pudo evitar reírse, quizá aflojando los nervios y también por la ocurrencia de su tonto agente de la ley. Entonces simuló que le daba una bofetada.

—Ya quisieras, Ryan Foster. Ya quisieras tener la misma suerte dos veces —Al bromear con aquel gesto, lo tomó de la mandíbula y lo miró con atención—. Vaya por Dios, ¿Cómo has dejado que ocurriera este desastre?

—¿Qué?

—Tienes la barba super desprolija, cariño —aseguró—. Mañana procura un ratito libre, y pasa por el local. Le diré a Christine que te retoque el perfilado.

Ryan negó con la cabeza.

—Ah, por favor. ¿Tiene que ser esa mujer?

—¿Qué tiene? Christine es una de mis mejores empleadas, tiene buen pulso para la navaja y es una señora super agradable.

—Justamente, es una señora —bromeó Ryan—. Teniendo tantas chicas guapas a disposición en tu peluquería, quieres mandarme con la más vieja —Al decir aquello, Molly puso los ojos en blanco y se volteó de nuevo a la tabla, donde estaba picando la carne. Ryan la abrazó por detrás sin dejar de hablar—. Preferiría que lo haga una que me gusta mucho, poco menos de sesenta kilos, con la piel blanca como la luna y un cabello rojo envidiable. Los ojos azules más profundos y hermosos que he visto en mi vida, me tiene completamente perdido, no sé si sabías.

Le dio un beso en el cuello justo cuando ella esbozaba una sonrisa. Entonces lo miró de reojo.

—Sí que sabes como salir bien parado de todas las situaciones, eh. Deberías haber sido abogado, estaríamos nadando en miles de dólares ahora mismo —respondió ella—. Hazme algo útil y revuelve la salsa, antes que se te caiga otra tontería de la boca.

Negó con la cabeza al mismo tiempo que sonreía, tomó su lata de cerveza en una mano y una cuchara de madera en la otra, girándose hacia la sartén. Mientras revolvía la comida, no pudo evitar mirarse las manos, donde la piel arrugada de algunos dedos se dejaba ver. Odiaba esas cicatrices, pensó.

—¿Cómo van los balances de la peluquería? —preguntó.

—Bueno, este mes ha ido un poco mejor que el anterior. La chica de la manicura es buena, aún tengo que terminar de decorar su sector, pero las clientas están muy contentas con tener un sitio donde poder arreglarse las uñas adecuadamente.

—Vaya, me alegro por eso.

—Quizá si tengo suerte, puedo hacer un pequeño ahorro durante este trimestre y hacer una ampliación. Me gustaría poner una secadora más, y también quizá una televisión empotrada en un rincón, donde poder escuchar un poco de música contemporánea y que se vayan reproduciendo algunos videoclips. ¿Qué te parece? —Le preguntó.

Ryan se hizo a un lado para permitir que se acercara con la tabla de picar repleta de trocitos de carne. Los echó dentro de la salsa con un chisporroteo, tomó la cuchara de madera de la mano de Ryan y revolvió un poco más, dejándola luego a un lado encima de la mesada y de la tabla vacía. Él la vio hacer, y entonces dejó su lata de cerveza a un lado, para acercarse a ella. Le rodeó los hombros con un brazo y la hizo girar de cara hacia el living. Jake continuaba con su juego, pero no importaba. Lo verdaderamente hermoso era todo el conjunto en sí: el decorado de la casa, la estufa encendida, los sillones en cuero, el suelo alfombrado, las lámparas estilo Ailati colgando del techo.

—Me parece un sueño —dijo—. Mira todo eso, esta comodidad, este hogar —Se giró de cara hacia ella y entonces la abrazó contra su pecho, a medida que hablaba—. Sé que no te lo digo nunca, pero a veces, cuando estás dormida, te veo y recuerdo cuando estabas allá en Grelendale, cuando te conocí. Recuerdo que sonreías poco, pero cuando lo hacías todo el pueblo parecía iluminarse, y tenías grandes sueños, de familia, de peluquería, de paz, y ahora tenemos todo esto, mi casa nunca estuvo tan hermosa como ahora, y es algo que construimos juntos. Y me siento el hombre más afortunado del mundo, porque si me iba de allí sin volver a buscarte, juro por Dios que me habría arrepentido cada uno de mis días.

Se alejó un momento de él, y entonces lo miró directamente a los ojos, con aspecto soñador.

—¿Me lo dices en serio?

—Claro que sí. Si tuviera que volver a pasar por todas y cada una de las cosas malas de mi vida para llegar a este punto exacto, créeme que lo haría gustoso, porque vales toda la pena.

Molly sonrió, y entonces dejó caer una lágrima de emoción y felicidad. Ryan se la secó, con su pulgar.

—Te amo —Le susurró ella, apoyando su frente en la de él.

—Y yo a ti. 

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