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10

Luego de volver del centro médico, donde Ryan fue atendido en sus heridas y vuelto a suturar, Jake se concentró en recostarse en su habitación a leer un cómic de Batman, mientras que Ryan y Molly charlaban en el living mientras bebían un café, sentados en el sillón que de momento, cumplía la función de cama.

—¿Quieres que te comente algo? —dijo ella, con una sonrisa ladeada.

—Claro, dime.

—Siempre fantaseé con la idea de que le dieran una buena paliza, no te voy a mentir.

Ryan no pudo evitar sonreír a su vez, y entonces asintió con la cabeza.

—He de admitir que no estaba en mis planes, pero no iba a permitir que siguiera con los maltratos.

Ella se apoyó en su hombro un momento, en silenciosa muestra de cariño, y luego se apartó para beber un sorbo de su café, mirándolo de forma picaresca.

—¿Te puedo hacer una pregunta?

—Seguro.

—¿Anteayer entraste a mi habitación mientras dormía? —dijo, con una sonrisa jocosa. Ryan miró a su propia taza, sintiendo que se ponía muy nervioso. Por fin, asintió.

—Lo siento, Molly, juro que no hice nada indebido. Solo pasé por ahí, te vi un poco destapada y estaba fresco, así que te arropé —hizo una pausa y entonces la miró, temeroso—. ¿Cómo lo supiste?

—Un mechón de cabello me hizo cosquillas junto al oído, y entonces me entredesperté. Cuando miré hacia la puerta, vi que te estabas yendo. No dije nada porque pensé que lo había soñado, pero ya veo que no...

—Te pido que me disculpes.

Ella lo miró con diversión, y entonces se encogió de hombros.

—No hay problema.

Ambos permanecieron un momento en silencio, como si estuvieran analizando sus propias palabras, hasta que Ryan habló.

—¿Crees que Jake pueda responderme algunas preguntas, ahora que está hablando? No es mucho, pero al menos puede decir sí o no.

—Podríamos intentarlo. Ésta tarde van a venir los psiquiatras infantiles a verlo —Molly volteó al reloj de pared—. No creo que tarden mucho más, pero podemos aprovechar antes de que lleguen.

—Vamos —convino él.

Ambos se pusieron de pie, y caminaron hacia la habitación de Jake portando sus tacitas de café. Una vez allí, el golpeó con los nudillos suavemente.

—¿Puedo? —preguntó, en cuanto el niño lo miró. Este asintió con la cabeza, y Ryan entró, sentándose en el borde de la cama. —Veo que te encuentras bastante mejor, y eso nos alegra, a tu madre y a mí, que al menos puedas hablarnos un poquito. ¿Crees que podrías responderme algo, si te lo pregunto? Solo si puedes, tampoco quiero forzarte a nada.

—Sí —dijo, en voz baja.

—Bien, eso es genial —Ryan dio un suspiro, y le sujetó una manita en la suya—. Sé que recordar esto debe ser difícil, pero cuando estabas allí, en aquel sitio, ¿recuerdas haber visto a tu amigo, Hosea?

El niño negó con la cabeza, pero no dijo nada. Ryan entonces intentó con algo más específico.

—¿No lo recuerdas, o no lo viste?

—No lo ví —respondió.

—De acuerdo. Y dime, ¿viste algo sospechoso relacionado con él? Alguna pertenencia personal, lo que sea, que pueda indicarme si está vivo aún.

Jake permaneció un momento en silencio, con la mirada perdida encima del cómic, en unos segundos que tanto para Ryan como para Molly, fueron eternos. Por fin, asintió con la cabeza.

—Encontré su ropa tirada. Reconocí su camiseta de Hulk, era su favorita.

Ryan cerró los ojos, apenado. Se levantó de la cama y entonces le apoyó una mano en el hombro, en gesto amigable.

—Gracias, Jake.

Salió de la habitación seguido de Molly, terminó de beber su café de un buche, quemándose un poco la garganta, y se dirigió hacia el fregadero para lavar la taza. Ella lo miró con preocupación, parecía enojado.

—¿Estás bien? —Le preguntó.

—Ese niño está muerto, no hay nada que podamos hacer.

—Eso no lo sabes, solo te habló de su ropa, pudo habérsela quitado por algún motivo y...

Él la interrumpió, girándose hacia ella.

—Tú no has visto lo que yo vi, Molly. No sé como carajo hizo Jake para sobrevivir en ese sitio, pero si la ropa de Hosea estaba tirada, entonces no le veo mucha esperanza a que aún esté vivo —dijo.

—¿Y qué vas a hacer, entonces?

—Mañana iré a la reserva Arapahoe. No me creo que estén todos muertos, alguien con vida tiene que haber, que pueda darme una respuesta de algo. Registraré toda la reserva si es necesario, buscando cual fue el ritual que ese cacique usó para cruzarme a ese lugar, y voy a intentar buscar a Hosea.

Se sacudió las manos para quitarse el excedente de agua, y luego se las secó con un paño de cocina. Molly lo miró negando con la cabeza.

—Ni hablar, no vas a hacer tal cosa.

—¿Y entonces qué hago? ¿Cómo le digo al señor Matthews que su hijo está muerto, si ni siquiera tengo una mínima prueba para mostrarle?

Molly suspiró, y entonces miró hacia el suelo.

—No lo sé, no tengo ni idea. Pero no vas a volver a ese lugar, no te lo permito.

—Molly, tengo que hacer algo, mi trabajo es investigar y no puedo quedarme de brazos...

Cuatro golpecitos en la puerta principal lo interrumpieron. Ambos miraron hacia allí, y luego Molly miró a Ryan como queriendo decirle con la expresión de sus ojos "Esta charla no se ha terminado". Avanzó hacia la puerta, abrió, y vio que ambos psiquiatras pediátricos estaban allí de pie, en su visita de rutina. Se hizo a un lado, les permitió el paso y los guio hacia el cuarto del niño, acompañada por Ryan.

Tras un extenso análisis, los psiquiatras se marcharon casi dos horas después, en donde valoraron los repentinos progresos que el niño había hecho. Ryan entonces les contó que casi había sido víctima de un secuestro, y que él había tenido que rescatarlo. Los doctores explicaron entonces que un choque de trauma con otro trauma por lo general solo cumplía con dos posibles hechos: o la víctima empeoraba, o entonces causaba el efecto contrario que al principio, y se alegraban de que en Jake, al menos, había primado la segunda opción. Prometieron volver en dos días, y luego de despedirse, salieron de la casa para subir a su coche con el logo del centro médico.

El día transcurrió con la normalidad más absoluta. Ryan y Molly no volvieron a tocar el tema, al menos no en ese momento, ni tampoco después de la cena. Luego de contarle un cuento, Molly arropó a Jake, le dio un beso en la frente y apagó su veladora, para que pudiera dormir. Se despidió de Ryan luego, levantando la mano al mismo tiempo que se detenía de pie en la puerta de su habitación, y él notó que algo le pasaba. No había ido a darle las buenas noches, de hecho, luego de haber estado tan pero tan cerca, confiaba en que algo más sucediese aunque aquello implicara estar en contra de sus principios como agente del FBI. Sin embargo, la dejó hacer. Devolvió el gesto, vio como ella cruzaba el umbral de la puerta y luego la escuchó cerrarla. Solo en aquel momento se sentó en su sillón, apartando las mantas a un lado.

Dio un suspiro al mismo tiempo que se miraba las manos, entrelazadas y con los codos apoyados de sus rodillas, en un gesto mecánico que siempre hacía cuando estaba pensativo. No sabía qué hacer, porque comprendía que volver a ese sitio, o al menos intentarlo, era una locura suicida. Pero también tenía una responsabilidad consigo mismo, y con el padre del niño. Él esperaba respuestas de su parte, como cualquier persona que pierde un familiar, pero se sentía como si estuviera con las manos atadas. Si seguía su instinto, probablemente Molly se enojaría con él —aún más—, y tampoco volvería a poder salir. Por su mente cruzó una frase del cacique, diciéndole: "No hay que tentar dos veces a la suerte".

Su mente fluctuó inevitablemente a Molly, recordando todo lo acontecido. Si hacía un esfuerzo, aún podía sentir el aroma de la piel de su cuello, el cosquillear de las hebras de su cabello contra su frente, y la mano de ella recorriéndole el rostro. Cerró los ojos al mismo tiempo que murmuraba una maldición. Hacía años que trabajaba para el FBI, había visto muchísimas personas a lo largo de su carrera, y también había conocido muchas mujeres que mostraban un interés en él. Sin embargo, esto era diferente. Antes no era capaz de sentir nada más allá que la hermética responsabilidad de su trabajo, pero ahora el simple hecho de recordar lo que le provocaba su cercanía, era suficiente para hacerle perder la razón.

¿Cuánto demoraría la investigación completa? Se preguntó. Aún le faltaba quemar ese maldito árbol, y esperaba que no, pero muchas cosas podrían salir mal en el proceso. ¿Cuánto tiempo más estaría junto a Molly, antes de marcharse? ¿Una semana? ¿Dos? No lo sabía. Si estaba más tiempo junto a ella, no podría resistirse mucho más, era consciente de eso. Asumiendo sus impulsos asintió con la cabeza, al mismo tiempo que suspiraba.

Poniéndose de pie con rapidez se quitó la camiseta, las zapatillas y los calcetines, quedando solo en sus jeans. Caminó hacia la habitación de ella, se detuvo frente a la puerta y entonces levantó el puño, para tocar.

—Molly, ¿Estás despierta? —preguntó, y antes de que pudiera dar el segundo toque, ella abrió la puerta, mirándolo con fijeza. Llevaba el cabello suelto, el vestido rosa de dormir, el cual Ryan nunca lo había visto al completo de pies a cabeza. Sus ojos le recorrieron todo el cuerpo, la prenda era corta, y tenía unas piernas increíbles. —Yo, eh...

No lo dejó hablar. Lo tomó de la nuca y lo besó hambrienta, mientras lo jalaba hacia el interior de la habitación. Ryan solo tuvo tiempo para empujar con el pie la puerta tras de sí, y rodeándola con ambos brazos por la cintura, la levantó llevándola en andas hacia la cama. 

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