1
Corrió tanto como sus piernas le permitían, y en cuanto llegó a la entrada de la caverna, dio un potente resbalón debido a la pendiente de roca, lo cual hizo que rodara hacia abajo golpeando la espalda y el pecho contra las piedras.
—¡Ah, torpe, torpe y tonto! —Le recriminó. Era una mujer, con el pelo pajoso y largo hasta casi la cintura. No tenía ropa, a excepción de una suerte de taparrabos confeccionado con telas al azar unidas entre sí por nudos, y parecía rondar los sesenta años, o quizá más. Estaba sucia de tierra, en general su aspecto era bastante lamentable, y estaba flaquísima. Ayudó a poner de pie a Ryan casi que a prepo, mientras continuaba regañándolo. —¡Nunca hay que hacer ruido cuando él anda cerca, o te devorará como al resto!
Miró a su alrededor, confundido. La cueva olía mal, no iba a negarlo. La mujer en sí misma olía mal, pero parecía más una indigente que un ser humano común. La cueva estaba iluminada solo por el resplandor rojizo que ingresaba por fuera, y un montón de huesos parecen apilarse en el centro. Ryan sintió el aleteo del miedo abriéndose paso en su raciocinio. ¿Sería peligrosa? Se preguntó, con pánico.
—Lo siento, por favor, perdóneme... —murmuró, alejándose unos pasos de ella. Su voz sonaba pausada, no quería hacerla enojar, principalmente porque notó que lo miraba fijamente. De pronto, vio como su labio inferior comenzó a temblar, como si estuviera conteniendo el llanto. Sonrió, le faltaban varias piezas dentales y las que aún conservaba no tardarían en caerse, luego se cubrió la boca con las manos mugrientas, y por último dio una exhalación profunda. Era como si estuviese sintiendo muchas emociones al mismo tiempo, y eso indicaba un grave trastorno de psicosis.
—Eres tú, no puedo creerlo... —murmuró.
—¿Qué? Yo... —titubeó, y antes de que él le dijera nada, ella se abalanzó a sus brazos.
Lo rodeó con los flacuchentos brazos como una boa constrictor, hundiendo el rostro en su pecho y llorando amargamente, mientras repetía lo mismo de forma continua: "Eres tú, eres tú" una y otra vez. Ryan no movió un solo músculo, no sabía que hacer.
—¿Quién es usted? —preguntó, con duda. Ella se separó de él un instante, lo miró con los ojos poblados en lágrimas, y le acarició una mejilla con una mano temblorosa.
—No puedo creer que seas tú, Ryan...
—¿Quién es usted? —volvió a preguntar.
—Soy yo, Emily.
La mandíbula de Ryan decayó un par de centímetros, abriendo los ojos de par en par. No podía ser su hermana, se dijo. Ese despojo de mujer, con los senos caídos, mugrienta y con veinte años de ventaja por encima suyo no podía ser ella, se repitió. Sin embargo, en cuanto la miró directamente a los ojos vio algo que era innegable. Tenía la misma mirada de su madre, tenía un lunar incluso, al costado de la nariz, que era único en ella. Y no lo hubiera visto si las lágrimas no hubieran hecho un surco medianamente limpio en su mejilla.
—Emmy... —murmuró, y fue él quien esta vez la abrazó con todas sus fuerzas.
Todo su entorno desapareció de su atención, la cueva, el olor a mugre, el peligro inminente, y solo estaba allí lo verdaderamente importante: estaba abrazando a su hermana, tras tantos años. Ambos lloraron durante varios minutos, y cuando por fin se hubieron calmado, ella le indicó que se sentara, junto a una de las paredes de la caverna.
—Nunca creí que te volvería a ver —dijo ella, con la voz quebrada. Él le sonrió, a su vez.
—Y yo tampoco, nunca he dejado de buscarte. ¿Qué te pasó? ¿Por qué estás...?
—Vieja —terminó ella la pregunta, en su lugar—. El tiempo aquí transcurre de forma distinta. Recuerdo que estaba en las Rocosas, hacía poco más de dos semanas que había llegado a la reserva indígena, incluso ya habíamos dado la primera dosis de vacunas contra la malaria, cuando de repente sucedió.
—¿Qué? Cuéntamelo.
—Me fui a dormir, y a mitad de la noche escuché un sonido extraño. Era como el piar de un pájaro que nunca había oído en mi vida. Sonaba lejano, pero al mismo tiempo como si estuviera muy cerca. Encendí la veladora, y vi un ave negra parada a los pies de mi cama, mirándome. No sabía como había entrado ahí, ni porqué estaba viéndome tan fijo, y cuando quise moverme de nuevo, perdí la conciencia. Desperté aquí, en este sitio del que nunca he podido salir.
Ryan le tomó de las manos, estaban flacas y arrugadas, pero no le importó. Al contrario, se sentía bien tener a su hermana tan cerca, aún a pesar de las circunstancias.
—Hay una forma de salir, Emmy. Si yo pude entrar, también podemos salir.
—Nadie sale de aquí, Ryan. Eso no ocurre... No, no ocurre... —murmuró, y entonces se rio. Para su pesar, no tardó en darse cuenta de que tenía algunos gestos y acciones propias de un desequilibrio mental, con toda seguridad por vivir aislada tantos años. Se quedó un momento en silencio, como si hilvanara su propia línea de pensamientos, y luego lo miró de forma directa. —¿Cómo está mamá?
Él bajó la mirada, antes de responder.
—Ella falleció como al año de tu desaparición. Supongo que no aguantó la angustia, al igual que papá, que se fue tras ella. Lo siento mucho.
—Oh no... no puede ser... —balbuceó, poniéndose a llorar nuevamente. Ryan no hizo más que abrazarla en silencio, acariciándole el pelo andrajoso y sucio.
—Lo siento mucho, Emmy... —repitió, como si fuese él quien tuviera la culpa de algo. Ella se separó con rapidez, se secó las mejillas y negó con la cabeza.
—La vida sigue, por desgracia. La vida o lo que sea esta mierda en este lugar, lo cierto es que no lo sé. Me he acostumbrado a estar aquí, a vivir sola, a hablar con los cadáveres. Ellos me acompañan, de alguna cierta manera, y también me proveen de cosas útiles, les quito la ropa y trato de vestirme con ella.
—¿Y qué comes?
Ryan no sabía si quería saber la respuesta, porque de hecho, se la imaginaba.
—A veces la criatura deja cuerpos sin consumir, y me alimento de ellos. El agua la obtengo de manantiales subterráneos. No son muchos, apenas conozco dos o tres y solo los encontré de casualidad, pero me han mantenido con vida todo este tiempo —respondió ella. Luego pareció mirarlo como si recién prestara atención en ese detalle, frunció el ceño y lo señalo con un índice—. ¿Y tú que estás haciendo aquí? ¿Cómo llegaste a este lugar?
—Estoy investigando desapariciones como la tuya, desde hace tiempo, tomé una dependencia del FBI que se encarga de hallar personas extraviadas en determinadas circunstancias. Ahora estoy tras la pista de dos niños que desaparecieron hace no mucho tiempo, y tengo razones bastante fundadas para saber que están aquí, en algún sitio.
Ella esbozó una ligera sonrisa, y entonces negó con la cabeza.
—Si desaparecieron en este lugar, entonces no hay muchas posibilidades de que aún sigan con vida —hizo una pausa, y suspiró—. Sobrevivir aquí es difícil para mi, no quiero imaginármelo para un niño pequeño.
—Comprendo qué es la criatura que devora personas, un grupo de indígenas me está ayudando y de seguro tiene que haber una forma de apaciguarla o detenerla. Necesito encontrar a esos niños, en verdad. Y no puedo hacerlo solo.
Ella se rio nerviosamente, al mismo tiempo que se pellizcaba los antebrazos, en gesto mecánico.
—¿Me estás pidiendo ayuda? ¿A mí? Yo no... —dudó. —No sé si podría, yo...
—Tu conoces este lugar, Emmy. Puedes ayudarme, estoy seguro, y podremos salir juntos de aquí. Pero necesito que me digas todo lo que sabes de este lugar, sea lo que sea, por más loco que parezca estoy en condiciones de creer todo lo que me digas —aseguró él.
Emily permaneció con la mirada distraída, pensando durante unos instantes, o quizá disociando dentro de la marea turbulenta que era su mente ahora mismo, se dijo Ryan. Sin embargo, pareció volver en sí.
—Conozco una red de cuevas y grutas subterráneas por donde podemos escabullirnos y revisar el lugar. No sé que sea este valle, pero aunque no parezca tener principio o fin, tiene que haber una manera de hallar a esos niños que dices.
—¿Estás segura?
—Así es —consintió—. Hace años noté que la tierra parece estar conectada entre sí a todo lo que rodea este sitio. Si uno presta la suficiente atención, puede sentir cuando la criatura camina, o cuando alguien corre en la superficie, y fue así como permanecí oculta todo este tiempo. Es como si la tierra misma palpitara, o fuera una red neuronal viva, replicando cada movimiento. Si están vivos, podremos rastrearlos, pero no sé como podríamos salir de aquí llegado el momento.
—Yo he visto como esa cosa parece salir de un árbol en particular, ubicado en el medio del bosque, una Sylva Americana. Es un árbol indígena, y supongo que lo debe usar como una especie de conector entre esta realidad y el mundo allá afuera. Cuando llegué aquí, noté como en el horizonte había un árbol solitario, Quizá esa sea nuestra vía de escape.
Emily suspiró, y entonces asintió con la cabeza.
—No tenemos nada que perder, asumo. Al menos estás aquí, conmigo. Tras tantos años.
Ryan sintió que comenzaría a llorar de nuevo, de solo pensar en eso.
—Te he buscado por cielo y tierra, Emmy. Lo juro por Dios. No he descansado un solo día por seguir tu rastro.
Como todo consuelo, ella le tomó de las manos. Sus dedos huesudos tenían marcas de heridas viejas.
—No esperaba menos de ti, Ryan. Siempre fuiste el más determinado de la familia. Y me alegra verte.
Él sonrió, y dejó caer una solitaria lágrima.
—Te amo, lo sabes. Y no volveremos a separarnos otra vez.
—Y yo a ti, hermano —Le soltó de las manos y se puso de pie con dificultad—. Vamos, el tiempo apremia. Iremos por la superficie, atentos a cualquier movimiento. Si vemos a la criatura, nos esconderemos en las cavernas y sortearemos por abajo.
—Bien —consintió él, y juntos emprendieron el camino hacia la superficie.
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