Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1

Para cuando Ryan llegó, el sol comenzaba a despuntar por el horizonte y la lluvia ya había menguado hacía un par de horas, dejando un espeso y húmedo aire caliente a su alrededor. Estacionó a un lado de la entrada del establecimiento pintado de blanco y azul, apagó el motor y descendió de la Cherokee luego de tomar de la guantera sus documentos y la pistola, atándola a su cintura. El establecimiento de la prefectura marítima de Hudson se hallaba en el más completo silencio, el cual solamente era interrumpido por los pájaros matutinos y el sonido al oleaje de la costa, que se oía a lo lejos. Dio un suspiro, y caminó hacia la puerta principal intentando prepararse para lo que se encontraría momentos después, aunque ni siquiera estaba cerca de imaginárselo.

En cuanto cruzó las puertas, observó el largo pasillo que se extendía por delante, con sus luces led encendidas en el techo, y volteó hacia el mostrador de recepción que dividía la entrada con una pequeña oficinita junto a la misma. Caminó hacia allí, sacó la identificación de su bolsillo y la mostró.

—Detective Ryan Foster, vengo a ver a...

El muchacho de no más de veintipocos años enfrascado en su camisa blanca con insignia de portería no lo dejó terminar de hablar. Al parecer, el caso había provocado furor en todo el lugar.

—Ah, sí, pase por favor. Al fondo, última puerta a la derecha. Lo dejamos ahí de momento.

—Gracias ­—respondió, volviendo a guardar la identificación plastificada. Avanzó por el pasillo a paso rápido, y a mitad de camino, Gendry asomó a través de una puerta, saliendo a su encuentro. Llevaba la chaqueta negra de jean desprendida y remangada, el pantalón manchado con algunas pintas de barro, más que nada cerca de los tobillos, y unas gruesas ojeras poblaban la parte baja de sus ojos, debido a las poquísimas horas de sueño. Hacía tiempo que no veía un aspecto tan lamentable en su compañero, pensó.

—A buen tiempo, Ryan. Si tú no le logras sacar una sola palabra, entonces nadie más lo hará —dijo, palmeándole el brazo en cuanto lo alcanzó.

—¿Alguien le avisó a la familia?

—No, estábamos esperando por ti.

Antes de entrar, Ryan se detuvo frente a la puerta, mirando de reojo a su compañero con una mano en el picaporte.

—¿Qué tan mal está? —preguntó.

—Mejor ve por ti mismo.

Giró el pomo de la puerta y empujó hacia adentro. La sala de reuniones estaba perfectamente iluminada, pintada de blanco como todo lo demás. Dentro del recinto se hallaban dos oficiales de la guardia costera, y frente a la ventana estaba el pescador, sentado en una de las sillas mirando hacia el claro cielo que comenzaba a amanecer. Cualquier otra persona hubiera volteado en cuanto escuchó la puerta abrirse, pero él no. Tenía ropas de la guardia costera, estaba descalzo, despeinado y con la barba crecida, de por lo menos un año. Ryan lo miró alarmado, casi entrecerrando los ojos, al mismo tiempo que se acercaba a los oficiales con la mano extendida, para estrecharla.

—Buenos días, agentes —saludó. Ambos le apretaron la mano respectivamente—. ¿Ustedes lo encontraron?

—Así es, señor. Lo vimos anoche, caminando por la ensenada de la costa, completamente desnudo. Tuvimos que reducirlo para traerlo aquí, y para convencerlo de que se vistiera. En cuanto nos acercamos a él comenzó a gritar como un loco, quería salir corriendo pero no parecía tener fuerzas, se caía cada pocos metros. Luego pudimos reconocer que se trataba del pescador desaparecido hace cuatro meses —explicó uno de ellos.

—Bien, yo me encargo, gracias —Ryan tomó una de las sillas, la acercó prudentemente hacia el señor James Weyner sin apartarle los ojos de encima, hasta situarla justo frente a él. Tomó asiento y lo observó con detenimiento. Tenía el rostro con heridas antiguas, cicatrices que le arañaban las mejillas y el párpado derecho. Su labio inferior temblequeaba y de la comisura de sus labios se asomaba un hilillo de saliva. Además, olía muy mal. Había olido muchas veces el hedor a una persona sucia, pero nunca nada como aquello, hasta casi parecía inhumano—. Buenos días, señor Weyner. Soy el detective Ryan Foster, estoy aquí para ayudarlo. ¿Puede contarme que sucedió?

Esperó durante unos cuantos segundos, pero no hubo respuesta. Ni siquiera se giró a verle. Sus ojos seguían fijos en el paisaje más allá de la ventana.

—Señor Weyner, podemos brindarle asistencia médica, una buena ducha, una cama limpia donde descansar, comida y bebida, y por supuesto contactar a su familia para avisarle que lo hemos encontrado sano y salvo, pero necesito que me cuente que fue lo que pasó. Sea lo que sea que haya ocurrido, se acabó, está ahora con nosotros y pronto estará con su esposa y sus hijos. Hábleme, quiero ayudarlo —insistió.

Esperó, nada otra vez. Si no fuera porque lo veía respirar, hubiera jurado que aquel tipo era un maniquí a tamaño real. Ryan resopló por la nariz, miró a su compañero y este se encogió de hombros, como diciendo "Te lo dije".

—Según nuestra investigación, su embarcación fue vista por última vez a cinco punto cinco millas náuticas de Werynn Coast antes de desaparecer. Luego fue vista a la deriva a tres millas náuticas de aquí, y cuando la guardia costera la abordó, vio que aún tenía la mesa servida. Una sopa de legumbres y tomate, y un bollito de pan de sésamo —dijo—. Usted es un pescador antiguo, un navegante experimentado, señor Weyner, así que dudo que se haya perdido en alta mar. ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Alguien abordó su nave y lo secuestro? Díganos que vio. Si dejó la comida en la mesa tuvo que haber pasado algo muy rápido.

Como si eso hubiera activado algún tipo de interruptor en su destrozada psique, James Weyner lo miró por primera vez. Tenía los ojos abiertos de par en par, las pupilas muy dilatadas —quizá debido al golpe de shock—, y entonces comenzó a sonreír. Sin embargo no era una sonrisa normal, porque cada vez parecía estirar más y más su boca, sonriendo de forma desquiciada, hasta el punto que en lugar de una sonrisa lo único que poblaba su rostro era una mueca demente y enloquecida. Sus dientes amarillentos estaban torcidos, e incluso le faltaban algunos. Ryan se reclinó hacia atrás, sin dejar de mirarlo.

—Señor Weyner... —murmuró. —¿Se encuentra bien?

—Eres igual a ella. Igualito, sí... sí que lo eres... —murmuró, de forma apenas audible.

—¿A quien se refiere?

—Tú sabes, sí, tú sabes, lo sabes muy bien, sí... A ella, igualito... —volvió a susurrar. Hablaba de forma inconexa, como si no pudiera transmitir bien sus ideas. —La he visto, está allí, aún lo está. Se pierde poco a poco, como yo, como todos, sí, la vi, perdida, muy perdida, pero me habló de ti...

—No, no lo sé. Dígame —insistió Ryan. Sin embargo, un escalofrío casi eléctrico recorrió su espina dorsal. No quería pensarlo, no quería suponerlo, pero...

Sin dejar de sonreír, el señor Weyner comenzó a reírse poco a poco. Apenas audible primero, pero luego aquella risa fue in crescendo de forma paulatina hasta convertirse en una estridente serie de carcajadas. Entonces se llevó las manos al rostro, y con sus uñas ennegrecidas y tremendamente largas comenzó a lacerarse las mejillas, arañando con furia e incluso haciendo surcos sangrantes en la piel. Parecía como si quisiera arrancarla de su propia osamenta.

—¡Cielo santo! —exclamó uno de los agentes, sin poder creer lo que veía. Fue tal la sorpresa de Ryan que al principio no reaccionó, viendo la escena de forma incrédula, pero luego se abalanzó encima de él para intentar sujetarle por las muñecas, evitando que continuara haciéndose daño.

—¡Señor Weyner, deténgase! ¡Pare por favor, basta! —ordenó, forcejeando con él. Gritaba descontrolado, y parecía tener la fuerza de dos hombres bien constituidos, a pesar del estado en el que se encontraba. Su repulsivo olor corporal le inundó las fosas nasales y la boca, pero a Ryan no le importó, ni siquiera se percató de ello en su lucha por intentar reducir al pobre hombre en su arrebato de demencia. Sin embargo, tampoco notó algo importante: entre los manotazos y forcejeos, James Weyner logró quitarle la Glock de su soporte, justo cuando los agentes y su compañero venían a ayudarlo. Dio un empujón a Ryan para apartarlo, y entonces se levantó de la silla con rapidez, tirándola hacia atrás. Extendiendo los brazos hacia adelante, quitó el seguro del arma y los apuntó, retrocediendo hasta el rincón.

—¡Atrás, no se me acerquen! ¡Aléjense de mi! —exclamó, con la respiración agitada. Las manos le temblaban, y gotitas de sangre le pendían de la barba, debido a las heridas en sus mejillas. Ryan levantó las manos, el corazón le latía con fuerza dentro del pecho.

—Señor Weyner, estamos aquí para ayudarlo. Por favor, cálmese. Baje el arma —Le dijo, de forma serena. Uno de los agentes de la guardia costera se llevó una mano a la cintura, pero aquel hombre lo vio, entonces lo apuntó con rapidez.

—¡Las manos donde pueda verlas, todos! ¡Tengo que estar seguro que no son eso! ¡Tengo que saber que ustedes son reales! —gritó.

Delirio post – traumático, pensó Ryan. Debía resolverlo rápido, antes de que la situación empeorara y se convirtiera en una tragedia para todos.

—Señor Weyner, míreme a mi, solo a mi —Le pidió, asintiendo con la cabeza. El pescador volvió a apuntarlo a él, y apoyó el dedo en la palanca del gatillo. Los ojos de Ryan no podían apartarse de la boquilla de su propia pistola, que temblequeaba a la par que las manos que la sostenían. Si el dedo se le zafaba y un tiro se escapaba, probablemente le daría en el medio del pecho a quemarropa. Una herida letal—. Le aseguro que somos muy reales, y queremos ayudarlo, nada más que eso. Queremos entender que le pasó, queremos llevarlo de nuevo con su familia. Escúcheme, le pido por favor que se tranquilice, baje el arma y nos cuente lo que recuerde. Confíe en mi, he viajado desde muy lejos solo para ayudarlo a usted. A usted, nada más, ¿comprende?

James comenzó entonces a sollozar. No dejó de apuntarlo, pero el arma ahora tembló con mas fuerza. Ryan contuvo la respiración.

—Cada vez... Cada vez que cierro los ojos... —balbuceó. —Lo veo. El valle oscuro, más negro que la propia oscuridad, y sus rugidos, su olor... Escucho... Escucho los gritos. Él los va comiendo, sí... los devora poco a poco... y cuando —Hizo una pausa— ¡Oh, Dios mío! ¡Cuando ya no son suficientes viene aquí! Viene y se lleva más. Es su guardián, su protector. Y no puedo seguir viviendo. No así. No quiero. No... yo no.

—Señor Weyner... —murmuró Ryan. —Baje el arma, démela. Vamos a ayudarlo.

—¡No puede ayudarme, nadie puede, maldita sea! —Le gritó. ­—¡No voy a permitir que vuelva por mi!

De forma repentina, se llevó el cañón de la pistola a la boca y jaló el gatillo. Ryan quería gritar que no lo hiciera, quizá incluso volver a saltarle encima para intentar sujetarlo, pero el shock era tan grande que ni siquiera se movió de su lugar, solo permaneció allí de pie mirando la escena. El estampido del disparo sonó de forma atronadora dentro de la pequeña sala, la bala salió por la parte trasera del cráneo dejando a su paso un rastrojo salpicado de sangre y sesos, para posteriormente clavarse en la pared a la espalda de James. El cuerpo del pescador se desplomó al suelo aún sujetando el arma por la propia inercia, y al instante, la oscura sangre comenzó a manar de la cabeza rota, manchando el suelo a su alrededor. Ryan vio los ojos abiertos del muerto, la expresión de su boca y el cuerpo desnudo y mugriento, lleno de laceraciones y heridas de mordeduras muy antiguas, y entonces se dejó caer en la silla a su lado, sentándose de forma brusca.

Cerró los ojos, frustrado, se cubrió el rostro con las manos y exclamó un rotundo insulto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro