Capitulum XVI
Para serles sinceros, no sabía como había sobrevivido todos estos años sin poner el pie en un restaurante o un local de comida rápida. Todo alimento que salía de aquellos lugares no eran ni más ni menos que manjares hechos para los dioses, tan ricos y deliciosos. Dios, juraría que morí al degustar una de las increíbles hamburguesas del local que se encontraba en el centro de la ciudad.
¡Oh! Discúlpenme, desde que descubrí que puedo comer en lugares ajenos a comida preparada en mi cocina o la del mayor, mi vida había dado un giro de 180º. Antes, la mención de un restaurante llegaba a provocarme náuseas y mi mente se encargaba de recordarme que no debía ir a esos locales, creando imágenes ficticias de comida contaminada o una cocina llena de insectos verdaderamente asquerosos. Pero ahora no era así y creo que tienen una mínima idea de gracias a quien era. Exacto, Park Jimin abrió la puerta de mi mente que mantenía con uno de los cerrojos más reforzados, dañando la cerradura desde dentro porque, de alguna forma, encontró la manera de llegar a mi interior y desbloquear candados como si yo me tratase de un videojuego de niveles por resolver.
En el fondo no me importaba, agradecía que alguien hubiese sido capaz de romper las barreras que ni yo mismo conseguí superar aún siendo yo el que impusiera esos contratiempos para ser feliz.
Pero como decía, desde el momento en el que el castaño me arrastró hasta las puertas de aquel restaurante donde ambos terminamos con nuestros estómagos a rebosar de deliciosa comida, mi vida no había vuelto a ser la misma, con la diferencia de que podía probar de las delicias de los puestos callejeros que estuvieron ocultos a mí conocer por más de una década.
Claramente, pueden imaginarme al día siguiente de saber que tenía el consentimiento de mi cuerpo de tolerar ese tipo de alimento lleno de energía y listo para visitar todos los puestos de comida rápida de la calle principal de Busan y, oh, dios, ¡Todo sabía increíble! Helados de varios sabores, fríos y dulces; perritos calientes, cargados de complementos y salsas; puestos de tteokbokki… Todo era extremadamente perfecto y desbordante de diferentes sabores y texturas, algo que llegué a admirar con el pasar de las semanas.
Mi cuerpo, con algunos huesos marcados y de un tono pálido, fue cobrando vida al rellenar mis músculos con grasas y proteínas. Mi tez cambió a una más morena y mi rostro lucía más apuesto con mis mejillas esponjosas y ligeramente sonrojadas todo el tiempo.
Me veía bien, observarme en el espejo antes era una actividad tediosa a la que solía evitar. Pero ahora era completamente diferente. Me esforcé en verme con un buen aspecto, no solo para el mayor sino también por mí. Quería demostrarme a mí mismo que yo estaba mejorando y, una clara prueba de esto, era mi vivo estado y el brillo alegre que tornaron mis pupilas oscuras. Estaba en calma, sin problemas, sin la soledad azotándome como si fuese un látigo en mi espalda, o ataques de pánico por rozar un material que no sabía si contenía algún tipo de bacteria, mi estado era completo y me prometí dar todo para poder sanar cuanto antes.
Si bien había superado la mayor parte de la misofobia, el miedo a algunas cosas como tocar un baño público sin guantes, o entregar mi cuerpo a alguien que lo mereciese aún eran acciones que no podía realizar libremente y quería cambiarlas.
Ya en mi rutina no entraba tanto el uso de guantes en mis manos. Antes, los usaba para no mantener contacto directo con cualquier objeto y protegerme de lo que me rodeaba, pero también estaba el uso exclusivo que les daba a las blancas prendas de ocultar las heridas y cicatrices de mis dedos.
Esta última acción ya no era tan necesaria. Si que era cierto que lavaba mis manos demasiadas veces al día pero no de la forma tan brusca y desesperada por liberarse de cualquier vil sustancia como antes solía hasta el punto de hacerlas sangrar. Ya no más, y eso se debía a la ayuda del psicólogo.
Ahora mi vida llevaba un curso diferente, y varios cambios drásticos la hicieron mejorar poco a poco. Pero nada en la existencia humana se puede hacer sin obtener una consecuencia a cambio, y en mi caso, alimentarme casi diariamente desde hacía unas semanas con la mayor parte de comida chatarra o de restaurante, me estaba ocasionando coger algo más de peso del deseado. Mi vientre, con una leve abultación, me lo decía.
Le comenté al castaño sobre esto cuando teníamos nuestras sesiones una vez a la semana —porque el chico seguía insistiendo sobre seguir con la terapia desde un punto de vista profesional-paciente, sin tener en cuenta ninguna relación que nos acogiera—. Le dije que tal vez debería pensar en comenzar a ejercitarme y el más bajo recalcó que, si yo no quería, no me viese obligado a conservar una buena forma. Comentó que era importante la salud y alimentarse de manera correcta, pero que también entendía mi situación. Hacía mucho tiempo que no probaba ese tipo de alimentos y era algo a lo que mi cuerpo y paladar debían ajustarse en una rutina.
Estaba en lo cierto, pero de todas formas pensé sobre empezar a entrenarme y hacer deporte, aunque aquello era todavía desconocido para mí y no sabía como lo haría.
—¿Quieres que cambie de programa?—me preguntó regresando de su cocina con un bol de palomitas.
Jimin me había invitando a pasar la tarde con él en su hogar, viendo alguna película ,o simplemente, charlando. Como pueden imaginarse, no dudé en asentir y correr a prepararme, estaba ansioso por verlo de nuevo aún sabiendo que solo hacía dos jornadas que no nos veíamos en persona. Acepté su invitación y ahora me encontraba sentado en su sofá, admirando las imágenes en movimiento que la gran tele del castaño reproducía.
—No, por mí está bien—dejó el cuenco en la mesa ratonera y se acomodó en el sillón a mi lado, atrayendo mi cuerpo al suyo para que recostase mi cabeza en su hombro. No objeté nada y me dejé hacer.
Pero hubo algo que me llamo la atención en el documental que estaban reproduciendo en el televisor, eso era que este se tratase sobre la anemia y la información revelaba los últimos estudios obtenidos.
Fue extraño, mi estómago se revolvió con solo recordar el tiempo en el que yo también fui parte de los pacientes perecedores de esta enfermedad por la deficiencia de ciertas sustancias en mi organismos que ahora no me creía que no la sufriese más.
—¿Por qué crees que surge la anemia, Jimin?—le pregunté sin apartar la vista del televisor.
Tenía curiosidad sobre su punto de vista como profesional sobre esta enfermedad y no me parecía mal sacar el tema ya que nos encontrábamos viendo ese documental.
—Bueno...—comenzó— La anemia es vista generalmente, como una carencia de elementos en nuestro cuerpo que corregimos encontrando primero la causa y después, suplementando sus carencias—se acomodó mejor en el sillón para continuar. Yo lo escuchaba atentamente—. No obstante, no solemos preguntarnos por qué a ciertas edades y de una forma recurrente aparece un aumento de este problema, simplemente nos limitamos a verlo como algo normal, que termina siendo tratado con un suplemento de hierro y vitaminas.
—Oh, eso es interesante.
—¿Por qué lo preguntas? ¿Has tenido anemia alguna vez?—asentí con la cabeza y pude notar como su mirada sorprendida se posaba en mí, más, no quise mirarlo—¿De verdad?
—Sí, cuando estaba en preparatoria— contesté—. Mis años de estudiante no fueron como los de todo el mundo—Jimin asintió, entendiendo—, estudiar se volvió algo difícil pero conseguí graduarme de alguna manera. Mi hermana influyó bastante en que la anemia no llegase a algo más...—nerviosamente, comenzar a crear círculos invisibles sobre el vientre del mayor. No me gustaba hablar de ese tema.
—¿Cómo fue?— preguntó calmado.
Al parecer, el castaño notó mi nerviosismo y comenzó a dar suaves caricias sobre mi cabello, intentando calmarme. Suspiré pesadamente.
—No muy agradable que digamos. Algunas veces solo me fatigaba apenas hacía algo o me mareaba mientras estaba de pie. Otras terminaba desmayándome en mitad del pasillo y acababa con los brazos llenos de cables conectados a sueros—le respondí.
Todo lo que le estaba contando era cierto. Mis años de preparatoria fueron los peores que un adolescente huérfano pudiese tener. Mi fobia llegó a convertirse en una forma de molestarme para mis compañeros nada tolerantes con personas diferentes a ellos y el mismo infierno resultaba ser mis días por más que intentase seguir adelante a pesar de las condiciones. Pero yo solo era un chico de 14 años que vivía con su hermana mayor en unas circunstancias algo pobres y que no podía tocar a nadie. Pude que para ese entonces, el fallecimiento de mis padres no fuese una herida tan dolorosa que se abriese y sangrase diariamente. Si que era verdad que los echaba de menos y necesitaba de ese amor que solo los progenitores son capaces de brindar a sus pequeños. Pero esas fueron mis condiciones y, por muy lamentables que fuesen y llegasen a sumirme en una depresión profunda de la que surgió una enfermedad como la anemia, yo ya había superado esa etapa de mi vida.
—Oh, Kookie...— siguió acariciando con ternura mi cabello. Su voz se había notado triste y sabía que se preocupaba—¿Por qué la tuviste?
—No comía lo suficiente. El estrés del instituto y el miedo a tocar a otras personas llegaron a superarme hasta quitarme el hambre por completo— seguía sin mirarlo, no quería hacerlo porque sabía que quizás, si lo hacía, me rompería recordando todos los malos momentos.
—Debiste alimentarte correctamente a pesar de todo...
—Lo sé— suspiré con lamento—. Si lo hubiese sabido podría haberlo evitado. Pero ya hace mucho tiempo de eso, no hay de que preocuparse.
Por fin, terminé retirando mis ojos de la pantalla con el documental que había quedado en segundo plano de nuestra charla y me atreví a mirarlo. El mayor posó sus orbes avellanas en los míos, sonriendo con ternura, indicándome que todo estaba bien ahora y no habría nada de lo que preocuparse. Asentí comprendiendo su muestra de cariño y le sonreí de igual manera, acostando mi cabeza nuevamente sobre su hombro para seguir dibujando de esas circunferencias invisibles sobre su camiseta en su abdomen.
Pero al estar jugando en aquella zona del mayor, pude notar lo bien definidos que sus abdominales estaban, resaltando aún llevando una prenda de ropa, y pudiendo palpar estos sobre aquella misma, sintiéndose como si estos estuviesen esculpidos por los mismo ángeles.
Me sorprendí notablemente ante descubrir aquello, separándome bruscamente de su cuerpo para admirar su abdomen con detenimiento.
—¿Qué sucede?—preguntó confuso al verme reaccionar de aquella forma. Lo miré con mis labios formando una "o" y mis cejas alzadas con ligereza.
Sabía que Jimin se esforzaba por mantener una buena forma física, lo sabía porque él mismo me había contado sobre sus sesiones de deporte en un centro de gimnasia semanalmente y lo mucho que cuidaba su dieta de igual manera. Pero nunca lo había visto sin camiseta y, cuando estuvimos de viaje por las festividades navideñas, el castaño únicamente remojó sus pies en aquella bañera de hidromasaje portando una camiseta a demás del traje de baño.
Nunca pensé sobre como sería el cuerpo del más bajo, no me importaba en exceso, yo lo amaba por como era y no necesitaba nada más. Sentir su abdomen definido bajo la prenda de tela me hizo sorprender.
—Wow—exclamé mirándolo aún sorprendido—. Tu abdomen... simplemente, wow— el chico rió por mi comentario y se reincorporó en su asiento para mirarme, sonriendo.
—¿Era eso?— asentí—¿De que te sorprendes? Sabes que me gusta ejercitarme.
— Si, lo sé, pero nunca te he visto sin camiseta y tampoco te imaginé de esa forma — otra leve risa se escapo de sus carnosos labios.
Mi rostro ardió avergonzado por mis palabras, estaba reflejando como sería la imagen de un castaño con el torso descubierto y, lo que imaginaba, no estaba nada mal.
Brindándome una sonrisa de superioridad mezclada con notable diversión en sus ojos, se levantó del asiento para pararse frente a mí con mi mirada curiosa en él. Si algo había descubierto desde que nuestra relación de algo más que amistad había comenzado, era lo mucho que Jimin amaba ponerme nervioso o sacar a rebosar la vergüenza en mi piel. Al chico le encantaba ver un color rojizo tiñendo mis cachetes y, cada vez que podía, me lo hacía saber.
Y, cómo no, con una gran oportunidad de hacerme arder avergonzado, el mayor me dió una última sonrisa para, en un rápido movimiento, sacar su camisa de en medio y dejarme a merced de la mejor vista que nunca podría haber pensado.
Su torso desnudo y bien definido, cada abdominal de su vientre marcado y notables músculos en sus brazos. La descripción su cuerpo sería simplemente el ideal, uno por el que cualquier estudiante hormonada perdería la cabeza. Y con razón, el chico era perfecto en cada poro de su tez y eso todo el mundo podría notarlo.
Mordí mi labio inferior nervioso sin poder apartar mi vista de aquella espectacular imagen. Ninguno de los alimentos que había estado consumiendo a lo largo de estas semanas se comparaba en el nivel de deseo que tenía por probar el cuerpo del aquel chico.
—¿Te gusta lo que ves?— preguntó con notable lascivia. Se estaba divirtiendo con la forma en la que su torso estaba afectándome.
—Me encanta...—comenté sin dejar de apreciar esos abdominales. Ahora entendía a lo que la gente solía referirse con "tableta de chocolate".
—¿Quieres tocarlos?— aquello me descolocó e hizo que ahora mirara su rostro.
Parecía sincero, sin ninguna mala intención oculta de hacer algo o un beneficio que obtener a cambio. Nada, solo alegría y algo de ternura era lo que su mirada desprendía hacia mí.
—¿Puedo?— le pregunté y el chico asintió, acercándose a lentos pasos hasta pararse frente a mí y así, yo pudiese alcanzar a tocarlo sin levantarme.
Con delicadeza y a lentos movimientos, alcé mi mano, posando la yema de mis dedos sobre su vientre formado, delineando el contorno que creaban sus músculos y sintiendo como si todo mi cuerpo ardiese por la emoción que estaba sintiendo de compartir aquel momento íntimo con el mayor.
Tallé, rocé y saboreé con la mirada el torso descubierto de Jimin. Una mezcla de curiosidad y excitación se encontraban en mi estómago, enviándome señales nerviosas y haciendo mantenerme en una especie de trance. La figura del mayor me sumió en un mundo de arte, él era una obra digna de admirar y ahora parecía pertenecerme de forma única a mí.
Subí mis manos a su pecho y tuve que levantarme para alcanzar a tocar cada zona de su piel. Estaba concentrado en grabar cualquier vello, lunar y marca que Jimin contuviese. Me estaba esforzando en que todo lo que refiriese a él se quedase en mi mente para siempre. Pero reaccioné tiempo después.
—¡L-lo siento!— me separé bruscamente de su cuerpo haciéndome caer sentado en aquel sillón con el éxtasis tiñendo mis mejillas y todo mi cuerpo ardiendo.
—No te preocupes, estaba bien.
Tal vez el más bajo tenía razón, al fin y al cabo, no había cometido ningún acto grave y actúe con su consentimiento, pero ese no era el verdadero motivo por el que me disculpaba sino la punzante erección que había crecido ante la excitante imagen del psicólogo sin camiseta y lo caliente que sus músculos trabajados lo hacían ver.
Creía que Jimin aún no había notado el estado de mis hormonas alteradas y lo agradecía porque tenía pensado pedirle ir al baño y acabar con esto antes de que él lo notase. Pero canté victoria demasiado rápido y supe de mi derrota cuando me miró sonriendo aún más ampliamente y relamió sus labios.
Temí por mi destino, Jimin no parecía estar pensando exactamente en dejarme ir a calmarme y lo confirmé cuando capturó mis labios de una forma desenfrenada que me hizo temblar bajo su cuerpo medio desnudo. Apoyó una de sus rodillas entre mis piernas e hizo una fricción intencional en mi dura entrepierna, obteniendo un gemido ahogado en sus labios por lo mucho que mi miembro pedía ser liberado. Sujetó mi rostro para profundizar el beso y, dejando mi boca finalmente libre y con mis belfos algo abultados y rojizos, descendió a mi cuello, lamiendo cada parte que rozaba y haciendo arder mi piel.
Esto no estaba bien.
—J-jimin...— dije como pude, posando mis manos sobre su suave pecho y haciendo algo de fuerza por separarlo.
El castaño estaba atacando mi punto débil; mi talón de Aquiles que resultaba ser la zona de mi cuello, aquella que estaba llenado con sus besos esponjosos y lamidas húmedas.
—No…
—¿No quieres que te ayude con esto?— friccionó nuevamente con su rodilla y mordí mi labio para no gemir.
Por más que desease que fuese así, que el mayor me ayudase en ese aspecto y el placer de liberarme me consumiese, el miedo estaba ahí, no podía ignorarlo.
—N-no, no quiero que me ayudes...— se separó para mirarme y asintió entendiendo mi estado asustado.
—Está bien, no haré nada, no tienes porque tener miedo— levantándose de encima mío, se alejó ligeramente para volver a colocar la camisa blanca cubriéndolo. Pero algo dentro de mí, proveniente del fondo de mi interior, reaccionó sin tener mi completa aprobación.
—¡Espera!— exclamé sujetando su brazo antes de que se cubriese— D-duele...—Jimin me miró sorprendido, no tuve más opción que desviar la mirada sin soltar su agarre, ahora si deseaba que la tierra me tragase.
Si se negaba no tendría más que pena y todo se iría a la basura, la vergüenza e inquietud de afrontarlo podrían conmigo y terminaría en un país remoto para no cruzármelo nunca. Pero ese no fue el caso y lo agradecí eternamente.
—¿Qué quieres que haga?— volvió a posicionarse entre mis piernas y alzó mi rostro para que lo mirase.
—Tal vez lo que hiciste cuando fuimos a la montaña…— me refería a aquella vez que me enfermé en la escapada con mi jefe y su novia y terminó tocándome de una forma descarada que todos estos días anhelé por repetir.
Pareció entender y sonrió por eso, llevando una mano al lugar abultado en mis pantalones.
—Puedo hacer algo mejor que eso...—sin decir más, dejó un casto beso en mis labios y se arrodilló en el suelo sin apartar la mirada de mi dura erección cubierta.
No entendía a lo que se refería pero, para mi desgracia, terminé descubriéndolo cuando sacó mi miembro del bóxer y, aún sonriendo, comenzó a masajearlo.
Llevé uno de mis brazos a mi rostro para cubrirlo y poder ahogar los sonidos de éxtasis que mi cuerpo lanzaba consecuencia de sus toques.
No terminó ahí. Puede ver como segundos después de dejar mi erección a su vista, el psicólogo dirigió la punta de esta a su boca y no tardé en detenerlo, agarrando su cara con mis dos manos y alejándolo.
—¡No!— casi grité alterado.
—¿Por qué no?
—No voy a dejarte hacer eso, es asqueroso…
—No lo es para mí— respondió sincero.
—No puedes hacer eso, Jimin...— comenté apenado sin soltar su rostro.
El mayor sonrió, no entendía el porqué hasta que sujetó mis muñecas con una sola mano, dejando su rostro libre y lamiendo la punta de mi glande con suavidad.
Un jadeo agudo escapo de mi boca, las lágrimas de éxtasis y miedo se acumularon en mis ojos.
—N-no...— supliqué cuando introdujo la mitad de mi miembro en su boca, simulando estocadas— p-por favor, para...— me ignoró siguiendo con su acción. Si algo llegaba a sucederle, sería mi culpa—. J-jimin...— sollocé.
—Nada va a pasarme por hacer esto— como si leyese mi mente, comentó separándose para mirarme—. Nada va a suceder, Jungkook—hizo una pausa sin soltarme de su agarre. Lo miré con los ojos lagrimeando.
Estaba asustado, todo en mí temblaba y quería salir de ahí. Pero en el mismo instante en el que sus labios carnosos capturaron mi hombría y su lenga recorrió el troco de esta mi mundo se revolvió y algo en la zona baja de mi estómago se sintió en el paraíso. Su indebida acción fue demasiado excitante y me hizo perder la cabeza.
—¿Puedo seguir?— cohibido por sus palabras y con el abrumador terror de que algo pudiese sucederle después, asentí en busca de acabar. Confiaría en él.
El psicólogo liberó mis muñecas y regresó a su objetivo de hacerme llegar al orgasmo. Enrredé mis dedos en su cabello, echando mi cabeza hacia atrás. Disfrutaría de esto mientras durase y me dejaría envolver por la calidez que su boca proporcionaba a mi miembro.
Jadeé, gemí y lagrimeé por lo excitante que estaba siendo cada acción que el bajo realizaba. Se notaba la experiencia que tenía y no tardé mucho en sentir mi clímax acercarse.
—J-jimin...— murmuré— detente, voy a correrme...— no acató mis ordenes y me asusté más de lo que estaba—p-por favor...hmg~, detente...
Y, como anteriormente había hecho, ignoró mis palabras como si fuese sordo y no tuve el chance de reaccionar y apartar al mayor de mi erección cuando mi semilla se esparció en el paladar del castaño, separándose al fin.
Lo observé asustado, soltando su cabello para decirle que lo sentía y que escupidera todo lo que tenía en la boca. No debí haberle pedido ayuda con mi problema y tampoco…
Se lo tragó
Observé su nuez de Adán subir y bajar indicándome que ya nada se encontraba en su boca y como relamía el contorno de sus labios después, en busca de algún rastro de semen.
Temí por el mayor. Porque de verdad fallecería por mi culpa y perdiese a la única persona que amaba en este mundo y sería capaz de amar. Sentí como los rastros de agua resbalaban de mis ojos, arrastrando con ellos todo el terror que experimentaba en mi interior. Estaba temblando y no podía pensar. Me estaba muriendo.
—¿Jungkook...?—me llamó levantándose del suelo para mirarme, se le notaba preocupado— Oye... No llores, ¿Por qué lloras? ¿No te gustó?—no contesté— Jungkook, por favor, dime algo— seguí con mis ojos llorosos el recorrido que hizo, desde cómo se levantaba hasta que posó sus manos en mi rostro para que intentara reaccionar. Pero no podía, simplemente estaba formulando cualquier posible enfermedad que pudiera contraer Jimin y la mejor forma de salvarlo. El chico comenzó a alterarse, las lágrimas se acumularon también en sus avellana ojos y zarandeó con ligereza mis hombros—. Jungkook...
—¿P-por qué?— lloré mirándolo— ¿P-por qué lo hiciste Jimin? N-no tenías que hacerlo, ¿Q-qué pasará ahora contigo? Yo no podría vivir sin ti, y-yo no...
—No va a pasar nada— nos unió en un abrazo desesperado, haciendo que su pecho quedase pegado al mío y sus latidos fuesen apreciados cerca de mi corazón. Su órgano latía deprisa, estaba más que asustado—. No va a suceder nada, por favor, no pienses en eso...
—¿Cómo estás tan seguro? Tú... Tragaste... Eso... ¿S-sabes lo poco higiénico que es eso? Por dios, Jimin, ¿Y si te pasa algo? ¿Te enfermas? ¿L-llegas a morir...?—me rompí en cada palabra, los sentimientos de miedo y tristeza estaban dominándome.
El castaño limpió con sus pulgares las lágrimas de mis mejillas que no dejaban de brotar y noté como él hacía lo posible por mantenerse calmado y no llorar.
—No va a pasarme nada, no por esto. Está bien, en serio. No es la primera vez que lo hago y estoy aquí... —me aclaró.
Una parte de mi se sintió liberada de saber que el mayor se encontraba con vida y en un pleno estado después de ingerir la semilla de otro hombre como acababa de hacer, pero, mi otra parte, la racional, siguió dando vueltas al tema de cómo preguntarle al castaño por hacerse un lavado de estómago cuanto antes sin sonar descortés.
—Jungkook, yo estoy bien, nada sucederá.
—Pero ¿y si de verdad es cómo pienso y te vas, si desapareces y yo no puedo seguir adelante...?
—No tienes que preocuparte por eso porque tú has sido la única persona que ha ocupado mi corazón por todo este tiempo—sinceró sonriéndome cálidamente.
—¿¡Y eso qué importa!? ¡Joder Park! ¿¡No entiendes que puedes morir!?— lo separé con brusquedad, haciendo que cállese sentado al piso con su rostro triste y asustado. Me levanté ignorándolo y acomodé mejor mi pantalón para mirar a la pared y agarrar mi pelo con frustración, llorando—L-levántate— sollocé girándome, mirándolo en el suelo—, vamos al hospital.
—No vamos a ir a ninguna parte. Jungkook, estoy bien, en serio...
—¡Eso no es cierto! N-no estás bien, n-no...— no soporté más el dolor que me estaba consumiendo y caí al suelo de rodillas, cubriendo mi rostro entre mis manos.
Nada estaba bien, toda mi existencia y lo mucho que me había preocupado estos años por guardar las distancias a los problemas y enfermedades, no habían servido para nada, no para Jimin. Si lo único que había deseado desde que lo conocí fue mantenerlo a salvo, no lo había logrado. Era mi culpa y debía alejarme para no dañarlo más. Lo sabía, sabía desde hace tiempo que yo no servía para nada que no fuese causar problemas como toda mi vida había estado haciendo. Era una bacteria, un parásito que creaba molestias y dolores al individuo al que se aferraba y ya era hora de que esta bacteria fuese eliminada.
Estaba sufriendo un ataque, mi primer ataque frente al castaño y la persona que quería. Era simplemente demoledor la manera irregular que mis pulmones tomaban el oxígeno que apenas podía coger y la manera brusca y rápida que mi corazón mantenía en pulso. No podía, me estaba rindiendo y en el fondo sabía que me lo merecía. Merecía que mis últimos momentos fuesen agonizantes y me recordasen que yo merecía todo el dolor posible por sentir. Todo el mal que causé era devuelto a su lugar de origen y me lo merecía.
—¡JUNGKOOK!— se paró de rodillas frente a mí, sujetando con fuerza mis muñecas para que las apartase de mi rostro—¡JEON JUNGKOOK, MÍRAME!— me gritaba, pero su voz sonaba lejana, como si mi cuerpo no estuviese en la Tierra. ¿Era esta la sensación que aparecía antes de morir? No lo sabía y estaba posible que lo descubrirse en poco tiempo— Jungkook, p-por favor...— nada, lo único que mi cuerpo hacía era derramar las últimas lágrimas. Mi estado alterado anterior había desaparecido y ahora mi mente estaba en trance. Mi corazón latía a penas— M-mi pequeño K-kookie...— y entonces, al oír ese apodo, ese mote que me recordaba a alguien de la infancia, mis órganos tomaron aire de nuevo y mi corazón bombeó tan fuerte después de estar casi quieto que me hizo jadear adolorido. Iba a vivir.
"Mi pequeño Kookie" ¿Quién solía llamarme así? Una parte de mi cerebro estaba intentando recordar cosas; en vano. Lo único que recordaba de ese apodo era que fue un pequeño niño quien me llamó de esa manera. Un muchacho de cabello moreno casi negro con unos ojos avellanas poseyentes de un brillo de oro. Un amigo, mi primer amigo.
Como por arte de magia, los recuerdos regresaron a mí. Éramos él y yo, juntos, éramos inseparables. El niño —del cual no recordaba el nombre— me ayudó cuando un día me caí de un columpio, rasguñándome la rodilla y provocando que la sangre brotase de esta. El moreno se acercó curioso al verme llorar y me ayudó a levantarme y lavar mi herida. Yo solo era capaz de llorar desconsoladamente, mis padres aún no se habían percatado de mi situación y el pequeño humano fue el único que me hizo sentir bien. Una imagen de la sonrisa del menor iluminó mi mente. Esa fue la primera sonrisa sincera que vi jamás y me enamoré por completo de ella.
Lo había olvidado. Había borrado de mi mente a aquel chiquillo de sonrisa resplandeciente y ojitos avellanas. Incluso olvidé que él fue mi primer amor y no el psicólogo como yo creía, porque sí, me enamoré de un niño que amenó mi dolor y que, con el pasar de los meses y encuentros de jugar juntos, terminó convirtiéndose en alguien a quien admiraba y quería ver a todas horas.
¿Cómo había podido olvidarlo? A aquel niño que iluminó mi mundo y me enseñó a ser feliz de pequeño. Ahora solo tenía un deseo, recordar más de aquella persona y rogar por que algún día el destino lo pusiera en mi camino y así poder agradecerle por salvarme, en un pasado y ahora. Y como si fuese una estrella fugaz, el nombre del menor iluminó mi cabeza.
—M-mochi...— murmuré, alzando mi vista, intentando encontrar a aquel niño con su sonrisa que me trajo de vuelta al mundo.
Y entonces, él estaba ahí, el pequeño humano se encontraba llorando frente a mí y no de felicidad. Pero aquello no duró mucho, tal vez los segundos que necesitaron mis ojos rojos por el llanto para visualizar lo que de verdad se encontraba en mi frente o quien.
—Jimin...
—¿¡Estás bien!? ¡Dios Jungkook, no me asustes así!— el castaño se abalanzó sobre mi cuerpo tembloroso y me envolvió con fuerza, como si tratara de comprobar que yo estaba allí y no en otra parte— No vuelvas a asustarme de esa forma...
—Jimin, tenemos que irnos—había dejado de derramar agua salada por los ojos, mi pulso se tornó normal y mi respirar era algo agitado pero nada preocupante.
Mochi, así era como yo conocía al pequeño niño del cual me enamoré y por el que había conseguido calmarme para tratar de reaccionar. El pequeño humano me había dado una segunda oportunidad para arreglar las cosas. Gracias, Mochi, gracias.
El mayor se separó para mirarme confundido. No creía que entendiese a que me refería.
—¿A dónde Jungkook?
—Al hospital, vas ha hacerte un lavado de estómago.
—¿Qué? No. Espe-
—Debes hacerlo, morirás si no es así.
—Jungkook, mírame— pidió, pero yo ya estaba por levantarme del suelo y con la intención de ir en busca de las llaves de sus coche para llevarnos al centro hospitalario—. Hey—me agarró del brazo he hizo que me sentara, ahora sobre su regazo—. Escúchame un segundo— solté sus manos de mi agarre e intenté alzarme de nuevo, fallando al sentir uno de sus brazos envolver mi cintura y el otro agarrar mi extremidad de nuevo—. Jeon, escúchame.
—Suéltame, tenemos que irnos— forcejeé en vano y lo miré con seriedad.
El más oscuro brillo cubría mis pupilas. El miedo de perder a la persona que amaba los había consumido en tristeza y el llanto se había llevado con él cada rastro de esperanza que albergaba por curarme. Ahora, mi prioridad era convencer al mayor de que fuéramos a un centro donde pudieran salvarlo, más tarde, decidiría si alejarme o buscar una solución entre los dos.
—Jungkook, solo escúchame, ¿Si?—pidió de nuevo.
Pero, era humano ¿Entienden? Tenía miedos que me atormentaban por la noche y preocupaciones que consumían la mayoría de mi tiempo. Ahora lo que menos necesitaba era escuchar una charla sin sentido de que el más bajo estaría bien sabiendo que tragar aquel líquido no era lo que se denominase higiénico y Jimin podía correr peligro.
—No, escúchame tú, Park— comencé molesto, no estaba pensado racionalmente a consecuencia del ataque anterior—, no quiero que vuelvas a tocarme, suéltame.
—Piensa bien lo que estás diciendo, Jungkook...
—Estoy pensando, el único que no piensa aquí eres tú. Necesitas ir a un hospital y que te limpien el estómago—hice el ademán de levantarme y arrastramos conmigo. Si bien no quería seguirme por las buenas, las malas estarían presentes—. Deja de ser un imbécil y levántate.
Pero nada de eso fue posible cuando me encontré acorralado contra el suelo y su pequeño cuerpo sobre el mío. El mayor se subió a mi regazo y atrajo ambas de mis manos a la altura de mi cabeza para mantenerlas sujetas. Su rostro reflejó ira y tristeza, un sentimiento de sufrimiento irremediable.
—No, vas ha escucharme tú ahora— habló con frustración en sus palabras. Mi rostro se encontraba neutro pero en el fondo estaba temblando por lo temerario que lucía el castaño—. Mantuve mi distancia contigo, no me acerqué a ti sabiendo de tu problema e intenté ayudarte— un gota de agua cayó en mi mejilla dándome a entender que él estaba llorando. Lo observé—. M-me dejaste tocarte y ser tu amigo— sollozó con sus ojos cerrados—. M-me permitiese ser tu primer beso y me confesaste de tus sentimientos. Dependía de ti porque te amaba y-y ¿Ahora quieres que no te toque?—preguntó roto. Abrió sus ojos para mirarme, llorando— Te dije que estaba bien, que nada iba a sucederme y aún así no me crees, ¿Qué necesitas para hacerlo?
—Se lo suficiente como par-
—¡No sabes nada de esto, Jungkook!— me gritó, interrumpiéndome — Nada de este tema y aún así no dejas que alguien te diga la verdad. Nada va ha suceder, lo prometo...— desistió en la última frase.
—¿Por qué me llamaste así?—le cuestioné.
Jimin me miró con un estado quebradizo, sus lágrimas estaban humedeciendo mi mejilla y notaba que la desesperación porque lo creyese lo consumía.
— Creí qué tal vez así reaccionabas— contestó frío—, veo que funcionó—afirmó para después seguir— ¿Por qué me llamaste tú Mochi? Acaso re-
—Te confundí— le corté seco—, no eras tú a quien me refería.
Su rostro —que había tomado un estado algo más alegre— se ensombreció por completo y el castaño se separó de mí cuerpo lentamente, desilusionado.
—Ya veo...
Estaba triste. Observé cómo se encogió en una bolita sentado en el suelo y escondía su rostro entre sus piernas para llorar. Verlo así, desconsolado y buscando por que alguien lo ayudase me hizo recordarme a mí en un pasado y lo gratificante que era tener al pequeño niño pelinegro a mi lado.
Entonces reaccioné como yo verdaderamente lo haría y pensé como un Jungkook en un estado normal. Lo estaba dañando más y quería detenerlo.
—Jimin...—me acerqué a él y posé una mano en su hombro— Oye yo... por favor, no llores...—sorbió su nariz y levantó su rostro para mirarme.
Labios abultados y rojizos, ojitos irritados e hinchados, y sus cachetes regorditos húmedos y algo sonrojados. Una clara imagen de alguien con una tristeza profunda.
—N-no puedo Jungkook, lo siento...
—¿Qué es lo que no puedes...?—acaricié su mejilla intentando borrar el rastro salado.
—N-no voy a ir a un hospital, es inútil por este caso...—confesó.
—Está bien, no vayamos, ¿Vale? Deja de llorar— le sonreí como pude y en mayor me miró algo sorprendido.
Haría lo que estuviera en mi mano por qué se calmase y fuese feliz aunque eso significara vivir con el miedo constante de perderlo.
—¿D-de verdad no tenemos que ir? ¿Así de sencillo?
—Sí. Si no quieres lo entiendo, pero no quiero que nada malo te pase...
—Nada va a suceder, Jungkookie. Yo estoy bien, te lo prometo.
Mordí mi labio inferior inseguro y asentí ante el mayor, rezando por que en verdad nada le sucediera y que nunca se fuera de mi lado.
Jimin se tiró a mi cuello en un abrazo con el objetivo de tener mi calor. Lo correspondí y enterré mi cabeza en el hueco de su cuello. Cuanto amaba a ese hombre. El chico se separó tras sus últimos sollozó y me miró lleno de ternura. Pero hubo un pequeño problema después de eso y un gesto que cambiaría el curso de nuestra relación.
El mayor, con la esperanza naciente en sus ojos de que todo estuviera arreglado y retornase a ser como antes, inclinó su quijada acercando sus belfos a los míos. No olvidaría nunca su expresión con una interrogación dibujada en su rostro cuando me alejé de él sin permitir que nuestros labios se tocasen.
—No.
—¿No, qué?
—No quiero besos Jimin, no ahora.
—¿Y cuándo entonces?—preguntó con esperanzas de que le contestase que en unos minutos.
—No lo sé, no por ahora.
—Pero...
Me levanté antes de que pudiese continuar con su réplica y suspiré agotado. El día de hoy había traído con él sensaciones cansadoras y debía descansar.
—Me iré a casa, necesito tomar una ducha y relajarme.
—¿Estás bien? Puedes quedarte si lo necesitas—ofreció, parándose a mi lado.
—No, solo necesito dormir y tal vez algo de té. Gracias de todas formas— le sonreí, puede que no de una forma sincera, pero que no era fingida del todo. Me alegraba saber que él estaba mejor que antes.
—Jungkook...¿Estamos bien?— cuestionó con un tono indeciso y frunciendo una expresión de cachorro.
—Estamos bien, tranquilo— me acerqué a dejarle un casto beso en la mejilla que le demostrase que no tenía de qué preocuparse.
Jimin comprendió. Entendió que nosotros tardaríamos un tiempo en volver a la normalidad y esa confianza mutua que nos unía. El beso le mostró que, por muy mal que estuviésemos, estaríamos juntos, y le aclaró que no dejaríamos nuestra actual relación de coqueteo. Eso fue lo que mi corta muestra de afecto traía en contestó y el mayor pudo notar todo eso.
Agradecí que palabras de más fueran innecesarias y salí de aquella casa con la cabeza algo decaída. Debía recapacitar sobre todo lo que había sucedido y no existía nada mejor que hacerlo estando en soledad y con la lluvia artificial llevándose cada mal sentimiento encontrado. Ya veríamos como avanzaban las cosas y si yo volvía a ser capaz de aceptar un beso del más bajo.
Buenas, les está gustando el fic de momento? Espero que sí, de verdad soy muy feliz con sus votos y cuando comentan parte. En serio, gracias!! Los adoro demasiado ♡(> ਊ <)♡
Pero bueno, venía a aclarar una cosa sobre este cap y comentar q este capítulo NO estaba pensado. Les dije hace poco q los capítulos estaban pensados ya y como fluiria el curso de esta historia. Bueno, les pido q lo olviden.
Mi inspiración viene principalmente de situaciones que me ocurren o sentimientos recientes así q, este capítulo, está especialmente dedicado a una personita q espero q les esto algún día y q vea q todo en esta vida puede llegar a ser un inspiración.
Ahora así, les dejare esto por aquí y continuaré con el siguiente. Los amo y muchísimas gracias por todo. Me ayudarían mucho si compartes la historia, pero de todas formas, gracias.
Nos vemos!! ( ◜‿◝ )♡
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