Capitulum XIV
Cómo llevaba esperando toda la semana, el jueves llegó después de un largo tiempo, pero, finalmente, estaba aquí.
La mañana había sido tediosa, cargada de trabajo y rodeado de papeleo nuevo. No hubiese tenido ningún inconveniente en cumplir con mi cometido laboral si no fuese por las pocas horas de sueño que fui capaz de conciliar.
El nerviosismo se apoderó de mi mente la noche anterior pensando en como debería actuar con el rubio o que debería decir al respecto. Esa misma razón era la que me había traído a las grandes veredas de Busan donde me encontraba paseando a unas horas de mi sesión con el psicólogo.
Cavilaciones sobre lo ocurrido, el cómo le explicaría al mayor del ataque aquella noche lluviosa y el por qué de mi alejamiento a su contacto. Todo aquello estaba en mi cabeza a pesar de que esta se encontrase baja, observando las puntas de mis zapatos casuales avanzar sin rumbo.
¿Y si Jimin resultaba estar molesto conmigo? Si fuese así, no creía que aguantase las lágrimas y tendría que salir corriendo para llorar una vez más. Aunque, si ese fuese el caso, el castaño hubiese cancelado nuestra cita hoy, ¿No? ¡Agh! Esto era tan confuso y estresante.
Bufé molesto por el repentino malestar que ya tenía asimilado días atrás en mi estómago, revolviendo este y, levanté la cabeza observando el firmamento nuboso. La estación de invierno estaba llegando a su final, con ella, los cerezos en Japón tenían creciente las yemas de la flora. Junto a la llegada de una temperatura más alta, las aves migratorias comenzaban a regresar, las melodías de la mañana lo confirmaban. El color verde resaltando en las áreas de césped y el aroma dulce de las flores primaverales. Mi estación favorita del año no se encontraba a más de una semana de instalarse en el calendario y aquello me subió el ánimo estos cuatro días consecuentes al problema con Jimin.
Sentir la brisa fresca de una nueva época me estaba ayudando, mirar el cielo despejado después de varios días de tormenta también agradaba a mi sistema e instalaba una sensación llevadera en mi órgano vital. Le sonreí triste al azul pintado, ni siquiera tuve el valor de coger el teléfono y marcarle al castaño para aclarar las cosas cuando pude intentar arreglarlo. Era lamentable como me estaba torturando lentamente y no hacía nada al respecto.
Todos mis pensamientos fueron interrumpidos cuando sentí un fuerte tirón en la parte baja de mi pantalón y mis orbes se abrieron en demasía asustado por el repentino tirón. Extrañado y desviando la visita del cielo hacia el lugar donde provenía aquella molestia, mi ceño se frunció al apreciar un pequeño niño, de no más de cinco años seguramente, y portando un peluche de un perezoso, con sus ojitos llorosos y una expresión asustada.
El pequeño humano fruncían sus finos labios en un puchero y sus delgadas cejas se juntaban dando lugar a un rostro triste. El niño mantenía el contacto visual conmigo, sin soltar la prenda inferior de tela y mirándome como si implorase de mi ayuda.
Pero, oh no, yo no podía buscarme más problemas de los que ya poseía. Enredarme en lo que fuera que ese niño conllevase me llevaría bastante tiempo, de eso estaba seguro, y yo no poseía de este. Debía seguir pensando, encontrar una respuesta a mis preguntas de cómo actuar más tarde y, si el pequeño estaba conmigo, no sería capaz de lograrlo a tiempo. No podía y no debía.
Pero el mundo parecía no quererme y, como Dios solo sabía, mi debilidad por los niños era inevitable desde que tenía memoria. Los bebés fueron los únicos seres humanos con los que podía mantener contacto directo. Poder realizar aquello me ayudó en ahorrar dinero con trabajos de cuidador en la secundaria. Me encargué de varios niños a lo largo de mis años de escuela y lo seguí realizando cuando entré a la universidad, por dos años más, pero a carrera terminó ocupándome todo el tiempo y las asignaturas requerían de más dedicación en mi tiempo libre. Decirle adiós a los niños, ser rodeado por unos pequeñitos brazos y sentirme cómodo con la cercanía de un humano, fue duro, más, no tuve otra opción. No volví a ejercer de cuidador en los últimos años, por suerte, mis dotes para tratar chiquillos de la edad del muchacho aferrado a mi pantalón, no habían desaparecido y aquello no supondría un problema.
—Hola— conseguí que el menor soltara mi prenda y me puse de cuclillas a su altura para mirarlo. Sonreí lo más tranquilo posible, el pequeño parecía asustado y sus ojos rojizos, desprendiendo lágrimas me lo confirmaban—¿Cómo te llamas?
—D-dolo... M-minHo Dolo...—contestó aquel frotando sus ojitos.
—Dolo, bonito nombre—le brindé una nueva sonrisa—, mi nombre es Jungkook. Dime Dolo, ¿Dónde están tus papás?—el niño negó con su cabeza. Eso suponía.
—N-no se—lloriqueó—Q-quiero irme con mamá...
Dolo comenzó a llorar con más intensidad, llevando sus dos manos— una sosteniendo el peluche— a sus ojitos rojizos y dejando escapar sollozos tristes. Escucharlo llorar no me estaba haciendo sentir bien, apreciar como un niño indefenso lloraba con tanta tristeza siempre conseguía tocar la parte más honda de mi ser y, aquello dolía como el mismo infierno.
—Vamos pequeño, no llores, buscaremos a tu madre, ¿Si?— intenté consolarlo y el niño me miró, lagrimeando—¿Sabes lo dirección de tu casa?—negó con la cabeza—¿Y dónde puede estar tu mamá?—negó nuevamente.
Fruncí una mueca, ir a la policía tomaría mucho más tiempo y no poseía de aquel, debía ayudar al niño e ingeniárselas como fuese.
Un ruido proveniente del estómago del menor me hizo saber de lo vacío que este estaba, aquello me dió la idea para conseguir que se calmase.
—¿Tienes hambre, Dolo?—por fin asintió, dejando de lagrimear—¿Qué quieres comer?
—Batido de freza.
—¡Perfecto! Entonces, vamos.
Me alcé en mi lugar, extendiéndole la mano al pequeño humano para que la tomase y pudiésemos caminar en busca de los batidos pero, para mi sorpresa, el menor negó con la cabeza repetidas veces para seguido aferrarse a mi pierna con insistencia. Su acto me hizo desestabilizarme, más, no tardé en entender lo que el niño quería y volví a agacharme a su altura una vez conseguí que me soltara.
—Aúpa—declaró el infante.
Asentí y, finalmente, el niño se abrazó a mi cuello, pasando uno de sus brazos por detrás de este y sosteniendo con el otro el perezoso de lana en su pecho, parecía tenerle especial apego al muñeco.
Sonreí con ternura y rodeé el pequeño cuerpo del menor con mis brazos para levantarme. No conocía mucho el lugar por el que transitaba pero si sabía de la existencia de un puesto de comida cerca de la calle, allí obtendría el alimento que el niño pedía.
[...]
—Vuelva pronto—declaró energética la dependienta del lugar.
Con Dolo aún en mis brazos—el menor había insistido en no bajarse—caminé fuera del establecimiento con la compra realizada en una bolsa de plástico. Una vez fuera, decidimos acercarnos al área natural enfrente de la acera y sentarnos en uno de los muchos bancos.
—Graciaz—agradeció una vez obtuvo el recipiente con el lácteo y bebió de este.
—No hay de qué—imité su acción con mi respectiva bebida.
A pesar de lo bien que me sentía en compañía de un ser tan pequeño e inocente, recordaba que en unos minutos debía ir a hablar con el mayor. No me estaba preparando, algo oprimía mi pecho en cuestión los minutos avanzaban y era consciente de la responsabilidad que estaba tomando respecto al pequeño niño desconocido a mi derecha, quien sorbía con gusto de su batido de fresa.
Dolo había dejado de llorar una vez se encontró cargado entre mis brazos. Él no era un niño de muchas palabras y por lo poco que habíamos intercambiado, le costaba aún el lenguaje coreano. Pero, a pesar de no darme palabras que pudieran ayudarme a resolver mi conflicto con el castaño o brindarme silabas de aliento, la presencia de un alma tan pura como la de aquel niño era suficiente para sacarme un leve sonrisa por muy mal que estuviese.
Déjenme explicarles el por qué mi misofobia si me permitía tocar a los niños o ser tocado por ellos. Pues verán, ustedes ya saben del origen de mi fobia y los conflictos relacionada con ella. La razón por la cual los pequeños humanos no traían con ellos un sentimiento de pavor, era por lo puros, limpios y pulcros de maleza que sus almas jóvenes estaban, no afectando a mi sistema nervioso o alterándolo con sus pequeñas manos. Sabía que los niños eran, muchas veces, los causantes de más enfermedades, las horas que podían tirarse revolcándose en el suelo o comiendo cualquier cosa a su alcance no era algo desconocido. Pero los niños y los bebés tenían ese toque, esa chispa que ningún adulto poseía, que los hacia lucir seguros. Ese pequeño destello de felicidad en sus ojitos diminutos y, cómo el brillar de estos últimos cambiaba radicalmente cuando la tristeza los abundaba con lágrimas saladas.
Los niños podían llegar a ser criaturas increíbles. Yo llegaba a sentirme a salvo a su alrededor y me gustaba su compañía. Porque sabía que ellos no me dañarían como los adultos si lo harían. No me juzgarán por mi problema y me aceptarían tal y como yo me mostraba ante ellos. Podía llegar a ser yo mismo delante de un pequeño, sin máscaras que ocultasen inseguridades y miedos, o dagas afiladas que se enterrarían en la parte más profunda de mi ser si me descuidaba en un falso movimiento.
Por eso mismo yo confiaba en los niños pequeños y esa muestra de afecto los hacía confiar en mí también.
—Kookie—el pequeño me llamó con su voz algo menos quebradiza que la de un principio.
Cómo le costaba hablar con claridad, pronunciar mi nombre se le dificultó y quedamos en que podría llamarme de aquella forma. Giré mi rostro para apreciar su pequeña cara de orbes oscuras casi negras y expresión triste, observando el pequeño perezoso en su regazo. "Tan tierno", pensé.
—Dime.
—¿Estás trizte?—me preguntó.
—¿Por qué lo preguntas?
—Mi papá dice que cuando los adultoz miran al suelo es porque están triztes.
—No estoy triste pequeño, solo... solo hay cosas que tengo que resolver con una persona importante para mí— concluí desviando la mirada al suelo. Tal vez el niño estaba en lo cierto.
—¿Es tu novia?—cuestionó curioso, su voz había cambiado a una más emotiva.
Reí por las ocurrencias del joven y negué con mi cabeza. En el fondo deseaba poder afirmar esa pregunta y declarar al mayor como mi pareja, pero lastimosamente, no era el caso.
—No, no es mi novio, es una amigo.
—¿Eztáis peleados?
—Algo así.
—¿Fue tu cupa, Kookie?— miré al niño a los ojos y afirmé con tristeza, aquello estaba doliendo.
—Lo fue.
—Entonces pide pedón y, si eso no funciona, le regalas un cadamelo—sonrió tierno.
Las ocurrencias del pequeñajo, ajeno a los verdaderos problemas de la sociedad, eran divertidas, me hacían olvidar del malestar en mi pecho y reír divertido. Asentí con la cabeza, sonriéndole.
—Si, tienes razón.
Sin esperar ninguna respuesta más, el niño bajo la cabeza, jugando con el peluche de lana en sus manos. Pocos segundos después, aprecié un tono triste en su mirada. Algo no iba bien.
—¿Qué sucede, Dolo?—le pregunté
—¿Tu creez que mamá vendrá por mí?
—Claro que sí pequeño—acaricié su pelo moreno con dulzura y le brindé de las sonrisas más sinceras y reconfortantes que pude.
Ese pequeño niño estaba sufriendo y verlo en aquel estado estaba afectándome más de lo esperado. Yo era un blando
—Está bien—hablé con firmeza, levantándome del banquillo—, vayamos a buscar a tu madre. Si ella no puede encontrarte, nosotros lo haremos Dol-
—¡Dolo!— mis palabras quedaron en el aire primaveral cuando una voz femenina resonó a mi espalda.
Gire rápidamente, encontrándome con la imagen de una mujer de mediana edad quien corría hacia nosotros con un rostro de alivio pintado. Al parecer, no hizo falta una expedición por toda la ciudad por encontrar a la progenitora de aquel niño.
—¡Mamá!—el pequeño corrió al encuentro de su madre y ambos se fundieron en un abrazo, derramando lágrimas felices al volver a reencontrarse.
—Oh, mi pequeño niño, no vuelvas a separarte de mi, ¿Está bien?—el niño asintió.
—Kookie ha cuidado de mí—declaró alegre el pequeño.
—¿Kookie?
Oír mi nombre ser pronunciado me hizo saber que debía interferir y, con algo de suerte, despedirme de mi pequeño amigo para correr donde el castaño. Llegaría tarde.
Carraspeé mi garganta cuando pude apreciar como el menor me señalaba con su dedo índice y el ceño de la mujer se frunció, volteando a verme y mirándome sorprendida por mi presencia al principio.
—Buenas tardes...—saludé algo nervioso cuando la mujer se separó de su hijo para acercarse a mi con una expresión seria y analizante. Tragué saliva.
—¿Usted ha estado cuidando de mi hijo?—asentí con la cabeza despacio—¡Muchas gracias!
La mujer ser abalanzó sobre mí, abrazándome y dejándome paralizado en el sitio. Sentí en asco recorrer cada centímetro de mi cuerpo. Ser tomado por otros era algo asqueroso si no se trataba de un niño, la contaminación se estaba apoderando de mí a cada segundo la mujer me mantenía aferrada a ella. Era espeluznante.
—De verdad, gracias— se separó finalmente y pude respirar algo mejor pero debía añadir que el aire me estaba faltando con solo pensar que me habían tocado, manos ajenas me rodearon, no podía escapar, estaba contaminado, moriría.
—No hay problema—respondí como puede, haciendo una mueca intentando que está fuese una sonrisa.
Debía salir de allí cuanto antes, no resistiría el asco mucho más y la necesidad brutal de correr y prender las prendas de ropa en un contenedor, eran abundantes.
—Disculpe, llevo algo de prisa...
—¡Oh, si! Por supuesto—antes de irme, me giré a mirar una última vez al pequeño quién estaba a la par de su madre. Solo verlo me hacía sentir un poco mejor.
—Haz caso a tu madre y no te separes de ella—el niño asintió con una sonrisa—. Bien.
—¡Kookie!—me llamó antes de irme— Si no funciona, usa un cadamelo.
Le sonreí y me despedí de la familia, encaminándome hacia mi departamento, debía ganarme un óscar al mejor actor. En cuanto consideré que la distancia era la adecuada y no había rastro del niño y su madre, anduve a vivos pasos por las calles, casi corriendo y sintiendo las náuseas emerger de mi estómago.
Caminé tan rápido que, en más de una ocasión, terminé tropezando, pero no me detuve hasta llegar a mi hogar y encontrarme bajo la tibia lluvia artificial, descontaminándome.
Sentir el agua contra mi piel, fue lo único que hizo calmar todo el revuelo en mi pecho. Llegué pensar que mi corazón dejaría de funcionar por lo acelerado que este iba y que sufriría un cortocircuito al ya no poder trasportar más sangre.
No hice más que eso, borrar cada rastro o señal tocado por esa mujer, cambiar mi ropa con prisa y salir de nuevo a caminar hacia la casa del más bajo, con suerte y serían solo cinco minutos de retraso. Debía correr o podrían convertirse en diez. Ya más tarde le daría mi escusa al mayor del porque mi retraso, él podría creerme o, simplemente no interesarle y negarme la escusa. En todo caso, el tiempo acompañando a Dolo había consumido mis pensamientos y no deliberé el qué decir cuando viese al castaño. No lo necesité cuando el niño intentó brindarme una solución a mi problema y pensé que, tal vez, la idea de regalarle algo al castaño como muestra de disculpa no estuviese tan mal.
Terminaron siendo quince minutos y no cinco los que tardé en encontrarme llamando al timbre del más bajo y esperando por su recibimiento. Esperaba que todo fuese bien...
[...]
—Siento la demora— reverencié cuidadoso de que, los sándwiches variados que había traído en muestra de disculpa, no se volcasen.
El castaño no tardó mucho en abrir las puertas de su hogar y dejarme entrar con una leve sonrisa pintada en sus labios, no parecía molesto o enfadado conmigo, eso me alivió.
Entré a la residencia seguido por el mayor y nos sentamos cada uno en nuestros respectivo asiento verdoso. Era habitual entrar por la puerta de esa casa y saber donde ir, no necesitaba indicaciones o invitaciones por el dueño. Tal vez aquello era descarado de mi parte, el adentrarme a una casa ajena y dirigirme donde yo quería, pero no le encontraba el problema a mi forma de actuar cuando el castaño no oponía ninguna queja.
Ya ambos sentados en los sillones y el más bajo con su respectivo portátil en el regazo junto a la libreta y esas gafas de pasta negra en el puente de su nariz, pase mi lengua por mis labios, humedeciéndolos.
A medida que me adentraba en la consulta, la valentía de venir y disculparme se redujeron a un vil sentimiento que estaba atormentando mi cabeza. Lo tenía delante, después de cuatro días, poseía la oportunidad de hablar con él. Aclarar las cosas era lo que estuve deseando desde el domingo y ahora no era capaz de articular palabra.
Mi mundo se vino abajo, no fui capaz de mantener la cabeza alzada para comprobar si tenía su vista puesta en mí, saber aquello me aterraba, no podía evitarlo. Intentaré explicar de la forma mas breve el como me Sentía en ese momento.
Desde que la suela de mi zapato sobrepasó el lumbral de la puerta, una considerable angustia se formó alrededor de mi garganta y el respirar me estaba faltando. Verlo en persona, sonriéndome cálidamente como si no estuviese ofendido por mi forma de tratarlo el día de la tormenta, parecía irreal. Él era una buena persona, no se merecía que alguien como yo poseyera de su atención, mucho menos de su cariño. Cualquier otra persona en este universo que se encontrase en la piel de Jimin, ni siquiera se hubiese molestado en escucharme o me habría echado a escobazos de su entrada. Pero él no, él estaba aquí, frente a mí brindándome la oportunidad de ser explicado y sin ninguna mirada de desaprobación o acto que llegasen a hacerme sentir mal—aún peor de lo mal que ya me encontraba—. Jimin simplemente estaba allí y con solo saber eso, sentía asco de mi mismo.
—Bien, ya que estas aquí, comencemos—su voz, tan dulce y lejos de sonar acusativa que tanto me gustaba y que llego a excitarme en algún punto, sonó de la misma forma risueña de siempre.
Pero ni siquiera con la señal de que comenzásemos la sesión, pude alzar la cabeza para mirarlo. La falta de sueño me estaba afectado, lo sabía, notaba aquello en como mis ojos se volvían pesados y mis extremidades se entumecían haciéndome difícil el reaccionar. Ese día comenzó siendo uno penoso y lamentable, no tuve las esperanzas de que acabase bien y me estaba odiando por rendirme en intentar hablar con el castaño.
Me di por vencido, yo era una mala persona, no merecía de palabras de consuelo o la compañía de otros. Me convencí a mi mismo de que, si algo llegaba a pasarme en ese instante, no sería merecedor de las lágrimas de ninguna persona. No merecía ni a Jimin ni a Taehyung, tampoco conocer a alguien tan cálido como la novia del último o poseer una hermana cariñosa y protectora. Yo era una aberración de la vida y estaba comenzando a desear que el chico de gafas no hubiese estado expuesto a la tormenta ese día para que yo no hubiese tenido la oportunidad de tomar un suspiro más del aire impuro. No debía siquiera estar en este mundo dando problemas.
—¿Jungkook?
Lo sentía por el pequeño niño, Dolo, al que había conocido apenas unas horas. Lamentaba que todos los niños a los que cuidé me conociesen porque no debían tomar ejemplo a seguir de una vida como la mía. Nadie más que yo se merecía todo este dolor y sufrimiento, solo yo por no ser normal y no poder mezclarme con el resto de la sociedad.
—Oye.
Y estaría bien si desaparecía en este momento, si me perdía en un lugar remoto o si las almas oscuras decidían llevarme con ellas. Estaría bien porque yo no era alguien imprescindible para esta sociedad ni para nadie a mi alrededor. Solo hacía sentir mal a las personas que habitaban mi entorno.
Preocupé a la morena cuando la fiebre me invadió e hice preocupar a Taehyung todas la veces que me enfermé por ser tan débil ante el frío o la humedad. Ocasioné sentir mal a mis parientes hasta el punto de que mi madre lloraba en silencio por las noches y se destrozaba frente a mí con esas sonrisas que aparentaban estar bien. Asusté a mi hermana durante el período de luto de mis padres al mostrarme teniendo un ataque de nervios frente a ella y obligar a una adolescente aterrada a pasar varias horas en la sala de espera de un hospital, atenta a los resultados de si yo viviría o que fue lo que me sucedió de repente. Pero lo peor de todas las cosas malas que mi simple existencia ocasionó, fue lo que refería a Jimin. Aquel chico tan serio respecto a su trabajo en ayudarme y, tan dulce y encantador como alguien de confianza, aquel chico al que yo lo había llevado a llorar descontroladamente hacía unas noches y que hice sentir mal cuando después rechacé su contacto. Porque si, aparentar se le daba bien a Jimin, pero pude notar el brillo triste de sus ojos, observándome aquella mañana a la distancia y como mordía su labio inferior nervioso a la hora de marcharse de mi departamento.
Lamentaba tanto no haber estado ese día con mis padres y que ellos me llevasen en sus brazos a un lugar donde estuviese bien. Sentía mi insignificante respirar y me reprochaba a mi mismo por seguir teniendo el valor de vivir y…
—¡Jungkook!— su grito se vió acompañado de un sollozó por mi parte.
Mis ojos desprendían lágrimas por el revuelo de sentimiento que albergaba mi corazón. Solo quería que todo parase, que el tiempo se detuviese y mi vida siguiese sin dolor, sin remordimientos. Pero eso era mucho pedir y ya estaba cansado de seguir soportando el gran saco de piedras que arrastraba a todos lados aparentando estar bien.
—L-lo siento— levanté la cabeza para mirarlo, sonriendo a pesar de que mis ojos estuviesen rojos y lágrimas no dejasen de humedecer mi quijada a su paso—. S-siento esto, perdón...
Con rápidos movimientos, retiré los hilos de agua salada, no quería seguir llorando y menos frente al castaño. Esperaba que él fuese la última persona que supiese de mis pensamientos tan dolidos. Ignoré su rostro confuso y preocupado, con sus orbes avellanas clavados en los movimientos de mi mano, al retirar las lágrimas con el dorso de estas y resultándome complicado borrar el rastro mojado.
—¿Qué es lo que sientes, Jungkook?— preguntó dejando los objetos sobre sus piernas posados en la mesa ratonera que nos separaba y se levantaba, acercándose para observarme mejor.
El problema era que yo no quería mostrarme vulnerable y roto frente a él. Intenté evitar mirarlo, fijando mi vista en la ventana de la sala que daba al exterior. Simplemente intenté rehuirlo, que él no viese como me estaba rompiendo al reflejarse en mis pupilas, pero fue imposible. Jimin se arrodilló frente a mí y atrajo mi mirada con la suya propia, sin hacer el ademán de tocarme. Lo agradecí pero, mirarlo directamente fue lo que rompió aquella barrera que había heredado de mi madre de intentar esconderle los verdaderos sentimientos al mundo. Jimin destruyó esta con solo una mirada, provocando que mi corazón se acelerase al saber que estaba ahí, junto a mí y esperando por ayudarme. Él estaba conmigo.
—M-me siento mal. Hay algo mal e-en mí, Jimin. N-no quiero seguir aquí— murmuré roto, sin dejar de mirarlo.
—¿Aquí donde Jungkook?—preguntó calmado aunque podía apreciar la inquietud en su mirada.
—A-aquí, en el mundo, viviendo...— le confesé.
El castaño, al estar en una pose inestable, apoyándose únicamente en la punta de sus zapatos, tuvo que agarrarse del brazo del sillón para no caerse. Al parecer mi confesión lo había desestabilizado.
Triste por ver al psicólogo perdido en sus pensamientos, desvíe la vista de nuevo al cristal de la ventana, apreciando como este era bañado con las gotas de lluvia que había comenzado a caer y el sol estaba escondiéndose. ¿Cuándo había empezado a llover?
El cielo se encontraba con algún rastro nuboso mientras me encontraba con Dolo, pero ahora, el firmamento era cubierto en su totalidad por nubes cargadas de tristeza por desprender. Pensé que solo el cielo comprendía mis sentimientos y me daba consuelo de aquella forma. Me perdí en como las gotas de agua procedentes del cielo, descendían humedeciendo el lado exterior de la ventana, como si aquellas estuviesen compitiendo con mis lágrimas para ver quien desaparecía más rápido.
—Jungkook, mírame—pidió.
Pero no podía, no era capaz de mirarlo y me odié una vez más por eso. No puede hacer algo que el mayor quería por el simple hecho de ser débil.
Lo siento, Jimin
—Por favor...— rogó roto. Era mi culpa, todo lo era y no merecía siquiera su preocupación—Jungkook...
Estaba decidido, me levantaría y saldría de allí para no volver a regresar nunca. Me mudaría a un país lejano donde nadie pudiese verme y pasaría allí el resto de mi vida, sin que nadie fuese consciente de mi sufrimiento y mi angustia. Con algo de suerte, fallecería a los pocos años y me reuniría con mis padres.
Lo haría por él, por Jimin, porque una persona tan buena no debía estar rodeado de una mala influencia o alguien inútil como yo, que pudiese entorpecerle su camino en la vida. Pero, al parecer, él no pensaba lo mismo. Su mano acunó mi mejilla y atrajo mi rostro al frente para que lo mirase. Se sintió tan cálido el contacto de su palma contra mi tez húmeda por la lágrimas que me sentía reconfortado inconscientemente.
—Mírame, por favor...— pidió una vez más.
Aprecié como sus ojos avellanas retenían lágrimas por salir, estos estaban cristalinos y llenos de destellos tristes. Era por mi culpa, claramente, Jimin estaba asustado por mi culpa y aquello era la prueba que necesitaba para irme de su vida. Yo era como un piedra en el camino con mis problemas y él debía ocuparse de si mismo antes que pensar en otros.
Le sonreí, sonreí de una forma débil pero que mostraba todo el agradecimiento que sentía por él. Aquel me miró con una interrogación pintada en su rostro al no saber que era lo que yo pensaba. Simplemente, alcé una de mis manos con la poca fuerza que me quedaba y la posé por encima de la suya que aún acunaba mi mejilla. Cerré mis ojos disfrutando de su toque, deseando por que ese momento se quedase grabado en mi mente, porque sería el último. El último momento, roce y mirada que compartiría con el castaño, lo había decidido. Incliné un poco más mi mejilla para que esta fuese más protegida por el mayor y, lentamente, desice el toque para alejar su mano de mi rostro y sostenerla agarrada con la mía propia. Le sonreí una vez más, sintiendo como las lágrimas regresaban y acompañaban a la lluvia en el exterior.
—Lo siento, siento todo lo que ha pasado conmigo y te agradezco lo que has hecho por mí...
—Jungkook, ¿Qué..?— apretó con más fuerza el agarre de nuestras manos y desvíe mi vista a aquellas.
Posé mi otra extremidad libre sobre nuestro agarre, terminando por soltarlo para levantarme y provocar que el mayor perdiese estabilidad y tuviese que levantarse para no caerse. Lo miré una última vez con mi corazón doliendo y mis ojos ardiendo.
—Fue un placer conocerte, Park Jimin— reverencié ante el chico y me giré en dirección a la puerta, dejando una parte de mi corazón que sabía que estaba sangrando en mi interior, en aquella casa.
Dolía, dolía demasiado, un pedazo de mi alma se estaba desgarrando y me decía que no podía seguir así o no sobreviviría, pero era lo mejor, lo mejor para Jimin.
—¿Por qué huyes...?— murmuró casi en una voz inaudible a mi espalda—¿¡Por qué te estás yendo!?—gritó—¿¡Por qué te vas otra vez!?
Su grito resonó en toda la sala y me hizo detener en mi camino a la salida. Tan rota estaba saliendo su voz que los pedazos se clavaban en mi espalda no dejándome avanzar. No quería darme la vuelta y mirarlo, si lo hacía, no sería capaz de dejarlo ir y le rogaría porque se quedase a mi lado, por ese motivo, hablé de espaldas.
—¿Por qué no estas enfadado...?
—¿Qué?
—¿¡Por qué no estas molesto conmigo Jimin!?— ahora era yo el que alzaba la voz, toda aquello me estaba superando—¡Te traté mal, te alejé y solo te doy problemas!¿¡No ves qué no sirvo para nada!?
Apreté mis puños con impotencia, provocando que mis nudillos se tiñesen de blanco. No podía respirar bien, debía alejarme ahora y perderme en algún lugar lejos de Jimin, porque sino, correría a sus brazos y no podía hacer eso.
—¿Por qué piensas eso...?—oí sus pasos lentos acercarse a mi espalda. Debía terminar esto aquí.
—Mírame Park, simplemente n-no te merezco, no merezco nada...—titubeé al saber lo cierto en lo que estaba. El mayor necesitaba una linda esposa y niños correteando por su casa, no alguien como yo sin ser capaz de ser tocado. No lo merecía.
—No digas eso—se paró frente a mí, no quedándome de otra que apartar la mirada al suelo—. Hey... mírame— sostuvo mi rostro con ambas de sus manos pero no lo dejé que lo alzase para mirarlo y di un paso atrás, lo aparté de nuevo.
—Déjame ir— negó con la cabeza acortando el paso de distancia y cogiendo mi mano.
—No te vayas Kook...—no respondí—Jungkook...
—¿Has terminado?— di un paso más atrás, soltándome de su agarre con algo de brusquedad y mirándolo a los ojos con seriedad.
Lo había decidido, lo dejaría ir para que fuese feliz con una persona que fuese digna de su amor y que pudiese llegar a amarlo como yo lo hacía pero que también pudiese darle lo que él necesitaba, yo no podía hacerlo.
Jimin lloraba, lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y observé como su tenue cuerpo temblaba. Por ese motivo debía alejarme, solo le estaba causando mal y angustia, no servía nada más que para eso.
El mayor negó con su cabeza repetidamente a mi pregunta. Insatisfecho con mi decisión se tiró a mi cuerpo y enterró su nariz en el hueco de mi cuello, haciéndome retroceder un paso más por la fuerza con la que se había abalanzado sobre mí y se aferraba a mi cintura en un abrazo.
—N-no, no he terminado—sollozó.
No correspondí su acción desesperada, si lo hacía no sería capaz de separarme de sus brazos y cumplir con mi objetivo. Todo se estaba derrumbando pero el problema era el por qué el castaño no me dejaba ir y el por qué insistía tanto en tenerme a su lado.
—¿Por qué eres así? Todo sería más fácil para ti si desaparezco—hablé sonriendo con sorna, me estaba destrozando en cada palabra.
—¡P-porque te quiero!—fue su respuesta, sincera y llena de sentimientos que me golpearon el corazón, haciéndolo latir más rápido— Y-y sé que tu también lo haces conmigo, p-por eso no te vayas Jungkook...—suplicó con insistencia sin separarse.
—Nosotros no podemos estar juntos Jimin.
—¿P-por qué no?— me soltó para observarme con sus ojos rojos por el llanto y limpió el rastro salado con el dorso de su mano—¿Es porque los dos somos hombres?
—No es eso—mordí mi labio inferior.
—¿Entonces qué es?
—No puedes estar conmigo Jimin, no soy lo que necesitas...—me atreví a mirarlo y la barrera que había impuesto minutos antes para tener el valor de dejar ser libre al mayor, se rompió cuando una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla al ver su pequeño rostro triste a centímetros del mío.
—Te equivocas—comentó seguro—, eres lo que necesito Jungkook, te necesito.
—Jimin, no in-
Y ahí, fue donde todo se perdió en la corriente de un río de sentimientos que Jimin controlaba a la perfección.
Sus labios atraparon los míos antes de que pudiese hablar, en un beso desesperado. El castaño me besó de una forma profunda que demostraba lo necesitado que estaba, pero que también reflejaba la tristeza que estaba desbordando. Me sentí peor porque aquello me demostró todo el daño que le estaba haciendo, yo no quería que él sufriese, no quería y por eso estaba insistiendo en que encontrase a alguien que de verdad lo mereciera.
Jimin pareció no querer separarse a pesar de que no estaba haciendo nada por corresponder su toque de labios. Si lo hacía, si me rendía frente a él y le entregaba mi corazón entero, no podría dejarlo ir nunca y eso no era bueno.
—Hmgb...— me quejé aún unido a su boca y levanté mis manos con la intención de separarlo. El mayor no me dejó hacerlo, capturó mis muñecas en un rápido movimiento y acorraló mi cuerpo contra la pared más cercana para que no pudiese escapar. No me quedó de otra que rendirme y continuar el beso desesperado que el más bajo había iniciado con la intención de hacerme callar, pero que ahora se convertía en la forma de demostrarnos los más profundos sentimientos sin la necesidad de palabras.
Y sí, terminé rindiéndome ante él porque eso era lo que realmente quería, ser solo suyo y estar siempre a su lado, nada más. El castaño notó que ya no forcejeaba por librarme de su agarre y terminó por soltarme. Enterré mis dedos en su cabello intensificando el toque de labios y sentí como sus brazos rodearon mi estrecha cintura de nuevo.
Nos fundimos en uno solo, nuestros corazones latieron en una misma sintonía y lo que nos rodeaba desapareció. Éramos él y yo, nada más importaba ahora. Todos los pensamientos de querer huir se esfumaron con el intenso dolor de mi pecho y fueron remplazados por acogedores sentimientos que el más bajo provocaba en mí. Me dejé guiar por sus movimientos de labios y los chasquidos que estos hacían al unirse con los míos. Amaba demasiado a Jimin como para dejarlo ir aunque siguiese pensando que yo no lo merecía. Tenía claro que me esforzaría y daría todo de mí por llegar a convertirme en alguien digno de su corazón y que pudiese brindarle todo lo que necesitaba. Cambiaría por él, porque quería quedarme a su lado.
—L-lo siento—hablé titubeando cuando separé al mayor de mis labios y lo miraba buscando aire. El chico hizo el amago de volver a unirnos en uno solo, más, no lo dejé. Me miró rogando por más—. Siento haber huido de ti el otro día—dije finalmente.
—¿Era eso lo que te preocupaba?— me dió un fugaz beso para mirarme con ternura. Asentí con la cabeza, arrepentido.
—Me asusté, no debí haberlo hecho, lo siento.
—No te disculpes, todo esta bien—sonrió cálidamente y dejó otro beso, ahora en mi mejilla que se encontraba ligeramente rosada por el éxtasis.
—Te quiero, Jimin.
—Yo también te quiero, Kook— y unió nuestros labios una vez más, con la diferencia de que ahora era de una forma tierna y dulce que lo único que demostraba era la veracidad de sus palabras.
En ese momento tomé una decisión. Estando en los brazos del mayor y teniendo su cuerpo pegado al mío contra aquella pared, con nuestros belfos juntos y nuestros corazones unidos y, con la lluvia de testigo, tomé la decisión de luchar por el amor que sentía por el psicólogo y pelear por mantenerme a su lado.
Buenas ('∩。• ᵕ •。∩') vengo a dejar el cap por aquí y ha agradecerles por leer la historia. Espero q les esté gustando :3
Quiero añadir que mientras escribía este cap escuchaba la canción Can you Fix my Hearts de Bring Me The Horizon y debo admitir q la traducción se adapta bastante al CAP así q se las dejaré por aquí.
Si les gusta la historia, les invito a votarla y compartirla, me ayudarían mucho ^^
Este capítulo quiero dedicárselo a dos personas, una, mi alma gemela, mi ruta en el camino y alguien a la que quiero mucho, mi bb Kookie; segundo, a una personita que me h ayudado y q gracias a ella estoy mejor, gracias StariKooK_ ( ˘ ³˘)♥
Pronto llegaremos a las 100 visitas en Misophobie así que me seguiré esforzando.
Gracias y nos vemos en el próximo ( ◜‿◝ )♡
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