Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulum V

No sabía el por qué, pero llegué a cuestionarme quién de los dos era el enfermo en la habitación. Si el rubio por su descabellada idea sobre una amistad, o yo con un calor corporal de 40ºC. Porque sí, mientras yo dormía, el rubio había tomado mi temperatura con un termómetros de mercurio y esta no había disminuido en todo este tiempo a pesar de los paños húmedos.

Mi cabeza dolía a mares y los escalofríos seguían recorriéndome como si ellos fuesen los dueños de mi cuerpo. Temblaba bajo las mantas calientes, con la sensación de frío instalada en mi piel y, el sudor helado, se deslizaba por mi frente en señal de malestar.

Pero todo eso pareció esfumarse de sopetón cuándo, las palabras "Seamos amigos" habían salido de la boca del de cabellos claros como si aquello fuese la cosa mas sencilla del universo. Como si aquel hecho fuese igual de relevante que sujetar un objeto de apenas 100g con una mano o siquiera compararse con la acción de respirar.

Porque sí, el rubio y yo no éramos en lo absoluto compatibles y eso podía percibirse a kilómetros.

—Está demente.—fue lo que contesté ante su propuesta.

Aquel frunció su ceño e hizo un puchero indicando que no se rendiría tan fácil.

—¿Por qué no?—reclamó— Creo que es la mejor opción para curarte, Jungkook.

—¿Me está tuteando, Dr. Park?— pregunté al ver la forma informal en la que me hablaba.

—Los amigos no se tratan de usted.

—¡Pero le digo que no somos amigos! Ni siquiera lo quiero aquí, lárguese.—indignado por su falta de respeto, respondí cortante. No tenía el estado adecuado para echarlo a patadas o siquiera tener una discusión con alguien. Menos con él.

—No. Me quedaré aquí hasta que Kim venga y cuidaré de ti.

—No quiero—respondí ante su negado.

El rubio se levantó, volviendo a humedecer el paño en el barreño con agua fría, para acercarse mí y tendérmelo.

—Póntelo, supongo que no quieres que te toque—en una sonrisa amable dijo, ignorando mi pedido y haciendo oídos sordos de mis palabras—. Oh, y dime Jimin.

Su cambio de accionar repentino, me descolocó, preguntándome nuevamente con quién estaba hablando.

Jimin- Quiero decir... El Dr.Park; era una persona profunda y algo seria que parecía analizarlo todo, sin perder ningún detalle por mínimo e insignificante que fuese. Sin embargo, —la persona actualmente frente a mí y con la que estaba cada vez más confuso—, mostraba completamente ser lo opuesto a lo que solía ser. Este hablaba confiado, demostrando ser energético y desprendiendo un aura irradiante de felicidad a su alrededor, como si estuviese corriendo en una pradera llena de amapolas, con el sol resplandeciente azotando en sus rubias hebras, haciéndolas brillar como el oro.

Estiré el brazo para sujetar el fino trapo húmedo que aquel me tendría y nuestras manos rozaron una vez más. Pero la diferencia era que, cuando yo me enfermaba —cosa que sucedía con mayor frecuencia de la que me gustaría— mi fobia se extinguía, volviéndome inmune a ella, pudiendo tocar a las personas, en este caso, a Taehyung quien había cuidado de mí en los últimos resfriados.
Sentir los virus en mi organismo, hacían que mi mente tuviese el pensamiento de que no podría contraer otro tipo de enfermedad al ver que, todas las acciones diarias de limpieza y esfuerzos que realizaba, eran en vano por mi débil sistema inmunitario. Por ello, podía dejar de preocuparme por tener una reacción negativa ante mi misofobia aunque eso tuviese que ser cuando apenas podía mantener en pie y mi cuerpo ardía en fiebre.

Al ver como nuestro roce no causaba efecto en mí, el de cabellos rubios me miró estático y confundido al mismo tiempo. Decidí aclararle la duda.

—Cuando me enfermo, la misofobia desaparece. Puedo tocar a las personas o ser tocado sin sentirme mal—concluí. El chico asintió sorprendido ante mi confesión—. Pero eso no quiere decir que usted pueda estar aquí, así que lárguese.

—¡Oh, vamos! No seas así Jungkook. De verdad creo que deberíamos ser amigos— se quejó mientras desaparecía por la puerta de la habitación y regresaba segundos después con una bolsa.

—No gano nada siendo su amigo, ni siquiera me agrada y sabe que no tolero a gente como usted. La cosa es que la fiebre está afectando a mis neuronas y es por ese motivo por el que puedo mantener una conversación con usted en primer lugar, ¿Por qué sigue aquí?— molesto de la conversación que no llegaba a ninguna parte, pregunté.

—No me iré hasta asegurarme de que estás bien—declaró y bufé molesto— ¿Hace cuánto no has comido?

Rendido por la insistencia del bajo, suspiré. Si él lo quería así, entonces esperaría a recuperarme para echarlo de mi vida a patadas si hacia falta. No quería saber nada de aquel, y mucho menos que eso interfiriese en mi cura contra la fobia.

—Ayer, por la noche, no tenía hambre—contesté desganado—. ¿Tiene algo para la cabeza? Me esta matando.

—Si, pero tienes que comer antes, he traído un-

—Wow—lo interrumpí, observando cómo sacaba algo de comida en un envase al vacío —. Espere. Que pueda tocarlo no significa que mi cuerpo tolere algo que sea preparado por extraños, lo siento, pero no comeré lo que sea que haya traído.

La primera vez que Taehyung había cuidado de mí, el castaño trajo consigo algo de avena que compró en una tienda de alimentación y me había negado a probarla hasta el cansancio. Lamentaba que, incluso en un estado tan enfermo como en el que me encontraba, no pudiese degustar una deliciosa comida prefabricada.

Comer comida callejera era una de las muchas cosas que había echado en falta en los últimos años y ese era uno de los motivos por los cuales mi contextura era algo delgada y desnutrida, marcando ligeramente alguno de mis huesos.

—Está bien. Entonces déjame usar tu cocina. Si lo hago aquí no habrá problemas, ¿No?—dudoso por su petición, asentí.

Se le veía algo animado y aún estaba asimilando el repentino cambio de actuar del rubio en un zas de segundo.

¿Él era realmente así?

No lo sabía y la curiosidad estaba comenzando a poder conmigo hasta hacerme pesar que su idea de una posible amistad fuese algo que vale la pena.

—Regresaré en seguida, túmbate y no te muevas—tras un suspiro cansado, asentía viendo como el de cabellos rubios se perdía por la puerta de la habitación y me acomodé más contra las mantas.

¿Realmente formar una amistad con el rubio me ayudaría?

¿Por qué extrañamente mi mente aceptó su contacto en el supermercado días atrás?

¿Podría yo tolerar al bajo sabiendo sobre su atracción hacia los hombres, siendo ese mi peor miedo?

No lo sabía con certeza pero, algo de lo que estaba seguro, era que por motivos desconocidos mi cuerpo no había reaccionado negativamente ante el contacto ajeno ocasionado en el intento de ayudar al bajo y, sin saber tampoco la razón, mi mente se sentía a gusto con el rubio, como si hubiese encontrado esa pieza del puzzle que había perdido hacia años y que, ahora, estaba allí para completar el rompecabezas, siendo aquella pieza la presencia y las sesiones terapéuticas que compartía con el mayor y el cómo este me había sugerido forjar una amistad como método de su cura.

Todo aquello tenía su coherencia si lo pensabas a fondo. Convivir más cerca de una de las personas que ocasiona tu miedo y superándolo después de un tiempo, claro, sería un de los métodos más efectivos que la ciencia haya registrado a lo largo de los años y que los estudios podrían afirmar su funcionalidad.

Desde aquella confesión sobre su sexualidad, mi forma de ver al rubio había cambiado ligeramente pero no de una forma tan drástica como pensé que pasaría y aún me sorprendía la increíble tolerancia de mi ser y consciencia hacia aquel que se encontraba a metros de mi cuerpo postrado entre la mantas, preparando lo que suponía que era un caldo de pollo por el olor emanante de la cocina.

Fuera del tornado de pensamientos que se habían acumulado en mi cabeza girando en círculos sin seguir ningún camino, un repentino escalofrío recorrió mi espina dorsal y me introduje más entre la envoltura de las mantas. Debía comer cuanto antes para que mi organismo fuese capaz de consumir la medicina que el rubio traía con él y mi cuerpo no devolviese el medicamento al instante.

Sentir tal comodidad en el abrigante calor de las prendas de la cama, hicieron a mis ojos volver a sentirse pesados y, en cuestión de segundos, perdí la consciencia una vez más, sintiéndome flotar en el mundo de los sueños y ajeno a la cruda realidad donde mi salud estaba en un estado deplorable.

El cansador sueño —si es que se le podía llamar así al recuerdo en forma de pesadilla sobre mi pasado— que mi mente hacia reproducir cada vez que intentaba descansar cuando estaba enfermo provocó, una vez más, que despertase en un mar de sudor mezclado con lágrimas saladas y, como si fuese costumbre, un agotado suspiro escapó de mis labios a la vez que borraba el rastro salado de mis ojos con el dorso de mi mano.

—¿Un mal sueño?—una voz a mi lado preguntó.

Dando un brinco asustado por la inesperada voz la cual sabía perfectamente a quien pertenecía, giré mi rostro para observarlo.

El rubio estaba sentado en una silla a un costado de la cama con una bandeja y un cuenco de lo que sería un nutritivo caldo para el resfriado entre sus manos.

—El mismo de siempre—contesté a su pregunta desganado, reincorporándome lentamente sobre el cabecero de la cama.

Mis fuerzas aún fallaban por la fiebre y el dolor de cabeza era constante.

El rubio se levantó del asiento donde se encontraba para acercarse a la cama y sentarse en el borde, dejando la bandeja con el alimento sobre mis rodillas.

—Deberías comer y luego tomar la medicina para descansar— asentí de nuevo, llevando una cucharada del caldo que el rubio había preparado a mis labios y probando del alimento, degustando su suave sabor—¿Sabe bien? — preguntó nuevamente.

Volví a asentir y una sonrisa satisfecha se formó en los labios del contrario al ver como degustaba la sopa sin queja alguna.

[…]

Tras el rubio retirarse de nuevo a la cocina para fregar los trastes utilizados y recostarme con el estómago lleno, sintiendo una ligera mejoría por el calor del caldo, comencé a pensar de nuevo en la propuesta del más bajo.

Tenía en cuenta el porcentaje alto de que yo mostrase mejoría si conseguía superarlo y también aceptaba —aunque de mala gana— la increíble posibilidad de que mi cuerpo aceptase la cercanía ajena del psicólogo.

Mis pensamientos y cavilaciones fueron interrumpidos cuando el mayor entraba de nuevo en la sala donde reposaba con una pastilla y un vaso de agua a ofrecer.

—Gracias...Jimin... —reincorporándome y aceptando el recipiente mientras tragaba la medicina, susurré aquello.

La persona a mi lado me observó sorprendido por mi reciente cambio de comportamiento y terminó dando lugar a una amable sonrisa resplandeciente.

—¿Eso significa que me harás caso y seremos amigos?—cuestionó sin apartar sus avellanas ojos de mi persona, sentándose en el borde del colchón.

Bufando molesto por haberme visto tan fácil de convencer, asentí al verlo tan contento por mi reciente forma de llamarlo.

Realmente no sabía quién demonios era Park Jimin. Sus repentinos cambios de comportamiento, tan diferentes de lo profesional a lo amistoso aún eran desconocidos para mí y debía descubrirlos si quería conocerlo a fondo.

Sus brillantes pupilas y la sonrisa de labios carnosos hacían convencer a cualquiera con solo presenciar la muestra de felicidad, haciéndote desear apreciar ese rostro, como si estuviera tallado por los ángeles, por más tiempo.

Nuestras miradas se conectaron, quedándose unidas por varios segundos, como si ambos quisiésemos analizar el alma opuesta y encontrar los sentimientos más profundos ajenos.

Mi rostro se sintió arder y estaba seguro de que un sonrojo por la fiebre se encontraba tiñendo mis mejillas de un rojo carmesí.

El intercambio de miradas estaba abrumándome. Sentía como si mi alma se estremeciese al sentirse observada e intentase buscar refugio donde no pudiese ser vista.

Desde el primer encuentro con el psicólogo, su presencia alteraba mis sentidos de una manera desconocida. Como si nos conociéramos de hace años atrás y hubiésemos compartido todos los momentos juntos, mi mente confiaba ciegamente en él y eso era algo nuevo en mí, alterándome aún más al no saber el motivo de mi confianza hacia el extraño doctor.

Nuestra guerra de miradas —si se podía considerar así —llegó a su fin cuando ambos dirigimos nuestros ojos a la reciente presencia que se abría paso por la entrada a mi hogar. Taehyung apareció apurado entre las paredes de la habitación y rápidamente se dirigió a mi lado con un brillo preocupado en sus ojos como cada vez que yo enfermaba.

—¿Estás bien?—preguntó el castaño recién llegado, arrodillándose a un costado de la cama sin siquiera saludar.

Él solía alterarse en demasía cada vez que un virus invadía mi sistema y como si este fuera a matarme, el castaño me cuidaba, consintiéndome.

Me visitaba con frecuencia, llamándome constantemente y sacándome sonrisas bobas al verme tan atendido por su parte. Esos momentos en los que nosotros si compartíamos roces y contacto eran los que me había llevado a sentir atracción por el castaño de mi jefe y los que aún me retenían flechado por él.

Con una leve sonrisa en mis labios por la llegada de mi amigo, asentí a su pregunta.

—¿Puedo?—fue su siguiente cuestión.

Con la intención de comprobar mi aún elevada temperatura, Taehyung alzó su mano, mirándome expectante.

Él sabía de sobra mi aceptación al contacto cuando estaba enfermo y este no dudaba en preguntarme por permiso para poder seguir con su acto.

También amaba esa parte caballerosa en él antes de proseguir para que la otra persona no se encontrase incómoda y, como cada vez que yo enfermaba y el castaño preguntaba por permiso, asentí despreocupado.

Ante mi afirmación, el chico posó su mano sobre mi frente, retirando mechones de cabello que caían despeinados sobre esta y seguido, reposó su mano restante sobre su frente descubierta, en busca de comparación.

Sentir el roce ajeno me hizo estremecer y la corta distancia que nos separaba provocó un calor más intenso emanar de mis mejillas.

Amaba estar de esa forma con Taehyung y deseaba poder hacerlo todos los días del año sin que fuese necesario el sentirme como una mierda para poder tocarlo o ser tocado por él.

Mis ojos, inconscientemente, se dirigieron a sus labios, aquellos que había soñado con probar desde que conocí a mi amigo. Sentir sus finos y algo rosados belfos presionar los míos, buscando del calor y contacto ajeno, era algo que muchas veces había ocasionado despertarme por las mañanas con una erección notable, sintiéndome avergonzado al ver la creciente y dolorosa parte de mi cuerpo erguida por un reciente sueño, y presionando la tela de mis bóxer con la necesidad de ser atendida. Una ducha de agua fría era la mejor opción para calmar mi excitado miembro anhelante de contacto y así comenzar un día más de papeleo y estrés acumulado.

—Kook, estas rojo, ¿Estás bien de verdad?—le grave voz de la persona quien me miraba preocupado me sacó de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad.

—¿Eh? O-oh si, estoy bien...—me encogí en mi lugar por lo cohibido y pequeño que me sentía.

Había algo en Taehyung que me hacía estremecer.

—Está bien.

Tras decir aquello, el castaño se levantó, dirigiendo la mirada a la otra persona en la habitación la cual no se había hecho notar.

—Gracias otra vez, Dr. Park.—reverenció en dirección al mayor.

—Oh, no hay problema—sonrió—. Bueno, será mejor que me retire. Te llamaré más tarde Jungkook.

Tras un asentimiento por mi parte, el más bajo de los tres se retiró del lugar dejándonos solos al castaño y a mí.

—¿Ahora son amigos? ¿De dónde tanta confianza?— al notar como el rubio me tuteaba, preguntó confuso.

—Larga historia.—declaré gracioso.

[…]

Mi resfriado había sido borrado casi por completo y mi cuerpo volvió a la normalidad en cuestión de días, lamentablemente, recuperando la intolerancia al contacto de nuevo.

Suspiré cansado estirándome mientras caminaba por la vereda de una plaza algo concurrida de personas.

El pequeño problema que tuve respecto a Taehyung se había solucionado y nos encontrábamos de nuevo en buenos términos.

Como el rubio había prometido después de despedirse, esa noche me llamó y hablamos por un rato al teléfono, siendo él el que más contaba sobre temas triviales, teniendo siempre en cuenta sobre mi estado frágil de salud.

Hablar con Jimin —porque sí, había terminado por llamarlo solo por su nombre como él prefería— me resultaba una tarea sencilla y cómoda. Me sentía escuchado y por algún motivo no tenía miedo de recibir posibles prejuicios o ser juzgado. No había vuelvo a ver al mayor desde que fue tan atento respecto a mi leve enfermedad y lo agradecía por parte.

Si bien había aceptado formar una amistad con Jimin, todo el origen había surgido después de confesarle a alguien por primera vez sobre mi pasado y el posible origen de mi fobia, siendo el rubio parte del colectivo que tanto me atormentaba en pesadillas cuando mi fiebre hacía presencia. No estaba tan seguro de que pudiese verlo a la cara y hablarle de la misma forma confiada en la que él lo hacía.

El aire corría fresco, golpeando contra mi rostro y balanceando mechones rebeldes de cabello que caían por mi frente.

El clima a pesar de ser frío, resultaba agradable, y las últimas horas de luz del día se anunciaban en el horizonte.

También debo añadir que, desde el día en el que afronté mi misofobia por primera vez, siendo este el día del supermercado en una de las sesiones con el rubio, había intentado por mi cuenta la acción realizada en compañía del psicólogo, siendo esta el comprar sin cubrir mis manos y tocar los productos sin sentir después la necesidad de correr al servicio y desinfectarlas, resultando exitoso en el proyecto y sintiéndome bien al lograr el objetivo.

Ver que era capaz de tocar objetos previamente no desinfectados y no sentirme tan mal como para sufrir un ataque de nervios, se sentía malditamente bien y el sentimiento era el mismo de cuando ganabas un trofeo en un campeonato, guardando esos pequeños logros en una vitrina de cristal siendo esta en mi caso, mi mente.

Mi andar era despreocupado y en ese momento nada ni nadie inquietaba mi mente. Mi alma descansaba en paz lejos de opresiones y mis pulmones aspiraban risueños el aire a su alcance.
Una leve sonrisa surcó mis labios, observando el violáceo-anaranjado en el cielo y las pocas nubes allí, como si fuesen algodones.

Hacía unas horas había acabado con el papeleo atrasado que tenía y me sentía flotar liberado al tener una tarde libre.
Al no tener nada que hacer y fuera de obligaciones, había decidido pasear por la ciudad, contemplando a las personas mientras paseaban.

Ver como el resto del mundo se movía por sí solo era algo agradable para mí y me llenaba de paz y calma absoluta ver que este no se acabaría.

Una repentina brisa más fuerte de lo anterior golpeó contra mi tenue cuerpo, haciéndolo temblar ligeramente, llevando mis manos a los bolsillos para mantener los dedos calientes.

El tiempo había pasado algo rápido estas últimas semanas y ya iba a pasar un mes desde que había conocido al rubio, siendo nuestro primer encuentro en una cafetería la cual Taehyung me había citado por asuntos laborales.

Una leve risa se escapo de mis finos labios al recordar como el rubio había estado llamándome diariamente para preguntar por mi estado de salud y como siempre, nuestras llamadas terminaban en anécdotas de la vida del más bajo o como éste había pasado su día.

No me molestaba en absoluto escuchar a Jimin por minutos hablar sin descanso, al contrario, su dulce y calmada voz junto su risueña risa, haciéndose presente a través de la línea, me hacían sonreír de alguna forma y era agradable para mis oídos.

Como si nuestras mentes estuvieran conectadas, el tono de llamada de mi teléfono con una parte de la canción Bubblegum bitch de Marina and the Diamonds, comenzó a sonar, dando señal de una nueva llamada.

Lentamente, saqué una de las manos de mis bolsillos, sintiendo el viento helado golpear contra esta al estar fuera de resguardo y dirigirla al bolsillo trasero de mi pantalón donde provenía el sonido. Leyendo en nombre en la pantalla del teléfono y sonriendo por ver quien era, contesté.

—¿Qué se le ofrece Sr. Park?— pregunté, llevando el altavoz del teléfono a mi oreja para escuchar.

Sabía que el rubio se empeñaba en que lo llamase por su nombre y cuando lo nombraba formalmente, era consciente de que se molestaba, pudiendo imaginar un puchero en su rostro, haciéndome sonreír al imaginarlo.

¡Jungkook!— carcajeé al conocer el motivo de su queja y me detuve en espera de que el semáforo de peatones se tornase verde, dándome paso
En fin, ¿Qué estás haciendo ahora?

Espero un semáforo, ¿Tú?

Acabo de terminar la última sesión del día y me preguntaba si te gustaría tomar algo conmigo— el semáforo cambió a verde finalmente y avancé mezclándome entre las personas.

—Sabes que no puedo...

En una de las muchas llamadas el rubio preguntó sobre las cosas que mi enfermedad me negaba a realizar y, una de ellas, era asistir a restaurantes o bares.

Lo sé, por eso te invito a venir a mi casa y yo pondré la bebida, ¿Qué opinas?—sin desistirse, preguntó esperanzado.

Llevé mis ojos al cielo una vez llegué al otro lado de la carretera y el semáforo nuevamente cambiara, dando paso a los vehículos.

No me parecía una mala idea al final del todo y debía asegurarme de que podía interactuar con el mayor sin problemas antes de continuar con esto de una amistad.

Como bien había dicho, habíamos hablado bastante por teléfono, pero eso no significaba que después de saber sobre su homosexualidad, mi cuerpo y mente lo tolerasen, pudiendo estar en el mismo lugar que el rubio.

—Mmm... ¿Habrá cerveza?—pregunté con un tono burlón.

¡Por supuesto!

—Voy para allá.

¡Genial! Te espero.

Gracioso por su reciente emoción, finalicé la llamada, dirigiéndome en dirección a la residencia del chico rubio.

Al encontrarme en una calle diferente a la mía, tan solo tardaría apenas 10 minutos en llegar al destino y por parte lo agradecía. Estaba empezando a helarme y la noche se reflejaba a minutos de caer completamente.

Tras los minutos transcurridos de un calmado pero rápido andar, la casa del rubio se alzó frente a mí y no tardé en acercarme, golpeando con los fríos nudillos cubiertos la madera de la puerta.

—¡Hola!— la activa voz del mayor se hizo presente y su figura risueña de baja estatura se alzó frente a mí, siendo recibido por un Jimin sonriente.

Verlo nuevamente después de nuestro último encuentro en persona y teniendo en cuenta todas las conversaciones telefónicas donde el rubio me había permitido conocerlo ligeramente más a fondo, me hizo darme cuenta de que tal vez, haber aceptado su invitación y habiendo llegado hasta este punto, no hubiese sido la mejor idea que se me hubiese ocurrido en siglos.

Verlo ahí parado, frente a mí con una de sus sinceras sonrisa de blanca dentadura, me hizo ver como el miedo y angustia que sentía hacia las personas atraídas por su mismo sexo, era mucho más profundo y preocupante de lo que mi enferma mente hubiese llegado a imaginar.

Tan pronto como nuestras miradas cruzaron, la respiración comenzó a faltarme y los dedos —algo entumecidos  por el frío— temblaron ante la idea de estar parado frente a mi mayor pesadilla por años.

Pensé que, a pesar de saber sobre mi homofobia en un nivel algo extremo, las conversaciones a través del teléfono, siendo estas cómodas y entretenidas, podía cumplir con la idea que el mayor tenía sobre la cura hacia mi trastorno y lo que, seguramente, fuese lo más eficaz aunque presentara dificultades.

El que, el porcentaje de probabilidad de que la mejor cura para mi caso fuese entablar una amistad con una de las personas iguales —en temas de sexualidad— que el a agresor quien ocasionó el inicio de todo el caos que llevaba en mi día a día, no significaba que fuese un tratamiento rápido y mucho menos sencillo. Pero, lo que nunca llegué a pensar, fue que nada más pararme frente al rubio con aquella sonrisa que en algún momento me pareció adorable, fuese a suponer tal problema como el sentir de mi cuerpo desfallecer o las ganas de huir lejos de las presencia del mayor a kilómetro de distancia del lugar.

Tan mal fue el sentimiento de angustia en mi pecho al verlo que lo único que conseguí decir fue un simple y grosero "adiós" antes de girar sobre mis pasos con la intención de largarme a otro lugar.

Me sentía como un cachorro con el rabo entre las patas y solo pasó por mi mente la idea de huir despavorido.

No quería verlo y tampoco enfrentarme a los problemas. Solo desaparecer para seguir con mi miserable vida sin ningún tipo de contacto o afecto, como lo llevaba siendo hasta ahora. Pero la repentina presencia del rubio con sus brazos extendidos en forma de cruz, impidiéndome huir, se hicieron presentes en cuestión de segundos y llegué a cuestionarme en que momento aquel se había trasladado desde el marco del recibidor hasta los escalones frente a la puerta del mismo, siendo como un rayo y transportándose de un lugar a otro.

—Hey, ¿Qué ocurre?—fue lo que él chico bajo preguntó confuso segundos después de apreciar mi asustadiza reacción.

Todo mi cuerpo se tensó ante su avellana mirada y sentí que en ese momento mi único deseo era desaparecer y reaparecer entre los cálidos brazos de mis padres, dándome cobijo de mis miedos e inseguridades.

—Y-yo no...

Mordí mi labio inferior, desviando la mirada al suelo, esperando porque aquella situación para nada cómoda se acabase.

—¿Aún no puedes acostumbrarte a mí?—preguntó viendo como no era capaz de seguir hablando por el reciente nudo en mi garganta. Asentí— No voy a hacerte daño Jungkook, te lo prometo.

Su tono de voz, cálido y sincero, me hicieron levantar la mirada del pulcro suelo y fijarla nuevamente en los avellana ojos que me observaban con esperanza.

Lentamente, el rubio fue bajando sus brazos y una reconfortante sonrisa se formó en sus gruesos labios. Aquella sonrisa que me hizo perder el miedo en segundos y que hizo sentirme a salvo a su lado.

Ambos nos dirigimos al interior de la casa después de conseguir calmarme, sentándonos en la a sala de estar decorada de una forma moderna y minimalista, con algunos cuadros y jarrones.

—¿Qué tal has estado, Jungkook?

Preguntó, dejando sobre la mesa ratonera frente al sillón, un par de botellas de cerveza que no tardé en aceptar y darle un sorbo, degustando en amargo sabor del contenido y como este picaba mientras se deslizaba por mi garganta.

— Bien, supongo, nada nuevo— llevé nuevamente el morro de la botella a mis labios observando como la persona frente a mí imitaba el acto.

—Me alegro—sonriendo, dijo—. Oh, tenías un problema con Kim, ¿No?—asentí—¿Lo arreglasteis?

—Sí, fue algo complicado pero estamos bien.

Una leve sonrisa se instaló en mi rostro mientras mantenía la mirada en aquel botellín entre mis dedos. Estaba feliz de saber que entre el castaño y yo no hubiese problemas después de eso.

—Hay algo que no entiendo—el rubio hablo nuevamente llamando mi atención, dando otro trago a la bebida y mirándome tranquilo—, ¿Cómo es que te puede gustar Kim si sufres de homofobia?

El ardor de mis mejillas repentino pintó estas de un rojo vivo al ser consciente de que alguien sabía sobre mi atracción por mi jefe.

—Ni yo lo sé, solo sé que me gusta—contesté avergonzado, sintiendo mi garganta arder de nuevo ante el alcohol de la cerveza.

— Si pero, ¿Qué es exactamente lo que te gusta de él?

—Pues...—medité la respuesta antes de proseguir.

La mirada del mayor se encontraba en mí y eso me incomodaba. Pero agradecía que él rubio mantuviese una considerable distancia conmigo. Aún no me encontraba cómodo en su presencia y era consciente de que él lo sabía.

—Supongo que todo—contesté—. Me gusta su voz y cuando me llama "Kook". También me gusta su rostro y su sonrisa. Muchas veces me avergüenzo cuando me encuentro mirándolo por mucho tiempo—reí ligeramente ante mi comentario—. Pero, lo que más me gusta, es lo atento que es conmigo. Es un gran amigo y ha estado cuidándome por los últimos dos años, estoy agradecido con él por eso.

La sonrisa desbordante de amor y aprecio no tardó en formarse en mi rostro. Podría describir sin dudarlo el nivel de cariño que sentía por el castaño y nunca me avergüenzaría de ello.

—Ya veo—el mayor volvió a beber sin despegar su vista y repetí su accionar—.Y ¿No te importa que Kim sea hombre?

— No en gran parte. Sé que nosotros no seremos nada y Taehyung es mi amigo.—el rubio asintió — Y...¿Qué hay de ti?

—¿De mí?— preguntó confuso, señalándose con la misma mano con la que sostenía el recipiente de cristal. Asentí.

—Si, el chico moreno del...Otro día...

Recordar el pasado momento donde el miedo me invadió una vez más mi ser completo y me sentí fallecer, no era un recuerdo nada agradable por lo que, incómodo, bebí una vez más de la boquilla de la botella, desviando mi vista del rubio.

—Oh, Namjoon, él... Bueno, no se le podía considerar un amigo—el mayor negó divertido con su cabeza.

—¿No sois pareja?—pregunté intentado aclara la duda que se había instalado en mi mente.

—¿Qué? No, claro que no, Namjoon... Solo es alguien con el que me acuesto.
—gracioso por mi suposición sobre su relación con el supuesto "Namjoon", río divertido, bebiendo una vez más.

Oírlo decir aquello me hizo extrañar aún más. El tono agradable con el que el rubio hablaba sobre su relación con el moreno daba a entender que lo disfrutaba y mi mente no logro procesarlo, produciendo un cortocircuito.

—Cómo, ¿Os habéis acostado más de una vez?—algo alterado, pregunté, ocasionando una carcajada por parte del bajo.

Desde mi punto de vista y mi experiencia, aquello dolía como el mismo infierno y no tenía ni el más mínimo deseo de repetirlo de nuevo. No entendía como las persona veían el sexo como algo agradable y placentero.

—Si Jungkook, lo hemos hecho más de una vez.

— Pero, ¿¡Cómo!?

Su mirada graciosa y confusa al mismo tiempo, como si yo estuviera diciendo barbaridades, no ayudaba en calmar mi cuestión.

—¿De verdad quieres que te explique cómo es el sexo gay?—con una sonrisa divertida, cuestionó, ocasionando un sonrojo por mi parte.

—No me refería a eso...—mi tono de voz salió tímido como si acabara de preguntar por algo prohibido y el rubio volvió a carcajear, bebiendo de su botella de nuevo.

—¿Qué es lo que quieres saber?

Más calmado de sus risas sobre mi confusión, preguntó, cosa que internamente agradecí.

—¿No le duele? Me refiero cuando...eso...—otra carcajada ser hizo presente y el rubor en mi rostro se extendió hasta mi cuello y orejas.

Podría afirmar que mi cuerpo ardía en vergüenza y humillación ante aquellas preguntas un tanto incómodas.

—Eres muy gracioso Kook— rió —. No, no creo que duela. Eso deberás preguntárselo a Namjoon, pero creo que el chico no vendría pidiendo por más si ese fuese el caso.

Definitivamente deseaba que en el suelo se abriese una grieta, tragándome hasta perderme en el fondo del hoyo lejos de sentir la vergüenza que hacía mi rostro rebosar de un color carmesí por el calor.

La respuesta dada por el rubio mientras reía gracioso —suponía por mis repentinas preguntas — solo me hacía querer desaparecer del lugar y ocultarme donde no pudiese ser visto de nuevo. Sentía que no podría mirarlo a la cara de nuevo después de esa confesión respecto a su vida sexual.

Pero a pesar de ello, mis dudas al rededor del dolor que se sentía en el momento de la penetración no se había aclarado en lo más mínimo y ahora solo aumentaba con cada hipótesis que mi cerebro producía.

En el espantoso momento en el que mi virginidad fue robada y mi entrada siendo perforada casi por el miembro del desconocido hombre, juré haber visto las estrellas. Pero no unas de placer, sino unas que me trasladaron al mismo infierno, haciéndome gritar y rogar adolorido porque la espantosa sedación terminase. Llorando, sintiendo bajar la caliente sangre por mis muslos y notando como mi interior se desgarraba con cada embestida que el hombre proporcionaba con el fin de conseguir alcanzar el clímax en mi interior, sintiendo minutos después la semilla de aquel sujeto mezclarse con en liquido rojo de mi entrada y escuchar un gemido grave por el agresor.

A pesar de todo el dolor y el débil estado de mis músculos por la reciente agresión, conseguí caminar —a duras penas—, logrando salir del oscuro callejón, apoyándome en las duras y mugrosas paredes para no desfallecer allí mismo.

—¿Cómo es posible...?—pregunté con la confusión a flote en mi piel.

Quería una explicación, una razonable y entendible que justificase el por qué de esta conversación que ahora mismo se había convertido en mi prioridad.

El rubio me miró y su risas melódica fueron sustituidas por una mirada llena de ternura y una sonrisa tranquila.

—Existen cosas para que no duela tanto a la hora de "eso"—con sus dedos, hizo señal de comillas al haber notado como yo no fui capaz de hablar con propiedad y mi rostro quemó por esa acción—. También influye mucho la tensión que tengas en el cuerpo y si estás relajado o cuánto tiempo lleves sin hacerlo—finalizó.

—¿Qué tipo de cosas existen para que no duela?

El rubio —una vez más y sin contestar la pregunta— se levantó de su asiento, dejando la cerveza a casi acabar en la mesa ratonera y desapareciendo por la puerta del living para perderse por el amplio corredor.

Siguiendo cada movimiento y dudando si seguirlo o no, esperé llevando la botella a mis labios. La vez que el rubio hizo lo mismo regresó a los segundos con una maceta que, ahora, era una verde y llena de vida aloe vera, por lo que supuse que no tardaría en regresar. El problema era que la curiosidad estaba a flor de piel en mi organismo y el esperar por saber me estaba matando al igual que el miedo que sentía sobre ese tipo de conversaciones. Mi experiencia era la mínima entorno a temas respecto al sexo y nunca mostré interés por saber más de ello, por lo que todo para mí era desconocido y nuevo.

Mis suposiciones fueron correctas y la cabellera rubia no tardó en hacerse presente de nuevo, cruzando la sala del living con un bote rosa alargado entre sus manos y con una leve sonrisa en sus labios.

—¿Qué es?—pregunté una vez que el bajo se acercó para mostrarme el contenedor rosa sin saber el paradero de este.

—Lo que ayuda a que no duela—sentándose nuevamente y observado el bote con determinación, contestó.

La curiosidad me carcomía el alma y las ganas de preguntar por más acerca del misterioso contenido del recipiente, hacían que mis dedos cosquillearan deseosos por saber. Pero mi lado racional me advertía de que, tal vez, fuese maleducado de mi parte preguntar, por lo que solo callé, mirando con deseo el objeto entre las manos ajenas.

El mayor pareció notar la intensidad con la que mis ojos y el brillo curioso en mis pupilas parecían con el contenedor y rió divertido una vez más.

—¿Quieres saber cómo funciona?— preguntó, abriéndolo.

Tímido al ser descubierto, asentí con la cabeza ligeramente y carcajeó nuevamente.

Estaba empezando a adorar esa armoniosa risa sin ser consciente de ello.

—Entonces, necesito que te quites los guantes para probarlo.

Cierto. Tal vez no requerida del uso de protección cuando fuese a comprar, pero el resto del tiempo sí usaba los guantes. Se había convertido en una mala costumbre que me mantuvo a salvo de ataques los últimos años.

Algo inquieto por su petición, retiré la tela que cubría mis dañadas manos y los dejé a un lado.

Tras ver mis manos libres de prendas cubriéndolos, el rubio se levantó, destapando el misterioso bote y acercándose a mí.

—Está frío, no te asustes—con un gesto, pidió extender mi mano y así lo hice.

Dudoso pero decidido, sentí la fría sensación de un gel viscoso ser echado entre mis dedos y como este resbalaba por mi mano, sintiéndose extraño pero no asqueroso.

El rubio se retiró de nuevo a su respectivo asiento, manteniendo su mirada divertida en mis acciones cuando comencé a jugar con el extraño gel entre mis dedos y ver lo resbaloso que éste era.

—¿Qué es?—pregunté nuevamente.

—Lubricante—contenido una carcajada al ver fruncir mi entrecejo ante la nueva palabra y deducir mi acertada ignorancia ante eso, carcajeó—. Sirve para que, al ser tan resbaladizo, a la hora de penetrar sea más fácil y no duela ni cueste entrar—aclaró.

—Oh.

Desvíe mi atención del gel en mis manos hacia el rubio el cual rió divertido por mi expresión una vez más.

Había perdido la cuenta de las veces en las que este había reído y en el efecto descolocador, como si fuese una droga, me dejaba fuera de mis sentidos por segundos en los que viajaba a un mundo paralelo diferente donde solo se podía apreciar la música de las carcajadas del mayor.

—Las mujeres segregan lubricante natural cuando están excitada. Los hombres lo único que podemos expulsar para hacerlo más sencillo es el líquido pre-seminal, pero no es lo suficiente como para que no le duela a la otra persona, por lo que siempre solemos utilizar lubricante.

—¿Por qué sabes tanto?

Vale, tal vez yo fuese un ignorante a mis 21 años de edad, pero el rubio sabía demasiado quizás.

Dudó unos segundos en que responder y carcajear al final tras hallar la respuesta.

—Tal vez porque lo practico diariamente—mi rostro ardió y desvíe la vista a mis manos tras oír la fuerte carcajada por el mayor —. El baño está al final del pasillo, puedes limpiar tus manos— habló aún riendo y tímidamente asentí para desaparecer de las burlas del más bajo por mis reacciones y desconocimiento de aquel gel viscoso entre mis dedos, llamado lubricante.

-Bubblegum de Marina and the Diamonds.-


Ya estoy de nuevo!!
Siento la espera. Se que prometí unas tres horas, pero no he dormido bien en tres días y el sueño puede conmigo (╥﹏╥).
Desde que llegue de clase me la pasé corrigiendo y ya van a ser unas 4 horas y media. Soy muy lenta lo sé. Perdón!!
Lo bueno? Mañana ya son vacaciones (para mí) y lo dedicaré a escribir. Espero no tener uno de esos días malos en los que me bloqueo por completo •́  ‿ ,•̀
Ahora sí, os dejaré el CAP. Disfrútenlo!! (≧▽≦)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro