Muchas personas piensan que las pesadillas son malos sueños donde el cerebro crea imágenes de lo que más te aterra en esta vida y no niego que tienen razón pero, las mías, eran más un recordatorio que un temor. Mis pesadillas me recordaban que si me acercaba de más a una persona, terminaría dañado y roto en miles de pedacitos inservibles que a nadie le importaría y dejarían volar con el viento, perdiéndose desperdigado por cualquier lugar y sin la oportunidad de volver a unirse para estar completo.
Creo que ya os había contado sobre mis pesadillas y la frecuencia que estás tenían en aparecer cuando un virus invadía mi sistema, quebrando mi estado saludable y dejándome en una vista deplorable. Pues bueno, como la rutina que era, este resfriado no sería la excepción y, los malos recuerdos de mi infancia, se proyectaron en mi mente mientras dormía, ocasionando el típico malestar en el que, por más que lo intentas, no puedes despertar y, a pesar de saber lo que va a ocurrir, tu cerebro espera hasta tocar el punto máximo de miedo para que, al fin, puedas reaccionar y emerger al mundo de la realidad, dónde eres consciente de que solo es un sueño más, en este caso, una vil pesadilla.
Lo raro de esta vez, fue que, a pesar de encontrarme en el mismo escenario, con la imagen de yo de niño y el hombre desconocido acorralando mi cuerpo contra el muro de la pared, antes de poder ser tocado por aquel, la silueta del rubio aparecía al final del callejón y, como si fuese mi ángel protector, acudiendo a la llamada de auxilio que mis gritos emitían, el chico bajo me salvó, llevándome lejos de las repulsivas manos del agresor manteniéndome entre sus brazos donde nadie podría dañarme nunca.
Todo era extraño y nuevo para mí. En todos estos años, en ninguna de las pesadillas hubo nadie que me rescatara y que produjera este sentimiento de tranquilidad y seguridad en el que me sentía flotar como una nube cuando era rodeado entre los brazos del mayor.
Era una sensación tan placentera que juraría pasar horas en la misma postura y no llegaría a cansarme nunca.
Solos nosotros. Sin ninguna palabra de por medio. Entre sus brazos y respirando su aroma a cítrico y menta. Solos, Jimin y yo.
Pero como bien había dicho, aquella fantasía donde nada sucedió hace más de una década, resultó ser un sueño efímero y con él, llegó el despertar, uno acompañado de mi rostro bañado por los rayos del sol y un repentino escalofrío recorriendo mi espina dorsal por la fiebre.
Podía saber, por la claridad de la luz que se filtraba entre las blancas cortinas, que era una hora temprana en la mañana, tal vez se tratase de las 8 o 9 del día y mi cuerpo me dió la señal de no ser capaz de dormir más.
Estaba exhausto después de todo. Sentía como si con el primer paso que diese, mi cuerpo desfallecería y se quedaría tirado en el suelo sin intención de reaccionar. Tenía ese presentimiento. Pero a pesar de ello y del dolor en la cabeza junto con un mareo al reincorporarme en la cama, me levanté y me dirigí al balcón que la habitación poseía, abriendo las grandes puertas de cristal para dejar que la brisa helada de la montaña chocase contra mi rostro y mis pulmones respirasen de ese aire puro que no era tan limpio al fin y al cabo.
Sentir el frío mañanero dió lugar a temblores por todo mi cuerpo que me hicieron estremecer pero, a pesar de eso, me sentí bien.
Apreciar la grandeza que la naturaleza dejaba ver en esta temporada del año era el mejor regalo para la mañana de navidad y, repentinamente, deseé poder verlo con ellos.
Mis padres.
La última víspera de Navidad que pasé junto con ellos, la recordaba como si fuese esa misma mañana y nunca olvidaría lo agradable que era despertarse el día 25 de diciembre y correr a la sala de estar, siendo recibido por el calor hogareño y quedando asombrado por la cantidad de regalos envueltos en llamativos papeles de colores bajo el árbol verde.
Lo que más amaba de la mañana de navidad, no era el abrir los regalos, ni mucho menos. Lo que más amaba de ese día, era levantarme y saber que una rica taza de chocolate caliente con malvaviscos y galletas me estarían esperando junto con una baraja de cartas para un divertido rato en familia.
Los regalos eran lo último que se apreciaba en mi casa cuando una taza del delicioso cacao y un montón de juegos de mesa se encontraban en la mesita del living junto con mis parientes sonrientes esperando por que me uniera a ellos.
Eso era lo que de verdad significaba navidad para mí. Pasar el día jugando juegos de mesa y comiendo un montón de dulces junto a las personas que me importaban.
Pero este año no sería diferente y, como me había acostumbrado hacer en los últimos años, llorar mirando por la ventana, recordando el rostro sonriente de mis padres mientras reían por haber pillado a mi hermana haciendo trampas en un juego, era casi una tradición más.
Todas esas luces de navidad que solían adornar un árbol verde con su variedad de colores luminosos, se volvían de un tono gris opaco y, lo vacío que se sentía mi corazón, me hacía pesar el cuerpo como si este fuese de plomo.
El día de navidad se volvió algo pésimo y triste desde su partida y era una jornada casi peor que el aniversario de sus muertes, porque yo de verdad ansiaba con correr hacia el salón y encontrarme con toda mi familia allí reunida, sonriendo y degustando galletas recién horneadas e invitándome a unirme a su juego al verme llegar.
Toda la ilusión de la navidad se perdió en mí cuando mi víspera de navidad número 11 se hizo presente con la ausencia de mis padres. Una ausencia que aún vagaba en mi corazón y que cada 25 de diciembre se convertía en un infierno.
Como si el cielo despejado de nubes supiese lo que necesitaba, el sonido de la puerta abriéndose se hizo presente junto a mis leves sollozos y, ver a la persona a la que mi corazón latía, me hizo sentir más frágil y vulnerable de lo que ya estaba.
Porque sí. Mi corazón le estaba latiendo a él en ese preciso instante y toda mi alma reclamaba por estar entre sus brazos, inundado de su dulce aroma natural y siendo consolado con caricias cargadas de cariño.
Porque solo él provocaba eso en mí.
—Hey...— susurró en un tono suave mientras se acercaba a mí y envolvía mi tembloroso cuerpo en un cálido abrazo que correspondí —¿Qué es lo que pasa?— acarició mi pelo con dulzura y sollocé, enterrando la nariz en su pecho.
—L-los extraño—sollocé—L-los echo mucho de menos, Jimin.
Jimin.
Jimin era al que mi corazón latía en ese preciso momento y por el que mi ser completo rogaba de su calidez. Porque Jimin era quien me estaba ayudando a superar mis fobias y porque fue él el único que creyó en mí. Porque Jimin era quien apareció en medio de esa horrible pesadilla y me salvó de ser herido de nuevo. Porque Jimin era la persona que me estaba gustando y por el cual mis sistemas se alteraban al verlo.
Jimin era esa persona que tanto había esperado y que había venido a sacarme de este infierno con su dulce voz y su risa risueña; sus ojos avellanas que parecían contener un universo y que se pedían en una línea cuando el rubio sonreía. Sus mejillas abultadas y redonditas y sus labios rosados y carnosos que ahora deseaba ser besado por ellos.
Porque Jimin estaba alterando mi mundo desde lo más profundo de mi corazón y había tomado la decisión de dejar mis sentimientos fluir y confiar ciegamente en el mayor.
Porque era él el que ahora sostenía mi inestable cuerpo ahogado en sollozos que fueron desapareciendo al ser rodeado por su fragancia y quedando absorto en sus caricias sobre mi cabeza.
Porque era él quien estaría a mi lado.
[…]
—¿Ya estás más calmado?—se acercó a la cama donde me encontraba y cambió el paño húmedo de mi frente por uno recién escurrido—. Creo que tu fiebre ha bajado, eso es bueno— sonrió.
Después de haber estado llorando como un niño por más de diez minutos en su pecho y después haberme acostado de nuevo por órdenes del mayor, ahora me sentía como un rey ante la atención que recibía del pelirubio y los cuidados que me daba.
—Gracias otra vez, Jimin...— murmuré con una voz débil al sentir mi garganta inflamada por la tos.
—No te preocupes—dijo— Para eso estoy, ¿No?—asentí— Me alegro de que te sientas mejor, pero sigo sin pensar que dejarte hacer lo que quisieras ayer fue buena idea, tu temperatura es muy alta— comentó tomando el termómetro y revisando éste.
—Yo ya estaba así antes de ir a la bañera de hidromasaje— hablé sin interés—. Además, sabes que hubiese hecho lo que quisiese. No podrías haberme detenido.
—¿Crees que no podría haberte detenido si quisiese?—preguntó retándome. Asentí— ¿Y si le hubiese dicho a Kim y el te dijese que te quedases en la cama?—sonrió orgulloso.
Ahí tenía razón y es porque, a pesar de los recientes sentimientos encontrados que se van creando en mi corazón por el rubio, el castaño seguía siendo mi debilidad y aquello no podía negarlo.
—Eso no es justo...—murmuré.
—Si lo es. Sabes que tengo razón— declaró con orgullo. Al cabo de los minutos, retiró de nuevo el paño de mi frente para repetir la acción anterior—. Sigo sin ver lo bueno en Kim. No veo nada en él para que te guste.
—¡Claro que sí!—casi grité, aunque aquello ocasionó que mi garganta doliese en exceso— Él es todo lo que se puede desear y más. Es guapo, listo, amable, considerado, caballer-
—Si, si, el hombre perfecto— habló haciendo burla y rodando los ojos con molestia—. No tienes buenos gustos Jungkook.
—¿Y cuáles son tus gustos?
—¿Los míos?— asentí. El rubio pareció pensar—Me gusta cualquier hombre—declaró.
—Eso no es para nada específico. Si dices eso, puedo pensar que te gusta Taehyung—al oír aquello, me miró aún más molesto. Tuve que reprimir una risa por su expresión—¿Cómo es tu chico ideal?—le pregunté finalmente.
—Pues....—comenzó— Me gustan chicos altos y con el pelo castaño. También me gusta que su voz sea grave pero obviamente tienen que ser pasivos o la relación no pasará de un "hola"— afirmó aquello último y sonrió satisfecho por sus palabras. Lo miré con asco.
—¿Tenías que decir lo de pasivo? Vas bien hasta que sacas tus temas sexuales por medio y entonces te ves como un idiota—confesé.
—¡Oye! Has sido tú el que ha preguntado—se defendió. Parecía ofendido por mi comentario.
—Tienes razón— afirmé —. No recordé que contigo no se podía mantener una conversación normal sin que haya temas de sexo por medio—me encogí de hombros y sentí como un cojín era golpeado contra mi rostro y seguido mis carcajadas se oían por todo el lugar.
—¡Ush! Eres lo peor Jungkook.
—Sabes que tu eres mucho peor—le saqué la lengua tal niño burlándose de un adulto. Me estaba divirtiendo bastante al molestarlo.
—¿Si? Tienes razón, yo soy mucho peor—al oírlo decir eso, palidecí. No supe que iba a hacer hasta que volví a encontrarme con la misma posición de la noche anterior dónde era atacado por cosquillas del mayor hasta el punto en el que el aire me faltaba de tanto reír y rogaba porque se detuviese—. ¿Quién es peor de los dos?— preguntó, reteniendo mis manos a ambos lados de mi rostro, deteniendo su accionar y dejándome respirar aún riendo.
—Y-yo—respondí.
—¿Y con quién se puede mantener una conversación tranquila?—cuestionó de vuelta y lo miré sonriendo, ahora más calmado.
—Con... ¡Taehyung!—reí divertido como un niño tras haber cometido una travesura. Jimin río conmigo.
—Eres increíble, de verdad. Incluso, en una situación así, eres capaz de provocarme.
—¿Y en qué tipo de situación estoy, Dr. Park?—mi tono sonó atrevido una vez que dejé de reír y lo miré a los ojos. Un brillo se iluminó en ellos.
—Una en la que estás a mi merced y que puedo hacer cualquier cosa contigo, Sr. Jeon.— sonrió y me perdí una vez más en sus labios.
—¿Cualquier cosa? ¿Cómo qué?—mi temperatura corporal la sentí aumentar y ya no estaba seguro si era a causa del resfriado o porque mi cuerpo empezaba a sentir calor ante la presencia provocativa del más bajo.
Era consciente de que las cosas podrían salirse de los carriles si continuamos de esta forma. Pero algo en mí, me decía que estaba bien entregarme a las manos del rubio y que en ellas no sería dañado.
Ahora mismo, el aura en aquella habitación, era similar al ambiente que se crea cuando una presa es apuntó de ser devorado por un lobo feroz que está perdido en el éxtasis por comer y que no es capaz de pensar con sus cinco sentidos.
El aire se volvió pesado y algo cálido a pesar del clima invernal y vi al rubio tragar saliva dificultosamente y relamer sus labios sin perder su mirada de la mía.
—Puedo hacer algo como esto— habló de nuevo, rompiendo el silencio creado.
Lentamente, su labios se fueron acercando a la línea de mi mandíbula y sentí mis músculos tensarse al ser besado en la curva de ésta última por él, siendo que comenzó a repartir toques con sus labios desde mi quijada hasta mi cuello, haciéndome sentir como si cada parte de mi piel rozada por él ardiesen a su paso.
—¿Esto es asqueroso para ti, Jungkook?—preguntó, deteniéndose por unos instantes al no obtener reacción por mi parte pero sin separarse del hueco de mi cuello, donde mi piel se estremeció ante su aliento cálido al hablar.
—L-lo es. Lo más asqueroso que he pasado nunca...— afirmé tragando saliva dificultosamente.
Apresar de ser verdad lo que afirmaba y sentir como si estuviera siendo contaminado en cada roce que el rubio provocaba, mi cuerpo no estaba reaccionando y solo parecía rogar por ser corrompido por el de bajos complejos, deseando por ser tocado más y anhelando de más de sus dulces besos por toda la superficie de mi cuello.
—Y...¿Quieres qué pare?— preguntó dejando un beso más sobre mi piel, haciéndome jadear por el repentino acto.
—N-no— declaré. Lo sentí sonreír en el hueco de mi cuello y, como siguiendo mi pedido, continuó repartiendo de sus roces dulces y cálidos.
Cómo yo había supuesto, cada parte que el rubio besaba, se sentía como si fuese igual de dulce que el azúcar y la misma textura que el algodón, blando y mullido, con ese roce suave.
Todo aquello era una experiencia nueva para mí y debía admitir que parte de que fuese posibles era el resfriado. Sin embargo, tener aquello de excusa por algo que había deseado por tener, era ser un poco cruel con el rubio porque, después de esto, decidiría olvidarlo y seguir con la buena amistad que forjamos con el pasar de los días, diciéndole que pasó a causa de mi alta fiebre y que no se volviese a repetir, a pesar de que me estaba sintiendo como en el cielo mismo.
—Jungkook—lo oí hablar mientras regresaba con sus labios por un camino de besos a mi mandíbula y se detenía ahí para mirarme—. Estás duro— comentó.
En ese momento, la realidad me golpeó y fui consciente de lo lejos que estaba llegando todo.
Estaba tan perdido en la nueva experiencia que no había sido consciente del todo de cuando mi miembro había sido consumido por la lujuria y se dejó ver excitado ante el mayor. Porque me encontraba tan absorto en el toque de sus labios en mi cuello y en retener los jadeos involuntarios que ese roce producía, que no fui consciente de la creciente erección que salió a flote por debajo de la tela de mi pantalón.
—Mierda— hablé entre dientes, haciendo el ademán de reincorporarme para ir a encargarme de mi excitada hombría pero encontrándome retenido por el rubio bajo su cuerpo—. Jimin... Está empezando a doler y tengo que ir a calmarme, ¿T-te importaría apartarte?— tituveé al final, cuando el chico no me dejó terminar sin antes volver a besar mi cuello, esta vez con algo más de brusquedad. Una que llegué a amar.
—No— habló firme sin detenerse. Aquello me descolocó por completo. ¿A qué se refería con no?
—E-estoy hablando en serio...
—Yo también lo hago, Jungkook. No dejaré irte.
Vale, debía admitir que el repentino cambio de accionar del rubio me estaba aterrando un poco, pero más que asustar, estaba confuso por sus palabras.
—¿Qué es lo que pretendes...?—pregunte asustado. El chico había dejado de atacar mi cuello para mirarme aún sin soltar el agarre de mis muñecas y mantener estás a la altura de mi cabeza.
—Déjame hacerlo por ti— pidió, dirigiendo una mano a la cintura del pantalón que llevaba. Rápidamente, conseguí pararlo antes de que introducirse su manos por la prenda y llegase a hacer algo más, sujetando su mano y alejándolo de mi cuerpo
—Detente— rogué casi con mi voz rota.
Estaba asustado y el temor me estaba carcomiendo. Lo que más me aterraba era el rostro del rubio, tan perdido y distante, como si fuese otra persona distinta pero que, para mí desgracia, conocía a la perfección.
Era la misma persona que abusó de mí en un callejón hacía años. Era el mismo aura y la misma expresión. El brillo similar en los ojos de ambos y esa determinación en tocarme que me hizo temblar bajo su cuerpo. Todo se estaba repitiendo.
—¿Por qué debería hacerlo?— preguntó haciéndome sorprender. Sentí mis lágrimas amenazar con hacerse presentes— Sé que lo quieres aunque nunca vayas a admitirlo, ¿Me equivoco?— no contesté, solo me limité a mirarlo con una expresión de pánico y viendo como éste soltaba finalmente ambas de mis muñecas pero no sé apartaba de mi cuerpo. Mi mano seguía agarrando su muñeca a la altura de mi cintura— Déjame hacerlo. Si no te gusta, pararé— prometió.
No respondí de nuevo. Aflojé el agarre sobre su muñeca con el terror impregnado en mi piel y, aquello, le dió a entender que continuase.
El miedo era constante pero había algo que me indicaba que todo estaría bien y el dolor de mi miembro pedía por ser aliviado.
Jimin no esperó más e introdujo su mano —ahora libre de mi agarre— por la cintura del pantalón, rozando el erecto sobre la tela del bóxer y provocando un jadeo ante el contacto por mi parte.
Nunca había sido tocado por nadie de esta forma a excepción de cuando era un niño y fui obligado. Ahora, el sentimiento era diferente y no me sentía de la misma forma que aquella vez. Mis músculos estaban tensos pero no era la misma tensión que hacía años atrás. Ahora, era yo el que también sentía la excitación y que buscaba por consuelo en las manos ajenas.
El rubio no dejó de mirar cada expresión creada por mi rostro y aquello me resultaba mucho más incómodo y embarazoso. Con uno de mis brazos, cubrí mi rostro para que no pudiera verme y con suerte mi extremidad ahogase los gemidos y jadeos hacía en más bajo cuando sentí como este empezaba a masajear mi entrepierna por encima de la tela.
—Supongo que no estás listo para ser tocado directamente— comentó y reprimí un jadeo, mordiendo mi labio inferior—. ¿Se siente bien?— preguntó.
—E-eres un idiota— jadeé. Estaba sintiendo como, en la parte baja de mi abdomen, un calor inconfundible iba creciendo a medida que los movimientos del rubio seguían y sentí el orgasmo rozando en mi organismo —. J-Jimin...m-me vengo....— avisé mordiendo con más fuerza mi labio, haciéndolo sangrar por la fuerza de mis dientes.
El chico rubio no detuvo sus movimientos y, como había afirmado, mi semilla fue expulsada, mojando el bóxer, mezclándose el final de mi orgasmo con un gemido que no conseguí ahogar, inundando la sala. Una leve sonrisa por parte el mayor se hizo presente.
—¿Fue tan malo?— preguntó una vez se separó ligeramente de mí pero sin salir de encima, observando el estado en el que me encontraba.
Mi respiración agitada y el pulso acelerado, sintiendo como si mi órgano vital saldría de mi pecho para irse a algún lugar lejano. Mis ojos medio llorosos por el estado de excitación anterior y un hilo de sangre brotando de mi labio inferior.
Miré al causante de todo ese revuelo de emociones, asesinándolo. Si las miradas matasen, él ya estaría muerto.
—¡Eres un idiota!— repetí nuevamente esta vez en un tono enfadado y lo empujé de encima mío, haciéndolo caer al suelo para salir corriendo, encerrándome en el baño al notar como las lágrimas —esta vez de impotencia— se hacían presentes.
El miedo seguía ahí y, a pesar de todo, fui tocado por el rubio, cosa que me aterraba. No podía pensar con claridad y lo único que hice fue llorar desconsoladamente, sintiendo mi fiebre aumentar y con ella náuseas instalarse en mi garganta. A pesar de no haber comido nada todavía, despojé lo que parecería ser mi estómago entero en el retrete del lugar.
Asco. Irá. Miedo. Confusión. Sentimientos. Todo era un lío de emociones en mi cabeza y nada estaba claro. Las imágenes de mí, encontrándome debajo de aquel cuerpo pequeño pero formado y siendo tocado, no dejaban de reproducirse causándome más temor aún. No le perdonaría nunca haber hecho eso y mucho menos me perdonaría a mí por haberlo dejado.
Pero a pesar de todo. A pesar de lo mal que me sentía ahora y la suciedad de mi cuerpo, todo mi ser rogaba por más y, aquello, me dejaba en un estado de confusión aún mayor.
Cada toque, cada caricia y roce habían sido únicos. Me sentí bien en sus brazos y había rozado las puertas del cielo cuando el clímax inundó mi miembro, provocando un gemido de placer.
Me había expuesto una vez más ante él y ahora no estaba seguro de cómo reaccionar.
—Jungkook...— llamó a la puerta y me encogí más en mi lugar. Me había sentado en el suelo del baño con la cabeza apoyada en las rodillas mientras sollozaba desconsolado—. Por favor— rogó —, déjame entrar...
—¡No!— grité— ¡No te quiero ver y mucho menos cerca! ¡Lárgate!— sollocé.
—Jungkook, estás enfermó—declaró firme.
—¡Eso no parecía importarte hace unos minutos!—recriminé y lo escuché bufar al otro lado.
—¿Tanto es el problema?—preguntó furioso. Me estremecí por su tono.
—¡Lo es! ¡Déjame en paz!—todo en mí estaba temblando, incluso mi corazón.
Tras escuchar otro gruñido por el más bajo, finalmente oí como sus pasos se alejaban y no tardé en romperme en llanto.
No sabía qué hacer. No sabía nada y no tenía a nadie a quien preguntar. Estaba solo y debía afrontar esta situación por mí mismo. Pero... ¿Cómo?
[…]
Los golpes risueños en la puerta del baño se escucharon unas horas después de lo ocurrido.
No había querido salir en todo este tiempo y me la había pasado pensado —sentado en el frío suelo— por una solución.
Mi cabeza y me estado físico no estaban ayudando, claro. En todo el tiempo encerrado en la sala, no había hecho más que empeorar mi resfriado y ahora me sentía más débil y vulnerable que antes. No tenía fuerzas ni para mantenerme en pie y mis párpados pesaban más y más con el pasar de los minutos.
—Jungkook, soy yo— la voz del castaño que tanto amaba se hizo audible a través de la puerta de madera y débilmente sonreí.
—T-Tae....—tirité por el frío que sentía. Tener fiebre y solo llevar una camisa cuando estás sentado en los azulejos de un baño que parecen estar más helados que un mismo iceberg, no era la mejor forma para combatir un virus contraído por el frío y humedad.
—¡Jungkook!—lo oí gritar alterado, creí por oír el estado quebradizo en el que mi voz había salido— ¡Jungkook ábreme la puerta! ¡Eh!
Aquello fue lo último que escuché antes de caer desmallado sobre las frías losas y dejar a mi suerte el sobrevivir o no. Porque no, no estaba exagerando cuando decía que podría morir por el resfriado. Había tenido pacientes en mi estado y ellos, a pesar de ser tratados, habían fallecido por el virus. Ahora solo quedaba rezarle a alguien porque me salvará o esperar por el reencuentro con mis padres en el más allá.
[…]
—¿¡Qué es lo que ha pasado con vosotros!?— oí como la voz del castaño lejana le gritaba aquello a alguien. No conseguí abrir los ojos y solo escuché lo que sucedía a mi alrededor sin ser del todo consciente.
—Bueno.... Paso algo... ¡Pero no fue cosa mía que se encerrase en el baño estando en ese estado!—ahora la voz del rubio era la que gritaba. Estaba empezando a entender que era lo que sucedía.
—¿¡Qué mierda le hiciste!? ¿¡Te pasaste con él!?—no hubo respuesta y el golpe de algo contra la pared se escuchó seguido de un gemido adolorido por el mayor—. Hijo de-
—¡Taehyung, por dios! ¡Suéltalo!—Sumin, quien parecía estar a mi lado, cambiando el paño húmedo de mi frente, oí como corría con aquel par y los separaba, suponía.— Deja que se explique—pidió.
—¿¡Qué tiene que explicar!? ¿¡Cómo se aprovechó de mi amigo enfermo!? ¡Es un c-
—¿Podéis dejar de gritar? Me siento aturdido...—incorporándome en la cama tras cortar las palabras del castaño y abriendo mis ojos poco a poco, acostumbrándome a la claridad del día, hablé en un murmullo. Mi garganta dolía a mares.
—¡Kook!— Taehyung corrió hasta a mí y me rodeó con sus brazos haciéndome gemir adolorido. Cada parte de mi cuerpo dolía como el infierno y no tenía idea del por qué— Sigues ardiendo en fiebre...— comentó una vez me soltó y la morena se acercó ahora a mí.
Me encontraba en la gran cama de matrimonio que mi jefe y su pareja compartían, rodeado de las tres personas antes mencionadas y con la misma ropa que llevaba antes de caer rendido en un sueño en el frío suelo del baño.
—Estoy bien— afirmé sonriendo.
—Iré por el caldo, ahora vuelvo— Sumin me sonrió cálidamente y salió del lugar tras pronunciar aquello.
—¿Qué ha pasado?— pregunté aún aturdido. Solo recordaba fragmentos de los acontecimientos y no todo estaba claro.
—¿No te acuerdas de nada?— esta vez, fue el rubio quien habló y se acercó rápidamente a la cama para observarme.
Verlo ahí parado hizo que todo mi sistema temblase y se tensase ante su mirada. Recordaba lo suficiente como para saber lo que había hecho y que estaba molesto por ello.
Dándole una última mirada, lo ignoré para prestarle todo mi atención al castaño quien nos observaba a ambos, a Jimin con enfado y a mí con algo de lástima y preocupación.
—Te desmayaste — habló al fin mi superior—. Te encerraste en el cuarto de baño después de "pelear" con Park y te la pasaste ahí metido hasta que fui a buscarte y tuve que forzar la puerta para sacarte de ahí—cuando pronunció la palabra pelea, hizo comillas con su dedos. Obviamente, no sabía que había sucedido entre en rubio y yo—. Después de eso te cuidamos y ahora estamos aquí.
—Gracias, Taehyung—el nombrado sonrió y se escuchó bufar al más bajo, atrayendo la mirada de ambos— ¿Puedes dejarme hablar con él?— señalé al rubio con la mirada y, dudando, Taehyung asintió, saliendo de la habitación.
Estar solos no me parecía la mejor opción ahora mismo y cuando el rubio hizo en ademán de acercarse, lo detuve donde estaba.
—Te dije que no te quería cerca. Sigo pensando lo mismo.— declaré molesto. Mis palabras parecían escupir fuego. Estaba molesto por todo lo que hizo el mayor horas atrás y ninguna disculpa serviría en este momento.
—¿Es en serio?—preguntó igual de molesto y mi expresión seria se lo confirmó— ¿Estás enfadado conmigo?—no contesté— Vamos Jungkook, ¿Cuál es el problema?
Cómo si no lo supiese.
—¡El problema es que me has tocado!—le grité molesto. Vil error. Mi cabeza dio vueltas y mi grito me aturdió aún más.
—¿Sentiste asco?—asentí—¿Te dieron ganas de salir corriendo?—volví a asentir. No estaba pillando el punto de las preguntas—¿Se sintió bien?—volvió a preguntar. Aquello me desconcertó pero asentí nuevamente, algo más cohibido ahora— Entonces...—se acercó un poco más a la cama—¿Cuál es el problema?
—No me gusta que me toquen—respondí algo tímido ante su mirada amenazante.
—¿No te gusto que te tocará?—negué—Entonces no volveré hacerlo. No volveré a tocarte. Lo siento.—se disculpo, reverenciado y aquello me descolocó.
Habían sido tantas las veces que había compartido contacto con el mayor y aquello se había sentido extrañamente tan bien que ahora mi corazón no aceptaba aquellas palabras y se negaba con todas sus fuerzas a dejarlo así.
—Yo...Yo no he dicho eso...—aparté la vista a otro lugar de la habitación y sentí al mayor sorprenderse para luego sonreír cálidamente.
—Deberías cambiarte—declaró y ahora mi rostro entero ardió avergonzado al entender—. No me atreví a tocarte mientras dormías, supuse que no querrías que te cambiase y esperé por que despertaras—asentí sin mirarlo—. Bien, cámbiate y Sumin subirá tu comida. A partir de ahora, nada de salir de la cama hasta que mejores— el rubio se perdió por el lumbral de la puerta.
Cómo me había indicado, hice lo que dijo y fui a mi habitación para correr al baño e intercambiar mi bóxer por uno limpio. El anterior estaba manchado por el semen de la eyaculación y no podía seguir con él puesto.
Regresé a la habitación de la pareja por insistencia del castaño quien había venido en mi busca para que regresase a su cama y comiese del caldo que la morena se había encargado de preparar y solo asentí, obedeciendo.
—¿Qué es lo que le ha pasado a tu labio?— oí a la muchacha preguntar. Un sonrojo bañó mis mejillas y dejé de comer por ello.
—N-nada— me removí nervioso. No sabía que decir—. Me mordí con demasiada fuerza cuando estaba nervioso.
La chica asintió desconfiada pero no dijo nada más y se retiró del lugar dejándome a solas con mi jefe quien no había dejado de mirarme, haciéndome estremecer ante su insistente presencia.
—Jungkook— habló serio. Asentí en señal de que lo escuchaba—. ¿Qué fue lo que pasó con Park?— preguntó repentinamente haciéndome sobresaltar y mirarlo algo atemorizado.
—Nada— sonreí incómodo. Era difícil engañarlo a él—. Solo... tuvimos una pequeña disputa. Nada que nos se pueda solucionar— frunció su ceño.
—¿Estas seguro de que no hizo nada? Parece-
—Sí. Todo está bien. De verdad...— sonreí y el castaño asintió aún desconfiado pero se retiró de la habitación y me dejó comer tranquilo. No sabía lo que pasaría a partir de ahora.
Taehyung desconfiaba de mí y estaba claro que sabía que le estaba mintiendo. Las cosas con el rubio tampoco estaban mejores y aún sentía enojo recorrer mis venas. Pero esos problemas no eran nada comparado con lo mal que me sentía físicamente y decidí dormir un rato más antes de partir de regreso a casa.
Un pesado viaje de vuelta me esperaba y no tenía el ánimo de pasarlo encerrado en un coche junto al mayor. Las vacaciones de todos habían acabado y debíamos regresar a nuestros respectivos puestos de trabajo y continuar con la rutina que teníamos.
Esta escapada solo había sido un capricho por parte de todos —aunque más por parte de Taehyung— y solo la habíamos utilizado para desconectar de la sociedad por dos días y respirar algo de aire fresco que la montaña nevada ofrecía.
Liberarse de la tensión laboral por un fin de semana y escapar de la ciudad era bueno de vez en cuando y más cuando una festividad de encontraba por medio.
Saber que ésta navidad la pasaría en compañía de personas a las que apreciaba —ahora podía afirmar que la morena si me agradaba— me hizo creer que saldría de la desoladora rutina anual de llorar mirando un programa cualquiera la noche de navidad, echando de menos a mí familia y recordando los buenos momentos que pasé junto a ellos como si fueran únicos.
Este año, había sido diferente. Tenía el corazón roto y hecho pedacitos cuando llegamos a la cabaña rural y, salía de ella, con un sentimiento de cariño maternal por parte de la morena, un revuelo de emociones en mi estómago respecto a mi situación actual con el pelirubio y con 40°C de fiebre y una gran congestión nasal que hacía que mi nariz se viese igual de roja que el reno de Santa Claus, Rodolfo. Nunca mejor dicho.
Pero al fin y al cabo, estaba feliz. Feliz de haber roto la triste rutina y de poder haber disfrutado de la navidad en compañía. Agradecía por haber tenido el privilegio de hospedarme en un lugar tan increíble, como las montañas y la cabaña lo eran, y por haber tenido unos brazos en los que llorar la muerte de mis padres por primera vez. Por revivir las intensas peleas con el relleno del pavo navideño y por la gran bañera de hidromasaje donde deseé quedarme para siempre. Agradecía por las carcajadas que solté al ver al rubio caerse en la nieve y como levantaba sus pequeños brazos como si fuese un bebé, esperando a que le ayudase a salir del agujero creado por su trasero. Di gracias por cada uno de los momentos compartidos con el mayor en la ladera de esa montaña incluso cuando pensé que moriría estampado contra un árbol al no saber frenar.
Todo eso era lo que agradecía y muchas cosas más. Estaba más que agradecido por como era mi vida a pesar de las penas y los desperfectos que la rondaban y que nunca había sabido apreciar como algo bueno.
Ahora lo hacía y, podía afirmar, que en el fondo agradecía porque ese día, hubiese sido yo el que pesaba por ese callejón y no otro indefenso niño, porque no estaba seguro si alguien tan pequeño como yo lo fui en ese entonces, hubiese podido seguir adelante con su vida como yo lo hice, o siquiera seguir viviendo después del trauma creado por la agresión y de la que ahora estaba consiguiendo librarme de las consecuencias de ello, con la ayuda del rubio.
Una vez más, le agradecí al cielo por poner a Park Jimin en mi camino.
Buenas!! Q tal su vida? Están bien? :3 espero q si!! Por aquí les dejo otro CAP (uno más de no sé cuántos sacaré ╮(. ❛ ᴗ ❛.)╭ ) pero bueno, solo quería agradecerle a las personitas que le dan amor a la historia y que (pocas veces) comentan. Estoy súper contenta por ello, gracias!! ♡(> ਊ <)♡
Bueno, este cap me costó mucho escribirlo. Hubo momentos en los que estaba tranquilamente haciendo otra cosa diferente, nada q ver con escribir, y de la nada, encordaba este cap y pensaba como q estaba mal y debía volver a hacerlo, pero luego viendo venía y lo leía para corregirlo, lo veía bien y era como....Wtf(?
Bueno, les dejare esto por aquí y nos vemos en el siguiente.
Gracias por leer y lo olviden compartir la historia y votar si les gusta!!
Gracias! ( ◜‿◝ )♡
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