Antecessum
21 de Febrero de 2012, Busan, Corea del Sur
—¡Haneul, vuelve aquí!—desesperado, grité, persiguiendo a la pequeña niña pelinegra por el amplio corredor y escuchando su dulce risa al saber que la desesperación por atraparla estaba comenzando a sacarme los nervios.
—¡Atrápame si puedes!—exclamó divertida antes de adentrarse en la sala de estar y comenzar a dar vuelta al rededor de los muebles.
Mi mirada desprendió molestia y, ¿Cómo no? Si debía presentarme en menos de media hora con aquella pequeña revoltosa y el mayor en la comida que organizaba mi superior ya casado con la morena por algunos años.
Su boda fue felizmente bien. Ambos confesaron su amor ante el altar y debía admitir que no pude evitar sentir la envidia en mi cuerpo al observar lo lindo que se veía aquel vestido nupcial de encaje en el cuerpo de la chica. Deseé ser una mujer para poder llevar uno algún día pero aquello era algo imposible así que solo me limité a suspirar sorprendido por los deseos que tenía y aplaudir cuando los recientes novios unieron sus labios, enlazando de igual forma su amor y su vida.
Fue un ceremonia tranquila y agradable. Disfruté de la comida y las conversaciones amenas que el resto de invitados mantenían y, mi parte favorita, fue cuando Sumin subió al altar de nuevo, posicionándose de espaldas a un grupo de damas que se juntaron en un zas de segundo y, instantes más tarde, un gran ramo de aromáticas flores cayera sobre mis piernas, atrayendo todas las miradas hacia mi persona y haciéndome abrir los ojos en demasía al yo encontrarme algo alejado de aquel grupo de mujeres y sentado en una de las mesas cercanas al altar.
Recuerdo que en ese momento dejé la copa de champagne que tenía en la mano para tomar aquel ramo y apreciarlo bien. Era una linda combinación de flores coloridas y diferentes.
Los "uuuhh" coquetos no tardaron en escucharse por parte de todos los presentes haciéndome sentir como mi rostro comenzaba a arder y, de pronto, me encontré buscándolo con la mirada. Jimin conectó sus ojos con los míos desde el otro lado del lugar donde estábamos y se acercó a mí con una dulce sonrisa.
No pude evitar que mi corazón latiera con rudeza y mis piernas flaquearan por lo que significaba haber sido elegido por aquel ramo y las miradas a mi alrededor, que parecían querer atravesarme, no me ayudaban a conservar la calma.
El rubio llegó a mi lado y su fuerte aroma me golpeo dejándome casi por el suelo. Nada en mi sistema funcionaba con claridad si el mayor se encontraba rondando a mi alrededor, nunca lo había hecho.
—Que afortunado—comentó, sentándose a mi lado sin borrar aquella perlada sonrisa que tanto me derretía por dentro—. La persona que se case contigo tendrá mucha suerte de tenerte. Me alegro por ti, Kook—dejándome más que confuso y con esas palabras resonando en mi mente, volvió a levantarse para alejarse a lentos pasos de donde yo estaba ahora con mi corazón inundado en una sensación decepcionada al haber estado esperando por algo más.
Miré el ramo de nuevo entre mis manos y, luego, la espalada del psicólogo siguiendo avanzando hacia la barra. Tal vez Jimin tenía razón y la persona con la que yo estuviera fuera muy afortunada, pero la única persona con la que yo deseaba estar cada día de mi vida, era solo con él. Y, en ese momento en el que cada acción del pelirrubio que al principio me pareció insuficiente, ahora cobraba sentido para que yo llegara a entender lo que él en realidad había querido decir con cada sonrisa y cada gesto desde el momento en el que nuestras miradas conectaron.
—¡Jimin!—no noté el ambiente silencioso y expectante que se había formado en el lugar ni las miradas atentas fijas sobre mí que no perdían lujo de detalle de lo que pasaba entre mi pareja y yo. Simplemente, me levanté de mi asiento, corriendo en dirección al rubio quien se había detenido y se giraba a mirarme, con el corazón latiendo de repente a mil por hora.
Pero, al estar finalmente parado frente él a tan solo unos metros de distancia, mi boca pareció secarse, haciéndome tener que relamer mis labios nervioso y que las palabras no salieran de mi garganta.
Sabía lo que quería decir, era lo que había estado deseando por hacer desde hacía ya varios meses, pero el simple hecho de tener que afrontar esa situación solo y teniendo a tantas personas mirándonos hizo que todo se tornase más complicado de lo que parecía en mi cabeza.
"Cálmate Jungkook, respira"
—¿Jungkook?—el rubio ladeó su cabeza para intentar ver mi rostro que había terminado con la vista en el suelo, y me llamó confundido.
Tragué saliva de una forma costosa y levanté la cabeza de nuevo para afrontarlo, sujetando con más fuerza el ramo entre mis manos y sintiendo como si mi órgano fuera a salirse de mi pecho para huir de aquella tensión.
—Yo...
—¿Sucede algo?—preguntó de vuelta al yo callar por el nerviosísmo y mordí mi labio inferior antes de respirar pausadamente y asentir ante su pregunta, provocando que el mayor me brindara una mirada ahora curiosa—¿Qué sucede, cariño? Puedes contarme.
—Verás...— comencé. Los invitados impacientes comenzaron a soltar comentarios del tipo "Díselo" o "Pregúntaselo ya" y, aquello, en el fondo me dio la valentía para seguir y que no bajara la vista al suelo— Jimin, sé que apenas llevamos una año y medio juntos pero con ese tiempo he podido darme cuenta de que tu eres lo que necesito en mi vida y la persona con la que quiero despertar cada mañana. Tal vez sea un poco apresurado pero quiero decirlo. Park Jimin, ¿Me harías el honor de quedarte a mi lado siempre y ser esa persona que sea afortunada de estar a mi lado toda la vida...?—agachando la cabeza nervioso por su posible respuesta y, estirando el ramo para que lo tomara sin siquiera mirarlo, terminé de hablar y el momento de silencio que se formó los siguientes segundos fue el más abrumador que experimenté en mi vida.
A medida que iba soltando cada palabra, lo único que pasaba por mi mente era el rechazo del más bajo y la manera en la que intentaría demostrar ser fuerte ante aquella situación y como retirarme del lugar para posiblemente llorar acompañado de mi corazón roto.
Pero nada de eso pasó y, como si estuviera viviendo en un cuento de hadas, sentí como el ramo entre mis manos era tomado y una pequeña mano que conocía de memoria se posaba en mi mejilla para alzar mi rostro. Jimin me sonreía emocionado y rebosante de amor.
—Por supuesto que quiero, Jungkook. Me encantaría ser esa persona tan afortunada de estar a tu lado—el psicologo terminó de acortar la distancia que nos separaba cuando mis lágrimas de felicidad ya caían por mis cachetes, besándome y dejándome apreciar el maravilloso sabor de sus labios que tanto amaba, asegurándome con ese roce que su respuesta era un "si" eterno.
Las voces y bramidos emocionados como si se trataran de animales salvajes, se escucharon por parte de todos los invitados y el lugar fue inundado por aplausos, haciéndonos ruborizar tanto al más bajo como a mí cuando nos separamos de nuestro beso y volvimos a la realidad donde no estábamos solos, siendo conscientes de lo que acababa de pasar.
Unos meses después, nos encontramos contrayendo matrimonio de una forma legal aunque aún fuera algo extraño y poco aceptado por la sociedad que las personas homosexuales se casaran y, un años más tarde de eso, decidimos adoptar a lo que ahora sería una pequeña niña de dos años y medio de edad con la cual me encontraba peleando por que se pusiera la ropa y poder irnos.
Volviendo al presente, vivía felizmente junto al pelirrubio y aquella niña que parecía tener de propósito agotarme cada día con todo el trabajo que me daba. De todas formas, aquella y Jimin, eran lo más importante en mi vida y los amaba de una forma que nunca podría llegar a describir de lo imensa que era.
—¡Cuando te atrape te vas a enterar!—exclamé exhausto, escuchando las carcajadas de la menor y como el sonido de la puerta principal se abría, haciendo que ambos presentes en la sala girásemos la vista, recibiendo al recién llegado.
—¡Papi!
—Hola pequeña, ¿Qué tal te lo has pasado sin mí?—la niña corrió al encuentro del más bajo, siendo recibida por los brazos abiertos del mayor y llenando todo el rostro del adulto de besos mientras sonreía.
Muchas veces creía que tanto el rubio como aquella niña del demonio se aliaban contra mí para hacerme la vida imposible y me daban ganas de golpearlos a los dos.
—Ha sido muy aburrido sin ti, papi—declaró, jugando con el pelo del rubio mientras éste se acercaba a mí con una sonrisa y dejaba un beso en mi mejilla—. Papi Kook quiere que me ponga ese feo vestido ¡Y yo no quiero!
—¡Tú lo elegiste, ahora no me vengas con esas!—indignado por la muestra de burla que la niña pelinegra estaba proporcionándome al sacar su lengua, bufé molesto para cruzarme de brazos con aquella prenda "fea" entre mis brazos.
—Pero no es feo, bebé, es solo que necesita que una pequeña princesa lo lleve puesto para que se vea bonito—el mayor le sonrió a la niña y ésta le miró ahora con un brillo creciente en los ojos que solo podía significar que la pelinegra iba a caer en su trampa.
—¡Quiero ponérmelo!—se removió en los brazos del chico y éste la bajó al suelo para que Haneul se acercara ahora a mí—¡Dámelo, papi Kook! Por fiii...
—No, ahora no te lo vas a poner—hice una mueca dando a entender que no cambiaría de opinión.
Pero, ¿Alguna vez vieron a una pequeña y tierna niña romperse frente a ti con esos ojitos lloros de ángel? Pues, mi corazón parecía contraerse con fuerza cuando aquella pelinegra de ojos grandes y brillantes fruncía un puchero dando a entender que lloraría y las primeras lagrimas eran derramadas de sus ojitos segundos después.
Y, ¿Cómo no? Yo era todo un blando que a la mínima desistía y hacía lo posible por hacer que aquella mocosa dejase de llorar porque sentía que todo mi mundo se vendría abajo si seguía viéndola de aquella forma tan triste.
Suspiré rendido y oí como el rubio a mi lado soltaba una ligera risa al ya haber presenciado mi rendición hacia aquel pequeño demonio tantas veces y, dándole una mala mirada a Jimin, me posicioné de puntillas a la altura de la pelinegra quien ya había comenzado a sollozar.
—Pequeña yo... Siento mucho haberme puesto así, perdona...—la miré arrepentido y la niña negó quitado los rastro de agua salada de sus mejillas regordetas.
—Puedo...¿puedo tener el vestido?—suspirando una vez más, asentí y Haneul no tardó en arrebatarme la prenda de mis manos, riendo divertida por la situación y dándome un abrazo al rededor del cuello que no logré corresponder porque salió corriendo nuevamente hacia su habitación.
—Nunca cambiarás—comentó Jimin una vez volvía ponerme a su altura. El chico me sonrió con ternura y una pizca de gracia.
—No, no creo que pueda. Es tu culpa que sea así, tú la consentiste primero y la enseñaste a ser así—le miré con una mueca y el mayor rió, rodeando mi cintura y dejando un beso en la comisura de mis labios mientras sonreía al saber que era cierto.
Pero, como yo bien había dicho, la pelinegra había aprendido a saber cómo conseguir lo que quería si se trataba de mí, y todo había sido cosa del más bajo, gracias a que éste sabía de sobra que, tanto el como la pequeña, eran mi única debilidad en este mundo y que no podía resistirme a sus tiernas caras adorables.
Odiaba caer tan fácil ante esas cosas pero era muy difícil decir que no en esa casa si se trataba de ellos.
—Tenemos que ir donde Kim, ¿Cierto?—asentí aún sin separarme de su agarre en mi cintura. Me encantaba sentirlo tan cerca y ver sus sonrisas desde ese ángulo.
—¿Algún día dejarás de llamarlo Kim?—cuestioné de vuelta, haciendo que el rubio gruñera.
—Lo haré cuando mi marido deje de soltar suspiros enamorados por su jefe.
—¡Oh, vamos! Sabes que no es así—me soltó, haciendo un sonido en forma de transmitirme que no creía eso y se giró para avanzar en la sala. Fui detrás de él—. Vamos Mochi, sabes que no es así...
—No, no lo sé. Lo único que sé es que hubo un tiempo en el que ese hombre te atraía y puede ser que vuelva a hacerlo—declaró, sirviéndose un vaso de agua al haber entrado en la cocina y aflojando la corbata en su cuello para estar más cómodo.
Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que desmentí aquello que el mayor decía. Sabía por experiencia que en más de una ocasión Jimin demostró tener celos de mi superior y nuestra relación y, en el fondo, lo comprendía. Debía admitir que yo también tenía mis arranques a veces y, ver como cada persona a nuestro alrededor devoraba al más bajo con los ojos cada vez que nosotros salíamos, hacía que cada nervio de mi cuerpo se tensara y mis ojos proyectaran una señal de alerta en mi cabeza.
No me gustaba ese mal sentimiento de pensar que cabía la posibilidad de que alguien llegara y apartara de mi lado una de las cosas que más quería en este mundo. Por eso, cuando circunstancias así se daban, yo me pegaba al mayor como si éste se tratara de algo fundamental que necesitaba para vivir, como si fuera mi propio oxigeno, entrelazando nuestras manos y besando su rostro en ciertos momentos clave donde sabía que, cualquier posible persona que supusiera una amenaza, estuviera viéndonos.
Suspiré cansado. Haber tenido que correr por toda la casa persiguiendo a una pequeña que más que una niña parecía un correcaminos de lo rápido que iba, había agotado todas mis fuerzas, así, como ahora volver a discutir de este tema con el rubio estaba costándome una gran esfuerzo.
Lo único que fui capaz de hacer fue recostar mi torso en la mesa de la cocina, apoyando mis brazos en ella y escondiendo mi cabeza entre mis extremidades para cerrar los ojos y descansar la vista y la mente por unos segundos.
Yo de verdad odiaba pelear con el más bajo y, más, por ese tipo de cosas.
—Hey Kook...—escuché como se acercaba a lentos pasos y se posicionaba a mi lado— ¿Estás bien?—preguntó en un tono suave.
El problema era que ni yo sabía la respuesta a esa pregunta. Solo levanté la cabeza, llevando una mano a mi rostro para restregar éste de una forma cansada y asentir.
—Si, es solo que fue una mañana cansada, nada más—dije casi sin ganas. Nada de lo que había dicho era mentira.
—Entonces, ¿Quieres que llame a Kim para decirle que no vamos?—preguntó de nuevo, acariciando una de mis mejillas con ternura y haciéndome que lo mirara. Negué de vuelta.
—No, le dije que estaríamos allí. Además, Tae dijo que tenía algo importante para decirnos y que era obligatorio que nosotros fuéramos... ¿Por qué te ríes?—estaba confundido al poder apreciar una sonrisa en los labios del mayor y como su melódica risa se hacía presente levemente.
Jimin negó con la cabeza mirándome sin dejar de sonreír y volvió a acariciar mi mejilla. Yo no entendía nada.
—Nunca cambiarás, ¿Verdad, cariño?—declaró gracioso.
Que dijera aquello no me aclaró nada y solo me hizo fruncir el ceño con una interrogación en mi rostro. Definitivamente, no estaba entendiendo nada de lo que Jimin decía.
—¿A qué te refieres?
El rubio carcajeó más alto y se inclinó para dejar un suave toque de labios, haciendo que el nuevo sonido de pasos acercándose le hicieran separarse y que ambos miráramos a la nueva presencia en la sala.
—¡Papi Jimin! ¡Papi Jungkook! Ya está, vamos que llegamos tarde donde el tío Tae— la pelinegra apareció corriendo por el pasillo, luciendo aquel vestido blanco que tanto antes había hecho berrinche por no llevar y que, ahora, lucía con total orgullo.
—Te ves hermosa, princesa—el rubio tomó a la niña entre sus brazos mientras ésta no dejaba de portar aquella sonrisa que hacía derretir a cualquiera.
No faltaba añadir que, como si la pelinegra fuera una especie de pila, con solo verla sonreír la batería en mi cuerpo pareció recargarse e, inconscientemente, mis labios se curvaron enternecidos al igual que los del mayor.
—Si, luces igual de linda que papá, bebé—comenté refiriéndome al rubio que, al escucharme, un ligero rubor se implantó en sus mejillas haciéndome sonreír más ampliamente.
Haneul estiró sus brazos pidiendo ser cargada por mí y no decliné aquella petición, tomando su pequeño cuerpo al rededor de la cintura y acercándola a mi pecho para dejar un beso en su cabeza. Aquella pequeña siempre conseguía que, cualquier cosas por la que entre Jimin y yo se instalara una tensión, ésta desapareciera con sus sola presencia y su perfume a rosas que, como ella decía, procedía del mundo de los unicornios.
Muy cliché pero adorable, hay que admitirlo.
Y, sin ser esta una excepción, el rubio conectó sus ojos con los míos y ambos sonreímos escuchando la dulce voz de la niña hablando de que cuando viese al —aún—pelimenta, llenaría su cara y la de la morena de besitos y pegatinas que aquella pareja le había regalado por su cumpleaños.
—Está bien— habló el mayor—. ¿Ya estamos listos para irnos?
—Papi Kook tiene que ir a vestirse todavía.
—Es cierto, "alguien"—le hice cosquillas a la pelinegra y está rió— no me dejó vestirla y terminó haciéndome correr por toda la casa sin tiempo para arreglarme yo—miré a la culpable con las cejas alzadas y una gran sonrisa.
—Yo no he sido, fue papá que es muuuuy lento—tras decir aquello y dejándonos tanto al rubio como a mí sorprendido, la menor se removió de mis brazos y comenzó a correr de nuevo, escapando de la parte de culpa que tenía de que yo no estuviera listo.
Los presentes aún en la sala reímos divertidos y negamos con la cabeza, sabiendo que aquella pequeña y traviesa niña era lo que aportaba felicidad a nuestros corazones.
—Iré a vestirme, no tardo— declaré.
—Está bien, amor, te esperaré en el coche con Haneul y nos iremos— asentí, dejando un casto beso en su mejilla para dirigirme a nuestra habitación y comenzar a cambiar mis prendas.
[...]
—¡Tío Tae! ¡Tía Sumin!—la menor corrió a los brazos de los nombrados para hacer lo que había dicho minutos atrás y llenar los rostros de ambos de pequeños besos haciéndonos a todos sonreír por ello.
—Hola, pequeña, me alegro de verte—dijo ahora mi superior con la niña entre sus brazos.
—Has crecido mucho—declaró Sumin sonriendo.
—Si. Papi Kook dice que pronto seré más alto que papi Jimin—la pareja rió ante el comentario y lo único que pude hacer fue encogerme de hombros, dirigiendo la vista hacia otro lado al sentir los ojos avellanas clavados en mí con una penetrante indignación bañando sus pupilas.
—No lo dudo, pequeña.
Tras decir aquello por parte del pelimenta, los anfitriones de la velada se hicieron a un lado del recibidor, dándonos paso a su hogar donde el pelirrojo de Jogin —ahora pelinegro— se encontraba en una amena conversación con su reciente pareja y alguien que nadie se llegaba a esperar. Yoongi, el chico pálido que Jimin decidió invitar a la celebración de fin de año y que, gracias a eso, ahora aquel par de jóvenes se conocía, era la activa pareja romántica del muchacho y me alegré enormemente por ellos cuando la noticia fue confesada por ambos.
Recuerdo como si fuera ayer el notable color carmesí en las mejillas Jogin y como éste buscaba la mano del pálido para coger coraje y decirnos sobre su noviazgo. Verle tan nervioso y con ese vivo color cubriendo sus mejillas lo hizo lucir tan indefenso ante mí que solo deseé levantarme y abrazarlo para que se calmara mientras sonreía por lo tierno que era aquel. Pero, por obvias razones —un rubio celoso— no lo hice y solo esperé sentado en el sofá de la sala del departamento de Yoongi hasta que ellos hablaron y dieron lugar a grandes sonrisas por parte de todos los presentes.
Cuando el antiguo pelirrojo pareció volver a respirar con normalidad y el tono de sus cachetes se normalizó, de acerqué a él, dándole un gran abrazo que no tardó en corresponder.
Me sentí como un padre feliz de que su hijo por fin anuncie a su pareja oficialmente y las sonrisas en el rostro de todos lo demostraban, haciendo sentir aceptados al pálido y al pelirrojo.
Entramos en la casa y saludamos a la pareja. Haneul no tardó en encontrarse en los brazos de aquellos hombres, comentándoles lo que yo había dicho hace unos días con respecto a su altura y que esperaba que algún día fuera igual de alta que su padre, sacando risas por parte de ambos y provocando que yo volviera a sentir aquella espada afilada que Jimin me daba con su mirada, regañándome.
Todos ayudamos a terminar de organizar los preparativos de la comida mientras la pelinegra jugaba con el cachorro que Sumin y Taehyung había adoptado hacía tiempo. Nos sentamos a la mesa minutos más tarde y comenzamos a disfrutar de la maravillosa comida cocinada por la buena mano de la chica morena. Debía admitir que nunca me cansaría de probar el alimento preparado por aquella mujer, todo sabía increíble.
Reímos y preguntamos por la vida del resto y como iban en la relación de cada uno. Un sentimiento ameno llenó mi pecho al saber que al resto de mis seres queridos les iba bien y tomé la mano del rubio a mi lado sonriendo feliz por eso. Él me devolvió la sonrisa, afianzando nuestro agarre por debajo de la mesa como si supiera lo que yo estaba pensando y continuó con su avivada conversación en francés con el pálido.
Una hora más tarde la comida se dió por finalizada y la mayoría nos retiramos a la sala de estar, continuando nuestras conversaciones anteriores o jugando con la pequeña niña. Todo estaba resultando perfecto y, entonces, vi como mi jefe se levantaba de uno de los sillones sigilosamente rumbo al comedor. Lo seguí con la mirada sin dejar de escuchar a Sumin quien seguía hablando y, segundos más tarde, cuando iba a regresar mi vista al frente, noté como el rubio también se levantaba del suelo, dejando jugar a la pelinegra con el cachorro, desapareciendo tras el pelimenta.
Claramente, como persona chismosa que era, me levanté con la escusa de ir al baño y seguí a aquel par, quedándome tras la pared con destino al comedor donde aquellos hombres habían entrado, escuchándolos con interés.
—Emm...¿Necesitas ayuda...Taehyung?— preguntó la voz del mayor y mis nervios parecieron detenerse.
Jimin había llamado a mi superior por su nombre. A aquella persona que en un inicio pareció poseer una especie de rivalidad y con el cual hasta hacia cuestión de minutos seguía refiriéndose a él por su apellido.
Sonreía al pensar que el psicólogo estaba haciendo ese esfuerzo por mí y esperé aún escondido por la respuesta del otro hombre que, al parecer, se había quedado de la misma forma que yo, tardando un par de segundos en asimilar el nuevo cambio y reaccionar.
—Te lo agradecería, Jimin—sin ser consciente, lágrimas de felicidad brotaron de mis ojos y tuve que tapar mi boca con mis manos para que mi tapadera no fuera descubierta gracias a mis sollozos.
Estaba feliz, más que feliz porque las dos personas que en un tiempo las consideré como las más importantes en mi vida, ahora dejaban de lado esa especie de rencor y enemistad que poseían entre ellos. Esa fue una gran noticia, pero no la más importante en el día.
Secando mis mejillas húmedas regresé a la sala, uniéndose a nosotros tiempo después aquellos hombres y continuando con las risas y charlas. Sonreí como nunca antes. Ya nada podía borrar esa sonrisa en mi rostro que parecía que se quedaría ahí para siempre.
—Bueno, creo que ya va siendo hora—la morena se levantó de su asiento, siendo seguida por su marido y toda la atención se posó en aquellos jóvenes.
No iba a negarles que ambos lucían nerviosos, como si lo siguiente que fueran a decir sería algo que definiría su futuro y que nuestra reacción dependería de ello. Verlos actuar de aquella forma de repente me hizo sentir un escalofrió recorrerme de pies a cabeza en la intensa espera.
Sumin miró al pelimenta y este asintió, regresando sus ojos a nosotros y respirando hondo antes de comenzar.
—Primero de todo, estamos muy felices de que todos hayáis podido venir hoy. Sumin y yo queríamos compartir esta noticia con vosotros porque os consideramos como una familia ya y por eso creemos que deberíais saberlo—hizo una pausa y tomó la mano de la chica con una sonrisa—. Sumin y yo, nosotros, vamos a ser padres.
Lo que consiguió a esas palabras fueron gritos de alegría y felicitaciones para los padres primerizos en los que se convertirían aquella pareja.
Llenos de satisfacción por la reciente noticia, cada uno fue acercándose y dándoles palabras de ánimo porque, ser padres, no era una tarea fácil que se dijese, solo hacía falta preguntarnos a Jimin y a mí, y eso que nosotros no pasamos por todo el período de embarazo y parto.
Pero, a pesar de ello, criar a aquella pequeña niña sola desde que la menor tenía casi dos años y se nos fue entregada, nos ocupó el sueño de muchas noches y algún que otro percance en el tema de lo material.
A Haneul cuando era más pequeña y comenzó a andar, le encantaba recorrerse la casa tirando todo lo que estaba a su alcance, independientemente de si era de valor o no.
Por ello, cuando fue mi turno de felicitar a los jóvenes, me ofrecí en ayudarlos con todo lo que necesitasen cuando el nuevo integrante de la familia naciera y ellos me agradecieron, abrazándome y sonriendo con aquel brillo en los ojos que solo desprendía amor y cariño por compartir con el pequeño ser en el vientre de la morena.
Después de todo el revuelo de emociones por la reciente noticia, volvimos a sumirnos en charlas y conversaciones hasta que la noche se dio paso y tuvimos que despedirnos para dejar a la pareja sola e irnos cada uno a su correspondiente hogar.
No tenía de que preocuparme. Sabía de sobra la atracción que sentía mi superior con respecto a los pequeños y, también, era consciente de que aquel par haría un buen trabajo con el bebé. Sabía que tarde o temprano aquella noticia sería dada también. Taehyung me había comentado que él y la chica lo estaban intentando hacía unas semanas y me alegré mucho de oír aquello. Pero más fue la emoción cuando finalmente se confirmó el embarazo y sentía ganas de llorar de felicidad una vez más en ese día. No lo hice porque la gente pensaría que me volví loco y todo un sensible, pero las ganas no faltaron en ningún momento desde que el pelimenta habló.
—Ellos serán buenos padres, lo sé—Jimin ingresó a nuestra habitación después de encargarse de dormir a la pequeña y se acostó a mi lado en la cama donde yo revisaba documentos de trabajo para el día siguiente.
—Si, puede que vaya a ser su primera vez, pero estoy seguro de que serán capaces—dije de vuelta, asintiendo.
—Oye, Kook...
—¿Hmm?—hice un sonido en señal de que lo escuchaba sin separar mi vista de los papeles.
—¿Crees que Haneul se sienta sola?—preguntó tras unos segundos, llamando mi atención y haciéndome dejar las hojas en la mesita de noche para mirarlo.
—¿Por qué piensas eso?—ladeé mi cabeza confuso de que dijera aquello.
—No lo sé, simplemente... ella no tiene a nadie con quien jugar cuando está en casa—dijo.
—Nos tiene a nosotros— hablé de vuelta, no entendía el punto al que quería llegar el más bajo.
—No es lo mismo, Jungkook, nosotros trabajamos y muchas veces no tenemos tiempo para ella.
—¿Deberíamos comprarle un perro?—el rubio negó con la cabeza— ¿Entonces?
—¿Qué opinas de adoptar a otro pequeño?—dijo al fin y lo miré sorprendido sin decir nada— Lo sé, tal vez sea muy pronto ya que Han es aún muy pequeña y hace apenas un año que la tenemos pero... Saber que Sumin y Taehyung tendrían un bebé me hizo pensar y me pareció una buena idea. ¿Es... es muy descabellado que quiera tener otro hijo?—cuestionó y solo negué con la cabeza, tomando sus manos para sonreírle.
El cálido corazón de aquel hombre rubio fue lo que me hizo enamorar perdidamente desde un inicio y, la forma en la que se preocupaba por nuestra pequeña, era algo digno de admirar como un buen padre. Jimin poseía, simplemente, un alma enorme que amaba cada vez más.
—Creo que es una gran idea—le respondí y una sonrisa se instaló en sus labios—. Pero...—aquella expresión se fue borrando al yo seguir hablando— Creo que necesito esperar un poco más para adoptar a otro niño, yo también quiero tu atención para mí y dormir por las noches al menos por unos meses más—el mayor rió por mi comentario y poco a poco fui subiéndome a horcajadas en su regazo, pasando sus manos por alrededor de mi cintura y yo entrelazando sus rubias hebras con mis dedos—. También quiero hacer esto sin que nadie nos interrumpa—observando la creciente sonrisa en sus labios, cerré mis ojos para unir sus labios con los míos en un frenético beso que en el fondo demostraba lo muy falto que había estado por probar aquellos belfos carnosos de aquella manera.
Por el último año en el que tuvimos a la niña pelinegra en casa el contacto y roces nocturnos habían casi desaparecido entre el mayor y yo, viéndonos siempre interrumpidos por el llanto de la menor o que ésta nos agotara tanto por le día que al final no teníamos fuerzas para nada y solo buscábamos contacto con la almohada sin ser interrumpidos en nuestro sueño, cosa que también resultaba imposible cuando Haneul se encargaba de despertarnos en mitad de la noche como si se tratara de una lechuza nocturna que está en pleno apogeo durante la presencia de la luna en el cielo.
Pero desde hacía un par de semanas la pequeña parecía haberse calmado por las noches y conciliar un sueño profundo, dándonos la oportunidad al psicologo y a mí de intimar un poco más y también de dormir un poco más. Descansar es importante, no lo olviden.
—Con que habías echado de menos esto, ¿Eh, pequeño?—preguntó de forma lasciva mientras acariciaba mi abdomen por debajo de la camisa holgada e interrumpía nuestro contacto para hablar.
—No me llames así—me quejé en un puchero que fue borrado con una secuencia de besos por todo mi rostro que me hizo reír.
—Pero a mí me encanta hacerlo—declaró contento.
—Mmm... entonces supongo que te dejaré hacerlo—el chico dejó de repartir toques por mi cara para mirarme sonriendo—. Pero solo cuando estemos solos—añadí en advertencia.
—De acuerdo—accedió, volviendo a mi boca, esta vez siendo él quien comenzara nuestra unión—. Entonces, ¿Por qué no aprovechamos que Haneul duerme para divertirnos un poco, pequeño?—reí por el nuevo apodo que por alguna extraña razón me hacía sentir bien si era el más bajo quien lo decía y asentí ante su propuesta.
—Olvidaba que me casé con un adicto al sexo—lo miré burlón.
—Tú me quisiste así.
—Si, y aún sigo haciéndolo—una mar de placer y nostalgia nos invadió tras aquello al no haber estado de esa forma por mucho tiempo y, no vi el momento en el que nuestras prendas desaparecieron y el sudor cubrió el cuerpo de ambos, ahora siendo el mayor quien se encontraba sobre mí y me llevaba, una vez más, a aquel paraíso del que solo mi marido tenía la llave para abrir las puertas y dejarme entrar de una forma que me hacía temblar en lujuria.
Por la falta de practica, el pelirrubio tuvo que prepararme para, después, entrar de una forma tranquila pero rápida que hizo a mi cuerpo contraerse así como si interior también lo hizo, apretando el miembro del mayor en consecuencia y escuchándolo soltar un gemido grave idéntico al de la llamada de aquel día años atrás.
—D-dios, pequeño, eres tan estrecho—comenzó a mover sus caderas en un vaivén tras soltar aquello y sentí las lágrimas de placer acumularse en mis orbes.
—C-creo que no debí dejarte llamarme de esa forma—me aferré a su cuello a medida que sus movimientos se volvían más intensos y mordí mi labio inferior.
—Tarde, cariño, ya me diste permiso.
Después de eso, lo único que recuerdo con claridad es que me vi obligado a sujetar con fuerza la almohada en mi nuca al ser levantado por la cadera para darle un mejor acceso al rubio que, gracias a eso, no le fue nada difícil encontrar mi punto dulce, haciéndome lagrimear y tener que contener los gemidos, perforando contra aquella zona sensible en mi interior que me hizo eyacular tras varios minutos. Jimin también se vino segundos después, llenándome por dentro con su esencia.
Nos besamos tras acabar, buscando regularizar tanto nuestras respiraciones como nuestro pulso y acostándonos para dormir una vez dejamos todo en su sitio y nos diéramos las buenas noches con nuestras almas satisfechas después de tanto tiempo.
No me dormí inmediatamente a pesar del cansancio. Mi mente comenzó a proyectar recuerdos del pasado donde yo me veía expuesto a la situación de padecer una enfermedad mental como la misofobia lo era. Recordé entonces la primera vez que Jimin y yo hicimos el amor y todas las veces que siguieron a esa. Sonriendo como una adolescente emocionada porque el chico que le gusta la hace caso, negué con la cabeza y enterré mi nariz en la espalda del rubio, llenándome con su dulce y embriagador aroma de menta y mandarinas que me hizo sumirme en un agradable sueño gracias a la seguridad que ese olor me proporcionaba.
Habían pasado casi tres años desde el inicio de todo y yo no me arrepentía en absoluto de como mi vida se había tornado de una forma modesta y donde, el miedo, no tenía lugar. Había logrado lo que siempre había querido, superar mis temores y formar una familia que dentro de poco, posiblemente, se ampliara con la llegada de un nuevo integrante.
*Haneul: el nombre Ha-Neul o Haneul es un nombre coreano de chica que significa cielo.
Hola a todos!! Siento la tardanza pero aquí les dejo el primero de los epilogos —aún quedan dos ^^—
Quería aclarar que el nombre de la niña fue elegido especialmente por la atracción y ayuda que el cielo nocturno ayudó a Jk y que gracias a ello él pudo conocer a Jimin.
Sin más que decir, les dejare por aquí una foto del Jikook con cómo sería la imagen de la pequeña en esta historia y nos vemos pronto.
Espero que disfruten de este primer epílogo ( ◜‿◝ )♡
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