CAPÍTULO 11: TORMENTA
—¿Cómo… Cómo es posible? —murmura Nate.
Henry permanece con la vista clavada en el suelo. Aunque un escalofrío me recorre la columna vertebral me alegro de que mis suposiciones no estuvieran equivocadas. Haberle dado la sangre era un arma de doble filo. Imaginé que eso era lo que le estaba haciendo enfermar poco a poco, pero fue un tiro totalmente a ciegas. Ahora que sus renovadas energías le han permitido recuperar gran parte de su memoria la idea de que realmente pueda ser un ente salido de antiguos relatos de terror empieza a tomar forma. Sin embargo, no es exactamente esa idea lo que me aterra. «¿Cuántos recuerdos habrá recuperado?», me pregunto.
Escruto su mirada. ¿Seguirá siendo el mismo?, o los viejos recuerdos lo convertirán en alguien distinto, en alguien peligroso. Lo único diferente que puedo encontrar es una chispa de vida en sus iris que no estaba antes. No puedo evitar pensar que es algo irónico teniendo en cuenta de que los de su clase se supone que están más muertos que vivos.
—No lo sé. —La voz de Henry rompe por fin el silencio—. Y tengo la sensación de que ellos tampoco. Los que me secuestraron quiero decir. Aún tengo cosas borrosas pero estoy bastante seguro de que también pretendían comprender qué éramos.
Volver a escucharle, saber que suena como antes, me hace reaccionar. El momento no es oportuno, pero se me escapa una sonrisa. No ha cambiado.
—¿A qué te refieres con éramos? —pregunto— ¿Hay más… como tú?
Nate sonríe y asiente. Me doy cuenta de que la respuesta es bastante obvia.
—Mi madre también lo es, de hecho.
—A ver, a ver, a ver —interrumpe Nate—. Vamos por partes ¿Cómo que os secuestraron? ¿Recuerdas quién? ¿Recuerdas cómo te mordieron?
La expresión de Nate es la misma que cuando abría sus regalos de Navidad a los doce años. Lleva toda su vida esperando aquello y nada iba a impedir que le sacara toda la información disponible. El puesto de persona con los pies en la tierra acababa de recaer de golpe sobre mí.
—Nadie me ha mordido… que yo sepa. Mi memoria ha mejorado pero no estoy seguro de que sea completamente de fiar.
Nate responde con sorprendente honestidad. Entorna los ojos ligeramente, como si estuviera rebuscando algo entre sus recuerdos.
—Recuerdo que me sacaban sangre, recuerdo los experimentos… pero también recuerdo que no eran los únicos.
—¿A qué te refieres? —inquiero.
—Ellos nos querían vivos, los otros no. Eso lo recuerdo con mucha más claridad, llevo huyendo de ellos desde que tengo uso de razón.
—¿Los Nosfe Hunters? —Esta vez es Nate quien pregunta.
Nate asiente.
—Esos recuerdos son más antiguos y por alguna razón los tengo mucho más claros.
—Osea que unos te quieren muerto y otros te quieren encerrado —Me levanto y empiezo a dar vueltas, rodeando el fuego—. No te ofendas, pero creo que entiendo más lo primero. Los humanos ya nos matamos entre nosotros por tener un color de piel distinto… No quiero pensar lo que puede ocurrir si descubren a uno de los tuyos. ¿Pero qué pretenden conseguir con los experimentos? ¿Replicaros?
Vuelvo la vista hacia ellos. Nate tiene los ojos brillantes, ha llegado a la misma conclusión y creo que la idea de crear vampiros a su antojo le emociona más que le asusta. Henry, por otra parte, permanece impasible. No debe de ser la primera vez que llega a esa conclusión.
—Nunca nos explicaron nada, pero llegamos a la misma conclusión. No se como funciona exactamente pero sé que nuestra sangre es la clave y que no es tan sencillo transformar a alguien. También es posible que estemos pasando algo por alto.
Se estruja la cabeza con las manos, intentando rescatar algún fragmento de recuerdo que nos pueda ayudar. No sale nada.
—Eso no explica tus heridas en la cabeza y tu falta de memoria —argumento. Tiene que haber algo más.
—Lo siento… no tengo todas las piezas. Recuerdo bastante de mi vida antes, pero de los otros… prácticamente nada. Se que tenía heridas en la cabeza cuando me encontrasteis porque me lo habéis explicado, pero no recuerdo cómo me las hicieron.
El silencio engulle el claro mientras sigo dando vueltas. Me ayuda a no perder la cordura. Y entonces frenó en seco, he tardado más de lo que debería en darme cuenta. Mi vista roza las pupilas de Henry, temerosa de que él también haya llegado a la misma conclusión. Sus llameantes ojos negros encarcelan a los míos y no consigo separar la mirada. Desde que bebió la sangre se ven mucho más antinaturales, profundos como un pozo infinito. Se lo que va a decir antes de que sus labios empiecen a moverse.
—No se como empezar a agradeceros lo que habéis hecho por mí, pero creo que ya es suficiente. Bueno, más que suficiente es demasiado. Corréis peligro conmigo.
No tengo fuerzas para responder, sabía que el momento llegaría, el de volver al mundo real. Me falta el aire ¿Así acaba todo? ¿Esa ha sido mi misión en la vida? ¿No hay más? Parece que la idea de un caballero de armadura brillante se desmorona pieza a pieza.
—¡Sí hombre! —Por una vez me alegro que sea imposible dejar a Nate sin palabras— No pretenderás que vuelva a mi vida como si nada después de enterarme que los vampiros son reales, ¿verdad?
—Creo que no lo estáis entendiendo —Henry se levanta—. Esto no es un juego de niños, si los Nosfer Hunters os encuentran conmigo es muy posible que corráis la misma suerte que yo.
—Respecto a eso… —Por fin parece que mi garganta ha decidido recuperar la habilidad de hablar. No quiero hacerlo, pero se merece saber toda la información—. Mi padre…
—¿Y cómo van a encontrarte? —Nate deja mi frase a medias— Estamos en medio del bosque y vivimos en un pueblo perdido en medio de la nada, no es como si tuviéramos cámaras por la calle siguiendo tus pasos.
Henrry entrecierra los ojos, hasta que apenas puedo ver sus iris. Mi pulso empieza a acelerarse. Es como ver a un lobo con el pelo erizado y los dientes fuera. Si aquel gran depredador está asustado, ¿Qué nos espera a nosotros?
—La tienda… —murmura.
Antes de que pueda preguntarle a qué se refiere todo su cuerpo se gira con brusquedad, buscando algo entre las ramas de los árboles. Es como si mi cuerpo hubiera echado raíces, me siento hipnotizada por aquel animal salvaje. Su forma de moverse, su respiración pausada a pesar de tener todo el cuerpo en tensión. Es como contemplar el inicio de una tormenta.
—¡Tenés que iros! —Exclama volviéndose hacia Nate y hacia mí.
Y ese es su error, distraerse con nosotros.
La tormenta ya ha comenzado y el primer trueno corta el aire en forma de disparo. El sonido del arma es atronador en el silencio del bosque. Henrry se mueve a velocidad sobrehumana, pero la distracción le ha costado una preciada fracción de segundo y su hombro se agita cuando la bala le rasga la piel.
No tengo tiempo a reaccionar, parpadeo y ya no está ahí; de repente lo único que puedo ver es su espalda. Tiene un brazo echado hacia atrás, asegurándose de que sigo protegida por su cuerpo. Por el rabillo del ojo veo como Nate se mueve hacia nosotros, pero después de ver a aquel animal en acción sus pasos parecen grabados en cámara lenta. Un imperceptible temblor en la voz de Henry me indica que la situación es mucho más grave de lo que puedo imaginar. Es casi un gruñido.
—Nos han encontrado.
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