extra I
Nota: estaba aburrida y dije ¿y si hago un extra de la muerte de Keina? Y acá está, no me odien.
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"Aquel 31 de octubre no tan feliz"
- ¡Vaya, la información de que la perra de ToMan iba a venir era cierta!
Di un paso atrás con asco y temor al ver como dos sujetos escalaban los techos del auto para acercarse a mi, recuerdo verlos en el manga pero no sus nombres, creo que ambos empiezan con Cho.
- No puedo creer que nos enviaran a nosotros dos para tratarla, es un desperdicio de tiempo capturar a una mocosa mimada.
- Son órdenes, no podemos hacer nada, lo sabes bien Chombo.
- No hace falta que me lo digas dos veces, Chome.
Mientras ellos discutían no dudé en saltar de mi lugar hasta caer sobre el techo de otro auto y rodar sobre este.
¡Dubidubiduba, dubidubiduba... Keinaaaaaa, la fugitivaaaaaa!
- ¡Oye, perra escurridiza!
Chasquee la lengua cuando arruinaron mi genial momento, eran tan molestos. No importa que tanto me escabullía por toda la pila de enorme chatarra automovilista, ellos siempre lograban encontrarme.
Saltaba de techo en techo, me metía dentro de los autos y salía por las ventanas, incluso pateaba pequeñas piezas de metal hacia esos dos y pisaba los capós de los vehículos para que estos se abran y sirvan de obstáculos.
- ¡Kami! -gritó Draken con fuerzas.
Un sabor amargo se albergó en mi boca al escuchar su tono de voz aterrado, no quería preocuparlo. Pero no tenía tiempo para consolarlo o algo, en estos momentos debía salvar mi propio pellejo.
En uno de mis saltos caí sobre el capó de un auto y me detuve por unos segundos, confundida por no oír los pasos del dúo persiguiéndome. Con lentitud me giré hacia atrás, encontrándomelos quietos a unos diez metros de donde yo me encontraba.
Tragué saliva nerviosa al no verlos moverse, en cambio, me veían con una sonrisa de victoria. Justo en ese instante comprendí la orden que le dieron a esos dos.
Ellos no tenían que capturarme, solo estaban simulando perseguirme para llevarme al lugar que ellos querían.
- ¡Keicchan! -soltó Mikey intentando venir hacia mi, pero los tantos miembros de Valhalla se lo impedían- ¡Apártense, imbéciles!
- ¡Déjenme pasar! –gruñó Kazutora- ¡Kami, sal de ahí!
Los pelos de mi nuca se erizaron ante sus gritos y mis ojos celestes se dirigieron lentamente hacia mis pies, donde una sombra que no era la mía comenzaba a hacerse más grande.
- ¡Te tengo!
Antes de siquiera hacer un movimiento de defensa, sentí como la piel de mi espalda era abierta sin mi permiso.
El dolor pulsante me hizo reaccionar, obligandome a dar la vuelta para empujar a quien estaba detrás de mi, pero aquello solo provocó que otra herida, está vez en mi abdomen, aparezca.
Inevitablemente, mi boca se llenó de sangre, haciendo que tosa para no ahogarme con ella. Con las pocas fuerzas que tenía, le di un cabezazo y un empujón a mi atacante para alejarlo de mi.
No supe dónde cayó el tipo, solo me enfoqué en mi abdomen, dónde un cuchillo de cocina está incrustado perfectamente. No dudé y lo saqué de un solo movimiento, posando mis temblorosas manos sobre la herida para hacer presión.
El aire me comenzaba a faltar y el sudor frío apareció en mi rostro al ver como la sangre caía sobre el techo del auto y ensuciaba todo a su paso; y ni siquiera tenía el valor de tocar la herida de mi espalda, la cual podía jurar que hacía hecho que mi bonita chaqueta de ToMan se conviertiera en rojo puro.
- ¡Keina!
¿Quien había gritado tan... desgarradoramente?
Mis oídos pitaban como nunca y mis ojos estaban borrosos por las lágrimas que intentaba retener a causa del dolor y el sentimiento indescriptible que estaba viviendo.
Quería darme vuelta para sonreírles, decirles que yo estaba bien y que esto no era nada. Sin embargo, no tuve la fuerza suficiente para quedarme de pie.
Pensé que caería en seco sobre el techo del auto, pero mi cuerpo fue abrazado por unos fuertes brazos, obligandome a recostarme entre ellos.
Acostada en el metal del auto con esos brazos como soporte, elevé mi cabeza para ver quien era, e inevitablemente una sonrisa débil apareció en mi cara.
Sedoso y brillante cabello oscuro y unos preciosos ojos marrones era la vista que tenía en estos momentos. Tan perfecto mi favorito.
- Keisuke -susurré sin dejar de sonreír.
- No hables, cállate -ordenó colocando su mano sobre mi herida abdominal- No digas nada... s-solo quédate así...
- ¡Llamen a una ambulancia! -gritó Mitsuya con desesperación.
Quería creer que era por mi amor infinito a Baji que no apartaba mi vista de él y no porque ya no tenía fuerzas para moverme.
Escuchaba de fondo los gritos de mis muchachos, como luchaban y rogaban porque llegase ayuda médica. Y eso solo hacia que mis lágrimas salieran sin freno.
Ya veo... estoy muriendo.
- O-oye Keina, no cierres los ojos -habló Keisuke moviendo el brazo que tenía debajo de mi cabeza- Ya llega una ambulancia, no te duermas.
- ¿Sabes? Es la primera vez que estamos abrazados -dije riendo débilmente, provocando más dolor en mis heridas de apuñalada- Que brazotes te cargar b-bebecito...
Si, incluso en esta situación no podía dejar de bromear, porque no quería aceptar todo lo que estaba ocurriendo; era mi mecanismo de defensa para no romperme en ese instante.
- Te voy a abrazar otra vez, así que no te duermas -volvio a decir en un intento de manterme con los ojos abiertos- Te dejaré jugar con mi pelo, te prestaré mi chaqueta como siempre has querido y ya no te haré callar cuando pienses en mi... así que por favor... por favor no cierres los ojos.
- No quiero eso -dije respirando pausadamente- Quiero que... vuelvas a ToMan.
- Está bien, volveré -respondió sin dudarlo, sacándose en un movimiento la chaqueta de Valhalla y tirandola lejos- ¿Ves?
De tan solo verlo, un sollozo escapó de mi boca y mis lágrimas aumentaron.
- No te apartes de ellos, Keisuke -pedi con una sonrisa triste- ToMan es tu más grande tesoro ¿no?
- ¿De qué me sirve un tesoro si mi vida se escapa?
Mi mirada no se apartaba de su rostro y sus palabras solo causaban en mi un dolor más grande que el de las apuñaladas.
- G-ganaste, Keina. Tú ganaste... así que no me dejes... te lo ruego -suplicó con voz quebrada.
De repente, ví como las lágrimas bajaban por sus bellos ojos marrones hasta caer en mis mejillas.
Hermosos y soñadores ojos que yo misma destruí.
Su frente estaba unida a la mía y parecía estar arrullandome como si fuera un bebé, haciéndome notar la desesperación de él.
- No me dejes, Keina...
Quería hablarle, decirle que estaba feliz de ser correspondida y que no fuera él quien estuviera lastimado. Pero estaba tan... cansada, y tenía tantas cosas que decir pero tan poco tiempo.
Solo logré extender mi mano hasta su cabello, queriendo tocarlo por última vez.
- Lo lamento.
Lo lamento por mis hermanos que ahora tendrán otra tumba que visitar, por Gina que la pasará mal en su boda, por Kiyoshi que tendrá que dejar sus entrenamientos en Estados Unidos para volver, por mis muchachos, por irme sin poder ir a los Juegos Olímpicos.
Y por hacer llorar al amor de mi vida y no cumplir con mi promesa de hacerlo feliz.
Aquello fue lo que ultimo dije. Y sin poder escuchar una respuesta, mi mano cayó sin cuidado a un lado.
Ni un solo sonido se escuchaba en el deposito, nadie, ni siquiera los espectadores, era capaz de decir o hacer algo.
- No seas tonta -susurró Baji con una sonrisa temblorosa- Te dije que ganabas ¿estás haciendo esto para vengarte de estos dos años que te ignoré?
La falta de respuesta solo provocaba que el corazón de Baji se agrietara aún más. No le interesó sus manos llenas de sangre o lo frío de la piel de Keina, él solo la abrazó con fuerzas y escondió su rostro en el pecho de ella, negándose a soltarla.
- No, no, no, no -sollozó con dolor- Te amo, así que vuelve a mi lado y sonríe... te lo ruego, no me dejes solo...
Todos escuchaban las desgarradoras y tristes palabras de Baji, y solo pudieron acompañarlo en silencio ¿qué podían decir?
Murakami Keina estaba muerta, y nadie fue capaz de impedirlo.
- Kenchin ¿por qué Keicchan no se mueve? -preguntó Mikey viendola desde abajo- Hay que irnos porque nos atrapará la policía, pero no se levanta.
- Mikey -dijo Draken con voz quebrada, ocultando sus ojos como su mano- Kami ya no se levantará... ella se ha ido.
- ¡Mierda! -gritó Kazutora entre lagrimas golpeando un auto cercano- ¡Tuvimos que agarrarla del pelo y sacarla de aquí en vez de reírnos, ahora por nuestra culpa ella...!
- Kami -dijo Mitsuya suavemente viendo al cielo, intentando no llorar, pero no pudo, sacándole un sollozo- Ay, Kami...
Baji escuchaba los murmullos desde su lugar y eso solo aumentaba su dolor. Pero ni siquiera tuvo tiempo de llorar como él deseaba ya que vio de reojo como el asesino de Keina los miraba con superioridad.
Como si estuviera satisfecho.
Las venas de su cuello y frente se marcaron con odio al verlo, y con toda la delicadeza del mundo descansó el cuerpo de Keina sobre el techo del auto para posteriormente ponerse de pie.
- Es por eso que las mujeres no deben estar en pandillas -dijo el tipo inexpresivo- Porque son débiles.
- ¡Hijo de puta! -gritó Haruchiyo agarrando un fierro del suelo.
Pero ni siquiera le hizo falta moverse cuando vio como Baji arremetía con todo contra ese hombre.
Su puño se encajó en su mandíbula hasta tirarlo al suelo y lo siguió con una fuerte patada en la cien. Se subió sobre su abdomen y lo agarró del cuello para evitar que se escapara.
- Te tengo -dijo con una gran sonrisa fría y cínica, dejando caer pequeñas lágrimas- ¿No es eso lo que le dijiste?
Sin tener la oportunidad de defenderse, un puñetazo lo golpeó en el centro del rostro. Y otro, y otro, y otro, y otro más hasta que perdió la cuenta.
Sus nudillos estaban desgarrándose por el choque entre pieles y huesos y la sangre ajena salpicaba para todos lados sin piedad.
Baji ya no era capaz de distinguir la sangre de Keina, de él mismo y de ese hombre. Pero no le interesaba, lo único que tenía en mente era en acabar con la persona que le arrebató a Keina.
Sin embargo, sabía que matandolo no era suficiente para saciar su enojo y venganza. Porque ni juntando toda la riqueza del mundo o exterminando a todas las personas existentes era suficiente para alcanzar el valor que Murakami Keina tenía en su vida.
Llegó un punto en el que su brazo le pedía un descanso, solo entonces se dió cuenta del hermoso desastre que hizo con ese tipo.
Ya no había signo de lo que antes fue una cara humana, solo piel, dientes y huesos unidos en una especie de masa ensangrentada.
¿Qué tan fuerte lo golpeó para no dejar rastro de una cabeza?
Soltó un suspiro. No le interesaba haberse vuelto un asesino, no si eso significaba borrar la existencia del asesino de Keina.
Y nadie de ToMan fue capaz de intervenir, conociendo realmente los sentimientos por lo que estaba atravesando Baji; solo permitieron que Kisaki limpiará el desastre.
El Halloween Sangriento que Keina quería evitar se había hecho realidad.
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