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» Capítulo 35

Un día había pasado desde que fundó su propia pandilla, y un día desde que tocó el suelo italiano.

Y tal cual lo hace cada vez que tiene una competencia, Keina se desconectó completamente del mundo desde que llegó a Turín, Italia. Sin teléfono, sin reproductor de música, sin televisión y sin personas cerca suyo. Simplemente ella en el cuarto del hotel hasta que fuese el momento de arreglarse para la competencia.

Era una especie de ritual que creó para si misma cuando compitió por primera vez. Era una manera de no distraerse ni ponerse ansiosa o nerviosa por cosas mínimas; Keina se tomaba su tiempo para descansar tanto mental como físicamente y así poder dar todo de su al momento en que pise la pista de hielo.

Y en estos momentos, la pelirosa observaba en silencio el elegante techo del baño. Faltaba unas cuatro horas para que de inicio la competencia, por lo que decidió darse un relajante baño en el tina antes de que su hermana viniera a prepararla con el personal que contrató.

Al igual que siempre,  sus dos hermanos la habían acompañado para brindarle su apoyo desde las gradas. Estaba agradecida de que Kiyoshi se haya tomado un descanso para viajar desde Estados Unidos hasta Italia solamente para verla y gritar su nombre en apoyo.

¿Qué estará haciendo ese tonto? Seguro comiendo o contando chismes con Gigi-nee, debe estar poniéndose al día con ella.

Sonrío de solo pensarlo para posteriormente ponerse pie, dejando escurrir el agua de todo su cuerpo y así cubrirse con una toalla.

Al salir del baño, tomó su teléfono y escribió un mensaje a la Murakami mayor, avisándole que ya estaba lista.

Mientras esperaba a que llegara el personal, se colocó una cómoda ropa interior y desenredó su corto cabello rosa. De esta manera, buscó la malla que usaría ese día para así colocarla con delicadeza.

Se miró al espejo y un sonrojo apareció en sus mejillas. Cuando Mitsuya se lo entregó ni siquiera vio el atuendo, quería sorprenderse el mismo día de la competencia, y si que estaba sorprendida.

La preciosa malla era de un bellísimo color bordo con detalles en flores rosadas y le quedaba como anillo al dedo. No tenía palabras para explicar la perfección de tal atuendo y cuan maravillada estaba ella; lo sabía por el manga, pero definitivamente Mitsuya tenía una muy buena mano para diseñar y confeccionar.

Estaba feliz y satisfecha, cuánto adoraba a su amigo. A partir de ese día le encargaría todas sus mallas y le pagaría más de lo que le dió en un inicio, las bellas manos y el talento de Mitsuya no valen menos.

— Nana —apareció Gina tras tocar la puerta e ingresar a la habitación— ¿Ya estás para que te arreglen?

— Sip —sonrío dando una vuelta sobre su eje— ¿Qué tal?

— Preciosa —asintio calmada y con una sonrisa cálida— Sinceramente, no le tenía fé a tu amigo, pero supongo que le debo una disculpa. Ha hecho un trabajo magnífico.

Keina rio divertida sentandose en el banco frente al tocador, dejando a que unas mujeres la maquillaran y peinaran.

Fueron aproximadamente dos horas lo que demoraron en dejarla lista, y al igual que lo que ocurrió con Takashi, no podía decir más que "gracias" por el excelente trabajo de las mujeres. Su maquillaje no era tan pesado, era sencillo pero resaltaba gracias a que compartía colores con la malla y el ligero brillo plateado; y su peinado no era más que dos trenzas cascadas que se unían atrás de su cabeza, siendo su cabello decorado con pequeñas perlas.

Una vez estuvo completamente preparada, tomó la chaqueta del uniforme del equipo japonés y se la colocó sobre la malla para evitar que la miraran de más; agarró su bolso deportivo que contenía sus patines y salió del hotel con su hermana.

— ¿Dónde está Yoshi? —preguntó curiosa— Pensé que nos estaba esperando en la salida del hotel.

— Me dijo que estaría en el estadio, no quiere que nadie manipule algo para hacerte perder —respondió divertida— Ya sabes cómo es con el tema de tus competencias.

Keina sonrío enternecida, era un clásico de Kiyoshi actuar tan sobreprotector con ella y Gina a pesar de que se podían cuidar solas. Es decir, una tiene a su cargo una empresa armamentista y al gobierno japonés agarrado con una correa mientras que la otra era dueña de la pandilla más grande de Japón, pero ambas lo dejaban ser.

Tras unos minutos de viaje, ambas llegaron al estadio donde se llevaría a cabo la competencia. Pasaron por controles de documentación y lograron ingresar sin problemas

— La última vez que te vi tan arreglada fue para la fiesta de compromiso de Gigi-nee y ese idiota —fue lo primero que dijo Kiyoshi al verlas en el pasillo.

— Y yo la última vez que te vi limpio fue cuando las enfermeras te bañaron al nacer —devolvio sacándole la lengua.

— ¡Eso no tiene sentido, tú ni siquiera habías nacido!

— Si, si, dicelo al juez, rosadito.

Gina suspiro al ver a sus dos hermanos discutir como niños de cinco años. Cuando los Murakami finalizaron su infantil pelea (en realidad, la postergaron), se dirigieron hacia la pista de patinaje.

Ahí, Keina tuvo que separarse de sus hermanos para ir junto a su entrenadora y conversar unas cuantas cosas más, también realizó algunos ejercicios de calentamiento para evitar futuras lesiones

Dentro de poco, las gradas comenzaron a llenarse de espectadores y las demás competidoras llegaban una a una, dando a entender que estaba próximos al inicio de la competencia.

Keina observaba todo, y no mentiria, estaba sumamente nerviosa. Es decir, estaba ahí para representar a su país en los Juegos Olímpicos, no era una competencia cualquiera.

Para pasar sus nervios, decidió colocarse unos audios y así olvidar un rato al mundo hasta que fuese su turno. Por mientras esperaba, comenzó a pensar en los bonitos momentos que atravesó desde que llegó a ese mundo.

Creo que nunca he sido tan feliz como ahora. Siento mi corazón calentito...

Una sonrisa tonta se pintó en su rostro de solo recordar a su pareja, familia y amigos. Sin darse cuenta, todo rastro de ansiedad y nervios desapareció, y así, se puso de pie ya con sus patines puestos para hacer los últimos ejercicios antes de entrar a la pista

Cuando la competidora rusa terminara sería su turno, así que se quitó la chaqueta del uniforme al igual que los audífonos.

— ¡A continuación tendremos el espectáculo de un patinadora japonesa y la más jóven de estos Juegos Olímpicos! —habló el presentador con entusiasmo— ¡Es considera como el Diamante de Japón luego de haber ganado medallas de oro desde que debutó a sus doce años en la competencia regional de Kanto! ¡Denle un fuerte aplauso a Murakami Keina!

El sonido de choques de manos no tardaron en llegar, dándole aún más adrenalina a la pelirosa, quien con suaves movimientos se desplazaba hasta el centro de la pista.

Cuando ella dió una reverencia al público, estos quedaron en completo silencio y las luces del estadio se atenuaron.

Al momento de lanzar un suspiro para calmarse, fue cuando inició la canción que ella había elegido.

La melodía de Feeling Good de Michael Bublé resonó en toda la pista de patinaje, y con ella, Keina comenzó la coreografía planeada.

En ese instante, la Murakami se olvidó de todo: de Keisuke, de sus hermanos, de su pandilla, de sus amigos. Era ella y la pista, nada ni nadie más. Solo importaba ella y que tan buena era como patinadora profesional.

Sus movimientos lentos y precisos eran acompañados con el ritmo de la canción, y cuando está aumentando de velocidad, ella la seguía con giros y otros movimientos que se adecuaban a la letra.

Las luces la acompañaban en todo momento y hacían que la coreografía se mirase mil veces mejor gracias a la combinación de colores cálidos.

Durante cuatro minutos completos, Keina hizo suya la pista de patinaje sin dejar un solo lugar sin pisar, moviéndose con perfecta elegancia y coordinación mientras giraba en el aire y caía con precisión sin dejar un solo hueco en su presentación.

Cuando la canción estaba en su último tramo, realizó un último giro triple para posteriormente caer en una pierna y abrir sus brazos como si estuviera por dar un abrazo y finalizó dando un giro lento sobre su eje cuál bailarina de ballet.

Su respiración agitada no se escuchó gracias a la explosión de aplausos, provocando que una gigante sonrisa apareciera en su rostro. Dió una reverencia al público y se movió hasta las afueras de la pista, dónde no dudó en desplomarse sobre su banca correspondiente.

— Lo hiciste asombroso —la felicitó su entrenadora con una sonrisa y entregándole una botella de agua— Bien hecho, Keina-chan.

— Igualmente —rio recibiendo la botella.

Volvió a colocarse la chaqueta sobre sus hombros y secó su sudor con una toalla de mano para posteriormente esperar a que finalizarán las presentaciones.

— ¡Es hora de la premiación! —avisaron por los parlantes luego de un rato, provocando que todas las competidoras se formarán en una hilera en la pista.

Keina tomó una larga respiración y sacudió sus piernas para quitar la tensión.

Mierda ¿¡por qué pone tanto suspenso!?  ¡Solo diga los malditos nombres!

— ¡Con 181,44 puntos, quien se llevará la medalla de bronce por el tercer puesto es... Irina Slútskaya! —dijo con emocion provocando los aplausos— ¡Y con 183,34 puntos, la ganadora de la medalla de plata es Sasha Cohen!

La Murakami tragó saliva viendo cómo la rusa y la estadounidense se colocaban en el podio en su lugar correspondiente, sintiéndose mal al ver que dos de los tres puestos ya eran ocupados.

— ¡Y ahora, con 191,34 puntos, quien llevará a su casa la medalla de oro como primer puesto de los Juegos Olímpicos de 2006 es...! ¡Redobles de tambores por favor! ¡Murakami Keina! —gritó alargando la última vocal.

Un sollozo escapó de su boca al momento en escuchar su nombre. Se hincó en el suelo y cubrió su rostro entre sus piernas.

No podía creerlo, ella había ganado. Después de todos estos años entrenando, finalmente logró uno de sus más grandes sueños: ser campeona olímpica.

Keina se puso de pie y patinó hasta el podio con una sonrisa y lágrimas en sus ojos celestes, escuchando de fondo los cumplidos y aplausos de todos. Y no pudo sentirse más feliz y realizada cuando papeles de colores metalizados volaron por el estadio justo al momento en que ella se paró en el podio como primer lugar de la competencia.

Con respeto y adoración al deporte,  inclinó su cabeza para recibir la medalla con honores y orgullo al igual que un gran ramo de flores.

Una vez tuvo la medalla entre sus manos, le dió un largo beso y la levantó al cielo, enseñandosela especialmente a sus hermanos, un mensaje de "lo hice". Kiyoshi sacudió al desconocido de su lado mientras Gina sonreia orgullosa.

— ¡El Diamante de Japón se llevará el oro a su país luego de la mejor presentación de este año! —habló uno de los presentadores acercándose al podio y extendiéndose el micrófono—  ¿Cómo se siente ganar?

¡Ooooooh, i love the question!

— No hay palabras para explicar esto —respondio con suma emocion— Desde pequeña he querido pararme en este lugar y sostener esta medalla, es un sueño hecho realidad... Pero si tuviera que elegir algún sentimiento, agradecimiento.

El estadio quedó en silencio cuando ella comenzó a hablar y Keina se dió un tiempo para relajarse, las lágrimas no se detenian y su sonrisa solo se hacía más grande.

—  Y-yo... le doy las gracias a mis hermanos que me dieron la posibilidad de iniciar este deporte y motivarme a seguir mi pasión. Le doy las gracias a mi entrenadora por guiarme y enseñarme todo lo que se. Le doy las gracias a mis amigos en Japón quienes de seguro me están animando desde allá. Le doy gracias a Mitsuya Takashi, uno de mis mejores amigos, por diseñar tan magnífico atuendo que me permitió brillar más de lo que me merezco... Y voy a terminar, porque sino me quedo toda la noche hablando —rió secando sus lagrimas— Le doy las gracias a mi novio hermoso, quien me acompañó en cada paso que daba y me enseñó a nunca bajar los brazos cuando lo único que quería era renunciar porque no me salian los giros ¡A todos: gracias! ¡Este premio es para todos ustedes!

Al finalizar sus palabras, otra explosión d aplausos tomó presencia en el estadio y muchos más papeles de colores salieron disparando.

Y Keina, sin dudar un segundo más, tomó carrera hacia sus hermanos para tirarse encima de ellos y abrazarlos con todo el amor que tiene para ofrecer.

— Al fin haces algo bien —susurró burlón Kiyoshi.

La menor contrajo su sonrisa y no tardó en estrellar el ramo de flores en medio del rostro del varón— ¡Púdrete, imbécil! ¡Nunca más te abrazo!

Por mientras ellos peleaban y celebraban, desde otro continente se escuchan gritos de felicidad en la avenida central de Japón.

Todo Kaizen se había reunido en medio de la calle para observar desde las pantallas de los edificios la competencia de su querida Emperatriz. Gracias a los altos mandos y su influencia pudieron cortar las calles para estar solamente ellos y conectar las pantallas con el canal italiano que transmitía los Juegos Olímpicos.

— Bien hecho, preciosa.





















Nota: holaaaaaa aparecí jejejeje

No me maten, en mi defensa tengo parciales y mi computadora se rompió así que tengo que escribir desde el celular y me cuesta un poco pipipipi

El caso ¿que les pareció? Comenten y votennn <3

Otra cosita, la historia está por llegar a su fin, tal vez uno capítulos más, el epílogo y unos extras jejejeje adioooos

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