» Capítulo 25
- Kokito de mi vida ¿estás seguro que sabes hacerlo?
- Claro, mira, yo me hice los míos.
- Estuvo llorando como por veinte minutos cuando se los hizo.
- No mientas, Inupi, asustarás a Kami.
- Yo que tú no lo dejo, te hará doler, Kami.
- ¡¿Me va a doler?!
- No/Si.
Suspiré temerosa al oír ambas respuestas contradictorias, pero aun asi me dejé ser, confiando en sus manos.
Como todos los domingos desde hace un mes, me encontraba junto al dúo InuNeko a las puertas de la Iglesia a la espera de Taiju. Y esta vez, por mera curiosidad y aburrimiento, le pregunté a Hajime si sabía abrir agujeros en la oreja, pues hace rato quería hacerme otro arete.
Obviamente dijo que si e inmediatamente fue a comprar algunas cosas a la farmacia para hacérmelo él mismo. Es por ello que ahora estoy con los ojos cerrados con mi mano apretando el brazo de Inui, esperando con miedo a que Koko atraviese la aguja en mi oreja.
Antes de siquiera poder decir algo, sentí como en pestañeo la aguja atravesó mi piel para luego ser reemplazada por un arete simple de plata con la forma de una flor.
- ¿Ves? Rápido y sin dolor –presumió Koko.
- ¡¿Cómo que sin dolor?! –chillé con ojos cristalizados- ¡Ni siquiera me pusiste hielo o algo para anestesiarme la oreja!
- Entonces ¿Por qué confiaste en él? –suspiró Inupi limpiándome la oreja con algodón el pequeño hilo de sangre.
- ¡Debiste detenerme! –me quejé zarandeándolo, pero él ni se inmutó.
- ¿Por qué tanto alboroto?
Los tres miramos hacia arriba, encontrándonos con Taiju recién salido de Misa, viéndonos con el ceño fruncido.
- ¡Taiju-san! –lloriqueé yendo hacia él.
Pero antes de siquiera poder abrazarlo, este se hizo a un lado, provocando que pase de largo y casi me caiga de cara.
- Eres malo –hice un puchero cruzándome de brazos.
- Me lo dicen seguido –dijo simple bajando las escaleras.
- ¡Te olvidas darme el tupper! –dije mientras lo seguía y señalaba acusatoriamente- Más te vale no haberlo perdido como el anterior, me dolió ¿sabes? Era mi favorito porque tenía tapa rosa con brillitos.
- ¿O si no qué? –devolvió intimidante, pero luego de interactuar por más de un mes sabía que lo decía en broma.
- No te haré más galletas –dije seria.
Vi como se tensó, dándome una alegría interna por ver que lo había atrapado con un truco tan simple como lo eran las galletas.
Asimismo, Taiju extendió su mano y uno de sus hombres le dejó en la misma el tupper de tapa azul que le di el anterior domingo.
- ¡Muy bien! –sonreí - Asi si nos entendemos ¿no, Taiju-san?
Ambos intercambiamos los recipientes, pues el mío contenía galletas de limón que le prometí hacer ya que en alguna ocasión me dijo que le gustaba el limón.
- Taiju-san –hablé suavemente- ¿Podemos hablar a solas? Si tienes tiempo, claro.
- No te ayudaré a escalar un árbol –respondió inmediatamente mientras comía una de las galletas con indiferencia.
- ¡No es eso! –chillé sonrojada por la vergüenza, todavía me recuerda lo que le pedí una vez que estaba aburrida- Solo deseo que tengamos una conversación entre los dos ¿si?
- Solo porque te salieron ricas –suspiró haciéndole una seña a sus hombres para asi indicarme que lo siga.
Reí despacio y caminamos hacia el interior de la Iglesia, la cual estaba completamente vacía. En silencio, nos sentamos una de las largas banquetas del sector medio y miramos hacia el altar, el cual era exactamente el que se mostraba en el manga.
- ¿Qué quieres? –preguntó rompiendo el silencio.
- Solo quería saber cómo te encuentras -sonreí levemente- No hemos hablado mucho asi que quería conversar.
- ¿Por qué?
- Porque me caes bien, Taiju-san –dije simple- Estos domingos me pude dar cuenta que no eres tan malo como te pintan, asi que quiero ser tu amiga.
Giré mi rostro para observarlo, y sentí como mi corazón se calentó un poco al ver sus ojos con un brillo desconocido.
- ¿Quieres hablar de algo? –pregunté con una sonrisa y achinando mis ojos- Tenemos tiempo ¿no? Los domingos no se trabaja.
- ¿De qué quieres hablar? –suspiró rendido, desparramándose en el asiento y comiendo sin cuidado las galletas.
- Mmmm –coloqué mi dedo sobre mi barbilla en gesto pensativo- ¿Por qué no iniciamos por una serie de preguntas y respuestas? Yo te pregunto algo y tú me respondes, y luego a la inversa.
- De acuerdo.
- ¡Bien, yo inicio! ¿Cuál es tu color favorito?
De esta manera, por aproximadamente unos treinta minutos, ambos estuvimos haciéndonos preguntas para conocerlos mejor. Desde el color que nos gusta hasta nuestro singo zodiacal, incluso hubo preguntas incoherentes que hacían que Taiju se irritara pero aun asi me las respondía, por ejemplo ¿qué animal te gustaría ser?
Ahora, me tocaba preguntar a mi, y tenía algo de miedo pero tenía que arriesgarme.
- ¿Tienes hermanos?
-... Si ¿tú? –respondió borde.
- Si, dos en realidad –sonreí como si nada- La mayor se llama Gina y el del medio Kiyoshi, soy la menor ¿y los tuyos?
- Yuzuha y Hakkai, soy el mayor –suspiró inclinándose y apoyando sus brazos en sus muslos.
- Debes ser un buen hermano mayor entonces –comenté sonriente.
-... No creo que ellos piensen lo mismo –susurró, pero lo alcancé a escuchar.
Observé como su expresión decaía casi imperceptiblemente, haciendo que mi corazón duela un poco.
Yo sabia que no debía justificarlo, pues sinceramente me pareció una mierda de hermano que solo conoce los golpes y lo demostraba dejando a sus hermanitos en el suelo sin importar nada. Sin embargo, ahora que escucho algo de su historia, me da tristeza, pues esta parte no se menciona en el manga.
El padre es una mierda, nunca está en casa y no les da ni un gramo de atención a sus hijos, y su madre biológica murió cuando era un pequeño de seis años. Sinceramente pensé que compartían mamá con Hakkai y Yuzuha, pero ellos tienen otra madre, lo que los hace medio hermanos.
Como no tenía padres presentes y su relación con su madrastra era pésima, Taiju sentía que debía hacerse cargo de su casa y cuidar de sus hermanos, asi que aprendió solo a ser adulto, no de buena manera pero él lo considera bien. Y aunque duela, él ama a sus hermanos, pero nunca le enseñaron qué es el amor.
Lo siento, pero no puedo evitar empatizar con los "personajes".
- Debió ser duro ¿no? –pregunté suavemente.
Al girar mi cabeza hacia él, pude apreciar como los ojos del Shiba brillaban tenuemente, pero su expresión seguía siendo una fría e inamovible.
- No puedo hablar mucho ya que soy la más pequeña de mi familia, pero supongo que para ti no fue fácil ¿verdad? –seguí con una sonrisa decaída- Estoy orgullosa de ti, Taiju-san, has sido un buen hermano mayor.
No respondió nada, seguía mirando el altar como si fuese lo más interesante del mundo, pero algo me decía que estaba pensando algo.
- ¿Golpear a tus hermanos te convierte en un buen hermano mayor? –preguntó luego de un rato, pero sin dirigirme la mirada, es como si le hablara al Dios que tiene en la cruz de enfrente- Solo quiero saber, si he sido un buen hermano ¿por qué ellos me odian?
Yo me mantuve callada, quería que él se desahogara, no importa si era con su Dios o conmigo, necesitaba que Taiju se diera cuenta de su realidad por si solo y asi lo ayudaría a mejorar.
- Yo... a veces vengo a rezar aquí –continuó inexpresivo- Y todo el tiempo me pregunto si estoy haciendo lo correcto.
- Si no rezaras ¿Crees que haces lo correcto? –pregunté suavemente.
- Si, pero ellos lloran –contestó- Los amo, es por eso que hago todo, porque esa es la única manera en la que se harán fuertes y podrán salir al mundo sin miedo a que los pisoteen.
- Entonces, debes encontrar un método que los haga feliz a los tres –dije con una sonrisa- Algo que los una sin necesidad de lastimarse entre ustedes y que demuestre el amor que les tienes.
- ¿Cómo cuál? –gruñó- No les daré la mano y los llevaré a un maldito parque.
- Por ejemplo, puedes enseñarles a defenderse –sugerí alzando mi dedo índice- Eres muy bueno peleando, asi que puedes mostrarles tus movimientos y que asi se hagan fuertes sin necesidad de que los golpees. De esa manera, si alguien quiere lastimarlos, ellos podrán defenderse gracias a tus enseñanzas.
Taiju asintió comprendiendo, como si tomara en cuenta mi sugerencia, y aquello me alegró.
- Taiju-san –lo llamé suavemente- Cuando amas a alguien, no lo lastimas... Buscas su bienestar, que sonría, que esté a salvo, que se sienta feliz.
Algo asi como yo con Keisuke.
Ah, mi varón, el amor de mi vida ¿qué estará haciendo? Lo extraño, menos mal que ahora lo veré al salir de aquí. Me pregunto como se vestirá hoy, aunque se verá sexy con cualquier cosa que se ponga, tan divino, y solo yo me lo como enterito.
- ¿Lo entiendes? –le pregunté saliendo de mi burbuja de fanática- Tu amor no está mal, está mal la manera en la que lo expresas. Asi que no, no eres un mal hermano, solo debes encontrar tu esencia y compartirla con tus hermanos para que sepan que de verdad los amas.
- Si tú lo dices –suspiró poniéndose de pie con el tupper en mano- Andando, ya perdimos mucho tiempo.
- Si, señor –me burlé.
Ambos salimos de la Iglesia para despedirnos, aunque Taiju ni siquiera me dijo "chau", asi que simplemente le dije adiós cálidamente a mi tierno dúo de novios que no son novios pero lo serán.
Una vez me alejé de ellos, me desvié por una pequeña plaza y me escondí detrás de un arbusto, dejando mis ojos celestes libres.
Enfrente de mi se encontraba Keis... mi novio ¡ah, que bien se siente decir eso! en un columpio esperándome mientras se balanceaba ligeramente.
Maldición, no pensé que me haría caso cuando le dije que se atara el cabello con un moño y dejara algunos mechones delanteros libres.
Agradecida con el de arriba por permitirme comer tal maravilla como lo es este hombre hermoso. Quiero darle, pero debo aguantar, aunque no creo que dure mucho si él tiene esa pegada ropa deportiva. Ay... mi bello gatito, quien fuese fruta de mercado para que me manos...
Me sobresalté al ver como Keisuke se caía hacia atrás y quedaban sus piernas sobre el columpio, haciendo que salga de mi escondite y vaya hacia él con rapidez. Detuve mis pies justo al lado de su cabeza y me acuclillé para verlo más de cerca, generando sombra sobre él y dejando que mis cabellos rosas caigan como cortina.
- ¿Te encuentras bien, bebé? –pregunté moviendo uno de sus mechones ya que no me dejaban ver sus lindos ojos marrones.
Keisuke no me respondió, solo me miró inexpresivo y agarró mi nuca para atraerme hacia él. Por la sorpresa, un chillido salió de mi boca y caí de rodillas, logrando apoyar mis manos a los lados de su cabeza sin llegar a aplastarlo.
- Tienes olor a otro hombre –murmuró con sus labios rozando los míos, generando que el calor suba a mi rostro- ¿A dónde vas todos los domingos?
- A-a un lugar –tartamudee, me ponía muy nerviosa cuando me habla con ese tono.
Su mano, que aún me sostenía la nuca, se deslizó con suma lentitud y delicadeza por toda mi columna de arriba hacia abajo, repitiendo esta acción otra vez.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y las palabras no salían de mi boca, solo podía ver el brillo malicioso de sus ojos mientras mi rostro se sonrojaba a más no poder.
- ¿No me lo dirás? –preguntó en un susurro.
Y mi mente hizo cortocircuito cuando su lengua lamio mis labios para luego atraparlos en un pequeño beso, que pude tomarlo como algo inocente de no ser porque su mano se trasladó a mi cuello y acarició mi garganta con su pulgar.
- Eso, eso es trampa –dije echando humo por mis orejas y apretando el césped debajo nuestro.
Yo queriendo conservar nuestra pureza hasta el matrimonio, pero viene este idiota hormonal y me tira todo el esfuerzo por la borda.
- No, se llama estrategia –sonrió en grande- ¿Y, mi niña? ¿No me lo dirás?
- Carajo –solté dejando caer mi cabeza en su pecho, completamente rendida a sus encantos- ¿Pero me prometes no enojarte y déjame terminar?
- ... Está bien –dijo luego de pensarlo.
- Hace un mes y medio he estado conversando con los líderes de la décima generación de los Black Dragons –hablé rápidamente que casi me quedo sin aire- Ellos me caen bien, son mis amigos... Solo busco que nos llevemos bien ya que en Navidad ocurrirá algo malo y quiero evitarlo.
- ¿Qué quieres decir? –preguntó sentándose correctamente conmigo entre sus piernas.
- Kisaki tiene planeado unificar a los Black Dragons con ToMan, y no de una manera correcta –respondí seria- Tengo la sospecha de que se involucrará con la familia Shiba.
Keisuke se apoyó sobre sus manos para verme a los ojos, se notaba que la mención de Kisaki lo molestó.
- ¿Cómo piensas evitarlo? –habló- Es peligro que te involucres con ese tipo y los Black Dragons.
- Lo sé, pero esta vez haré mi jugada en silencio –dije acercándome a él y asi abrazar su torso con mis brazos y piernas, como un koala- Esta es una batalla psicológica, Kisaki nunca se involucrará físicamente con alguien, él jugará con la mente de los otros.
- ¿Y tú quieres hacer lo mismo? –preguntó devolviéndome el abrazo y acariciando mi espalda para luego hundir su nariz en mi cabello.
- No me gusta la palabra "jugar" –suspiré apoyando mi barbilla en su hombro- Solo quiero... salvarlos de su realidad, sus vidas son tristes, asi que quiero que sean felices. Es por eso que hablo con ellos, para que cambien...
- No lo sé, Keina, tú no eres psicóloga de nadie –suspiró- Es peligro ¿y si algo sale mal? No quiero que te metas en esas cosas.
- Si algo sale mal, tengo mi plan B –reí recordando que Takemichi ganará aquella batalla navideña aun si yo no intervengo.
Keisuke ajustó su agarre y me atrajo más hacia él.
- No debes preocuparte, tengo todo calculado –susurré dándole un beso en el hombro- Prometo que no haré nada arriesgado.
- Mas te vale –gruñó separándose de mi para tomar mi rostro entre sus manos- La navidad la pasaremos con mi mamá, asi que te prohíbo separarte de mi ¿ok?
- Tan linda, Ryoko-san –dije con dificultad debido a que mis mejillas eran apretadas- Llevaré un pastel bien rico ¿qué dices? También uno pequeñito para Peke J.
Él asintió dándome un pequeño pico en mi boca de pato.
- ¿Nos vamos?
- Chi –sonreí feliz.
Dándome un último beso, se puso de pie conmigo entre sus brazos, y yo sigo sin poder creer lo fuerte que este hombre como para no hacer ni una mueca.
Nota: me encantó escribir este cap, nada más que decir
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