
Misión Corta 01 | Palabra clave: Esposa
Algunas veces las pequeñas palabras ayudan a conformar los lazos que unirán a esta familia para siempre...
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Yor se veía un poco preocupada y nerviosa. Anya, su pequeña hija estaba aún acostada en su cama siendo acompañada de sus peluches favoritos, y por su aspecto, podría predecir que se quedaría en cama todo el día.
Tampoco era una sorpresa, sin duda no había sido buena idea mojarse bajo la lluvia, pero Loid había insistido que era una manera de divertirse en familia, de olvidarse del terrible estrés que los exámenes le estaban generando a la pequeña Anya; y claro que lo era, a la mayoría de los niños les gustaba mojarse y jugar bajo la lluvia. Solo que las consecuencias del modo de distraerla no fuero las mejores.
Miró el reloj, ya habían pasado unos minutos, por lo que no esperó más y tomó el termómetro que le había colocado debajo de su brazo.
—38.4°C —leyó en un murmullo— Tienes fiebre, Anya. Deberás de quedarte en cama. El día de hoy no podrás ir a la escuela.
La pequeña Anya la miró adormilada y solo asintió de forma muy leve, viendo como Yor se disponía a salir de su habitación, no sin antes decirle a la niña pelirrosa nuevamente que se quedara en cama e intentara dormir un poco.
—¿Dónde vas, mamá? —preguntó Anya— ¿Ya te vas a trabajar?
Yor miró a su pequeña hija y sonriendo le dijo: —No, me quedaré contigo hasta que te sientas mejor. Solo telefonearé al trabajo para avisar. Ahora descansa —le pidió de nuevo de una manera muy tierna—. También llamaré al doctor para que venga a verte y le diré a Loid lo que está ocurriendo.
—Sí, mamá —respondió la niña, ocultando secretamente el sentimiento que albergaba su corazón, porque sin importar que su mamá fuera una asesina sabía que Yor, su mamá falsa también en verdad se preocupaba por ella.
—Regresaré en un instante.
Fue lo último que dijo Yor antes de salir de la habitación, volteó hacia la puerta de Loid, él tampoco se levantó como era de forma habitual, por lo que supuso que también podría estar enfermo, así que, sin pensarlo dos veces, comenzó a tocar a la puerta y llamar a su esposo.
—Loid —dijo—, ¿puedo pasar? —Esperó unos segundos, pero no obtuvo respuesta, tampoco escuchó ningún ruido y eso que pegó su oreja a la puerta para tratar de escuchar si estaba despierto, solo que tampoco escuchó nada.
«¿Se molestará si entró?» Yor se preguntó para sí sin saber cómo debía de actuar. Estaba confundida, cuando de repente escuchó que una puerta se abría y no era la de Loid.
—Entra, mamá —sugirió la pequeña pelirrosa.
—¡¿Anya?! ¡¿Qué haces levantada?!
—Entra —repitió su sugerencia sin hacer caso a la pregunta de Yor—. Mi papá también está enfermo —comentó con mucha naturalidad.
—¡¿En serio?! —La expresión de preocupación de Yor también se intensificó, por lo que no se detuvo ni un instante a preguntarse cómo es que su hija sabía lo que tenía Loid.
—Regresa a la cama, Anya —ordenó antes de entrar a la habitación de su falso esposo—. Yo veré a tu papá y enseguida iré a verte.
La pelirrosa asintió, pero en esta ocasión no pudo ocultar su felicidad de tener una mamá y un papá.
Yor esperó a que Anya entrara a su habitación para hacer lo mismo, así que con sigilo tomó el picaporte y lo giró para luego adentrarse con mucha cautela, algo así como cuando cumplía con sus misiones asignadas. No quería perturbar el sueño del dueño de aquella habitación tan pulcra.
Con largos y apresurados pasos observó como Loid se encontraba sobre su cama, todavía dormido o mejor dicho dormitando; y respirando con dificultad. La clara señal de que su salud no estaba del todo bien.
—¿Estás bien, Loid? —preguntó con voz temblorosa y llena de intranquilidad.
Solo que no hubo respuesta, por lo que sin pensarlo dos veces decidió colocar el dorso de su mano sobre la frente de Loid para comprobar su temperatura.
—No me gusta que nadie me toque.
Aquella abrupta declaración por parte de Loid, minó la poca confianza que Yor juntó internamente para entrar a la habitación que no era suya.
—Loid, yo...
—Pero tú si puedes, porque eres mi esposa —musitó adormilado.
—¿Qué dijiste Loid? —preguntó Yor con su corazón brincando con gran fuerza y cubriendo su rostro con un sonrojo.
—Mamá, ¿papá está bien?
Otra vez la diminuta voz de Anya interrumpía los pensamientos de Yor.
—¡¿Anya?! —soltó en un gritillo, sonrojándose aún más como si eso fuera posible—. No, él está enfermo, igual que tú —confirmó mientras la tomaba en brazos—. Te llevaré a la cama y llamaré al doctor —continúo hablando—, pero ¿qué pasa, Anya? Él se pondrá bien. No llores —se apresuró a decir al mirar los acuosos ojos de Anya.
—Y no me van a inyectar, ¿verdad? —preguntó la pelirrosa muy angustiada, pues sin querer había leído los pensamientos de su mamá; y en los cuales pudo saber que la inyección formaba parte de una posible forma de curarlos por aquel molesto resfriado.
—¡¿Qué?! No, no, no. Estoy segura que a Loid le dará un par de pastillas y a ti un jarabe. Nada de inyecciones. Lo prometo.
Anya sonrió, pues sabía que su mamá decía la verdad.
—Seguro que el jarabe sabrá horrible —replicó la niña.
—Es posible, Anya —confirmó tocando su pequeña nariz—, pero te sentirás mejor.
—Gracias, mamá.
Yor sonrió satisfecha por la respuesta de su hija. Era el momento de llamar al Doctor.
Al día siguiente por la mañana todo transcurrió con normalidad. Tanto Loid como Anya estaban perfectamente bien, salvo por Yor, quien ahora guardaba cama, pues su esposo y su hija la habían contagiado de ese molesto resfriado.
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Fin de la Misión Corta 01 | 24.04.2022
¿Les gustó? Ojalá que sí. Esta fue una misión corta, prometo que escribiré misiones más largas. Como siempre, les agradezco por todo el tiempo que me regalan al leer mis historias. ¡Muchas Gracias!
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