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Capitulo 43⛓️

Kindsey

Semanas después

—¿Lista? —pregunta Joel abriendo la puerta.

Respire profundo.

—Sí —hablé como respuesta.

No habían pospuesto la boda.

Y sin importar que habían pasado un mes y varios días, seguía quejándome del trato hecho años atrás.

Pero mi pecho se mantenía presionado con dolor acumulado.

Nika miró a su novio y luego volvió a centrarse en mí.

—Sin importar qué, este es tú día y debes disfrutarlo —me dió una sonrisa de medió lado.

Fruncí el ceño.

—¿Qué te ha hecho Joel para despertar tu sentimentalismo? —intente burlarme— No voy a disfrutar de esto para nada

Sentí la mirada fulminante del castaño y escuché la risa de mi amiga.

—Tristemente no nací sin sentimientos por lo que me emociona saber que serás la primera en casarse —se burla con lo último.

—Cállate que tú te casaras en algún momento —rodé los ojos arreglando mi vestido frente al espejo.

—Estás en lo correcto, pero yo le informé a mi padre que me casaría cuando yo quisiera y si me presionaba iba a romper los lazos con Joel —se cruzó de brazos.

¿Yo no pude haber hecho eso?

No, porque tú y Zabdiel no se casarán ni están juntos por quererse sino que es por el trato.

Suspiré ante mis pensamientos y me miré por última vez en el espejo.

Mi vestido era tal y como se lo había descrito a Nika, ella luego hizo un boceto y al final se hizo realidad.

Un vestido estilo princesa, de color rojo y detalles dorados, mi cabello suelto con algunos mechones recogidos y el velo dorado caía detrás hasta el suelo.

Mi maquillaje era cargado, haciendo resaltar mis ojos, mis labios de un tono mate, todo hacia que fuera un encanto ver mi reflejo.

Pero eso no aminoraba el dolor en mi pecho.

Ni siquiera se dignaron a esperar a que se recuperaran.

Vi a Zabdiel ayer por última vez, se veía igual de destrozado que hace un mes, se veía igual que cuando descubrió el cuerpo de su hermana.

Solo que más duro, más cerrado, más rabioso, con más odio del que alguna vez podría admitir.

Y lo entendía tanto.

Aún luego de mi venganza el dolor no me había dejado, aún me dolía la cabeza, aún podía oír su voz y aún podía verla.

Supongo que nada acabaría.

En ese instante entraron Aurora y mi madre, sus posee rectas y miradas altivas fijándose en todo.

Zafiro se acercó, sus tacones resonando y se detuvo frente a mí, podía sentir lo complacida que estaba.

Claro, haré que el imperio Mattei se agrande con esté casamiento.

—Kindsey —me habló, la miré fastidiada— Sonríe más, parece que estás sufriendo.

—Oh, no sabes cuanto sufro, madre —la ironía y el sarcasmo se hicieron presente.

Ella suspiró cansada pero no desistió.

—Quieras o no, sonrías o no, igual te casaras —me aseguró con rudeza.

¡Ay! ¿Ya se le estaba acabando la paciencia a la pobre señora?

Sonreí con burla y me incline todo lo que pude hacia ella.

—No te enfurezcas, todo debe salir perfecto —me burle.

Ella estaba furiosa, y yo lo disfrutaba.

—Bueno, es mejor que vayamos a sentarnos al salón, Zafiro —dice Aurora y me mira— Te ves hermosa.

Traté de sonreír pero me salió más una mueca que una sonrisa por lo que solo me gire.

Escuché como salieron de la habitación y suspiré con molestia.

¿Por qué debía estar así si hoy me casaría?

Porque me dolía el corazón, porque sabía que aunque pasaran los años Zabdiel y yo siempre tendríamos un dolor del cual no podríamos escapar jamás.

Pero me prometí que sin importar cuanto tiempo estuviera casada con Zabdiel, sin importar si teníamos hijos o no, yo me enfocaría en mi y no dejaría que él me detuviera.

Yo tampoco lo detendría, sabía que le esperaba un infierno por años si se dejaba llevar por el dolor, y no sería yo un estimulante en ello.

Me sentí complacida con mis pensamientos por lo que me regale una sonrisa a través de mi reflejo, escuche los aplausos de mi futuro cuñado.

—No sé en lo que estés pensando pero sigue haciéndolo, ¡Sonríes! Pensando en lo que estés pensando.

Rodé los ojos sacándole el dedo de en medio mientras él solo reía.

—Pregunta si ya es hora de salir porque si me quedo dentro de este vestido un minuto más juró que me pegó un disparo —hablé fastidiada.

Él solo me miró como si no pudiera conmigo, y salió dejándome con Nika quién solo se había mantenido callada todo esté rato.

—Sueltalo —hablé mirándola por el espejo.

Frunció el ceño.

—Sé que piensas algo, así que solo dilo —la inste.

Hizo una mueca y habló.

—Sabes que si quieres irte de aquí, puedes contar conmigo, ¿Cierto?

Me reí.

—¿En serio estás pensando en eso?

Asintió muy seria.

—Te lo digo de verdad, si quieres escapar, solo dímelo, Nicholas tendrá el auto preparado.

Está vez sonreí.

—Son lo mejor que tengo en la vida, lo sabes ¿Verdad? —admito para luego poner una mueca.

Ella río pero luego me dio una sonrisa sincera.

—¿Entonces no quieres escapar?

Niego aún sonriendo.

—Kindsey Mattei no escapa, ella afronta la situación y la destruye.

—Así se habla.

En eso entraron Joel y Venus a la habitación.

La pequeña sonrió con altivez.

—Que bueno que elegiste el vestido, porque si hubiera sido blanco mataríamos a varias personas para tintarlo de rojo.

Reí por su oscuro humor.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté.

—¿Por qué debería importarte? —alzó una ceja.

—Es mi boda —declaré.

—Cierto, una boda que no has querido.

—Muy bonita —hablé con ironía.

—La envidia te mata —asegura.

—¿Envidia? —alzó una ceja— ¿Y por qué yo te tendría envidia a tí? —me burlé.

—Porque yo no me casaré sin querer —ríe como si esto fuera un chiste muy gracioso.

Miré mal a Joel cuando también soltó unas risas.

—Jodete, Venus —le saque el dedo de en medio.

Asintió con gracia.

—Lo haré, pero soltera.

Rodé los ojos mientras salía de la habitación.

Cuando miré a Joel que aún se reía, le dije.

—Te burlas ahora porque su atención no está fija en ti, haz algo en su contra y dejarás de reír.

—No le tengo miedo —asegura.

Me reí.

—Yo no dije que debías, solo cuídate la espalda.

Solo se encogió de hombros como si no le interesará.

—Ya es momento —Nika despegó la mirada de su teléfono, el cual no sé de donde lo saco si no lo vi traerlo y nos miró a ambos como si no hubiera escuchado nuestra conversación.

Por última vez, me miré al espejo, miré a la niña de cinco años que había comenzado a entrenar, miré a la niña de 12 que había sido secuestrada junto a su hermana, miré a la chica de 14 cuando salió del aislamiento y se tiró al mar en un auto, también miré a la de 17 que se prometió matar a las personas que le habían hecho tanto daño y por último miré a la de 19 que cumplió con su promesa y pronto se casaría.

Y quise mirar a una Kindsey de unos años más, siguiendo con su vida a pesar de todo, siendo la Reina del narcotráfico, quería tener el poder que merecía.

Mi estómago se revolvió creando una situación incómoda, sentía ganas de vomitar.

Seguro son los nervios.

Pero... ¿Desde cuándo Kindsey Mattei se sentía nerviosa?

Cierro los ojos, alejando de mi mente esos pensamientos y giró hacia Nika quién ya me esperaba en la puerta, caminó hacia ella y está me abrazo hablándo al oído.

—Tendré igual el auto preparado, y tengo que decirte algo —me separó extrañada por el tono en que lo dijo— Escuché que una de las reglas es que en la noche de bodas, los esposos se acuesten, quieren herederos desde el primer momento.

Mi ceño se frunció más de lo que ya lo estaba y sentí que me faltaba la respiración.

Querían que me acostará con Zabdiel está noche.

Traté de no mostrar la desesperación que llegué a sentir.

Le deseas, eso hará todo mas facil.

—¿En serio? —hablé desinteresada— Bueno, tendré que aguantar a Zabdiel.

Le pasé por un lado para salir de la habitación, quería terminar con ello.

Me esperaba en las escaleras la mano derecha de Jimmy ya que esté no vendría a llevarme allá sino que se encontraba sentado junto a Zafiro.

—¿Lista, princesa? —me pregunta y respondo sin mirar.

—Kindsey Mattei siempre está preparada —le aseguré.

Bajamos las escaleras poco a poco, debíamos salir del lugar uy llegar al salón.

Cuando mis tacones tocaron el asfalto sentí que ya había llegado pero al levantar la mirada solo observe a Nicholas.

—Yo me ocupo desde aquí —le dijo al hombre que me llevaba el brazo, esté aunque quiso decir algo, me soltó y con un asentimiento se retiró.

El chico que consideraba un hermano me tomó del brazo con delicadeza y seguimos caminando.

—¿Está...? —traté de preguntar pero simplemente de mi boca no salía su nombre.

—¿Yadiel? —adivinó— Si vino, esta sentado junto a sus padres, segunda hilera de la derecha.

No sé si fue alivio lo que sentí o enfado conmigo misma, pero me odie un poco más en ese instante.

—Llegamos —me habló y comencé a sentir la mirada de mis padres, los reyes Williams, los padres de Nika, Venus, socios y muchos más sobre mí.

Y ahí estaba Yadiel, su mirada posada totalmente en mi y con una línea tensa en sus labios, lo entendía.

Sin embargo, seguí caminando con seguridad mirando hacia al frente, mirándolo a él.

Sus ojos azules ya estaban en mi, por primera vez desde que nos encontramos en ese galpón pude ver la emoción en ellos, a pesar de todo el dolor y la rabia que seguía en ellos, la emoción predominaba y me preguntaba el por qué.

Antes de llegar a su lugar, escucho atentamente las palabras del rubio en mi oído.

—Estoy orgulloso de ti —sonreí y él prosiguio— No lo mates, por ahora.

No pude evitar soltar una risita.

—No prometo nada —dije cuando me soltó del brazo y me quedé callada cuando sentí que alguien me tomaba de la mano.

Zabdiel me ayudó a caminar para estar frente a él y en cuanto iba a mirar al lugar donde estaba Nicholas, ya no se encontraba ahí.

Miré sus ojos azules luego de muchos días y no pude evitar pensar.

Tiene lindos ojos, el chico.

—Te sienta bien el rojo.

Sonreí con suficiencia.

—A mí me queda bien todo.

Se encogió de hombros, con media sonrisa.

—Para qué negarlo.

Rodé los ojos y fijé mi atención en el padre que se encontraba frente a nosotros.

—Primeramente, bienvenidos a todos, estamos aquí reunidos para la unión de matrimonio entre Kindsey Mattei y Zabdiel Williams.

Todos estaban expectantes a las palabras del hombre.

Siguió hablando, de cierta forma sus palabras me aburrieron hasta llegar a la parte que si era importante.

—Zabdiel ¿Aceptas a Kindsey como tú legítima esposa, para amarla y respetarla, de hoy en adelante, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?

Por un momento, quise que dijera que no.

Pero después de todo lo que había pasado, ya me había rendido con eso.

—Acepto —respondió sin dudar.

El hombre me miró.

—Kindsey...

No.

Respire para calmar mis pensamientos y ansiedad.

—¿Aceptas a Zabdiel como tú legítimo esposo, para amarlo y respetarlo, de hoy en adelante, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?

Todos los días de tu vida...

Zabdiel me miraba con ansías esperando.

Sentía los destellos de las cámaras de los pocos periodistas y paparazzis que dejaron estar en el lugar.

Miré a las personas sentadas, mi padre y su mirada dura, Venus con ambas cejas alzadas, Nicholas inclinado hacia adelante esperando alguna señal, el rey Williams mirando a mi padre, Joel tenía la expresión de "sabía que esto sucedería" y Yadiel tenía su espalda recta y mirada neutra, guardando cualquier cosa que podía estar sintiendo.

La única que me trajo paz con su mirada fue Nika.

En ella interpretaba que si quería irme, solo le diera la señal, y si quería hacer esto respirara profundo y diera la respuesta.

Le sonreí.

—¿Kindsey? —me llamó el padre.

Volteé a mirarlo con la seguridad que me definía y hablé.

—Acepto.

Y pues, ya estaba hecho.

Casi escuchaba el suspiro de alivio de manera colectiva, lo cual me causo gracia pero intente controlarme.

—Entonces —nos dieron los anillos y sin mirarlos siquiera le paso el anillo por el dedo a Zabdiel, él toma con delicadeza mi mano y hace lo mismo— Los declaro marido y mujer.

Lo miró a los ojos, él me devuelve la mirada, sabemos lo que viene ahora y definitivamente no sé si estoy preparada para ello.

—Puede besar a la novia.

Cuando el ojiazul me toma de la cintura atrayendome a él, no puedo evitar el sonido de sorpresa que sale de mi, en el mismo instante en que nuestros labios se juntan.

Sellamos este matrimonio con el beso, ardiente como la última vez aunque ahora muchas más emociones se transmitían a través de esto, suspire lentamente.

Escucho a la lejanía los aplausos, lo cual hace que me separe un poco mareada y con Zabdiel aún teniendo sus manos en mi cintura, nos giramos a mirar a las personas.

Los paparazzis haciendo su trabajo hacen que forme una sonrisa inmediata de actuación.

Me siento desorientada.

Tomo la mano de Zabdiel para mantenerme firme mientras caminamos.

—¡Es hora de la fiesta! —escucho una voz gritar con emoción y varias risas le siguen.

En realidad, era hora de la nueva etapa de mi vida.

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