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Capitulo 34⛓️

Kindsey

Siento el viento mover mi cabello, apenas puedo parpadear por la fuerza de este sin que sea una molestia.

Miro hacia el horizonte, intentando encontrar esas fuerzas para vivir de las que hablaba hace unos días, pero el dolor que oprime mi pecho hace que sea difícil pensar en otra cosa.

—¡Dejenla! —grite con todas mis fuerzas mientras las cadenas me impedían moverme hacia ellos, jale de ellas una y otra vez, nada.

Suje ya se retorcía en el piso por los golpes recibidos por haberse resistido a que la llevaran.

No, no, no.

—Oigan, ¡oigan! —intente captar la atención de los dos hombres que ocupaban gran espacio en el container— Hagamos un trato ¿si? Les ofrezco un trato.

Ninguno presto atención a mis palabras, cuando uno cargo a mi hermana entre sus brazos hizo que me desesperara.

—¡No! Por favor —me retorcía con más brusquedad, haciendo que mis muñecas atadas a las cadenas se lastimarán, no me importo el dolor— ¡Llevenme a mi en su lugar! ¡Llevenme a mi!

Esa estrategia ya la había intentado todos los días anteriores a los que la habían llevado, nunca me funcionó.

Esta vez no fue diferente a las anteriores.

Suje —la llame pero ella ni siquiera tenía la fuerza para alzar la cabeza— Suje, no te rindas, lucha.

Cuando uno de los hombres se detuvo antes de salir, la respiración se atasco en mi garganta, aunque no la viera sabía que sonreía.

—¿En serio crees que luchar contra esto hará que algo cambie?

Lo mire con todo el odio que podía demostrar.

—Me queda luchar contra las cadenas, porque todos ustedes, cobardes, nunca podrán contra mi —escupí con desprecio antes de sentir el golpe en mi mejilla.

No, no, no.

Tomo un trago de la botella de alcohol que traje.

Caí de rodillas en la arena y grito sin ganas de contenerme.

—¡No! —jalo mi cabello entre mis manos, sin sentir ni una pizca de dolor.

Necesito sentir otra cosa.

Miro hacia el mar, apenas y llega a mis rodillas cuando las olas rompen en la orilla, me cuesta respirar.

Tal vez...

Puede ser.

Sentir algo más.

Me pongo de pie, sin pensarlo mucho, y comienzo a adentrarme en el agua.

El frío se adentra en mis huesos, suspiro aliviada.

Trato de concentrarme en eso, como se congelan mis extremidades, eso es un alivio.

Kindsey.

No.

No, por favor.

No hoy.

El agua llega a mis hombros para cuando me doy cuenta, pero no me detengo.

Kindsey.

Cierro los ojos.

—¡Kindsey! ¡Kindsey!

Esa parece ser otra voz, pero no me quedo para averiguarlo.

Cuando el agua llega a mis labios, suelto una última exhalación antes de sumergirme por completo.

—¡Suje! —grite en cuanto la dejaron tirada sobre la colchoneta, no se movía— Suje, mirame.

Su rostro estaba cubierto por su cabello suelto por lo que no podía verlo, pero el resto de su cuerpo... Tenía más herida de las que antes le habían hecho.

Mi pecho se oprimió.

—¿Quieres ver de cerca a tu hermanita? —no le preste atención a la burla del hombre que tenía manchas grandes de sangre en su uniforme, mi mirada estaba fija en ella.

No me gustaba esto.

Sorprendentemente, el hombre desato las cadenas, haciendo que cayera hacia el frente.

No hice ningún movimiento para atacarlo, y en cambio, me arrastre hacia la colchoneta.

Mis piernas no respondían ante mis ordenes, escuche como nos dejaba encerradas de nuevo.

En cuanto llegue a ella, primero moví su hombro, intentando despertarla.

No funciona.

Comienzo a inhalar y exhalar más rápido.

Suje —mi voz ahogada casi no se oye por el lugar, intento moverla nuevamente.

Cuando puedo arrodillarme frente a ella, comienzo a quitar su cabello que esconde su rostro.

Ahí me doy cuenta.

Y dejo de respirar.

Su rostro ensangrentado se enfoca con una herida entre sus ojos, una herida de bala.

Debajo de ella, toda la colchoneta absorbe su sangre, dándole a todo esto el toque de terror.

—No, no, no —inhalo temblorosamente mientras trató de conectar mis pensamientos.

Fallo en el proceso.

—¡No! ¡No! —parece que una fuerza sobrenatural me empuja hacia atrás pero lucho por arrastrarme hacia ella otra vez.

Mi hermana.

Abrazo su cuerpo que comienza a ponerse frío, tiemblo y eso hace que ella lo haga conmigo.

—¡Suje! ¡Suje! —me separo y muevo sus hombros con desespero— ¡No hagas esto! No puedes morir, no puedes dejarme, no...

Vuelvo abrazarla, sollozando en el proceso y el dolor que envuelve mi pecho sé que no va a dejarme en mucho tiempo.

Siento que me jalan hacia arriba.

Inhaló profundamente de forma inconsciente mientras la persona que me lleva entre sus brazos medio nada hacia la orilla.

Apenas puedo enfocar la vista me fijo en su cabello rubio, y casi lo confundo con un ángel.

Pero no es un ángel, es Nicholas.

Y no quería que me salvara.

No sé cuanto se tarda en llegar a la orilla, pero sé que yo tardo más tiempo en reaccionar.

Estoy confundida.

Ahora puedo verlo claramente, Nicholas está frente a mi, cubriéndome del sol, así que puedo ver exactamente su expresión vacía pero no logro escuchar todo lo que dice.

—Para... —trato de detenerlo pero un ataque de tos se me adelanta.

—Kindsey —su voz sobrepasa al pitido de mis oídos, lo miro— ¿Qué mierda te pasaba por la mente?

No supe qué decir.

—¿Qué te pasaba por la mente cuando entraste ahí? —estaba tenso, podía contar con los dedos de una mano cuantas veces lo había visto así, así que sabía que esto era malo.

—Quiero irme, Nick —admito en voz baja, mientras me siento en la arena de forma más cómoda— Quiero morir.

Él suspiro antes de sentarse a mi lado y beber de una botella, sabrá Dios de donde la había sacado.

—No vas a morir —comenzó— No dejaremos que eso pase. En realidad, lo que pasara a partir de ahora es lo siguiente.

Le quite la botella para darle un trago.

—Principalmente, no estarás sola en ningún momento —mire hacia sus ojos, ellos ya estaban posados en mi y no pude descifrar nada.

—¿Acaso no confías en mi? —intente bromear pero sus ojos me dejaron fijo en mi lugar.

—Solo confió totalmente en dos personas, una de ellas eres tú —aparte la mirada— Prosigo, te enfocaras en tu misión, has vivido todos estos años dedicandote a eso y no te rendirás ahora.

No respondí al instante, en realidad tuvieron que pasar minutos para que pudiera pronunciar palabras.

—¿Te quedarás conmigo? —ya llevábamos la mitad de la botella para cuando hable, no creía que se fuera ahora que me había visto en esa situación.

Su mirada oscura se poso en mi, más tranquilo ahora que hace ya un rato, me sonrió igual que siempre.

—Siempre, Kinsi kins.

Y sentí que realmente se refería a siempre.

***

Bajo del auto tambaleandome y cierro la puerta, dejo la botella caer al suelo haciéndose añicos, sin inmutarme y seguí mi camino.

Nicholas bajo detrás de mi y llegó a mi lado en un segundo.

—Definitivamente comenzaras un show.

Habían guardias alrededor de la casa y enseguida estuvieron cerca de mí.

No me gusto esa sensación.

—Alejense —murmuré pero seguían caminando— ¡Que se alejen! —saque mi arma apuntando

—Señorita Mattei, relajese —uno intento acercarse pero jale el gatillo, dándole en el hombro.

—¡¿Qué ocurre?! —observe a Nika salir de la casa, me miro, miro a los hombres y luego volvió a mi.

La peli azul se fijo en su hermano pero no le presto atención.

—Kindsey —me llamo— Vamos adentro.

—Pero princesa Makarov... —ella interrumpió con rudeza la excusa del hombre.

—No he hablado contigo, no he pedido tu opinión, así que cierra la boca.

Todos callaron y ella se coloco frente a mi.

—Tía Zafiro te matara —trata de bromear.

Una risa suave sale de mi garganta.

—Yo deseo estar muerta ahora por lo que me haría un favor pero sabemos que Zafiro no hace favores.

Apretó los labios antes de sonreírme.

—Vamos adentro.

—Princesa —salió la mano derecha de mi padre, tan elegante como siempre— La reina quiere verla en su oficina.

Nika suspiro mientras yo reí.

—Bien, bien —me alejo de la pelo azul y la miro— ¿Nos vemos en tu habitación?

Asintió, examinaminandome antes de sonreír.

—Tengo mucho que contarte.

Entre junto a Masón, directo a la oficina de mi madre.

Estaba tambaleando levemente y aunque el hombre a mi lado estaba cuidando que no cayera, el no se acercaba.

—¿Por qué quiere verme? —inquiero pero más que interés por saber, solo preguntaba por crear un poco de conversación.

Quería que mis pensamientos se callaran.

—¿Le parece poco el haber hecho un espectáculo allá fuera con los guardaespaldas? —no me miro, pero yo si lo hice mientras reía.

—Fue divertido —la sonrisa se borro luego de mis palabras, dando paso a un largo suspiro— Esperaba estar más borracha para esto —confesé.

Fue su turno de reír.

Llegamos a la puerta de la oficina y el toco.

—Adelante —se escucho la voz de mi madre, lo que provoco que mis ojos se cristalizarán.

La odiaba.

Él me miro.

—Si entro, me debes una botella de vodka luego de la tortura ¿Bien? —le apunto con mi dedo.

Asintió, divertido.

—Solo entre.

Tome la manilla y la gire, empujando torpemente la puerta hasta abrirla.

Reí de nuevo y al alzar la mirada, ella estaba ahí, con una ceja alzada, sus gafas dándole un toque de empresaria poderosa.

Y de nada más...

Ella no tenía nada que una madre debe tener.

—¿Pasarás? —su pregunta tosca hizo que volviera a la realidad y me comenzara a acercar— ¿No cerraras la puerta?

No le hice caso y seguí caminando hasta sentarme en la silla frente al escritorio.

—¿Para qué me quieres aquí? —fui al grano, un poco molesta.

—¿En serio Kindsey? ¡Le disparaste a uno de nuestros hombres!

Rodé los ojos.

—Fue un disparo en el hombro, No se morirá desangrado.

—¡Te estas pasando de la raya! ¡Estás creando un plan que podría ocasionar una guerra, no te importa herir a nuestros hombres! ¡Ya no te comportas como es debido! —ella elevaba la voz mientras me reñía, la sangre me comenzaba a hervir poco a poco— ¡¿Qué más harás, eh?!

—¿Oh, en serio? —la ironía se hizo notar en mi voz— Ustedes mismos me han enseñado que para eso sirven nuestros hombres ¿No lo recuerdas? Solo sirven para pelear hasta la muerte —mi voz era fría, angustiante.

—Que decepción —negó varias veces, mareandome un poco— ¿Qué he hecho para que tú comenzaras hacer estas cosas?

Y no pude más.

—¡¿Que qué has hecho, Zafiro?! ¡¿No te basta con haber sido tan mala madre?! ¡¿Con haber dejado morir a tu hija?!

Y el impacto de su mano contra mi mejilla hizo que volteara la cara.

Cerré los ojos, y en cuanto los abrí, la mire.

—¿Crees que me dolió? Me duele más aquí —susurré señalando mi corazón, un susurro de tanto dolor, frustración y angustia que no parecía haber salido de mi— Siempre has evadido el tema ¿pero hoy? Hoy te diré todo lo que te debieron haber dicho antes.

—Kindsey...

No deje que hablara cuando me levante con brusquedad haciendo que la silla cayera al suelo pero no me inmute.

—No mereces ser madre, piensas en ti misma siempre —mi voz se rompió al decir las siguientes palabras— Por ti, ella murió.

—¡Cállate! —grito pero yo ya andaba perdida.

—Por ti, ella sufrió tanto, por ti ella gritaba y suplicaba ¡No merecías ser su mamá!

—¿Ah si? ¿Crees que es mi culpa, Kindsey? ¡Yo le rogué a tu padre que las salvará! ¡¿Crees que siquiera me escucho?!

Por un momento me sentí... sorprendida, creo. Pero sus palabras no lograron bajar el nivel de furia que había en mi sangre.

—¡¿Crees que me importa?! ¡Tal vez debiste decirlo hace siete años! ¡Ahora no vale nada!

—¡Yo intente ser buena madre! ¡Lo intente!

Me importaba muy poco lo que me decía, aún no terminaba.

—¿Buena madre? —repetí incrédula— Y siendo buena madre me mandaste al aislamiento ¿cierto? ¿Sabes lo que pase en esa isla? Fue una tortura que tuve que sufrir durante dos años solo porque tu querías.

—Intentaste asesinar a tu padre, Kindsey.

—Zafiro —la llame— Oí sus gritos, sus suplicas y no pude hacer nada —mi voz temblaba, parecía que iba a llorar— Estaba encadenada, golpeada pero aún así le curaba las heridas cuando la llevaban casi inconsciente y ella a pesar de ser torturada cada día, al llegar a ese container me sonreía diciendo que no le había pasado nada.

Sé que estaba mezclando los temas y tiempos pero eso ahora me importaba muy poco, solo quería sacar eso que tanto me ahogaba del pecho.

Sus ojos se cristalizaron.

—Kindsey...

Negué, apretando los labios.

—Ella era mi hermana, Zafiro —susurré con dolor— Era la única que me entendía al cien y me la arrebataron.

—Ella era mi todo —solloce— Y no solo me la arrebataron —la mire con rabia— Además, ustedes hicieron que todos la olvidaran.

Pase mis manos por mis ojos, quitando cualquier rastro de lágrimas.

—Y yo me vengare por todo esto —pose las manos sobre la mesa— Te lo juro, Zafiro, las cobrare una por una.

Sus ojos pasaron a estar mas oscuros y me miro seria.

—¿Qué has hecho, Kindsey?

Sonreí cínicamente.

—¿Por ahora? Creo que sabes lo mucho que he hecho —le sonrió con amargura e ironía— Pero aún no termino, y ahí esta la gran sorpresa.

Y así, salí dejándola sola en la oficina.

Llegué rápidamente a las escaleras, tambaleando porque aún seguía algo borracha pero nada que no pudiera controlar.

Subí poco a poco y al llegar al inicio del pasillo casi caigo al vacío pero alguien me sujeto en sus brazos.

¿Por qué no me dejan morir?

Al mirar a la persona no me sorprendió para nada, Yadiel.

—¿Qué quieres? —le pregunte sin rodeos, alejándome de él.

Alzó una ceja, como si fuera estúpido lo que dije.

—Te acabo de salvar.

Reí un poco.

—¿Salvar? —reí— Hubiera preferido morir, justo ahora.

Hizo caso omiso a mis palabras y me miro de abajo hacia arriba.

—¿Dónde estabas?

Rodé los ojos.

—No es tu problema.

—Me dijiste hace unos cuatro días que saldrías ayer, pero no me dijiste que no regresarías el mismo día y que harías un espectáculo cuando regresaras.

No dije nada, pero lo miré unos minutos largos.

Él no dijo nada y yo tampoco pero creo que fue por razones diferentes.

Yo solo miraba sus labios.

Y él, no sé en qué pensara.

—¿Qué harías si te besara? —inquiero con curiosidad.

Él no se mostró sorprendido.

—La verdad, nad...

Y no deje que terminara, presione mis labios con los suyos.

Inmediatamente me siguió el beso, desenfrenadamente.

Sin saber muy bien cómo, nos fui guiando por el pasillo hacia mi habitación.

Él se encargo de abrir la puerta y entrar de una vez.

Llegamos a la cama y sin despegar nuestros labios comencé a desabrochar su camisa.

Nos separamos un momento para yo quitarme la camisa y lo miré a los ojos, la llama de deseo en sus ojos me hacia encender pero por un momento la duda me invadió.

Fruncí el ceño.

—Tengo sueño —le dije separandome.

Él me miro unos segundos y luego suspiro, antes de asentir y levantarse. Se acomodo su camisa mientras yo me acomodaba sobre la cama.

Él me cubrió con la sábana y luego de apagar la luz, salió.

Obviamente era mentira que tenía sueño, ahora estaba mas despierta que nunca y con más tormento que toda mi vida.

-Kindsey... Kindsey... Todo fue tu culpa, nada de esto hubiera pasado si no hubieras insistido en la casa de los Tyson que querías irte...

Fruncí el ceño con notoria molestia, la vocesita me aturdía.

Tu culpa...

Fue tu culpa.

¡Tu culpa!

No sé cuanto paso pero la voz seguía ahí y ya tenía migraña de estar escuchando algo inexistente pero que aún así, me torturaba.

Estuve a punto de gritar pero en ese preciso momento, se abrió la puerta con brusquedad.

Al principio creí que Yadiel había vuelto pero pronto me di cuenta que no era él.

—¿Zabdiel? —hable cuando aun así, la voz no parara de culparme— ¿Qué haces aquí?

—¿Dónde estabas? —su voz era exigente.

Fruncí el ceño, confundida.

—¿Que ocu...?

No dejo que terminara ya que su casi grito me dejo impactada.

—¡¿Sabes lo preocupado que estuve?! ¡Te llame y no contestabas! ¡¿Dónde estabas, Kindsey?!

En cuanto dijo mi nombre, sentí que desperté completamente y lo miré enojada.

—¿Quien te crees que eres como para pedirme explicaciones? -hable mientras me levantaba de la cama.

—Sé que no soy nadie pero... —lo interrumpo furiosa.

—Entonces si tienes claro tu lugar ¿Por qué complicas pidiendo explicaciones que no tengo que darte?

Proceso un momento mis palabras y en cuanto yo iba a decir que se largara de mi habitación, el hablo.

—¡Sé que no soy nadie para ti, Kindsey! ¡Pero quiero serlo!

Y eso me dejo impactada.

¿Qué ha dicho?

¿Qué mierda ha dicho?

Se fue acercando y pronto me di cuenta de lo que quería hacer.

Así que lo hice yo primero.

Que se jodan todos.

Lo tome de la camisa y halándolo, lo bese.

El beso comenzó lleno de fuego, sus labios sobre los míos quemaban pero a la vez se sentía adictivo, obligandome a no detenerme.

Y sorprendentemente, esa voz desapareció en cuanto nuestras bocas chocaron.

Me tomo por la nuca haciendo que me acercara más a él y pronto quedamos recostados en mi cama, él sobre mi, acaricie su cabello casi dejándome llevar pero abrí los ojos que no sé cuando cerre y al verlo me detuve de inmediato.

Trague saliva empujandolo para alejarme en su totalidad, parpadee varias veces intentando analizar la situación.

Bese a Zabdiel.

Y minutos antes a Yadiel.

La cague, definitivamente.

Una cosa era uno de ellos, algo que sabía que pronto acabaría sin tomar retorno pero ya agregando a Zabdiel a esta ecuación poco lógica todo se complicaba.

Debería sacarlos de mi camino, no adentrarlos más.

¿Sacarlos? Si ya se anuncio que estas comprometida.

—Vete, quiero dormir —le hable luego de habernos quedado en silencio por unos pocos minutos.

Sorprendentemente él se negó.

—No me iré, sé que día fue ayer y... No te dejaré sola.

Rodé los ojos, intentando actuar con irritación aún cuando me dolía el pecho y tenía los ojos hinchados de tanto llorar.

—Ya paso, ahora quiero que te vayas para poder dormir.

—Pues no me iré —aseguro— Y dormire en el sofá si quieres pero no trates de echarme.

Suspire tratando de buscar paciencia para no sacar el arma debajo de mi cama y dispararle.

En cambio, lo mire antes de recostar mi cabeza sobre la almohada y decirle.

—Haz lo que quieras pero dejame dormir —cerré los ojos.

¿Yo permitiendo que Zabdiel pasara la noche en mi habitacion?

Deberías dejar el alcohol, provoca que hagas este tipo de cosas.

Sin prestarle atencion a mi consciencia me deje llevar por el sueño.

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