Capitulo 25⛓️
Kindsey
En cuanto me detuve frente a la puerta, no fue necesario tocar ya que se abrió de inmediato.
—¡Oh! Hola —la sonrisa brillante de Domenica fue lo primero que me recibió, casi entrecierro los ojos por lo deslumbrante que fue.
Joder, que dolor de cabeza.
—Hola —force una sonrisa pero creo que salio más como una mueca, no importa.
—¿Estás bien? —su sonrisa menguo, con la confusión plasmandose en su rostro— Te ves... Cansada.
Estaba cansada.
Negué, con seriedad.
—Estoy bien —la repase con la mirada— ¿Irás así?
Ella se miro a si misma, sus leggins negros y camisa morada ancha y larga, su cabello estaba amarrado en una colega alta y llevaba un poco de maquillaje en el rostro.
Volvió a mirarme, parpadeando.
—¿Estoy mal?
Tuve que reprimir un bufido, claro que estaba mal ¿quién entrenaba con eso? Esa ropa era para hacer pilates o yoga.
¿Pero le diría algo al respecto? Claro que no.
Me encogí de hombros.
—Si te sientes cómoda y no te impide movilizarte, no hay ningún problema —ella volvió a mostrar su sonrisa amistosa y me siguió por el camino hasta la salida de la casa.
Cuando llegamos al galpón espere a que no se sorprendiera tanto por lo rudo que se veía y que con su traje desentonaba bastante, pero ella fingió no intimidarse mientras miraba todo con demasiada curiosidad.
Ya tenía todo lo que le enseñaría como una lista en mi mente, estaba claro que con un solo día no podría aprender todo lo que necesitaba y en mi mente llego la idea de ofrecerme a entrenarla.
Después de todo, pronto seriamos cuñadas ¿no?
La voz fría de mi consciencia replicó.
No.
No debería incluir en mis planes el casarme, y mucho menos el entrenar a alguien que no era mi responsabilidad.
Mire a Domenica que estaba muy enfocada en las navajas nuevas de una nueva colección que adquirimos recientemente, no pude evitar acercarme e inspeccionar como las miraba.
Habían algunas de las navajas de manera personalizada gracias a mi pedido, y en cuanto mire una con pequeños zafiros incrustados no pude evitar pensar en lo parecido que eran con el color de ojos de la castaña.
—Toma la que quieras —mi voz hizo que se sobresaltara y me mirara con un pequeño susto mostrándose en sus ojos, trate de sonreír con amabilidad— Como regalo, toma la que quieras.
Parecía sorprendida mientras las palabras salían a borbotones de su boca, con una rapidez impresionante.
—¿En serio? —me miro incrédula— ¿de verdad? ¡Oh! Bueno —se volteo de nuevo a la gran mesa y comenzó a repasar con la mirada cada una mientras balbuceaba palabras en voz baja— Esta podría ser, es linda... Pero quiero algo que se vea como... ¡Esta tal vez!
Pasaron unos minutos en los que me mantuve callada mientras ella se tomaba su tiempo de elegir, no me irrito su indecisión ni mucho menos la manera en que tardo eligiendo solo una navaja, algo que era extraño.
Domenica Williams me agradaba, y eso podía jugar en mi contra.
—Me llevare esta —al voltearse pude ver la navaja en su mano y su sonrisa al sostenerla.
Era una navaja bañada en oro negro, que había sido difícil de conseguir por las mezclas que se hacen para obtenerlo, y tenía unos pequeños diamantes incrustados en la parte del mango.
Asentí, aprobando su decisión mientras la rodeaba y me dirigía yo misma a la mesa.
—Y... —tome la navaja que había visto antes y la mire justo para caminar hacia Domenica y se la tendí— Toma esta como un detalle personal.
Sus cejas se alzaron en un gesto que era muy común en Joel, casi ruedo los ojos.
Por momentos olvidaba lo parecida que era con sus hermanos.
—¿En serio? —espero a que asintiera para tomarla y sonreirme de manera muy cálida— Wow, gracias.
En sus ojos vi su intención para acercarse y abrazarme, pero fui lo suficientemente rápida como para darle la espalda y pedirle que me siguiera para comenzar el entrenamiento.
La siguiente hora la pasamos conmigo enseñándole como podría iniciar a defenderse de un ataque cuerpo a cuerpo, luego de que corriera de mi unas dos veces, se encogiera en su lugar otras dos, pudo comenzar a prestar atención a lo que le decía.
—Eso, muy bien —dije cuando bloqueo uno de mis golpes, aunque intentaba ir lento, por lo menos al principio, me costaba aún más, me parecía inconcebible que Domenica no supiera defenderse ya teniendo diecisiete años.
Yo comencé a entrenar a los ocho con regularidad, sé disparar un arma desde los siete, a su edad ya era la mejor en todo.
Jodidos Williams y su manía de querer sobre proteger pero no enseñarla a protegerse.
Luego, una hora más, en la que estuvimos perfeccionando su forma de disparar, no era mala en ello, solo le faltaba mantener el equilibrio y eso fue lo que practicamos.
Al finalizar, Domenica aún se veía feliz a pesar de lo cansada que seguro estaba, y no entendía muy bien por qué.
—Gracias por todo —hablo cuando subimos a mi auto, dejando en el asiento trasero su maleta y bolso— En serio, eres la mejor.
Le regale una sonrisa genuina e inicie nuestro camino, en el que ella se encargo de llenar hablando.
—No me despedí de Nika —la peli azul era uno de los tantos temas que hablaba— Pero la invitare a un día de compras pronto, a ella le gustaría ¿cierto? —se detuvo para mirarme de forma insegura— ¿A ella le gustaría un día de compras conmigo?
A Nika sorprendentemente le agradaba Domenica, aún cuando la castaña era del tipo de personas de las que siempre se burlaba, había desarrollado una extraña sensación de protección y al parecer eso llevo a que le agradara.
La mire a las ojos en cuanto me detuve por un semáforo en rojo, quería que supiera y viera la sinceridad con la que diría lo siguiente.
—Le agradas mucho a Nika, a ella le encantará salir contigo a lo que sea —admito y luego quedo a la espera de ver su reacción, que no decepciono pues su sonrisa y el brillo en sus ojos me dio todo lo que necesitaba.
Y entonces siguió hablando.
Cuando sus palabras se centraron en lo que estudiaría en la University Academy, mis pensamientos se fueron a los hermanos de la castaña.
Ya el tiempo había pasado demasiado rápido y los meses corrían como si el universo mismo quisiera saber como terminaría todo.
Faltaba menos de lo que esperaba para decidir con quien sería este matrimonio, y no me quedaban fuerzas para luchar y retenerme a lo que Jimmy decidía para mi.
Si es que llegaba viva a ese momento.
Seguía odiando la idea de casarme, siempre la había odiado, pero no odiaba tanto que fuera con uno de ellos en especifico.
Centrate, Kindsey.
¿En serio piensas en un matrimonio feliz? ¿Cuando ni siquiera haz cumplido con esa promesa que hiciste hace casi siete años? Que jodida egoísta.
Suspiro.
—Dom —hice que se callara para que prestara especial atención a lo que diría— ¿Qué piensas sobre el trato?
No sabía que tanto conocimiento tenía ella sobre este trato, pero quería saber lo qué opinaba.
Quería saber si yo no estaba tan loca.
Por primera vez desde que comenzamos hablar, se tomo varios minutos en silencio lo que hizo que algo en mi pecho se apretara.
—Bueno, si ustedes están de acuerdo por mi esta bien.
Ladee la cabeza, mirándola con expectación.
—¿Si estamos de acuerdo? ¿A qué te refieres?
Su mirada recorrió mi rostro como si analizara lo que pensaba, mi expresión no mostraba nada por lo que espere a que se rindiera y hablara.
—Bueno, no sé qué pensar precisamente de esto, o sea, ¿casarte con uno de mis tres hermanos? Es una cosa... Extraña, pero si cuando les mencionaron este trato, ustedes estuvieron de acuerdo, yo los apoyo.
Alce las cejas.
¿Acaba de decir mencionaron?
¿En qué extraño mundo vivía esta chica que creía que nos pudieron haber pedido una opinión sobre esto?
—Ellos nunca nos mencionaron nada —no pude suavizar mi voz por lo que parecía estar más grave y áspera que de costumbre— Simplemente llegaron y anunciaron este matrimonio, sin pedir opinión alguna. O al menos, así fue conmigo —la amargura se sintió, no podía disimularla.
Sus ojos se agrandaron y por milisegundos me sentí culpable por decirlo de esa forma, pero no me pude callar, y tampoco pude detener mis siguientes palabras.
—Este matrimonio estuvo preparado por años y jamás fue mencionado hasta hace unos meses, nunca nos pidieron nuestra opinión, Domenica —busque su mirada y espere a que correspondiera para continuar— No les interesa lo que pensemos o creamos, todo será como ellos ordenen, es lo único que esta claro.
El silencio que prosiguió fue incomodo pero no dije nada más.
Sabía que la había cagado diciéndole todo de esa manera, pero no comprendía como era que ella creyera que estuviéramos de acuerdo en esto.
De verdad era demasiado crédula, eso me irritaba.
—Pero... Yo no lo sabía —sus murmullos apenas llegaron a mis oídos, mi pecho se encogió.
¿Cómo era posible que no lo supiera? Este tema había sido regado entre nosotros por meses, ¿cómo era posible que ella creyera una versión que no era real?
—Lo siento —habla un par de minutos después— Creía que ustedes estaban de acuerdo con esto, me dijeron que ustedes estaban de acuerdo, y lo creí. Lo siento.
Suspire, me había pasado.
Reduje la velocidad para que hubiera más tiempo y poder pensar en qué le diría.
—No es tu culpa —fue lo único que se me ocurrió.
—No, pero lo creí y estuve mal, te casaras por obligación, eso esta mal —sus ojos se volvieron cristalinos y apreté los labios, siguió con voz rota — ¿Cómo pueden obligarte a eso? ¿Cómo pueden obligarlos a todos hacer eso? Pero —aparta las lágrimas con suavidad, yo seguí conduciendo— ¿Pueden decir que no, verdad? Si insistes en que no quieres casarte con ellos ¿te dejaran libre?
Quise reír.
—Así no funciona —mi voz se escucho extraña, como si estuviera rota, dolida.
No quería escucharme así.
No quería sentirme así.
La mire de reojo, ella mordió su labio inferior y asintió, aceptando mis palabras.
—Bueno, puedo hablar con mi mamá —me tense, ella siguió hablando sin darse cuenta— Ella puede ayudarte, definitivamente lo entendería, jamás te obligaría a casarte con uno de mis hermanos, ella...
—Domenica —la corte— No tienes que hablar con ella, en realidad, no tienes que hacer nada respecto a esta situación, dejalo estar.
Hacer que se meta en problemas con los reyes Williams no estaba en mis planes.
No podía explotar su burbuja de vida perfecta, no dañaría su relación con sus padres.
No lo haría.
—Pero puedo ayudar, quiero ayudar.
Su tono de pura inocencia, creyendo que podía cambiar algo en todo esto.
—Quiero ayudarte.
La mire, no sé que vio en mis ojos pero se encogió en su asiento y asintió varias veces con lentitud.
—Está bien, pero quiero que sepas que si quieres hacer algo al respecto, aquí estoy.
Una niña, que no sabía nada de lo que había pasado, y todo lo que faltaba por pasar, ofreciendo su ayuda.
Le sonreí.
—No te preocupes, todo esta bien.
En su mirada vi que no me creyó, pero no volvió hablar y lo agradecí.
Cuando llegamos a la entrada de la propiedad de los Williams no pude evitar notar lo reforzada que estaba ahora.
Luego del ataque a la reina Williams, cada rey ofreció a unos cuantos de sus hombres para proteger la mansión hasta que la reina se recuperara y el rey estuviera más tranquilo, por lo que se veía más concurrida y fortalecida.
Solo hubo que echar un vistazo adentro del auto para que nos dejaran pasar y el camino de entrada solo fueron unos minutos hasta llegar a la puerta principal.
Mire a Domenica en cuanto me detuve, ella sintió mi mirada antes de posar sus ojos en los mios y sonrió.
—Eres buena persona, Kindsey Mattei —sus brazos me rodearon inesperadamente sin darme el tiempo para evitarla, así que me vi atrapada en su extraño abrazo.
—No me tengas tanta fe —murmure sin poder evitarlo.
Le di varias palmadas incómodas en su espalda mientras no se separaba en varios minutos, fruncí el ceño.
—Morire asfixiada si no me sueltas.
Ella se separó al instante.
—Lo siento, lo siento —sus mejillas sonrosadas me hicieron reír— Serás una gran cuñada —mi risa se apago al igual que mi sonrisa, ella siguió hablando— Y te prometo que seré una buena cuñada para ti.
—¿Domenica? —una voz nos interrumpió desde la entrada de la casa— ¿Princesa?
Nos giramos para mirar a la persona que hablo y para mi sorpresa, el rey Williams esta de pie en la puerta con una pequeña sonrisa en sus labios.
—¡Papá! —Domenica salió del auto con una gran sonrisa plasmada en su rostro, y por sexta vez en el día, probablemente, me pregunto cómo puede sonreír tanto.
Salí del auto, siguiéndola luego de sacar sus cosas del asiento trasero.
Aparecieron dos hombres en mi ayuda y deje que llevaran las cosas de la princesa al interior de la casa.
Me acerque a los protagonistas de la escena que se formaba de padre e hija, y los mire tratando de no mostrarme incomoda.
—Princesa Kindsey —cuando poso sus ojos en mi, luche por no encogerme bajo su mirada, detestaba eso.
—Rey —hice una pequeña inclinación con mi cabeza en forma de respeto y mire a Domenica— Fue un placer tenerte en casa, Domenica.
Ella sonrió, agradecida y volvió a envolverme entre sus brazos.
—Me encanto este tiempo, espero podamos conocernos más, junto a Nika —ríe divertida, y no pude evitar soltar una sonrisa.
Al separarme, la mirada de Mateo Williams estaba sobre mi, seria y analizandome.
—¿Por qué no pasas y te invitamos algo de comer y tomar? —la invitación de parte del rey emociono a su hija, pero yo di un paso atrás.
—Lo siento, rey, pero debo tomar un vuelo y debo darme prisa —trato de mostrar sinceridad en mis palabras y los repaso a ambos antes de volver hablar— Hasta pronto.
—Hasta pronto, Kinds —se despidió la princesa Williams y correspondí su sonrisa antes de darme vuelta y volver al auto.
Al ya estar fuera de la propiedad Williams, tome mi teléfono y llame a Nicholas.
—Estaba esperando tu llamada —su voz se escuchaba agitada y prestando atención al fondo, se oían algunos gemidos cansados, fruncí el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
Nick río antes de que se escucharon dos gemidos más debido a golpes fuertes seguro entre las costillas.
—Nada importante —parece alejarse de la persona que esta torturando y vuelve hablar— Tenías que notificarme sobre algo ¿no?
Rodé los ojos.
—Si, esta todo listo —hice una pequeña pausa— Te quiero conmigo para esto.
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