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Capitulo 19⛓️

Zabdiel

—¿En serio no quieres hablar de eso? —Dom pregunta luego de horas de silencio, sigue acariciando mi cabello como cuando entre en su habitación luego de mi pequeña crisis.

Negué, sin decir nada.

—Zab, sé que paso algo, puedes contarme —sabía que intentaba utilizar sus dones para conseguir información pero aunque quisiera hablarle del odio que le tenía a Kindsey Mattei y sobre lo mucho que me dejaron pensando sus palabras, no podía.

Domenica aún creía que todos habíamos aceptado este acuerdo, y si se enteraba de la verdad querría hablarlo con mi madre, y ella no estaba totalmente recuperada como para soportar a mi hermana y a su boca.

Así que mejor cerraba mi boca y me ahogaba en mis pensamientos.

—Ya se me paso —me senté sobre su cama, fingiendo una actitud alegre y la mire— No me dejaste nada de helado.

—¡Estaba muy bueno! —se excuso, distrayéndose totalmente de mi estado de ánimo, me dio un pequeño empujón— Te comprare un pote grandísimo, te lo prometo.

—Siempre dices lo mismo —me reí cuando me miro indignada.

—Esta vez lo digo en serio.

Negué, sonriendo.

Mi teléfono vibro en el bolsillo de mi pantalón y mientras lo sacaba, me levante de la cama.

—¿Ya te vas? —no pase por alto su tono desilusionado, no había pasado todo el tiempo que quería con mi hermana mientras estaba aquí y aunque en serio quería estar con ella, las misiones me tenían ocupado— Ni siquiera te he mostrado la camisa que confeccione con ayuda de Nika.

Que mi hermana se hiciera tan amiga de la peli azul no me causaba confianza, Nika era de las personas más embusteras que conocía y sabía que estaba utilizando a mi hermana para algo.

Pero aún no había descubierto para que.

Me gire para mirarla, sacudiendo su cabello.

—Debo hablar con Yadiel sobre una de las misiones próximas, podemos pasar la tarde juntos y si quieres ir al centro comercial, yo te llevo —le aseguró pero el brillo en sus ojos me dio a entender que le había interesado un punto específico de mis palabras.

—¿Misión? ¿Puedo ir con ustedes?

Fruncí el ceño.

—No.

Ella soltó una queja mientras se cruzaba de brazos, tal y como lo haría una niña pequeña.

—¿Por qué no? ¡Puedo ser de ayuda! —me tomo de la camisa, jalandola en modo de suplica— Anda, Zab, ¿puedo ir?

—No.

Hizo una mueca de manera decepcionada.

—¿Por qué no?

Suspire, presionando mi tabique para encontrar la paciencia que siempre sacaba con ella.

—No tienes el entrenamiento suficiente para asistir a las misiones.

Y no mentía, mi hermana solo sabía lo básico para defenderse, y aunque en varias ocasiones intente entrenarla, mi madre intervenía diciendo que aún no era hora.

Así que mi hermana siempre llevaba más protección a sus espaldas porque ella no sabría protegerse sola de alguien con experiencia.

—¡Sé disparar un arma! —se defendió.

—¡Apenas! Ni siquiera puedes mantener el equilibrio cuando disparas.

Sus mejillas se pusieron rojas y me sentí mal por haberla hecho sentir mal a ella.

Suspire, calmandome.

—Escucha —di dos pasos para acercarme y la tome por sus hombros— Puedo entrenarte por las tardes, si quieres.

Sus ojos brillaron mientras asentía con entusiasmo.

—Pero —proseguí— Eso no significa que podrás ir a las misiones luego de unos meses de entrenamiento, iniciaremos para que puedas defenderte y luego veremos como avanzas.

Su expresión decayó.

—Pero, Joel es solo dos años mayor que yo y hasta le han dado misiones solo —se quejó y alce una ceja mirándola, esa era una comparación bastante estúpida.

—Joel entrena desde los ocho y ha participado en misiones desde los doce, no hay punto de comparación, Dom.

Se arrojo a la cama de manera brusca, como si le irritara perder en esta discusión, una nueva actitud en ella.

—¿Te ocurre algo? —decido por preguntar, luego de que pasaran minutos en silencio— Porque parece que te ocurre algo.

Tardo un poco en responder pero cuando lo hizo, su respuesta fluyo, como siempre que hacia conmigo.

—Solo... A veces siento que no pertenezco aquí —hubo una pausa— Y quiero pertenecer.

—Aquí ¿en la casa de los Mattei? —cuestiono.

Ella suelta un largo suspiro.

—En la organización, en nuestra familia y si... En la casa Mattei.

Okey, mi hermana tenía una crisis existencial.

—Escucha, Dom —comencé desde mi lugar en la habitación— No necesitas pertenecer, esto esta en ti, joder, tú eres una princesa del narcotráfico, eres la organización, no puedes querer acoplarte a los demás, debes exigir que ellos se acoplen a ti, porque jodidamente te lo mereces.

Ella no respondió, pero asintió por lo que tome esa señal como que necesitaba estar sola por un momento.

—Si quieres comenzar el entrenamiento, buscame —me dirigí a la salida de la habitación— Sabes que cuentas conmigo.

Kindsey

Lo haz arruinado

Hasta el fondo haz metido la pata.

Bufo.

Trato de dormir pero es imposible.

Claro, si la has cagado.

La hemos, ya que somos una sola.

Ah no, a mi no me metas en ese lío.

Escucho como tocan la puerta y hablan detrás de ella.

—Princesa... —es uno de los hombres— La reina ha mandado a llamarla.

Me levanto con una afirmación mientras le digo que se vaya.

Salgo de la habitación luego de ponerme las zapatillas y bajo a la oficina de Zafiro, al llegar a la puerta tocó para luego pasar.

La miró sentada en su escritorio, tiene el aire de peligro e inteligencia que me irrita.

Zafiro y yo entramos en contienda con bastante regularidad, la mayor parte de las veces no concordamos y en más de una ocasión la tentación de asfixiarla con su almohada hace hoyo en mis pensamientos.

La odio, joder.

—¿Te quedarás ahí parada o entraras? —inquiere Zafiro cuando levanta la mirada.

Rodé los ojos y cerré la puerta luego de entrar, caminé hasta sentarme en una de las sillas frente a ella.

—¿Qué querías decirme?

Saca varios papeles que parecen documentos, mirando de reojo algunos tienen números telefónicos anotados, con eso saca algunas revistas y frunzo el ceño.

—¿Qué es eso?

Me mira unos segundos, como si estuviera dudando en decirme pero sé que es una jodido ilusión, a mi madre no le pesa decirme nada.

—Contactos, ejemplos de vestidos, algunas opciones de wedding planners.

Algo se hundió en mi pecho al caer en cuenta.

—Para la boda... —el susurro escapo de mis labios antes de siquiera poder detener las palabras.

Asintió y empujó todo eso hacia mi, lo mire despectivamente.

—Debes elegir algunas cosas para que podamos iniciar con los preparativos de la boda, debe estar lista en dos meses como máximo.

Si, eso no ocurriría.

Jamás participaría en esto.

Pero no quería discutir, sentía que me ahogaría en mi miseria si soltaba algo de lo que comenzaba a sentir.

—¿Algo más? —mi voz salio forzada.

—Debemos alcanzar a tu padre en su viaje —informa devolviendo su mirada a los papeles— Pero debemos hacer una entrega primero.

Me tense.

—Primero ¿Por qué debemos alcanzar a Jimmy? Y segundo ¿Cuando y cómo sería la entrega?

—Tu padre dijo que abriría una nueva sede en otra ciudad, debe estar toda la familia Mattei —asiento irritada— Y la entrega será a las 12:00am e iremos por la ruta siete, ya que está despejada.

—¿Cuánto? —pregunto.

—200 kilos de cocaína —veo un atisbo de sonrisa.

Asiento de nuevo.

—Tambien irán los demás así ve a informarles —hace un ademán con la mano hacia la puerta.

Todo menos eso.

No quiero hablar o verlo ahora.

Que triste.

Salgo de la oficina antes de ordenarle a un hombre que los llamará pero la primera en bajar fue Venus.

—Kindsey ¿A dónde irán? ¿Puedo ir?

Alzo una ceja, divertida.

—No te llame a ti, y no irás —me burló, ella hizo una mueca.

Nos quedamos en silencio hasta que ella sonríe maliciosa.

—¿Qué te sucede? —pregunto con una sonrisa confusa.

—¿A ti qué te sucede? —pregunta ella— Usualmente eres más amargada, ahora pareces —hace un mohín— Preocupada.

—¿Y por qué estaría preocupada?—inquiero.

Porque temes que no te vuelva hablar.

Hago una mueca.

Ella ríe.

—¿Se pelearon?

—¿Quiénes?

—Tú y el chico lindo —indica.

—¿Zabdiel? —inquiero confundida.

—¿Se llama Zabdiel? —pregunta para luego hacer como si no importa— Ese mismo.

—¿Por qué nos pelearíamos? Ni siquiera nos llevamos.

—Pero parece que te dolió lo que te dijo —dijo mirando a todos lados.

¿Dolerme algo que me haya dicho él? JA.

Mentira.

—Él no me ha dicho nada —niego.

—Entonces, fuiste tú a él —saco conclusiones.

Rodé los ojos.

—¿Y estás preocupada?

—¿Por qué?

—Por las palabras que le dijiste, crees que le dolieron y eso te preocupa.

—¿Por un momento podrías quedarte callada y no meterte en lo que no es tu asunto? —le pregunte con la irritación a flor de piel y ella solo mostro una falsa sonrisa.

Escuche los pasos acercandose y pronto entraron a mi campo de vision.

—¿Qué ocurre, Kinds? —Nika, quién estaba vestida con un short negro dejando ver el pequeño tatuaje que tiene en el muslo y una camisa ajustada blanca, pregunta.

Antes de responder observó a los tres hermanos.

Yadiel estaba imperturbable mirándome fijamente.

Nuestras conversaciones no han sido más que triviales pero cada vez que hablamos, una pequeña parte escondida en mi pecho cosquillea y me insta a buscar más información del futuro rey de la mafia Williams.

Paso mis ojos a Joel quien llevaba el ceño fruncido, nada raro ahora en él.

Luego mire a Zabdiel y este también me miró, sus ojos estaban fríos y eso extrañamente me causo un escalofrio.

¿Ah sí? ¿Por qué?

Inhale profundo antes de responder a mi amiga.

—Debemos hacer una entrega, solo queríamos que estuvieran preparados.

—¿Y ya? —cuestiona Zabdiel con burla— ¿Solo nos llamabas para decir eso? Debes aprender que nuestro tiempo es valioso, no lo jodidamente desperdiciamos como tú —dice antes de irse.

Frunzo el ceño, molesta por como me hablo pero debía ser sensata por lo que no respondí.

—¿Dirás algo más? —está vez pregunto Joel, pero sonaba tranquilo.

Negué y ambos hermanos se fueron.

—¿Qué le ocurre a ese idiota? —pregunto.

Ella me mira con una ceja alzada.

Pues si, le dije mi plan a Nika y a Nicholas, me ayudaron distrayendo a Yadiel y Joel por lo que también sabe todo lo que paso con Zabdiel.

—¿En serio estás preguntando eso?

—Lo que pasa es que le molesta que le hable así —informa Venus, pensaba que se había ido.

Ambas la miramos.

—¿Por qué sigues aquí?

—Me encantan los problemas y más si estoy fuera de ellos —ríe antes de irse.

Ruedo los ojos.

—Debes decir algo más —comienza mi acompañante— ¿Qué es?

—Zafiro y yo debemos alcanzar a Jimmy en su viaje luego de hacer la entrega ya que abrirá una nueva sede y debe estar toda la familia —lo último lo digo con molestia.

—¿Y eso te molesta?

Niego pero no digo nada más.

—Kindsey ¿Qué ocurre?

La miró.

—Yo calculé tres semanas fuera y... —negué suspirando.

Ella frunce el ceño.

—¿No estarán para el aniversario?

—A ellos no les importa —digo con rencor.

—Seguramente vuelven antes, no creo que te lleven lejos para ese día.

—Seguro ni siquiera recuerdan que se acerca —aseguro.

Casi siete años.

—No pienses en ello, relajate  vamos a prepararnos para la entrega.

Asentí antes de subir directo a mi habitación.

***

Suficiente —me dice mientras se detiene para descansar.

Río.

—Te dije que no soportarías —me burló.

—Pues no es mi culpa no entrenar siempre —toma su botella de agua antes de darle un trago.

Niego.

Debes entrenar más.

Prefiero quedarme con las computadoras.

Vuelvo a reír.

¿Vamos a casa? —pregunto.

Pero caminando, mis piernas ya no soportan más.

Y así volvimos.

Me miró en el espejo antes de colocarme la camisa.

Observó el tatuaje en mis costillas.

Es su nombre.

Lo acarició antes de cerrar los ojos.

Prometelo —me ordena.

No lo haré —me rehusó— saldremos —aseguro.

No creo que yo lo haga —me susurra con temor.

Claro que lo harás, deja de decir eso.

Abro los ojos al oír toques en la puerta.

—¿Quién? —pregunto colocándome la camisa negra, no quiero que vean el tatuaje.

—Yadiel.

Frunzo el ceño antes de abrir.

Él ya estaba vestido completamente de negro y mantenía una expresión tranquila aunque en sus ojos se veía un tumulto de emociones rondando.

—¿Qué? —pregunto al ver que solo se ha quedado mirándome.

—Debo decirte algo —dice mientras pasa y cierra obligándome a retroceder unos pasos.

Ahí escucho el pestillo por lo que lo miro interrogante.

—¿Qué quieres, Yadiel?

Solo da unos pasos hacia mí, no retrocedo.

Quedamos frente a frente y me cruzo de brazos para mirarlo con una ceja alzada.

—¿Yadiel me dirás qué... —comencé la pregunta pero no pude terminarla ya que chocó sus labios contra los míos.

Yadiel me está besando.

Y no sé porque estoy correspondiendo el beso.

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