Prólogo
El trabajo de escritorio normalmente era aburrido para los policías y la mayoría del tiempo cuando se te relegaba a hacer trabajo de escritorio era una clase de castigo, pero ahora mismo para Tom el trabajo de escritorio era un descanso. Después de todo, había pedido un largo descanso para irse a filmar un reality show, él ya esperaba que para compensar el tiempo que estuvo fuera tendría que hacer trabajo de escritorio durante unas semanas hasta poder salir al campo de nuevo.
Y ahí estaba, terminando un informe sobre una pelea de vecinos debido a los lugares para los autos, nada fuera de lo común.
Terminó de escribir el informe y suspiró, se estiró en su silla mientras cerraba sus ojos, permitiéndose un pequeño momento de descanso antes de tener que imprimir todo lo que acababa de escribir. Se acomodó de vuelta en la silla y abrió los ojos solo para ver a alguien al otro lado de su escritorio.
Una mujer de piel blanca, ojos casi grises y cabello rojo recogido en una coleta, vistiendo un uniforme de policía.
—Oh, hola, Spencer —Tom saludó, sonriéndole a su compañera de trabajo.
— Tom —Ella dijo, ofreciendo una pequeña sonrisa—. El jefe te quiere en su oficina.
—¿El jefe? — Tom preguntó y Spencer asintió.
—Y por su voz, parece urgente —Ella especificó y Tom abrió la boca para luego cerrarla.
—Bien, gracias por avisarme Spencer —Tom dijo para levantarse de la silla.
El hombre empezó a caminar por la estación, recorriendo la zona de escritorios, caminando entre sus demás compañeros de escritorios para dar directo a la oficina de su jefe, la cual tenía las persianas cerradas.
Cientos de cosas pasaron por su mente, ¿qué querría el jefe? ¿Lo felicitaría por su buen trabajo de escritorio? ¿O lo regañaría por su mal trabajo de escritorio? ¿O será que pensaría en regresarlo a trabajar en el campo? Demasiadas cosas para pensar, unas buenas, otras malas.
Pero dejó de tener esos pensamientos en su cabeza, en lugar de eso observó cómo mientras dejaba su mente viajar él ya había avanzado hasta estar de pie fuera de la oficina. Tomó aire y golpeó un poco la puerta para después tomar la perilla, girarla y abrirla un poco.
—¿Me buscaba señor? —Tom habló.
—Pasa Tom —Dijo el jefe.
Tom abrió completamente la puerta y se adentró.
Dentro, la oficina estaba como siempre, limpia, ordenada, con decenas de reconocimientos en las paredes, era todo lo normal hasta que algo estaba fuera de lo normal, junto al jefe, quien estaba parado tras el escritorio, estaba una mujer que no veía desde hace tiempo y que no pensaba volver a ver.
—¿Señora Gabrielle? —Preguntó Tom.
La mencionada señora Gabrielle, pese a su corta estatura, era una figura que se veía imponente en la habitación, con una presencia que irradiaba autoridad. Su tono de piel era como el marfil, suave y pálido, con un rostro filoso y amenazante. Su cabello, de un gris platinado, caía ondulado sobre sus hombros.
Sus ojos azules, profundos y penetrantes, parecían juzgar cada rincón de la habitación, y a cada persona, con una intensidad que dejaba claro que no se le escapaba ningún detalle. Vestía un traje impecable a medida, de color rojo con una falda que se detenía bajo sus rodillas.
A pesar de su aparente seriedad, la señora Gabrielle tenía un gesto sutil de satisfacción en los labios, como si estuviera al tanto de algo que los demás desconocían, y vaya que Tom sabía bien eso. Tom se volvió a sentir intimidado al verse bajo la lupa de los ojos de halcón de la mujer, pero quien no se sentiría intimidado cuando la jefa de una agencia de espías te miraba.
—Hola, Tom —Saludó la señora Gabrielle.
—Tom por favor siéntate —El jefe dijo, señalando una de las sillas frente al escritorio.
Tom se movió lentamente para sentarse en una de las sillas, acomodándose para voltear a ver a los otros dos frente a él. Si Tom estaba confuso antes de entrar a la oficina ahora estaba peor. ¿Qué estaba haciendo su exjefa con su jefe actual?
—Se que te estas preguntando qué hago yo aquí, Tom —La señora Gabrielle comenzó a hablar—, verás, vine a hablar con tu jefe porque hay una situación ahora mismo.
—¿Situación? —Tom preguntó, pero su jefe ignoró sus palabras para hablar él.
—Tom, ¿Recuerdas cuando fuiste encubierto hace meses? —El jefe preguntó.
—¿La misión del ladrón de propinas en Hooters? —Tom cuestionó a lo que su jefe asintió en respuesta.
—Bueno, en esa misión vi por qué entraste a ser espía inicialmente —El jefe dijo y luego le dedicó una mirada a la mujer a su lado—, y la señora Gabrielle de algún modo se enteró de ese trabajo en cubierto.
—No estoy entendiendo —Tom habló, preso de la confusión.
—Tom, escúchame bien —La señora Gabrielle habló, inclinándose sobre el escritorio—, hay una situación de emergencia, es un caso muy delicado relacionado a desfalcos, robos, desvío de fondos y necesitamos de un agente para ir encubierto.
—¿Y ambos quieren que yo lo haga? —Tom habló y tanto el jefe como la señora Gabrielle asintieron. Tom pensó en esta nueva oferta, pero no estuvo callado por mucho—. Acepto.
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