⸸ 18 ⸸
05 de noviembre, 08:45 pm
El auditorio del colegio Edevane (al que todos llamaban Templo, por alguna razón. Como si se tratara de un culto religioso) ya estaba repleto de padres e hijos, maestros que corrían de un lado al otro con listas en las manos, cuando Jungkook llegó con su madre. Fueron treinta minutos de la subdirectora del Edevane dando un discurso vacío y genérico sobre la importancia de fortalecer las relaciones padres-hijos, lo vital que resultaba la comunicación en una edad como aquella: El florecimiento de la juventud.
Durante toda la cátedra, la madre de Jungkook apretaba con fuerza el muslo de su hijo, con los ojos llenos de lágrimas. Jungkook miraba la puerta cada tanto, sus ojos tropezando con los de Sunghoon, que estaba sentado junto a sus padres en la otra punta del auditorio.
Todos vestían trajes y vestidos formales, y habían globos plateados y dorados pegados en las paredes y el techo. Jungkook observó, completamente ensimismado en el pensamiento de cuánto más tardaría Taehyung en llegar, como un globo dorado se despegaba del techo y empezaba a caer con lentitud al suelo. El globo dio unas cuantas vueltas en el aire, balanceándose de un lado al otro, antes de tocar el suelo. Jungkook contó los segundos que pasaban hasta que cayera, las palabras de la subdirectora lejanas y el agarre en su muslo cada vez más fuerte. Tres, dos, uno.
El globo explotó, y todos se quedaron pasmados. Su madre lo soltó por la impresión.
Jungkook, instintivamente, se volteó hacia la puerta de entrada. Sunghoon, curioso, hizo lo mismo. No había ningún rastro de Taehyung. La subdirectora rió con incomodidad al micrófono y continuó hablando. Jungkook carraspeó, sonriéndole nerviosamente a su madre.
—Iré al baño un momento.
Pasó silenciosamente entre las hileras de sillas repletas de personas hacia la puerta que conectaba el auditorio con un pasillo. Empujó la puerta con el cuerpo e intentó cerrarla, soltando un suspiro contenido, pero una mano sostuvo con firmeza la puerta antes de que la pudiera cerrar. Jungkook se volteó y retrocedió un paso.
Sunghoon, con los ojos cerrados y un traje formal azul que parecía ser prestado por su hermano mayor, cerró la puerta con cuidado, separándolos a ambos de lo que ocurría en el auditorio. Las luces con sensor de movimiento del pasillo parpadearon antes de apagarse de repente, pues ambos jóvenes se habían quedado completamente inmóviles. Sunghoon suspiró y levantó la mano en el aire, haciendo que las luces se volvieran a encender.
—Jungkook, ¿puedo preguntar por qué miras tanto la puerta? —preguntó Sunghoon. Sus ojos lucían horribles bolsas oscuras y sus cejas, que naturalmente eran gruesas, empezaban a lucir descuidadas. Sunghoon se había teñido el cabello de un brillante tono rubio a inicios del año escolar, pero se había oscurecido hasta adquirir un tinte cenizo para ese entonces, y sus raíces se empezaban a notar— ¿Estás esperando a alguien? ¿Taehyung, quizás?
—¿Por qué te importa?
Sunghoon volvió a suspirar, con mayor pesadumbre esta vez, sonriendo con cansancio y agarrándose el cabello. Lucía recién salido del psiquiatra en ese momento, con el saco mal acomodado y los ojos de desquiciado. Lucía, extrañamente, similar a Jungkook. Jungkook tragó saliva, retrocediendo un paso más.
—No puedo sacarte de mi cabeza Jungkook. No puedo dejar de pensar en lo que podrías estar haciendo, en lo que pasa por tu mente, en lo que piensas del engendro de Kim y lo que haces con él. No puedo... —soltó una risa, cubriéndose ambos ojos con la mano, evitando mirar a Jungkook. La siguiente risa sonó como un sollozo—. No puedo dormir, me carcome la horrible sensación de que te está pasando algo. Algo malo. O que quizás tú estás haciendo algo malo, pero no te das cuenta de la gravedad, de las consecuencias que traerá. Y... —se limpió las lágrimas con la manga del saco— quiero que todo vuelva a ser como antes Jungkook. Quiero que estés bien. Quiero estar bien. Quiero que volvamos a ser amigos. Quiero al antiguo Jungkook, para volver a ser el antiguo Sunghoon, ¿podemos intentarlo? —Sunghoon se limpió la mano llena de lágrimas en el pantalón y observó a Jungkook, rogándole con la mirada— ¿Por favor?
Jungkook titubeó. Se quitó los lentes y se pasó una mano por el rostro.
—No creo que debamos. No creo que podamos, Sunghoon.
Sunghoon sollozó, un sonido similar a una risa que le dio a Jungkook escalofríos.
—¿Por qué, Jungkook? ¿En serio es tan difícil?
—¿Y si volvemos adentro? —sugirió Jungkook. Había salido del auditorio en busca de aire fresco, pero el pasillo se sentía mil veces más asfixiante en ese momento— Podemos hablarlo en otro... momento. Cuando estés más calmado.
Sunghoon se sorbió la nariz. Observó sus propias manos, la forma en la que temblaban incontrolablemente, y se fregó los ojos con ellas. Sin mirarlo, Sunghoon pasó junto a Jungkook y siguió caminando por el pasillo, girando a la derecha y desapareciendo en uno de los baños.
Jungkook, sin saber si seguirlo sería una buena idea, decidió volver al auditorio. El momento exacto en el que puso un pie adentro, un grito horroroso se escuchó en el graderío. Jungkook alzó la mirada. Las ventanas estaban abiertas y una horda de aves negras había entrado al auditorio. El grito había sido de una mujer sentada en las gradas, que intentaba desesperada alejar a un cuervo lanzando golpes inciertos con su bolso.
No pasó mucho tiempo para que el lugar se sumiera en un caos absoluto, una sinfonía de gritos y graznidos y globos dorados explotando. Jungkook buscó a su madre con la mirada: Estaba hecha un ovillo en una de las esquinas del auditorio, pero sorprendentemente era la única persona que los cuervos parecían evitar.
La subdirectora se había tirado al suelo y cubría sobre todo sus ojos con sus manos arrugadas, soltando gritos pidiendo auxilio. Jungkook se quedó parado, observando como unos cinco cuervos la picoteaban en las manos hasta que finalmente las retiró, y no tardaron en atacar con sus picos filosos los ojos de la mujer.
Jungkook no hizo nada. Solo observó como los cuervos le sacaban los ojos y se los comían. Fue un espectador lejano de aquel buffet que las aves se estaban dando con los ojos de padres y madres y jóvenes y maestros. Todos eran apetecibles objetivos, menos Jungkook y su madre.
Un hombre cayó a sus pies, gritando de dolor. Le habían sacado sus dos ojos y se arrastraba por el suelo llorando sangre y pidiendo ayuda. Agarró la pierna de Jungkook y le clavó las uñas sobre la tela del pantalón. Jungkook intentó alejarse, soltando patadas aterradas en un torpe intento de librarse del hombre sin ojos, pero éste parecía estar aferrándose como si su vida dependiera de ello. En su lucha por quitárselo de encima, terminó por tirar sus lentes. El hombre le rasgaría el pantalón si seguía así, Jungkook ya podía sentir las marcas en su pierna.
Y, entonces, Taehyung apareció.
Una vez más, Jungkook vio todo pasar en cámara lenta. Solo que, a diferencia del incidente del cementerio, esta vez él volvió a ser un simple espectador en lugar de ser el protagonista de la escena horrorosa. Taehyung, vestido con un traje que parecía más viejo que el colegio (los botones estaban descocidos y el saco tenía más agujeros de los que podría contar), se lanzó encima del hombre. Los dientes de tiburón y la mirada de demonio volvieron a aparecer. Mordió al hombre en el cuello, haciendo que soltara un alarido, y empezó a arrancarle la piel a mordiscos. La escena fue tan horrenda, que Jungkook no pudo apartar la vista aunque quisiera. Sus ojos clavados en los colmillos de Taehyung y como éstos destrozaban el cuello del hombre sin ojos como si fuera un conejo más del cementerio.
Taehyung daba cada mordida como si apuñalara la piel del hombre con mil dagas blancas y filosas, tan violentamente que ciertas gotas de sangre terminaron por salpicar a Jungkook.
Cuando Taehyung terminó, se levantó, pateó una vez al hombre para comprobar que había muerto, y se limpió la boca con el dorso de la mano. Los colmillos y la mirada asesina desaparecieron de su rostro en cuestión de segundos. Taehyung jadeaba, limpiándose las manos sucias y ensangrentadas en la parte trasera de su pantalón viejo. Jungkook se agachó para recoger sus lentes. Cuando se los volvió a poner, Taehyung lo estaba mirando directamente a los ojos, con una mano, aún roja, extendida frente a él.
Tomaré tu mano y te sacaré del infierno.
Jungkook se limpió la sangre de las mejillas y se acercó a Taehyung, rodeando al hombre muerto.
Por favor, toma también la mía.
Se limpió el sudor en los pantalones y tomó con fuerza la mano de Taehyung, entrelazando sus dedos y sintiendo la sangre escurriendo por ellos. Por un fugaz instante, sintió el impulso de llevarse las manos entrelazadas a la boca y lamer los riachuelos de sangre, pero no lo hizo. Principalmente porque estaban a menos de un metro del dueño de esa sangre, quien estaba sin vida, y porque aún estaban en un auditorio lleno de gente. Nadie los vería (casi nadie en el lugar conservaba aún sus dos ojos), pero Jungkook seguía sintiéndose avergonzado.
Jungkook miró una última vez a su madre. Seguía sin moverse de la esquina del auditorio, cubriéndose el rostro y llorando como si la estuvieran matando. Pero estaba viva, pensó Jungkook, y eso era lo único que importaba.
Sin él, su madre tendría una vida mejor. Sin la matrícula del Edevane, podría pagar la deuda con mayor facilidad. Sin una boca más a la que alimentar, ese dinero podría ir a cosas mucho más productivas.
Jungkook sonrió, tragándose las ganas de llorar.
Por favor, dime que sí.
¡Nos leemos luego! 👀
[ Noduru, 2023 ]
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro