⸸ 17 ⸸
05 de noviembre, 06:47 pm
La corbata en su cuello estaba atada con tal torpeza que lo asfixiaba un poco, pero no quiso pedirle ayuda a su madre para acomodársela. El colegio Edevane hacía, cada ciertos meses, un evento nocturno y formal en el que los padres debían darle algo de valor a sus hijos. Como una bendición más similar a una sesión de llanto colectivo a la que todos los padres y alumnos del Edevane estaban obligados a asistir.
Jungkook sabía que ese traje había sido de su padre. Se sentía sucio usándolo.
El saco gris ceniza estaba doblado sobre el colchón. Jungkook encendió las luces del ático y se observó en el espejo colgado del closet. Las ojeras habían vuelto y había tenido que arremangarse la camisa debido al brazo vendado. Ponerse el saco sería todo un suplicio, pero sabía que el código de vestimenta del evento tendría una calificación. Aún no sabía bien en qué asignatura sería, pero Jungkook no quería perder puntos por algo tan banal.
Carraspeó a su reflejo y se acomodó el cabello. Los pantalones le quedaban algo holgados y la tela era un poco vieja (Jungkook se preguntó cuántos años tendría el traje), pero estaba, en su mayoría, bastante bien. Las ojeras lo hacían lucir como un asesino, como alguien que podría empezar un tiroteo en el evento. Le daban ciertas vibras de Jason Dean. Jungkook rió sin ganas y cerró el closet.
Escuchó unos golpecitos en la ventana, y el corazón se le hundió.
Se quedó pasmado frente al closet, la mano aún sosteniendo la manija. El repiqueteo volvió, más gentil esta vez, y a Jungkook se le heló la sangre.
La ventana estaba cerrada.
No te muevas.
La voz en su cabeza, muy similar a la de Taehyung, siseó de una forma lenta que le dio escalofríos. Jungkook obedeció, y no movió ni un músculo mientras escuchaba como abrían la ventana del ático.
¿Puedo entrar?
Jungkook se aclaró la garganta, ¿Taehyung podría escuchar sus pensamientos también?
Sí. Entra.
Las cortinas se alzaron por el viento y alcanzó a ver de reojo a Kim Taehyung con los brazos apoyados sobre el alféizar. El pulso de Jungkook se aceleró tanto como un reloj descompuesto.
Taehyung le sonrió de lado antes de entrar al ático de un salto ágil, sentándose sobre el borde de la ventana y apoyando la espalda en el marco de madera. Balanceó los pies en el aire, mirando a Jungkook. Alzó las cejas, sin dejar de sonreír, y Jungkook se sonrojó.
—Luces bien —movió el dedo índice de arriba hacia abajo—. Luces elegante.
—Gracias.
—Pero la corbata está mal puesta —de otro salto, Taehyung puso ambos pies sobre el suelo y caminó hacia Jungkook con pasos despreocupados. Al estar frente a frente, sus ojos cayeron sobre el brazo vendado, y Jungkook pudo jurar que vio por un segundo su mirada inundada en culpa y su mandíbula tensándose. Taehyung se relamió los labios antes de tomar con ambas manos el nudo de la corbata y acomodarla—. ¿Qué tal está tu brazo?
—Bien —respondió Jungkook, nervioso con la cercanía—. Bien, sanando.
—Lo siento —murmuró Taehyung, sin mirarlo, y Jungkook sintió una ráfaga de calidez envolviendo la herida—. No fue —suspiró con frustración— mi intención. No quería hacerte daño, no sabía que eras tú.
—Fue mi culpa. No debí haberte sorprendido así.
Taehyung exhaló una risa cansada.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo con todo esto? Cualquiera en tu lugar habría llamado a la policía en el segundo uno —tomó con los dedos más cuidadosos y gentiles el brazo vendado de Jungkook, pasando las yemas sobre las manchas—. Cualquiera habría escapado desde el segundo uno.
Jungkook vaciló, sintiendo la sangre recorrer sus venas con ferocidad justo en las zonas que Taehyung tocaba, aún con las capas de ropa y vendajes.
—No soy un cualquiera, ¿no crees? —Taehyung alzó la vista para mirarlo, y Jungkook rió—. No lo somos.
—¿Realmente nos estás poniendo al mismo nivel? —Taehyung preguntó con incredulidad, aguantando un bufido— No tengo que recordarte lo del cementerio, ¿no? —fingió dar una mordida al aire. Taehyung tenía los caninos ligeramente más pronunciados que una persona promedio, pero en ese momento ni siquiera se acercaban al teatro de colmillos que había sido la noche anterior en el cementerio. Jungkook sintió el rostro caliente—. No soy normal, Jungkook. Quiero que lo tengas claro si quieres continuar con todo... esto.
—Yo tampoco soy normal.
Esta vez, Taehyung no se esforzó en contener la carcajada. Jungkook rogó que su madre no los escuchara.
—Estoy bastante seguro de que eres mil veces más normal que yo.
—Estoy hablando en serio —Jungkook replicó, sonando lo más severo posible, para que Taehyung no se riera de él—. No soy normal. No hago cosas que haría una persona normal, ni pienso cosas que pensaría una persona normal.
—¿Qué es lo más raro que el puritano de Jeon Jungkook podría haber hecho? —se burló Taehyung acercándose, y Jungkook se encogió con vergüenza— ¿Tocarte con uno de los poemas de Poe?
Jungkook se cubrió la mitad del rostro con la mano. No sabía cómo soltar las palabras que albergaba su pecho, cómo dejar salir aquello que había estado atormentando su mente por tantas noches de insomnio incurable. Jungkook tomó valor y respiró lento. Si Taehyung no lo comprendía, entonces ningún otro ser humano en este mundo lo haría.
—Es —empezó, tartamudeando. Taehyung enmudeció— la sangre. Me hace... sentir cosas que no debería. Hace poco —hizo una pausa. Taehyung lo observó con atención, expectante. Jungkook recorrió con pupilas ansiosas su habitación hasta llegar con el reloj colgado en la pared. ¿Cuánto faltaba para que su madre lo fuera a buscar para irse al evento? Tenía que ser rápido—, solía hacerme pequeños cortes en el brazo. Solo para... sentirlo. Y verlo.
Taehyung no dijo nada, solo lo observó con mirada impasible. Como si Jungkook le estuviera contando lo que desayunó esa mañana. Algo trivial. Tomó aire antes de seguir.
—Nunca había entrado al cementerio antes de esa noche.
Taehyung sonrió.
—¿Por qué?
—Porque temía que... me guiaran los impulsos y terminara haciendo algo de lo que me arrepentiría.
Taehyung abrió los ojos, por fin sorprendido ante las confesiones que Jungkook (que el enfermo de Jeon Jungkook) le estaba haciendo. Jungkook sintió su corazón entrando en pánico. ¿Había sido demasiado sincero? Quizás eso era demasiado, incluso para el animal con dientes de tiburón que tenía en frente. Se encogió de hombros, pasándose la mano sobre el brazo en un intento de calmar sus nervios. Cuando estuvo a punto de echarse al suelo, Taehyung empezó a reír.
—Entonces, ¿supongo que te hice un favor? —con diversión encendiendo su mirada, señaló el brazo de Jungkook con el mentón— Digo, si te gustan esas cosas.
Jungkook dejó que una sonrisa bobalicona se le extendiera por el rostro, fijando los ojos en sus pies.
—Disfruté más la mordida que el beso, Taehyung.
Antes de que Jungkook pudiera reaccionar, ya tenía a Kim Taehyung a dos centímetros de distancia, respirándole en el cuello. Jungkook contuvo la respiración, las palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando sintió algo húmedo recorrerle la manzana de Adán. Sintió un par de dientes rozarle la piel del cuello, antes de que un aliento cálido chocara contra su oreja.
—Quizás podríamos, no lo sé... Probar ambas cosas juntas la próxima vez.
Taehyung besó a Jungkook, cubriéndole los ojos con la mano derecha y agarrándolo por la nuca con la izquierda. Jungkook no supo cuándo la mano de Taehyung desapareció, y se quedó completamente solo, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, parado en medio de la habitación.
Taehyung había desaparecido, como lo había hecho más de una vez en escenarios anteriores. Jungkook se agachó para recoger la nota que estaba en el suelo. Igual que todas las veces anteriores, Taehyung había encontrado la forma de dejarle algo (o quitarle algo) en cuestión de medio segundo antes de desaparecer. Era una página arrancada del cuaderno de notas que Jungkook (a veces) utilizaba para escribir sus propios poemas.
Esa página tenía la palabra Ambrosía escrita por él mismo con tinta negra (un periodo libre en el Edevane en el que solo pudo encontrarle un nombre al poema que nunca escribió). Abajo, con letra tosca y gruesa, estaba un mensaje escrito con letras rojas.
Te buscaré esta noche. En dos horas, quizás tres.
Tomaré tu mano y te sacaré del infierno.
Puede que te lleve a un lugar mucho peor. Puede que te lleve al paraíso.
Por favor, toma también la mía.
Por favor, dime que sí.
—K. T, un demonio que llora por ti.
¡Estamos en la recta final!
¡Nos leemos luego! ♡
[ Noduru, 2023 ]
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