03
El sonido de la alarma de un carro fue lo que se necesitó para que Felisha despertase. Abrió los ojos con lentitud, sintiendo los párpados demasiado pesados. Se tuvo que obligar a luchar en contra de la inconsciencia que quería seguir arrastrándola de vuelta. El dolor de cabeza que la azotó fue terrible y a eso se le sumó otro en su pierna derecha.
Soltó un quejido lastimero y trató de enderezarse, pero la verdad era que sentía que había sido atropellada por un camión de carga, arrastrada por la carretera y, por último, desechada cual basura en ese callejón. Era una tarea difícil si se detenía a pensarlo, pero en cuanto por fin logró quedarse sentada, se arrastró hasta poder apoyar su espalda contra la pared de ladrillos que estaba justo detrás de ella. Desde ahí observó su entorno, apenas tomándole importancia al mal olor que desprendía el espacio hasta que, para completar su desgracia, comenzó una suave llovizna que lo único que hizo fue resaltar aquellos aromas desagradables.
O quizás era ella quien olía así de horrible, lo cual no le sorprendería en absoluto ni sería la primera vez.
Se pasó la muñeca por el rostro, esperando quitar la molestas gotas que bajaban por su frente y cualquier suciedad de su piel, aunque tuvo que asumir que solo lo empeoró. Estaba lastimada y con sangre seca, sudada y cansada en exceso; no le quedaba de otra más que creer que cualquier cosa que hiciera iría de mal en peor. Resultaba mejor tener que esperar por una desgracia porque así no se decepcionaría, puesto que tener expectativas más altas que su actual situación era avaricia.
Al mirar hacia arriba se dio cuenta que ya estaba anocheciendo y al echar una desanimada mirada hacia su ropa, supo que no podía caminar por las calles como le diera la gana, no en ese estado.
La ciudad era más amable en la noche con alguien que se viera igual de destruido que ella, pero si quería seguir manteniendo un perfil bajo —porque una parte de ella creía que todavía estaba a tiempo de lograrlo— entonces sabía que tenía que hacer un mínimo esfuerzo por tratar de verse medianamente presentable. Después observó hacia su izquierda, persiguiendo el sonido de la alarma del carro que acababan de apagar y solo pudo ver más carros y transeúntes, finalizando su día.
El golpe de sobriedad había caído sobre su cabeza y Felisha se encontró con demasiadas ganas de llorar. No obstante, no lo haría.
—Ya valí mierda —murmuró volviendo a pasarse la mano por la cara. Por supuesto que no iba a llorar. Haría lo que mejor se le daba.
Se sacudió como pudo la ropa y revisó la herida que tenía. Por suerte la bala le había rozado, pero ella no era ningún soldado ni súperhumano como para tener las fuerzas suficientes de soportar eso. De ser así quizás no se habría desmayado a mitad de la huída y el alcohol en su sistema ayudó hasta el último momento. Empero ya estaba despierta, probablemente con un nuevo golpe en la cabeza y con sangre seca en una media que ya había dejado de ser blanca. Qué bueno que la improvisación era eso que se le daba bastante bien, y tener un estómago de acero.
Trató de deshacerse de la suciedad que se pegó a su piel, se levantó del suelo con ayuda del muro y se quitó el delantal del uniforme. Se desabotonó la blusa de color crema para quitársela y ponérsela alrevés. Luego de eso enrolló el delantal café y lo afianzó a su cadera con ayuda de la correa que usaba con la falda. Por último, se quitó los zapatos para sacarse las medias y como pudo las amarró alrededor de la herida, procurando que la que no estaba manchada quedara encima.
Lastimosamente no tenía un espejo de cuerpo completo. Sus escasas pertenencias quedaron devuelta en el local y sabía de sobra que no podía volver al lugar. Estaría lleno de policías, gente haciendo preguntas y ojos curiosos que, por más que le jodiera admitir, uno que otro par no sería ajeno a lo sucedido. Tendría que hacer uso de su extrema confianza para poder andar en la calle sin que desconocidos se giren a verla. Con suerte huirían de su presencia, ya que Felisha no estaba desprendiendo un aroma de rosas en realidad.
La llovizna fue constante en todo su camino, en busca de un lugar en el que poder sentarse y quizás comer algo, ya que llevaba casi todo el día con un estómago vacío y enojado. A esas alturas, no sería para nada exigente con lo que lograra encontrar para comer, le dolía tanto la panza que el sabor era su última queja.
A medida que pasaron los minutos pudo controlar mejor su cojera, aunque estaba convencida de que el dolor se había intensificado, y tomando provecho de su desgracia, empezó a pretender como si hubiese tenido un día de locos con sus inexistentes amigos. Cualquiera que se girase a verla, solo se toparía con una joven mujer que llevaba demasiadas copas encima y una que otra sustancia de cuestionable procedencia, al igual que el agujero del que había salido.
Después de haber caminado por un rato que le pareció tan eterno como tener que atender gente sin tomar, se topó con un bar que le parecía algo decente. Al menos ella sabía que no iba a desentonar del todo, si es que el variado grupo que estaba a un lado de la entrada le daba aviso del tipo de gente que todavía seguía al interior.
Soltando un suspiro de alivio, se dirigió al lugar. Cualquiera habría pensado que la persona que arrugaría la nariz sería Felisha, pero la realidad fue otra cuando los que estuvieron más cerca a ella a la entrada, fueron los que hicieron una mueca y se voltearon a verla. La castaña oscura los ignoró por completo y, con toda la decencia que le quedaba —o siquiera la que logró fingir que aún tenía— empujó las puertas dobles de madera y vidrio para ingresar y poder resguardarse por fin de la lluvia.
—¿Se te perdió alguien igual o qué? —cuestionó al hombre de rastas tatuado que se le quedó mirando de frente más tiempo del que pudo soportar.
El contrario alzó las manos en señal de paz y le abrió camino para que ella pudiese ir hasta la barra. Lastimosamente, demasiados pares de ojos cayeron sobre su figura, lo que le hizo desear estar borracha para mañana no recordar rostros sino borrones. Si la noche y quienquiera que fuera el ente superior que estaba observándola desde el cielo quisieran decidir estar de su lado por una vez, Felisha se aseguraría de estar mareada mucho más pronto de lo que los tipos de la esquina, la más alejada y oscurecida, terminarían aquella jarra gigante de cerveza.
Tenía que aceptar que le agradaba el calor del ambiente, incluso se permitió regocijarse con el piso pegajoso bajo la suela de sus converse amarillentos —porque blancos ya no eran—. Las paredes oscuras, los posters de bandas, los candelabros extraños que encerraban los bombillos y proyectaban una luz más tenue, era el paraíso del trago y el anonimato para ella. Al correr el taburete y sentarse, estuvo convencida de que podría llegar a reírse de la felicidad cuando escuchó el rechinido que la madera del banquillo soltó con su peso. Si eso no era el cielo, entonces no sabía qué más podría serlo.
—¿Uno de esos días? —preguntó el barman acercándose al sitio por el que Felisha estaba sentada.
La castaña lo observó con descaro. Si ya había llegado hasta ahí con aquella terrible presentación personal, entonces no se iba a achantar ante el atractivo hombre. Tenía el cabello corto aunque podía distinguir los rizos. La camiseta negra con el logo del bar hacía poco para ocultar una figura atlética y los ojos rodeados de pestañas naturalmente encrespadas, también eran oscuros, y brillaban con cierto entretenimiento. ¿Era demasiado pronto para pensar que le recordaba a alguien más?
De todas formas estaba convencida de que no lo volvería a ver y ella solo sería una anécdota penosa, pero graciosa para contar. O al menos eso era a lo que podía aspirar su ego.
—¿Uno de esos días en los que maldigo a quienquiera que me haya traído devuelta después de cinco años tranquilos que no noté? Sí, claro. —Se corrió el cabello húmedo del rostro y apoyó los codos sobre la barra. Clavó sus ojos en los ajenos, que eran ligeramente rasgados, sobre todo con la sonrisa él que esbozó al escucharla—. ¿Tienes whiskey y algún sándwich de lo que sea?
—Solo me queda Jack Daniels y vegano.
Felisha notó que su expresión no la juzgaba en absoluto.
«Así que tras de guapo, amable —pensó—. ¿Dónde estuvo cuando cometí el peor error de mi vida?»
Un rostro amistoso después de lo vivido no le venía para nada mal. No pudo evitar preguntarse a dónde la llevaría aquella noche, dado que tendría que empezar de nuevo, buscando alguna excusa de por qué no podía pagar lo que pediría para comer y tomar. Sin embargo, tenía la leve impresión de que el barman lo sabía y que el resto de clientes también lo hacían, solo que ese tipo de personas resultaban siendo incluso más respetuosas. Lo habían demostrado dejándola cómodamente sola con su desgraciada noche, no como aquellas otras que no podían evitar preguntar qué le pudo haber pasado, siendo conmovidas de repente por el insecto del chismorreo, para después llamar a la policía cuando la atención de Felisha se fuera a otra parte.
—Eso bastará. —Asintió con la cabeza satisfecha, casi comenzando a salivar—. Una soda estaría bien también.
—Ya vuelvo —aseguró el hombre y se retiró para mandar su pedido a la cocina y servir él mismo las bebidas.
Mientras esperó, Felisha se giró a observar el resto del espacio, las personas, las vías de escape y las ventanas que daban hacia la avenida. Esperaba que su maratón por las laberínticas calles de la gran ciudad le proporcionara el tiempo suficiente para poder cenar tranquila. No todos los días se esmeraba tanto en confundir a los que la estaban buscando, dando vueltas y vueltas hasta literalmente colapsar. Hace cinco años estuvo en las mismas y no pudo terminar la carrera porque se desintegró, pero ese día tenía que admitir que se sentía orgullosa de su logro.
Su instinto de supervivencia no estaba tan dañado como creía, por lo que se permitió relajarse y apoyó su cabeza sobre la barra, justo en la mitad de sus manos también puestas sobre la superficie de madera oscura. El cabello le cayó a los lados, cubriendo sus brazos y cara y cerró los ojos, soltando un suspiro que pareció ayudarle a descargar una mínima parte del peso que llevaba cargando casi una década... ¿o ya habían pasado más de diez años? El tiempo era relativo y estaba más que claro que Felisha escaseaba con las energías suficientes para seguirle el paso o siquiera contarlo.
—Sándwich vegano, soda y whiskey —enumeró el pelinegro una vez se acercó, dejando cada uno de los platos y vasos frente a ella—. Buen provecho.
Felisha alzó la cabeza de inmediato y trató de sonreír, pero estaba tan cansada que de seguro ni siquiera pudo mover la comisura de los labios.
—Por cierto. —Lo detuvo alzando una mano perezosa y lo miró con una mueca de disculpa, que de seguro estaba plasmada en su cara desde que el barman tomó su pedido—. No tengo con qué pagar esto.
—Supuse eso —contestó. Parecía estar luchando en contra de una sonrisa al tiempo que se colgó un trapo húmedo sobre uno de sus hombros y apoyó las manos sobre la barra—. Billy necesita ayuda lavando los trastes a la hora de cerrar.
—Me parece desagradablemente justo —aceptó y tomó el primer mordisco de su comida. Hizo un sonido de deleite y pareció derretirse en el taburete, algo que arrancó otra sonrisa del rostro del barman—. Si Billy sigue preparando estas delicias, lavo todo.
—Y él estará contento de saberlo —le avisó enderezándose para continuar con su labor—. Si necesitas algo más, me avisas. Me llamo Eric.
—Probablemente necesite la botella entera —advirtió tomando el vaso con la bebida alcohólica con su mano izquierda. Lo alzó en un torpe brindis antes de tomarse todo el contenido en un solo trago—. Y mi nombre es un secreto de Estado, pero me puedes decir... Mily.
—Si te cuento el resto, ¿llamarás a la policía?
—¿Quieres que lo haga?
Felisha apoyó su codo en la barra y luego descansó su mejilla sobre su palma. Chasqueó la lengua y con la otra mano agarró el vaso medio lleno. Su estómago había dejado de doler, el alcohol estaba ahogando el de la pierna y Eric era una compañía grandiosa para su deplorable estado. La música había subido de volumen pero ella apenas lo había notado, aunque estaba segura que era de Arctic Monkeys.
—En realidad no... De todas maneras no se llevaron lo importante.
Del bolsillo de la falda sacó un llavero, aquel del que no se podía deshacer por más que no le faltaran deseos de hacerlo. La mayoría de las llaves ya ni siquiera servían, puesto que en su ausencia habían cambiado todas las cerraduras de su apartamento.
«De la noche a la mañana —recordó en su cabeza con amargura—, de la noche a la mañana...»
Se acabó el contenido restante del vaso. Lo movió haciendo sonar los escasos hielos en dirección al barman, pero él pretendió no notarlo.
—¿Esas llaves están hechas de oro o algo así?
—Ojalá, pero no. —Se tomó su tiempo para dar otro bocado al sándwich—. Hay una creciente demanda por las memorias USB en el mercado donde abundan las abejas, aunque creo que ahora son los diamantes.
—¿Por qué siento que estoy escuchando algo que no debería? —preguntó con ligereza, alzando un poco la cabeza hacia el techo, antes de volver a clavar su vista en ella. Eric alzó una ceja entretenido, pero de todas formas Felisha logró distinguir su reticencia también.
—Porque me serviste comida parcialmente gratis y ando escasa de amistades confiables.
—Hmm... suena como una situación nivel vengadores.
—Para nada. —Negó repetidas veces con la cabeza, en aras de quitarle la importancia que Eric le quería dar a su historia—. Me está yendo bastante bien sola.
Si hasta ese momento no le había regalado una mirada dudosa ni un repaso a su presentación personal esa noche, en definitiva acababa de suceder. El moreno se enderezó y abrió los ojos más de lo necesario. Vaya... había logrado impresionarlo y ni siquiera se había esforzado en ello.
—¿Eso es "bien"? —La castaña asintió y se encogió de hombros, él negó con la cabeza repetidas veces—. ¿Qué pasa si te encuentran?
—Probablemente me vuelen la cabeza y necesitaré que otro extraterrestre morado venga a hacer desvanecer la mitad de la población, conmigo en ella.
Eric alzó ambas cejas, claramente sin palabras.
—Suena...
—Bienvenido a mi vida. Probablemente te estarás preguntando cómo he llegado hasta aquí...
Antes de que Felisha pudiera seguir con su pobre intento de bromear, alguien se acercó a la barra y se sentó a su izquierda. La expresión de Eric cambió de repente y sus ojos oscuros brillaron con sorpresa, hasta con algo de admiración. Ella prefirió quedarse quieta sin girar su rostro, demasiado adormilada y cómoda en esa posición. Ni siquiera sentía la incomodidad de la barra bajo su codo.
—Una Heineken, por favor.
—C-claro, enseguida.
El barman se alejó con rapidez y a la fémina no le quedó de otra más que detallarlo con impresión.
—Huh... cuatro palabras y le hiciste tartamudear —declaró enderezándose y se apartó el cabello del rostro. Ya no estaba húmedo, pero de seguro estaría bastante esponjado—. ¿Cuál es tu secreto? Claro, aparte de no oler ni lucir como si un cubo de basura te hubiera escupido en la entrada.
Al girarse para ver al intruso que pudo haberse sentado numerosas sillas más lejos de ella, Felisha sintió que se le escapó el aire de los pulmones apenas lo reconoció.
¡Hola! Lamento la demora y el desastre de transición con huevos de pascua que ha sido este capítulo... pero igual espero que les guste ^^
Solo queda un capítulo más para terminar esta primera parte, así que, si creen que habrán más desastres, no lo duden ;)
No se preocupen, las respuestas llegaran al igual que más preoguntas jijiji
Espacio para teorías con los huevos de pascua:
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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