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9. Errores



Owen pudo notar que esa enfermería era fría cuando estuvo más de diez minutos sentado en una de las camillas libres. El nuevo cuartel era frío y húmedo, no como el anterior que si bien lo era, ya era invadido por el calor de los cuerpos de los Iluminados. Este cuartel no tenía vida, mucho menos esa enfermería. Lisa amaría ese lugar, daría una palmada emocionada y luego comenzaría a limpiarlo todo como si de su vida dependiera. Le daría órdenes a Owen, seguramente discutirían un poco, pero ambos se pondrían de acuerdo para levantar ese lugar, como había hecho con el cuartel anteriormente.

Sin embargo el cuartel no estaba y Lisa había muerto por su culpa.

La realidad le quitó la alegría que le dieron los recuerdos de una vida no feliz pero si cálida, como Lisa. Como la mujer que había querido y perdido. Como tal vez estaba perdiendo a la mujer que amaba. Sentarse en una camilla a oscuras para no sentir el frío de la cama en la que dormía con Molly era una tontería. Había tratado de descansar sin éxito, solamente había podido cerrar los ojos un minuto para soñar con Molly bailando. Bailando en la boca del lobo de manera ingenua e inocente, como lo había sido alguna vez.

Ella se había ido, eso era lo complicado de Molly. No tenía dueño. Era un pájaro libre dispuesto a andar y volar solo sin necesidad de un empujoncito. No escuchaba órdenes, las daba. Comprendió, en plena oscuridad y en charlas con su mente, que él trataba de ser un cazador. De cazar a la chica sin realmente quererlo. Molly lo consumía y cegaba. Trataba de atraparla como un niño trataba de atrapar una luciérnaga en plena oscuridad, hipnotizado por su pequeña y llamativa luz. Por eso la relación fallaba de tal manera, Owen la quería para él y Molly era libre. Sólo le debía la vida a sus Iluminados, a su Cuartel y él moría de celos por aquello.

Escuchó un ruido de sábanas cuando menos lo esperaba, distraído por sus propios sentimientos basados en una sola persona. Había ido a ver a su hermana, pero ella se encontraba descansando pero por suerte estaba sana y salva como él deseaba que estuviera. Su pequeña Lily había recibido la cura luego de la noche del laboratorio y se recuperaba lentamente, pero aun debía reposar en la enfermería. Seguramente si contaran con el cuidado de Lisa ya estaría mejor, pero sin ella todo era el doble de complicado. Incluso para otros que no fueran Owen, por más extraño que pareciera. Miró a su hermana pero no había cambiado posición. No había nada más en las camas que él supiera.

Bajó despacio de la cama que usaba, la misma de su hermana, para empezar a caminar lentamente por la enfermería. Se encontraba vacía, llena de sombras y de espacios sin camas, sin personas, sin instrumentos que ayudaran a sanar a los heridos. Pero cuando creyó que había imaginado tal sonido, vio un movimiento en la última cama.

Un par de ojos azules lo miraron desde la cama, como si fueran un par de faroles en el lago. Por un momento creyó que se trataba de Molly, porque los ojos eran tan azules como la chica nombrada, pero no. Era una pequeña niña la que lo miraba atentamente, frunciendo el ceño como si tratara de forzar su vista y acostumbrarla a la oscuridad que los invadía.

—¡Tío Owen! —exclamó la niña de repente, como si nada, sorprendiendo a Owen más que cualquier cosa. Podría haberle llamado de muchas maneras, pero lo llamó de aquel modo que nunca pensó que alguien lo llamaría.

—Ahora si no entiendo que mierda sucede.

Escuchó una voz que no escuchaba hace mucho o que no escuchaba dirigida a él. A pesar de la oscuridad, Owen pudo observar a Gabriel escondido entre las sombras cerca de la cama de la niña y de él. Aquel hombre últimamente se había comportado de las maneras más raras que existían, Owen llegó a creer que estaba cambiando como lo había hecho Went. De la completa nada. De la noche a la mañana. De hecho, le había parecido ver en más de una situación la piel en carne viva en su cuello, como había tenido Went. Luego comenzó a creer que él estaba creándose ideas para excusar el comportamiento de Went. No era su compañero, no era su hermano, era su enemigo y él tenía que comprenderlo como también debía hacer Molly.

Aunque no la culpaba y a fin de cuentas, entendía. Dejar ir a alguien que se quería era difícil y doloroso. Sobre todo cuando no se estaba preparado para dejarlo ir. Cuando arrebataron lo que sentía de un tirón, dejándolo solo y sin aquel sentimiento ni a quien dárselo.

La niña había bajado al encuentro de Owen y al instante de escuchar la voz de Gabriel se alejó, escondiéndose de su presencia. Owen frunció el ceño al verlo, reconociendo que el líder de los Iluminados se encontraba de aquel modo extraño hacía tiempo. Se comportaba como un idiota desde que habían cambiado de cuartel y se sentía culpable por aquello. Ni se imaginaba como se sentía Molly. Gabriel lucía peor que nunca. Sin afeitarse, con ojeras violetas debajo de los ojos y aquellas marcas en el cuello como tenía Went. O como había tenido la última vez que le vio.

—¿A qué te refieres?

—Esa niña tiene mi apellido, Owen, y de todos modos te dice tío. Explícame que mierda está pasando —le preguntó a él como si tuviera las respuestas listas o como si las conociera. Lo cual no era así. Se dirigió a Sky quien se escondió detrás del cuerpo de Owen horrorizada por Gabriel—. ¿Quién eres? –le gritó sobresaltando a ambos, ella siguió escondiéndose, tomando la ropa de Owen con fuerza.

—Primero que nada te tranquilizarás —le ordenó Owen a Gabriel levantando una mano hacia él. Se dio la vuelta para enfrentar a la pequeña niña, que se retorcía entre sus brazos. Seguramente creía que iba a entregarla con Gabriel—. Hey, hey, no quiero lastimarte ni voy a hacer daño. Tengo una hermana de tu edad. Lily. ¿La conoces? Es la niña que está en la otra camilla.

Su hermana aún se encontraba en recuperación. A pesar de haberle brindado la cura que habían ido a buscar aquella noche del laboratorio, aun necesitaba reposo. Aunque se encontraba estable.

—Oh, vamos, Graham.

—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó ignorando las palabras del líder del cuartel.

—Sky... Sky Davies.

Gabriel chasqueó la lengua resoplando furioso por lo que acaba de escuchar. Era entendible, de todos modos. Él era el único que tenía aquel apellido, una nueva hija no era lo que estaba deseando. Sobre todo cuando no sabía de donde podría haber venido. Él era el único Davies que quedaba, si no se contaba de aquel que nadie nombraba pero Owen conocía.

—¿Conoces a este hombre? —le indicó con el mentor a Gabriel y recibió una negativa por parte de la chica. Bien, todo un avance—. ¿A mi si me conoces?

—Si... pero no sé el porqué.

Cuando Owen iba a hablar, confundido por lo que sucedía, pidiendo explicaciones empezó a escuchar ruidos por el pasillo. Los típicos ruidos y gritos que se escuchaban en una pelea. Se puso de pie al instante, alerta y de manera automática protegió a Sky, esperando lo peor.

Y realmente fue lo peor.

Zeus entró a la enfermería cubierto de sangre junto a Blood y War a la cabeza tratando de sostener a quien Zeus cargaba en brazos. Llena de sangre, entre los brazos del mayor de esos tres, se encontraba una Molly inconsciente, ignorante de lo que estaba sucediendo. Owen sintió un nudo en el estómago al verla indefensa y al borde de la muerte. Él tenía razón. Sabía que eso iba a suceder, sabía que iba a perderla.

Sus compañeros la dejaron en la camilla en la que se encontraba sentado Owen anteriormente. Zeus pedía cosas que nadie comprendía, todos se miraban entre sí sin saber qué hacer, sorprendidos como lo estaba también Owen. Observó a la chica, que parecía inconsciente por completo y sus ojos buscaron la razón de la sangre. Su hombro. El origen de la cantidad de sangre era su hombro y una herida que él reconocía.

—¡Trame las pinzas, Florence!

—¡No sabes cómo quitarle la bala, Noah!

—¿La bala? —preguntó Owen acercándose horrorizado a la escena. Todos llevaban ropas de fiesta, supuso que había todos cumplido el deseo de Molly de ir a aquella locura. A veces odiaba a la chica por cabeza dura. Había terminado todo como él creyó que terminaría. Oh, Molly, tonta e ingenua Molly Davies. Como si la hubiese nombrado, abrió los ojos en un solo movimiento conteniendo el aliento ante la sorpresa. Él la sostuvo cuando trató de incorporarse, pero al mismo tiempo Molly se dio cuenta la locura que estaba haciendo.

—¿Qué le han hecho, que ha pasado? ¡Que alguien me explique algo, maldita sea!

Nadie respondió a lo que Owen pedía, nadie decía nada, simplemente observaban a Molly delirar por el dolor. Blood si se movía, había traído gasas y alcohol, dándoselo a Dexter que no sabía que debía hacer con todo aquello. Owen se acercó al científico y le quitó las cosas de las manos como si estuvieran mal en las de él. Molly se retorcía de dolor, con las manos en donde le habían disparado.

—¿Quién fue? —preguntó finalmente, sin querer saberlo pero preguntándolo de todos modos. A veces no se quiere las respuestas a las preguntas pero de todos modos las hace, esperando no estar en lo cierto.

—Went... Went...

Molly deliraba por la fiebre que le había subido y lo llamaba en susurros ignorando que aquel nombre lastimaba cada pequeña parte que aún vivía en Owen. Soltó la mano de la chica y dejó, frente a todos, escapar una lágrima que se perdió rápidamente por su mejilla. Con su mano libre se limpió el rastro mojado que había dejado y tomó un trago del whisky que Blood había traído, ya que lo necesitaba. Nadie comentó nada, observando y comprendiendo como actuaba el chico. ¿Lo entendían? ¿Comprendían que su mejor amigo deseaba matar a la chica que quería? No, no lo comprendían.

—¿Quién la dejó sola? ¿Quién fue el maldito idiota que dejó sola a Molly? ¿No comprenden que ella es la única salvación que tenemos? ¿Cómo mierda sucedió esto? ¡Explíquenme! —exclamó Owen dejando la botella de whisky en la mesa al lado de la camilla. Idiotas. Todos esos Iluminados eran idiotas y él también lo era por no ir con ellos.

—Nos drogaron —respondió Blood, como si eso sirviera de excusa para explicar lo que había pasado. Owen frunció el ceño sin creer que ella estaba diciendo ese tipo de cosas, pero era lo que decía. El chico miró a sus compañeros en busca de explicaciones, de respuestas a las preguntas que él había hecho en donde no existían esas simples explicaciones.

—¿Los que?

—El aire en la discoteca. Para incentivar a los Guardianes a bailar usan una especie de toxina. Nos afectó a todos. Nos separamos mientras nos adentrábamos en la discoteca y Molly terminó con Went. Él le disparó cuando yo entré a sacarla de ahí —le explicó finalmente Zeus a un Owen necesitado de explicaciones.

Él no supo que decir, simplemente asintió y tomó las pinzas que le daba Blood ansiosamente. Sólo existía una persona capaz de quitar una bala con tanta experiencia y esa era Went, pero en ese momento no estaba y había sido el culpable de aquella bala en el cuerpo de Molly. Owen tenía que encargarse del problema, como buen Iluminado que era. Las manos le sudaban, como lo hacían cada vez que se encontraba en alguna situación que Lisa era la encargada. No era bueno para ese tipo de cosas, era un soldado, sus manos no eran gentiles ni mucho menos sus movimientos, pero Molly parecía estar consciente de aquello y estar atenta.

Pero lo logró. Con suma delicadeza se acercó al punto en donde le habían disparado, sintiendo a Molly estremecerse a pesar de la morfina que Blood le había dado, una de las últimas dosis que le quedaban. Sus manos se bañaron de la sangre de la chica que emanaba por la herida. Le cortó la camiseta pegada a la herida, sabiendo que era una pérdida importante y luego se tomó casi media hora en quitarle la pequeña bala a Molly Davies. Pensó que iba a ser aún más difícil pero si bien lo fue, no tanto como él esperaba. La chica parecía estar consciente al final del tratamiento, ya que cuando bloqueó la herida con una gasa, los ojos azules de Molly se encontraron con los de él. Ninguno de los dos dijo nada, solamente compartieron esa mirada significativa. Tenían que hablar, ambos lo comprendieron sólo con miradas.

Le dio un pequeño apretón al hombro sano de Molly casi indicándole que lo peor había terminado y que durmiera. La chica lo hizo y cerró los ojos reposando en la camilla finalmente, como seguramente deseaba desde que entró. Luego se encargaría de las consecuencias, la fiebre y el dolor, primero necesitaba dormir.

—¿En dónde está Athena? —preguntó de la completa nada Blood, que finalmente se sentó cuando Molly cerró los ojos. Había ayudado en cada momento junto a Owen, apoyándolo en las decisiones que tomaba, pasándole alcohol por las heridas, tomando la mano de Molly. Owen levantó la mirada en busca de la chica nombrada y recién en ese momento notó que era cierto: Athena no estaba entre ellos. Su mirada fue directa a War, quien estaba cabizbajo desde que había entrado. Algo se había perdido, algo grande.

—¿Qué ha pasado con Athena, War?

—La perdí —respondió finalmente, luego de un interminable silencio en el que Zeus perdía la paciencia lentamente. Owen no necesitaba un mapa para comprender que el hermano de la chica estaba horrorizado por lo sucedido—. Estábamos drogados, bailando entre toda la gente, Athena nació para bailar, yo sólo trataba de seguirla. Estaba tan perdido, no pensaba con claridad. Y bueno...

—¿Qué pasó con mi hermana?

—Ya sabes cómo es tu hermana. No pude evitarlo y la besé —admitió algo sonrojado. Owen escuchó a Blood contener el aliento. Aquello era muy malo, besarse en una discoteca lo era. Una discoteca llena de Guardianes que normalmente se besaban cuando se unían en matrimonio y en alguna que otra ocasión demasiado intima porque estaban obligados a tal cosa. Creía saber cómo terminaba esa historia, pero de todos modos Zeus parecía decidido a escucharla hasta el final—. Duró bastante el ensueño, hasta que me tomaron por los brazos y me separaron de ella. Luego todo se volvió oscuro, supongo que caí al suelo y luego vi a Zeus llevando a mi hermana ensangrentada en brazos. No lo pensé, simplemente los seguí.

El silencio reinó entre ellos, nadie fue capaz de soltar una palabra que aliviara la situación, ni siquiera Owen que siempre había sido un buen líder suplente. Siempre tenía palabras de aliento para ese tipo de situaciones, pero no encontraba en aquel momento algunas palabras para calmar lo obvio. Athena seguramente estaba muerta.

La idea le abrumó al instante. Una muerte más, una perdida. Conocía a Athena desde que había entrado y si bien era un soldado más, también era una persona. Una chica que siempre estaba tratando de levantarle el humor a todos menos a ella. Owen la imaginó en su mente siempre sonriendo y ahora muerta en algún lugar oscuro en donde mataban a los Iluminados.

—¿Me estás diciendo que mientras yo salvaba a tu hermana, tu dejabas morir a la mía por tus hormonas? —le preguntó Zeus con voz neutral, pero tan fría como el viento de Misery City. A Owen le sorprendió que el hombre no perdiera el control de sus actos, pero la sorpresa duró poco. En un solo movimiento se había acercado a War y lo sostenía por la camisa que había usado para ir a la discoteca—. ¡Mi hermana está muerta, idiota! ¡Muerta!

—Suelta a mi hijo, Noah.

Owen no se sorprendió esta vez, pero si lo hicieron los demás Iluminados de la sala, Gabriel había escapado de las sombras otra vez para entrar en la escena cuando nadie lo necesitaba. A veces todos olvidaban que War era también hijo de Gabriel, pero debido a la poca atención que le daba era entendible que no lo recordaran. En ese momento a Owen le pareció raro que recordara que tenía un hijo.

—¿Ahora reclamas por tu hijo, Jacob? —le preguntó Zeus aun con las manos en la ropa de War, quien no se quejaba ni trataba de escaparse del agarre del hombre, como si se lo mereciera. Zeus movió sus manos golpeando a War contra la pared pero aun así Gabriel ni siquiera se movió, como si no le importara el dolor de su hijo sino el honor Davies. O eso creó Owen—. ¡Nunca te importó! ¡No te importa nadie de tu familia! ¡Incluso odias a tu hija! Yo sabía el paradero de tus hijos y nunca me lo preguntaste. Quisiste crear soldados y nacieron niños defectuosos llenos de sentimientos.

—Cállate, Noah.

—¡No me callaré hasta que este crio pague la muerte de mi hermana! —le dijo furioso, dándole otro golpe pero esta vez lo dejó caer al suelo en donde, al caer, le dio un puntapié sin tener conciencia en lo que podía llegar a doler.

Molly se retorció en su camilla, como si a pesar de no estar mirando escuchara la conversación. Owen despertó de su ensueño recordando que él podía intervenir eso, era el líder suplente cuando Gabriel no se encontraba estable. Y en ese momento, Gabriel no parecía ser el líder de los Iluminados sino un extraño.

—Vamos, deténganse —les dijo Owen de una manera bastante patética, haciendo que Gabriel se ría en su cara. A pesar de querer solucionar lo sucedido, había que admitir que Zeus y el líder de los Iluminados tenían historia y el simplemente no podía tratar de entenderla de un momento al otro—. Esto no arreglará nada. Athena tiene que estar viva, Zeus, cálmate.

—No me vengas con tu porquería ahora, Owen. Ella está muerta y es culpa de los Davies. Como todo lo que sucede en Farewell —les dijo lleno de odio, alejándose de War finalmente para salir de la habitación. Gabriel le siguió, dando un portazo al irse. A Owen no le importó mucho, si decidían asesinarse que lo hicieran lejos de la enfermería.

Blood se acercó a War para ponerlo de pie, pero el chico negó la ayuda y se marchó furioso consigo mismo. Le comprendía, había perdido injustamente a la persona que quería, se la habían arrebatado de una manera cruel y brutal. Sin poder despedirse, sin poder explicarle todo lo que sentía.

Suspiró, parado en medio de la enfermería, comprendió el vacío que sentía desde que Lisa se había marchado. El vacío que sentían todos los Iluminados desde que no estaba. Se peleaban entre ellos, se gritaban, trataban de asesinarse. Desde que Lisa se había marchado nada tenía sentido, habían dejado de tener esa paz que ella brindaba con una sonrisa. Blood lo miró con una mueca triste, sin saber tampoco ella que comentar. Pero se veía en sus ojos, ambos estaban pensando en la misma mujer.

El sudor caía en pequeñas gotas por su rostro, de una manera desagradable para alguien que cuidaba su aspecto con mucho cuidado. Pero desde que estaba en aquella celda no podía dejar de sudar como un niño asustado. No iba a demostrarlo, claramente, no iba a temblar de miedo por su futuro, sino que iba a fingir que todo estaba en completo estado mientras por dentro moría de miedo.

Había sucedido una vez más.

Went había perdido el control de sus movimientos y luego de lo que Sarah le había dado había perdido por completo la razón de sus actos. Estaba tan cerca de Molly. Había podido rozarla, tocarla y estaba seguro que había logrado convencerla. Hasta que aquella mujer rubia llegó decidida a reírse de él y de lo que trataba de conseguir.

Felicidad. Aceptación.

Pero se le negaba aquel sentimiento de una manera egoísta y cruel. Ya habían notado lo obvio. Tanto su padre como Sarah. Él no deseaba ser como ellos, no quería ser un Guardián. Él deseaba la aceptación de lo que era, de lo que sentía. Él era un Iluminado. No era un Guardián. ¿Cuánto había tardado en entenderlo? Él era un Iluminado de Molly Davies. Le pertenecía por completo y deseaba seguirla y protegerla en completamente cualquier tipo de situación. ¿Por qué no podían verlo? ¿Por qué no podían aceptarlo?

No comprendía porque aun trataban con él. Como aún seguían teniendo fe que asesinaría a la mujer con la que deseaba estar. No comprendía porque aún tenían esperanzas. Sospechaba que se debía a ser el hijo del jefe de los Guardianes. Pero no iba a darles la chance, no iba a rendirse.

Podían encerrarlo como hacían en ese momento. Podían inyectarle todo tipo de virus para convertirlo en lo que no era pero había algo mucho más fuerte viviendo en él. Sentía. Sentía desde que era pequeño y siempre los sentimientos ganaban. Sobre él, sobre todos. Lo sabía y también lo sabía tanto sus padres como Sarah. Él había sido inyectado más de una vez pero había conseguido sobrevivir. Había logrado sobrevivir a aquel odio que le habían imaginado creer que sentía por Molly, recordaba cuan ciego se encontraba cuando le envió aquella amenaza por la radio. Lo recordó todo y se odió por aquello.

—No lo lograrán —les dijo, sentado en la camilla observando a la nada pero poniéndose de pie lentamente. Sabía que estaba observándolo desde sus monitores, evaluando la situación y seguramente descubriendo que mala que era—. Mírame, padre, enamorado del enemigo. Te he decepcionado. Déjame ir, dame por muerto. Déjame con ellos, con ella.

Deseaba estar con su hermano Owen, con Blood, con la pequeña Lily, con la anciana Rose, con Molly. Deseaba perderse en la calidez de los brazos de Molly, observar sus ojos brillantes en la oscuridad de la noche, admirar sus hoyuelos cuando sonreía, tocar sus manos suaves a pesar de las peleas. Quería curar sus heridas, sanar lo que él había lastimado. Quería.

Como también quería quitarse lo que le inyectaban en el cuerpo que lograba aquellos sentimientos tan erróneos en él. Se quitó la camiseta blanca que le habían puesto y la lanzó por los aires sin importarle en donde cayera. Sus manos viajaron por su cuello hasta detenerse en aquel salpullido palpitando de dolor, como de costumbre desde que Sarah le inyectaba aquella dosis que él odiaba. Clavó las uñas que le habían crecido un poco y apretó con fuerza. Lo suficiente como para que empezara a salir la sangre al instante que trató de quitarse todo aquello.

No sabía que deseaba. En un lugar de su mente, pensaba con delirio que podía quitarse la piel errónea de su cuerpo. La infectada, la que no sentía y podía volver a ser el chico que era antes. El Iluminado que sentía y que si bien lo era, estaba escondido en esa piel que no era suya.

Las alarmas comenzaron a sonar cuando él se hacía daño y veía caer la sangre por su cuello, perdiéndose en su pecho. Sarah entró a la habitación, o celda, que le habían dado y lo observó desde donde estaba. Went sabía qué hacer, sabía que plan tenía en mente y ella era parte del plan.

—Quiero asesinarla. Necesito asesinarla.

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