31. Soluciones.
—No, no, Hailee, por favor no...
Molly sintió su corazón partirse en dos por completo al escuchar el llanto del amor de su vida y su angustia, pero nada pudo hacer. Simplemente cerró los ojos y se acercó lentamente a él para tratar de demostrarle que estaba a su lado. Le habían disparado en algún momento que nadie pudo ver y en ese instante perdía la vida lentamente.
No era justo, no lo era. Era tan pequeña, tan adorable, tan decidida a pelear por los Iluminados cuando recién los conocía. Era la hermana de Went y estaba confundida como él, pero respiraba revolución como ellos. Y esa revolución la había matado.
Went la abrazaba con fuerza, sollozando como si fuera un niño que perdiera su juguete favorito pero podía entenderlo por completo. Acaba de ver a su hermano quedarse solo en los túneles más peligrosos y no había ni siquiera podido pedirle perdón.
Dejó caer un par de lágrimas que secó rápidamente, tratando de mostrarse fuerte frente a todas esas personas. No tenía tiempo de llorar, no podía permitirse aquello y debía luchar contra sus sentimientos. Went le susurraba cosas dulces a Hailee, para que su muerte fuera más llevadera y le recordaba cuanto la quería pero todos sabían cuánto le dolía. ¡La acababa de volver a ver y estaba perdiéndola nuevamente!
Molly sentía su mundo caerse mientras subían en aquel elevador y se preguntó si realmente había hecho las cosas bien, si valía la pena todo lo que estaban haciendo por dos personas. Comprendió que ella estaba engañándose sobre eso, estaban yendo a destruir a los Guardianes. La misión había dejado de ser de rescate hacía varias horas. Lo veía en los ojos de todos los presentes, veía su odio y sus ganas de seguir luchando a pesar de las caídas. Cada vez perdían más personas, pero ella quería seguir firme y demostrarles que todo iba a estar bien. Lo lograrían, se merecían lograrlo.
Went apareció delante de ella hecho un desastre y la chica lo único que hizo fue tomar su mano. Él le agradeció ese mínimo gesto, sabiendo que no podía romperse en ese momento por más que lo necesitara. Quiso pedirle perdón, por sacar a su hermana de las cuevas y llevarla a una vida tan horrible pero no quería lastimarlo más. En algún momento iba a tener que decírselo. Observó a su cuñada y pensó con angustia que nuevamente alguien había muerto por su culpa.
Finalmente el elevador se detuvo y se alejaron de la plataforma que al instante comenzó a descender. Zeus se quedó y bajó con ella, jurándole a su hermana que iba a encontrar a War y prometiéndole lo mismo a Molly.
—¡Sé que nos salvarás, Gabrielcita! ¡Tú puedes!
—¿Tiene que hablar como si fuera una despedida? —se quejó Gabriel furioso cuando lo vio irse y Molly pudo ver bastante angustia en sus ojos. Él también había sufrido bastante todo eso pero no demostraba nada de lo que sentía y eso le molestaba un poco a Molly.
—Acostúmbrate a empezar a escucharlas, porque vamos a decirlas muy seguido —atacó Went y comenzó a seguir a Molly.
Estaban en la sala de depósito del cuartel, en donde estaba lleno de armas y autos que no se usaban. Rápidamente se abastecieron con las armas, sin pensarlo varias veces y Molly se guardó varias dagas en sus bolsillos, por si acaso. Athena dio un par de indicaciones pero Went era quien más sabía hacia donde debían dirigirse, por lo tanto fue Molly quien terminó dando las órdenes y dio una que creó demasiados conflictos. Dividió en grupos.
—No, no y no —comenzó Gabriel al notar que ella lo había dejado en un grupo diferente a ella pero no soltó ni una palabra, simplemente se quedó en silencio. Molly había decidido enviarlo con Athena, que conocía el lugar y un par de jóvenes, mientras que ella iba sola con Went. Él asintió aceptándolo, casi encontrándolo justo—. No voy a dejarte sola con este idiota, ya te ha tratado de matar.
—¿Después de todo lo que he hecho sigues desconfiando de mí? ¿Qué piensas? ¿Qué el aroma de Guardián me excita y me vuelvo uno de ellos? Crece un poco, Gabriel y acepta lo que dice tu líder —le respondió un Went enojado y dolido, más que nada.
Gabriel se acercó a él, dispuesto a golpearlo pero fue Athena quien los separó y aceptó que era lo mejor. La joven no sabía mucho de armas y era lo mejor ir con alguien que si sabía y un ejército. En cuanto a Molly, era bueno que fuera con Went. Went lo trató de tranquilizar diciéndole que iba a encontrarse con Owen y Sally seguramente. Went les dio su otra radio, comentándoles como tenían que usarlas y Molly no pudo evitar abrazar a su padre antes de irse. Nuevamente, todo aquello sabia a despedida pero no se podía evitar. Calcularon tres horas para volver a encontrarse y comenzaron a caminar por lugares diferentes en busca de sus amigos.
—¿Tienes miedo? —le preguntó Went mientras caminaban por los pasillos y por primera vez en mucho tiempo, Molly le sonrió y le demostró que no tenía miedo. No lo tenía y se propuso jamás tenerlo. Nadie iba a quitarle nada más de su vida, lo había logrado con Sarah y lo iba a lograr con su vida.
¿Cómo alguien podía esconderse tanto? Owen gruñó furioso cuando corrió un armario enorme pero aun así no se encontró con lo que buscaba y era algo tan simple como la pequeña Sally Heds. La había perseguido durante más de una hora y la maldita sabía cómo esconderse. Él había tratado con todo, hasta había tratado de moverse en silencio para que ella no escuchara sus movimientos. Pero no podía encontrarla y odiaba decepcionarse cada vez que encontraba un lugar vacío, sin rastros de la pelirroja.
Odiaba seguir respirando el mismo aire todo el tiempo, saber que ella se encontraba bajo el mismo techo le quitaba todo tipo de pensamiento sano y solo pensaba en asesinarla. Se lo merecía por completo, ambos lo sabían y era culpa de los sentimientos que había sentido por ella. La odiaba tanto.
Comenzaba a idear cosas para el momento que finalmente se encontrara con ella y que haría al verla sin vida. Lo que más odiaba eran sus llantos, que se escuchaban en cualquier lado y parecía estar en su cabeza. Era como si estuviera detrás de cada pared, llorando en cada rincón.
Owen se detuvo en seco al comprender aquello y frunció el ceño mirando hacia el techo, escuchando todavía el llanto de la pelirroja a pesar de ser muy bajo. Parecía que estuviera en todos lados, como si estuviera detrás de las paredes. Eso le hizo comprender al instante en donde estaba y comenzó a moverse con más rapidez, ya queriendo detener el llanto.
Era obvio. ¿Cómo no lo había notado? Sally estaba en la ventilación y eso se debía a lo pequeña que era. Seguramente en algún momento había logrado entrar y se escondía cada vez más o no. Tomó una de las armas que le habían dejado y comenzó a disparar al techo, sin importarle el ruido que estaba haciendo.
Casi al instante escuchó los gritos de Sally, que seguramente sentía la vibración y no comprendía que estaba sucediendo. ¡La muy maldita estaba en el techo! ¡Realmente estaba ahí! Maldijo mientras escuchaba como se arrastraba por la ventilación y dejó de disparar cuando notó que cada vez lo hacía más lento. Realmente le había dado y no quería matarla de ese modo. Quería verla morir frente a sus ojos y se maldijo al comprender que todo iba a ser más complicado.
—¿Por qué tienes que hacerlo todo tan difícil, Sally? Podías sencillamente dejarte morir.
Quejándose, tomó un escritorio bastante grande para dejarlo en medio de la sala y luego subir a él, logrando llegar a la tapa de la ventilación. Con tranquilidad la quitó, dejándola caer al suelo, y pudo ver el desastre de cabello rojo no muy lejos. La sangre volvía a mezclarse con su cabello y también con su ropa, pero cuando Owen le tomó el pulso notó que estaba viva. La arrastró lentamente y la bajó con esfuerzo, en sus brazos
La dejó en el suelo y la observó con determinación, era tan preciosa que daba tranquilidad mirar. No recordaba que había sentido al verla, pero no quería volver a sentirlo nunca más. Se arrodilló a su lado y cuando quiso acercarse, Sally abrió los ojos de la nada. ¡Estaba viva! ¡La muy maldita había jugado con él nuevamente! Ella se movió con rapidez y clavó algo en su mano, haciéndolo gritar de dolor. Vio como trataba de correr pero él fue más rápido y se abalanzó hacia ella para atrapar su pie. La joven cayó al suelo, golpeándose con fuerza contra el suelo y luego él la arrastró para volver a tenerla cerca, dejándola sobre él.
—¡Suéltame! ¡Suéltame!
—Te he dicho que vas a morir hoy, deja de pelear, idiota —se quejó él al comprender que ella quería seguir peleando a pesar de entender que debía morir. Vio las lágrimas y las sintió totalmente erróneas, como las que él había derramado tanto tiempo por culpa de sus sentimientos. No entendía que todo lo que ellos sentían era erróneo, creaba el caos y la destrucción. Era necia y por eso debía morir.
—¡Por favor! ¡Owen! —lo llamaba ella con su peculiar tono de voz debido a su sordera. Sus ojos demostraban total angustia y miedo, pero también rendición—. Tú me quieres, Owen, realmente me quieres. Por favor, por favor no me hagas daño.
Se quedó mudo, observando sorprendido lo que ella le estaba diciendo y como jugaba con él. No quería que ella siguiera interfiriendo con su vida, que trataba de volver a llevarlo a la locura. Owen no necesitaba eso, no quería seguir sintiendo y esperaba que eso jamás sucediera. Pero ahí estaba ella, peleando con su última carta y queriendo destruirlo todo.
—Te quiero, Owen, lo hago desde el primer día que me hablaste. Desde el día de la lamparita en la enfermería, desde ese momento supe que eras el chico para mí y que yo era la chica para ti —le susurraba ella con las lágrimas cayendo por su rostro, sabiendo que iba a morir. Estaba tan cerca de ella que pensó en besarla y se sorprendió al saber que aquello era una locura, que quería nuevamente vivir esos sentimientos.
Al parecer, fue Sally quien comprendió eso, que vio esa inseguridad en su rostro y se inclinó para besarlo. Lo sintió nuevamente. Sintió aquella sensación única que traía un beso, que no la había sentido con nadie más y le sorprendió la necesidad que sentía por esa chica. Sus labios se complementaban por completo a los suyos, era como si ella estuviera hecha para él a pesar de todo. Sintió un nudo en el estómago y se dio cuenta que no era algo malo que sentía, sino un nerviosismo que jamás había vivido con otra persona que no fuera ella.
—Mátala, estás perdiendo tiempo besando al enemigo —dijo un voz que Owen había escuchado todos esos días y a la cual seguía con respeto. Se apartó de Sally, odiando aquel beso y esas sensaciones que le hacía vivir y vio el miedo en su mirar. Ella había jugado su última carta y sabía que iba a perder la vida esa noche.
Unos pasos interrumpieron por completo lo que Owen estaba por hacer y levantó la mirada para encontrarse con Went y Molly entrando en la sala. El primero estaba observando a la persona que le había hablado a Owen, sorprendido al comprender quien era y que estaba haciendo. Molly, en cambio, se había comenzado a acercar a Owen y Sally.
—¡No te muevas, Mollyana, o la mataré! —le gritó rápidamente, deteniendo a la chica por completo y pudo ver en su rostro aquel miedo en su mirar. La mirada de la joven viajó hasta su cuello y estaba seguro que había comprendido que le estaba sucediendo.
—Este no eres tú, Owen... no lo eres. Tu eres mejor que esto, yo sé que puedes pelear contra esto —trató de animarlo Molly a sentir, pero él no iba a hacerlo. No iba a darle ese placer, sobre todo a esa mujer que tanto daño le había hecho. Era hipócrita y hasta injusta con él, estaba cansado de ser su peón de ajedrez. Él era uno solo y tenía que matarlos a todos para que los sentimientos no volvieran a aparecer—. Owen, por favor. Soy yo... somos Molly y Went... tu nos quieres.
—¿No vas a presentarme a mi nuera, hijo? —preguntó la voz de aquel hombre de pie frente a ellos. Molly se dio la vuelta para ver al padre de Went, que había ignorado por completo antes de entrar y todos comprendieron que una batalla iba a empezar en cualquier momento.
Su padre estaba presente y él no podía creerlo, no podía ni siquiera analizarlo. Hacía tiempo que no lo veía, desde la fiesta en donde se había marchado con los Iluminados y le sorprendía verlo. Seguía siendo el mismo ser sin sentimientos que no pensaba en nada ni nadie, pero siempre había logrado en él un sentimiento especial.
Went siempre buscó la aceptación por parte de aquel hombre y no lograrla le afectaba bastante, más de lo que podía llegar a aceptar. Verlo observándolo de ese modo, tan frio y cruel, le recordó a Went toda la lucha interna que había sufrido por tantos años. Tenía que empezar a aceptar que él no podía ser lo que su padre le pedía, él era otra persona y le gustaba ser de ese modo. No podía evitarlo, era Went el compañero de Molly Davies. Went el Iluminado.
La situación con Owen también le sorprendía, más que cualquier otra cosa, porque él pensaba que jamás iba a poder atacar a Owen de ese modo. Él era demasiado Iluminado, demasiado fiel a sus sentimientos pero era increíble lo que una inyección podía lograr. A Went le preocupaba que pudiera llegar a hacerles a todos los Iluminados si esa sustancia entraba en su sangre. No se imaginaba el mundo sin Iluminados, ellos debían ganar.
—Molly quédate con Owen, yo me encargo de mi padre —le pidió Went mientras se acercaba lentamente a su padre.
Se parecían bastante, pero Went jamás se había sentido identificado con ese hombre y admitía lo mucho que lo odiaba. Había lastimado su vida por completo, lo había tratado como una molestia en su vida y a pesar de haber tratado de conseguir la aceptación, nunca lo había logrado. Went comprendió que era el típico idiota que deseaba con locura ser querido por su padre, ser amado por su familia y solo había logrado que ellos lo aborrecieran. Esperaba vivir para darles a sus hijos unos padres que los quisieran, que los amaran sin importar las cosas que hicieran. Era tan fácil amar a los hijos, tan simple darles la mano cuando la necesitaban pero su padre siempre había empujado a Went al vacío, odiándolo.
—Toda mi vida desee que me aceptaras, padre —admitió Went, acercándose a su padre mientras miraba como Molly comenzaba una pelea extraña con Owen. Ella podía con él, sabía que Owen la adoraba mucho como para negarse a sus sentimientos. Además, Sally también estaba ahí y Went sabía perfectamente que su hermano estaba enamorado de ella—. Siempre deseé que me quisieras y era tan simple como darme una sonrisa, una mano, un abrazo.
—Buscabas cosas que no podías tener, Wentworth. No soy un Iluminado, no doy ese tipo de cosas —le respondió a su demanda su padre con total tranquilidad. Tenía tanta razón que a Went le dolía escucharlo, odiaba tener que darle la razón—. Te dimos todo lo que necesitabas. Una vida perfecta, una familia que cualquiera quisiera tener... hasta una esposa. Pero querías más, querías cosas que no podíamos darte.
—¡Sólo quería cariño, maldita sea! —gritó Went, casi avergonzado por admitir esas cosas. ¿Estaba mal? ¿Realmente estaba mal pedir cariño de su familia? Apretó sus puños, comprendiendo que no debía tener vergüenza al pedir lo que todo niño quisiera y estaba seguro que por alguna razón los Guardianes adolescentes se rebelaban, ellos también buscaban eso. No estaba mal pedir amor, no estaba mal buscarlo y necesitarlo. Went comprendió eso y se rió sin poder evitarlo, dándose cuenta que las cosas eran simples y fáciles cuando uno lo admitía—. Siento pena por ti y por todo lo que has perdido en esta vida, papá. No amaste a tu mujer, ni siquiera amaste a tus hijos. Debe ser tan triste haber vivido tantos años sin amor, sin felicidad, sin sentimientos.
—No sabes lo que dices, Went...
No le importó, el chico nombrado se lanzó hacia su padre dispuesto a darle un puñetazo. Su padre se mostró sorprendido por un segundo y al instante esquivó el golpe, haciéndole recordar a Went que él era un coronel. Había sido entrenado tanto como él y en medio de unos segundos, ambos se vieron envueltos en una pelea digna de observar. Los puños volaban y en varias ocasiones eran estrellados en partes del cuerpo de los integrantes de la pelea. Went sentía los golpes de su padre con más dolor que el habitual y comprendió que la enfermedad estaba debilitándolo, pero la adrenalina no le dejaba sufrir el dolor por completo. Se preguntó qué sucedería cuando realmente esa sensación se fuera y el dolor llegara.
—Siempre has sido un niñito especial, como tu hermano. Dos idiotas sentimentales. Tu madre y yo siempre sentimos vergüenza de ustedes —se burlaba su padre mientras peleaba con él, respirando exageradamente por el esfuerzo. Went sintió aquello como un golpe bajo, nunca se hablaba de la muerte de su hermano. Sobre todo porque esa muerte parecía más un asesinato. Él había tenido un hermano mayor, pero murió cuando Went era un bebé. Al crecer, empezó a sospechar de esa muerte y su padre estaba confirmándoselo—. Tu hermana, por lo menos, es diferente.
—Hailee está muerta, papá —atacó Went con la verdad, doliéndole decir esas palabras. Aún no había aceptado la muerte de su hermana y le dolía como todo. Su padre se detuvo en seco y Went pudo darle un rodillazo en el estómago, que de inmediato lo dejó en el suelo de rodillas. No midió su violencia y le dio un puntapié al rostro de su padre, haciéndolo caer del todo—. La encontramos en donde la escondiste y vino con nosotros. La sangre de Molly entró en su sistema y se volvió un Iluminado. Vino a pelear con nosotros... y tus guardias le dispararon.
—No... mi hija —susurraba él sorprendido y por un momento Went creyó que estaba dolido, pero aquello era soñar—. No... ¡La mataste! ¡La trajiste tú! ¡Es tu maldita culpa!
Su padre fue más rápido que Went y sacó su arma, casi al mismo tiempo que su hijo hacia lo mismo, para dispararle. Sus manos estaban temblando cuando disparó y eso logró que no le diera a Went. Molly soltó un grito pero fue más de sorpresa que por alguna otra razón, ella estaba bastante ocupada tratando, junto a Sally, de pelear contra Owen.
—Esta es una guerra sin sentido, padre, por favor. Aférrate a eso que sientes por Hailee, por la hija que amas y has protegido toda tu vida —trató de hacerlo recapacitar Went pero sabía que era una lucha en vano. Su padre no podía sentir, pero en sus ojos veía otra cosa, veía confusión. Él sabía de eso, porque por años había sentido esa confusión y era por Molly. Went creía que todos los Guardianes tenían un punto débil que los llevaba a sentir, que hacia fallar al virus y tocaba el punto más fuerte de su corazón, una parte débil que no se podía cubrir con frialdad. Para Went era Molly y, al parecer, para su padre era su hermana.
Ver a su padre comprendiendo eso fue realmente extraño, porque notó como él entendía el sentimiento y lo odiaba. Went sonrió, lleno de esperanza y alegría por lo que había logrado. Había soñado toda su vida con eso, con ver a su padre y ver sus sentimientos. Sus ojos brillaban y su pecho subía y bajaba ante la inestabilidad de sus emociones. Hasta que lo vio, finalmente lo vio. Su padre estaba llorando de angustia, de dolor por la pérdida de su pequeña hija. Hailee había muerto por una buena causa, Went deseaba tanto hacérselo saber pero sabía que no podía.
—Eso es, papá —lo llamó él de ese modo, dándose el lujo de dejar las formalidades y sintiendo una unión con él. Went estaba viviendo algo hermoso y no podía dejar de alegrarse por eso. ¡Había sentimientos en los Guardianes! Simplemente tenían que encontrar el punto débil, ahora entendía porque los adolescentes se habían revelado antes. Ellos tenían tantos cambios hormonales que los sentimientos habían sido fáciles de manifestar—. Eso es, papá, siente. Es algo hermoso.
—No... no... estoy sintiendo —susurraba él, completamente sorprendido por lo que estaba viviendo. Estaba de rodillas en el suelo, con Went a su lado y todo su cuerpo sudado por la pelea. Se llevaba la mano al pecho, como si ahí estuvieran todos esos sentimientos y por un momento Went creyó que así era—. No puedo... no quiero sentirlo. ¡No voy a sentirlos!
—¿Qué? No, papá, está bien sentir —quiso decirle Went pero no pudo terminar de hablar cuando vio como su padre sacaba el arma que había guardado mientras había peleado con él. El joven dio un paso hacia atrás, con ambas manos extendidas para demostrarle que no iba a hacerle daño pero el hombre hizo algo que nadie esperaba.
Llevó el arma a su frente y disparó, quitándose la vida.
El grito de Sally hizo que Molly se llevara las manos a los oídos, pero era entendible que gritara de ese modo. Todos, incluso Owen, habían visto como el padre de Went se volaba la cabeza en segundos. Había sido una imagen que iba a atormentarlos para siempre, sobre todo al chico. Vio cómo su novio se dejaba caer de rodillas, cubierto por la sangre de su padre y se quedaba quieto en un estado muy preocupante.
Había entendido poco y nada, pero más que nada había comprendido que él había sentido y no había querido vivir con eso. Molly cerró los ojos, tratando de recomponerse y lo logró con mucho esfuerzo, sorprendida por la mentalidad de los Guardianes. Finalmente habían logrado encontrar una debilidad en el virus y ese hombre se negaba a seguir viviendo si sentía. Sally sollozó horrorizada, con su mano tapándose la boca para detener los sonidos que hacia al llorar y Owen la miró por unos largos segundos.
Con ayuda de Sally, habían logrado sostener sus dos manos y obligarlo a permanecer de rodillas para que no hiciera daño. Pero cuando todo eso sucedió, lo soltaron sin poder evitarlo y Owen se movió rápidamente buscando libertad.
Sally se paralizó al verlo ponerse de pie y Molly también se asustó al comprender que iba a tratar de hacerles daño nuevamente. Pero Owen no les hizo daño, sino que fue por Went. Molly sacó su arma y se puso de pie esperando por sus acciones.
Nuevamente, se sorprendieron por lo que estaba sucediendo y más que nunca. Went había comenzado a sollozar, moviendo los hombros e inclinando ante su padre, completamente lleno de dolor. Molly lo notó y se quedó sorprendida por la angustia que sentía el joven, pero era entendible. Había perdido a su hermana y a su padre en menos de una hora. El pobre chico no dejaba de perder personas y seguramente él si sufría por eso.
Al parecer, Owen lo comprendió y se arrodilló a su lado para abrazarlo, como hermanos que eran. Went se rompió por completo cuando eso sucedió, dándole a Owen ese tipo de abrazo tan masculino que Molly ya había visto una vez. Una mueca triste, muy parecida a una sonrisa, al comprender que Owen había vuelto a ser el mismo al ver a Went romperse, al ver a su hermano romperse.
—No estás solo, Went, estoy contigo. Yo también soy tu familia —trató de animarlo con una verdad que a Molly le hizo sentirse un poco mejor. Tenían que seguir luchando por eso, tenía que recordárselo seguido para no bajar los brazos.
Todos eran una familia, incluso las personas que no conocía en el cuartel. Todos estaban unidos para sobrevivir, eran hermanos y hermanas, eran la familia que pocas personas tenían. Molly siempre había sentido eso desde el primer día y no podía negarlo, sentía que su hogar estaba con esas personas. Era una familia y no había nada más fuerte que ese lazo que sentían.
Went asintió y Owen se puso de pie antes que él, extendiendo su mano para ayudarlo a levantarse. Molly bajó el arma y comenzó a caminar hacia ellos, queriendo abrazar a Went también. Pero se detuvo por completo al ver a Auron Davies detrás de Owen, con el arma levantada.
Todo lo demás, sucedió en cámara lenta para ella.
Su abuelo disparó no una, sino tres veces y cada uno de los disparos le dieron al hombre que consideraba su hermano. Los disparos sonaron en su cabeza una y otra vez mientras veía a Owen caer al suelo. Lo vio caer, vio cómo su cabeza golpeaba contra el suelo y como la sangre comenzaba a derramarse en el campo de batalla. Molly lo sintió, finalmente sintió que habían perdido una batalla que lograba terminar la guerra. Ellos habían ganado, lo habían hecho.
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Que les ha parecido el capitulo? ¿Ya me quieren matar? No me maten, en mi defensa desde el primer día sabía que esto iba a suceder y temía por sus acciones. En fin, les comento que, como dije, faltan dos capitulos y un epilogo para que termine la novela. No habrá tercer libro, porque no. Simplemente. No quise nunca escribir una saga, me parece innecesario cuando el libro tranquilamente se podía dividir en dos partes. Un beso ENORME y gracias por su apoyo!!!
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