En días como éste, tengo que atar mi pluma, paraque no destile de ese veneno que apuñaló a mi sonrisa.

En días como éste, tengo que mutilar las alas de mi voz para no embriagar de mi nostalgia a los que sienten mis pasos.

En días como éste, debo amordazar mis versos y esparcir las cenizas de mi tinta, en el mismo mar que ahogó mis ganas de seguir respirando.

En días como éste debo asesinar mis ganas de soñar, porque las sombras de mi letargo aprisionan mi locura de vivir.

En días como éste mi alma de poeta, flamea en el averno sobre las exequias de lo que alguna vez palpitó en un beso.

En días como éste, la mudez cubre mis gritos y el mutismo será la rima de mis versos.

En días como éste, pienso que quizá el sabor de la muerte no sepa tan acerba y solo sea un letargo placentero.

En días como éste siento la estocada de la soledad que me hiere con su deletéreo sarcasmo.

En días como éste mis versos se desangran y agonizan con la mirada gris de la muerte.