Otra velada cantando al silencio,
la luna es grata compañía a lo lejos.
Esa esfera plateada e inmensa
fue la única testigo de miles de tormentos.

Ella observa atenta los pasos a tientas de la humanidad.
Solo admira nuestra soledad,
pues cuenta con hermosas estrellas
que al llegar las nubes también se van.

¿Cuántos poetas le han dedicado versos?
Enamorados le juraron promesas inciertas,
¿cuántos llantos y gritos en cada velada
por aquellas almas que ni en sueños hallaban calma?

Incluso así, es imposible no adorarla,
demuestra que se puede amar a través de la distancia;
que un par de promesas se rompen,
pero siempre volveremos a mirar el cielo estrellado con algún deseo.

Fugaces no son las estrellas,
son los ojos que parpadean
y no permiten que veas
su infinita belleza.