Fantasía
Acabo de soñar... en el día en que nos conocimos. Entrelazando mis dedos con los tuyos, desde aquel momento en que me confesé, nada fue lo mismo a partir de ahí. Sentir miedo por tu lejanía, el distanciamiento que estabas creando sin darte cuenta, me lastimaba. Pero creo que después de todo fue para mejor.
Ese día, hace tantos años, yo había decidido ayudarte. Sin embargo, terminé perdidamente enamorada de ti, de tu personalidad, de como quien eras realmente como persona. Pero nada fue suficiente para que me notaras. Sentados en lados contrarios, dentro del salón de clases, era que tomé tu mano por sorpresa. Enrollarme con la firmeza de tu mano, verdaderamente podía sentir seguridad, y quise que eso nunca acabara. Saber con sólo voltear mi mirada, ver tu rostro sonrojado por mi acción indebida a pesar de los problemas, era un precio que estaba dispuesta a pagar. Sentir como en pequeños instantes fuiste sólo mío, el haberme visto simplemente a mí, valía la pena sin duda. Pero debía regresar. Todo debía volver a la normalidad. Quería tenerte para siempre. Pero, aunque fuese lo que más que deseara, Fuutarou no podía pertenecerme. Él debía ser de las cinco, aún si traía consecuencias a largo plazo.
Ahora, ya después de haber pasado casi más de diez años desde la ausencia de mis hermanas, de Fuutarou, ¿Qué era realmente lo que había logrado en todo este tiempo? Ensordecida por mis antiguos recuerdos de estudiante, la sensación del fracaso, ¿Cuál era mi objetivo entonces? Pareciera que todo fuese un simple chiste, una ilusión.
- Nino... ¿Qué era lo que realmente quería ser?
Con un simple clic, todo era como antes. El reverso de toda la travesía imaginaria por la confrontación familiar, todo había vuelto a su lugar. Y de cierta manera, resultaba nostálgico. Querer es poder, después de todo.
Estando en mi cama, queriendo levantarme, mi cuerpo no respondía. ¿Qué se suponía que debía hacer? Me preguntaba nuevamente ante mi indecisión. Siendo temprano por la mañana, un día más por el cual tenía que esforzarme, una vez estando de pie y en la entrada de mi habitación, podía ver como era que Nino bajaba felizmente con su celular en mano.
Sin importar cuanto quisiera evitar este sentimiento tan arraigado hacia una persona, aquel dolor que sólo podía describirse en cantidades inmensas no desaparecía aunque lo deseara. Y aún cuando sabía con exactitud la verdad detrás de aquella felicidad, no era capaz de tomar una decisión competente que ayudara a Fuutarou, ya que, a pesar de todo, Nino era mi hermana... y ella realmente amaba estar al lado de aquel hombre por el que también compartía sentimientos no correspondidos.
Y mientras veía desde el segundo piso del departamento, como casi todas mis hermanas estaban esperando a que bajara para desayunar juntas, Nino no se despegaba en ningún momento de su celular, lo cual solo enfurecía de manera indirecta a las hermanas por lo incomodo que resultaba ser aquella situación de estupidez romántica. Sin embargo, la nublada vista que denotaba de Nino durante todo aquel momento estando pegada en su celular, era algo inevitable con lo cual no podíamos combatir.
- Nino, ¿podrías dejar un momento tu celular? El desayuno ya está servido - expresó Ichika -.
- Ah, lo siento - apartando el plato hacia un lado -. Itsuki, si quieres, tenlo. Hoy desperté con poco apetito.
- No puedes estar así, Nino. Miku todavía no ha bajado y ya estás queriendo saltarte el desayuno. Aunque no lo creas, el desayuno es una comida muy importante del día - decía Itsuki con cierta insistencia -.
- Perdón, pero no tengo hambre - retirándose de la mesa -. Sólo será por hoy, así que discúlpenme, pero me tengo que ir - yéndose directo hacia la salida -. Las veo más tarde.
No quise bajar. No tenía sentido que bajase en ese momento. Incluso con la obviedad en como mis hermanas tomaban de diferentes formas el actuar de Nino, ciertamente era poco lo que podíamos hacer para detenerla. El impulso con el que siempre tomaba sus decisiones era algo con lo que simplemente no podíamos combatir.
Fue igual que en aquel entonces, durante el campamento escolar. Aun si en aquella época Nino no estaba enamorada de Fuutarou, tanto su presencia como su apoyo moral que le brindó a Fuutarou para superar el dilema de la pareja en la fogata, ella sin duda había sido indispensable. Sin darnos cuenta, preocupadas por quien bailaría con él, Nino, sin siquiera pensarlo dos veces, era la única quien lo ayudaba realmente.
Era inaceptable. Todo por lo que ellas habían luchado, ahora se trataba de una guerra fría en la cual tenían que averiguar la manera de separarlos. Pero, aún con toda la malicia presente, eso estaba mal; una mera perversidad que simplemente se asemejaba al ideal de querer apoderarse de un adolescente por su único afecto. El amor, con creces, resultaba ser aterrador.
Finalmente, con el silencio que perpetuaba el salón, bajé con cuidado, y aunque mejor tarde que nunca, me senté al lado de mis hermanas y comenzamos a desayunar.
Fueron pocas las palabras que compartimos en la mesa, sin embargo, a pesar de ello, sabíamos claramente que se podría tratar de Fuutarou y de nadie más. Puesto que Nino no era muy apegada a su celular desde siempre, incluso cuando sus amigas le enviaban mensajes, el imaginar que se tratase de un chico ajeno a Fuutarou era más que todo una fantasía que de seguro dos de mis hermanas desearían que fuera así.
La impotencia que sentía al saber que la ayuda que le prometí a Fuutarou no estaba rindiendo frutos, no fue para nada alentadora. Pero, incluso si nunca llegase a probar una pizca del afecto de Fuutarou, debía ayudarlo. No se trataba simplemente de quien ganaba el corazón de aquel chico más rápido, sino de quien podía acercarse a él como una persona como tal; un ser humano en el cual él confiase.
Hasta ahora, no me quedaba más que seguir observando y seguir los movimientos que realizaba Nino a expensas de Fuutarou. Él ya me lo había dejado en claro, y yo había dado mi palabra.
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