Con la caída de mi padre, todo mi mundo colapso. Los sueños que me impulsaban a seguir perdieron su encanto y todo aquello, por lo que alguna vez luché, perdió su significado. Estoy hundiéndome, lentamente, en un mar de dudas y malestares  que, resultarían atractivos a aquellos poetas depresivos que buscan explorar la fragilidad humana pero en mi caso no, acabaran por destruirme.
Estoy a la deriva,  sin esperanza, sin poder divisar las costas más remotas. No queda nada a lo que aferrarme, las olas de la vida atacan embravecidas por el viento de la desolación y una parte de mi alma muere con cada golpe. No estoy tratando de generar tristeza a aquellos que me leen, sólo estoy tratando de descargar mi frustración. Navegar el mar de la existencia requiere las habilidades de un gran marinero, habilidades que no poseo y creo, sinceramente, que seguiré naufragando hasta el final de mis días.
Las fauces del olvido se ciernen sobre mí, las runas no hablaron sobre este momento, el final se aleja con cada latido. El sufrimiento de soportar otro día sin un rumbo fijo rasga mi pecho, envenenado por el Eitr, dejando al descubierto todas mis heridas y cicatrices.