Puedo sentir la brisa tibia acariciando con suavidad mi rostro gastado, un fragmento de verano incrustado en mi corazón. Una lluvia de recuerdos rompe sobre mí, gotas cálidas de un pasado olvidado, tormenta de días alegres. El olvido no ha logrado borrar mis cicatrices.
Amores del pasado en el crepúsculo de una vida insensata, cansada del misterio de vivir en un mundo culpable. ¿Hacia dónde voy? Aún no tengo la respuesta pero la deseo. Habrá un día cálido donde seré capaz de olvidar, ese día será feliz, trataré de conservar ese momento, intentaré cristalizarlo en una lágrima de alegría.
Pedazos de verano, crueles recuerdos de tiempos pasados, ¿serán capaces de desparecer en un destello de soledad? Debe ser de esa manera, no puedo volver y tampoco me interesa quedarme, al fin y al cabo, son sólo fragmentos de la persona que solía ser. Dejaré que la inercia se encargue de guiarme, suplicaré al tiempo por su piedad y, entre la misericordia de la gran oscuridad, encontraré una forma de avanzar sin recuerdos.
Moriré intentando olvidar, la vida es demasiado ingrata como para permitirme una segunda oportunidad. No seré débil, tampoco cargaré sobre mis hombros el peso de mi experiencia, seré fuerte de palabras aunque estas sean mentiras.
Espero, a pesar del silencio, encontrar la sensación que describa en detalle estos pequeños fragmentos de verano. No fue la nostalgia la que me trajo hasta aquí, tampoco fue el odio o la debilidad. Podrías pensar que fue el amor que sentía hacia esos momentos pero, al igual que una vela, se ha apagado por completo. No quiero cargarte con mi pesar ni hacerte cómplice de mi historia, sólo quería un momento, un pedazo de verano, para poder olvidar.