El JungKookciento (JinKook One-Shot)
La noche había caído al igual que la lluvia fuerte junto al viento que movía con fiereza las hojas de los árboles.
Dentro de un acogedor y calentito hogar, se encontraba una pequeña niña de cinco años mirando a través de la ventana de su habitación el horrible temporal. La pequeña ya llevaba su pijamita y su pelo oscuro suelto para mayor comodidad al descansar. Suspiró apoyando su mentón sobre sus manos, poniendo una mirada triste en sus ojos viendo como las gotas de lluvia resbalaban por su ventana.
-Los días así son tan aburridos-dijo resoplando e inflando sus mejillas.
-JiSoo ¿aún no te has ido a dormir?-preguntaba su papi, JungKook, entrando a la habitación de la niña con su pijama también puesto.
-No puedo hacerlo papi.
-¿La tormenta te asusta?-preguntaba el pelinegro sentándose al lado de su pequeña.
-No, sólo que me entristece y todo se pone aburrido.-respondía JiSoo cayendo a los brazos de su papi quien la sostuvo firmemente.
-Pero cuando llueve no todo es aburrido, Soonie-decía su papá Seok Jin entrando a la habitación.
-¿Y entonces que se puede hacer para que todo deje de ser tan aburrido?-preguntaba ella mientras su papi se encargaba de dejarla en la cama.
-Tal vez con un cuento de hadas puedas dormir.-decía el rubio sentándose a su lado.
-Pero son muy aburridos, papá, los cuentos de princesas me aburren mucho.
-Lo sé, pero este cuento que te voy a contar no es como cualquiera de los que hayas oído ya, quizás tenga algunas semejanzas con los ya existentes, pero no es igual.
-¿Ah no? y ¿Cómo es ese cuento?-preguntaba interesada la pequeña sentándose en la cama.
-Bueno, si tu papi me ayuda, quizás podamos contártelo.
-Bien, te ayudaré, ¿pero en que cuento piensas?-preguntaba JungKook.
-Este cuento se titula: el JungKookciento...
El JungKookciento.
Había una vez, en una tierra muy lejana, en un pueblo del cual ya nadie recuerda su nombre, un bello joven de cabellos tan oscuros como la noche misma, piel tan blanca y delicada como la porcelana, y unos ojos tan oscuros que se volvían hipnotizante para quienes lo vieran. El joven, el cual había perdido a toda su familia (incluyendo a su hermano, quien antes de morir se casó), vivía con su cuñado y sus dos hermanos en la casa que, por derecho, le correspondía. Sin embargo, al morir su hermano, los papeles de propiedad se perdieron, y el cuñado del jovencito se aprovechó de aquello para hacerse cargo de la vivienda. Pero sabiendo que no podía echarlo, decidió dejarlo vivir con la condición de que mantuviera el suelo tan limpio que hasta su cara se vería reflejada en él.
El nombre del joven desdichado era JungKookciento.
Pero concentrándonos en lo que hacía el joven actualmente. Era un día hermoso, donde el sol recién acababa de salir y los pajaritos no paraban de cantar. Los rayos del sol entraban por la ventana de la habitación de JungKookciento, quien se removió molesto por aquello que anunciaba que su jornada de trabajo comenzaba. Perezosamente se levantó, arrastrando los pies por el suelo y dirigiéndose al pequeño baño que tenía en su cuarto. Ya allí se enlistó y salió, vestido con ropas sencillas y un delantal blanco que le llegaba hasta las rodillas. Bajó las escaleras bostezando hasta que llegó, justo en la pequeña cocina que daba al patio trasero (donde estaba el gallinero) y al resto de la casa.
Al terminar de bajar, pisó la cola del gato que maulló adolorido y le dirigió una mirada de muerte.
-Gato tonto, fíjate dónde te duermes-regañaba de mal humor JungKookciento, casi pateando al pobre animal para ir por la comida de las gallinas y así terminar con eso pronto.
Salió al patio trasero y ya allí comenzó a alimentar a las pobres gallinas que tanta hambre tenían. Cerca de ellos, un ratoncito se acercaba, subiendo por el tobillo del joven.
-Oh, querido JungKookciento ¿Cómo has amanecido?...
-Jin, eso suena muy estúpido-le interrumpía JungKook.
-¿Y cómo crees que sonaría mejor?-le preguntaba irónico el rubio, el pelinegro sólo rodó los ojos.
-Deja que te muestre: cerca de ellos, un pequeño y afelpado conejito...
Cerca de ellos, un pequeño y afelpado conejito se acercaba, saltando y trepando por la pierna del joven hasta enredarse en uno de sus brazos.
-Si me dejaras romper el cercado y dejar entrar a las serpientes te ahorrarías este trabajo-le decía al oído.
-Me encantaría que lo hicieras Jinnie, pero sabes que si lo haces yo sufriré las consecuencias.-decía molesto el pelinegro tirando el costal y dejando que las gallinas comieran a su antojo.-Lo que sea, debo ir por los tontos durmientes.
Y así, dejando que el conejo bajara y se escabullera, fue por su cuñado y sus dos hermanos, ya era la hora del almuerzo, el cual debía preparar antes para llevárselos y que comieran cómodamente en la cama.
Quince minutos después, con tres desayunos mal hechos, el joven subía las escaleras hacia las habitaciones. Abrió la primera puerta, donde uno de los hermanos de su cuñado dormía destartaladamente.
-Oye, alíenígena, ya despierta-dijo fuertemente tirándole uno de los zapatos que estaban esparcidos por la habitación.
El pobre, asustado y cayendo de la cama, despertó dolorosamente.
-¡Ahh! no me trates así, idiota ¡Odió despertar adolorido en las mañanas!-decía un rubio alto acariciando su frente adolorido.
-Sí, sí, toma, come y cállate-dijo casi tirando la bandeja en la cama del chico quien seguía en el suelo.
Cerrando la puerta fuertemente, dejó esa habitación para dirigirse a la siguiente, donde el último hermano de su cuñado dormía.
Abrió estrepitosamente, despertando al instante al muchacho que descansaba allí.
-Vamos enano, deja de andar de vago y despierta-decía molesto tirando la bandeja sobre el muchacho que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para evitar que su desayuno le cayera encima.
El joven sacudió sus pelirrojos cabellos y miro molesto a JungKookciento.
-Podrías evitar arrojar este asqueroso almuerzo ¿sabías?
-Podría, JiMin, pero no quiero.
Y dejando la habitación del pelirrojo, se aproximó hacia la de su cuñado.
Para entrar a esa tuvo mayor cuidado, abrió la puerta lentamente y se acercó hacia el rubio que dormía plácidamente en su cama. Se acercó hasta estar a la altura de su oído y gritó.
-¡Vamos Barbie, despierta!
Y saltando en la cama, Alexander despertó asustado, casi sintiendo que tendría un ataque al corazón.
-¡Maldita sea JungKookciento! ¡Te juro que si tuviera el dinero suficiente como para contratar a un sirviente, te dejaría de patitas en la calle!-gritó enfurecido tras despertar de tan brusca manera.
-Sí, sí, que suerte que seas pobre-decía el pelinegro sin darle mucha importancia.
-¿Qué es esto?-preguntaba Alex tras recibir la bandeja con su desayuno.
-Tu desayuno, tonto.
-No comeré esta porquería-dejó la bandeja de lado y se levantó de la cama-iré con mis hermanos a comer afuera, no arriesgaré mi vida probando esto.
-Como si me importara lo que quieras hacer o no.-dijo el joven rodando los ojos...
-¿Por qué el tío Alex tiene que ser el malo?-preguntaba la pequeña.
-Porque así lo veía tu papi cuando apenas salía con su hermano NamJoon.
-Y ¿al tío Tae y tío JiMin también?
-No, son sus mejores amigos, pero como apoyaban la relación de Nam y Alex él los veía como sus secuaces, pequeña.-decía divertido el rubio.
-Ya, ya, volviendo al cuento-decía Kook molesto.
Ya en la tarde, mientras JungKookciento limpiaba el suelo del gran salón y sus horribles inquilinos se hacían la manicure, sonó el timbre. Intentando hacer equilibrio, se levantó y fue a abrir la puerta, encontrándose con un joven gordo y enano.
-Hola, soy el mensajero, ¿se encuentran los dueños de casa?
-Están ocupados, pero lo que tenga para decir puede decírmelo a mí-dijo limpiándose las manos con el delantal.
-Está bien, esta noche, a eso de las ocho más o menos, se hará un gran baile por la llegada del príncipe después de largos años de ausencia. Están todos, incluso usted joven, invitados.
-Bien, en un momento se los diré-y cerró la puerta delante de las narices del pobre mensajero.
-Un baile, JungKookciento-siseaba Jinnie trepando a su hombro-eso sería perfecto, deberías salir a divertirte ¿no crees?
-¿Divertirme? Por favor, en esos lugares sólo hay gente idiota que piensa en dinero como el alíen, el enano y la Barbie. No pienso ir a un lugar así.
-Pero vamos, no seas aguafiestas, bailar y divertirte te haría bien, además junto con los ratones y el hámster que criaste podríamos hacerte un bello traje.
-Si claro, con su nula experiencia en hacer trajes de seguro hacen uno que me encantara o uno que terminaré tirando a la primera oportunidad que tenga-decía cruzado de brazos mientras subía las escaleras para ver a su horrible cuñado y a sus insoportables hermanos para darles las noticias.
Al entrar en el cuarto donde los tres se hacían mascarillas, manicure y demás, se aproximó hasta quedar frente a Alexander.
-¿Ahora qué quieres?-preguntaba este molesto.
-Llegó un mensajero del castillo.-anunciaba.
-¿Y?-preguntó JiMin al ver como el joven JungKookciento se quedaba callado.
-Nos invita a todos a ir al baile para celebrar el regreso del príncipe, a eso de las ocho dijo, así que si se van a preparar será mejor que lo hagan ahora.
Los tres, emocionados con la idea, salieron corriendo de allí para buscar las prendas más lindas y especiales que tuvieran para presentarse en el castillo.
-Esto es perfecto hyung-decía JiMin-de esa forma podríamos conocer al príncipe en persona y tener la oportunidad de enamorarlo.
-Es cierto, quiero vivir una historia de amor de cuentos-decía TaeHyung sacando todas las prendas de ropa de su placar y tirándolo a la cama.
-Tranquilo chicos, con paciencia lograremos vernos bien para el príncipe-decía el rubio yendo tranquilamente a su habitación.
JungKookciento, quien se asomó a la habitación donde los hermanos hacían su desastre de ropa, se sorprendió cuando una camisa salió volando hacia su dirección.
-Lávala, y también cose esto-decía el pelirrojo dándole unas prendas de ropa.
-¡Oh! quiero que me laves estos calzones, ¡ah! Y también que arregles estos accesorios-decía el rubio poniendo más cosas sobre las manos del pobre JungKookciento.
-¡Ah! ¡Y has todo rápido que no tenemos mucho tiempo!-pedían ambos hermanos al mismo tiempo.
JungKookciento, con la paciencia a punto de acabarse, bajó la escalera, sin embargo, al tocar el suelo, resbaló y cayó con todo sobre él.
-Maldita sea-se quejaba mientras tomaba lo que anteriormente le habían dado y lo arrojaba a la chimenea encendida, quemándolo todo. No le importaba que se enojaran después.
Se sacudió el delantal y decidió ir hacia la cocina, donde se prepararía un té para calmarse un poco. Nuevamente y como ya era costumbre, Jinnie junto con un ratón, subieron por sus piernas hasta quedar a una altura exacta para poder hablar con él.
-¿No te prepararás?-preguntaba el ratón confundido.
-No, ¿para qué? Esto no me interesa.-decía el pelinegro de mal humor.
-Pero, JungKookciento, esta podría ser la oportunidad perfecta para conseguir a un hombre que te ame y te saque de este horrible lugar-acotaba Jinnie.
-Me encantaría, pero soy yo quien no quiero dejar este lugar. Después de todo, aunque Alexander quiera seguir empeñado con lo mismo, esta casa me pertenece y lo sé.
-Pero ¿Cómo lo comprobarás si no tienes los papeles?-preguntaba el ratón.
-No lo sé, por eso debo seguir aquí, limpiando y buscando esos malditos papeles-dijo algo triste el joven.
-Sabes que nos encantaría ayudarte, pero tu mejor que nadie sabes que si ellos nos ven de seguro nos matarán.-decía atemorizada el ratoncito.
-Lo sé...y eso hace las cosas más difíciles-suspiró y se terminó de preparar el té-ojala en estas horas donde estarán afuera pueda tener tiempo de buscar los míseros papeles.
-Y nosotros estaremos ahí para ayudarte-dijo Jinnie con una sonrisa, algo extraño viniendo de un conejo.
Las horas pasaron y las ocho en punto se hicieron presentes. Alexander, JiMin y TaeHyung ya estaban vestidos elegantemente, a punto de salir para abordar el carro que los llevaría hasta la fiesta. JungKookciento solamente los observaba desde el pie de la escalera.
-Recuerda, JungKookciento, quiero todos los pisos limpios cuando regrese.-advertía el rubio.
-Pobre JungKookciento, no podrá venir con nosotros por no tener ropa elegante-se burlaba el pelirrojo.
-Estoy feliz de ir a la fiesta, ¡Por fin podré bailar y divertirme!-exclamaba el otro rubio feliz mientras alzaba los brazos.
-Ya, ya, el carro ya llegó, nos vemos más tarde sirviente-se despedía Alex cerrando la puerta tras de sí cuando sus hermanos terminaban de pasar.
Así dejaron al joven, quien algo emocionado por estar solo, subió las escaleras, rumbo a la habitación de su cuñado.
Ya dentro, comenzó a revisarlo todo, desde los cajones hasta debajo de los mosaicos del suelo (bueno no tanto, pero el concepto se entiende). No quería dejar un lugar sin revisar. Pero después de una hora de verlo todo, no encontró nada.
-No entiendo, no hay nada. ¿Por qué?-se preguntaba a sí mismo, sentado en el suelo con Jinnie y el hámster a sus costados.
-Eso se debe a que aquí no están los papeles, JungKookciento-decía un dulce vos de mujer.
El joven, asustado, se dio la vuelta, viendo a una bella joven pelinegra de vestido sencillo celeste y con dos alas en sus espaldas.
-¿Quién eres?
-Soy Chae Young, tu hada madrina.-dijo la joven mostrando su varita.
-Aja, y yo soy el ratón Pérez, un gusto-decía el joven sarcástico.
-Hablo en serio, estoy aquí para ayudarte a ir al baile.
-Yo no quiero ir al baile-decía JungKookciento frunciendo el ceño.
-Oh, aunque no quieras, deberias ir. ¿Sabes? Allí encontraras dos cosas muy importantes que cambiaran tu vida para siempre. Así que aunque grites, patalees o llores, yo te llevaré a ese lugar.-decía con una sonrisa victoriosa el hada madrina.
-No iré y punto.-dijo obstinado dándose la vuelta para irse, sin embargo, sintió como algo lo obligaba a volver hacia atrás.
La joven lo puso delante de un espejo y, después de ser envuelto por polvos mágicos, descubrió que estaba vestido con un elegante traje azul. Quiso decir algo, pero antes de que eso pasara vio como era teletransportado afuera. Ya allí presenció como Jinnie se transformaba en un carro elegante y el hámster en sus fieles caballos.
-¡Espera!-dijo, pero no fue escuchado y, de una patada, terminó dentro de la carroza que de inmediato comenzó a avanzar.
El camino por el cual debía ir la carroza estaba lleno de piedras y pozos, lo que hacía que ir dentro de la misma se asemejara a un mambo, solo que el pobre joven no tenía con que sostenerse, por lo cual se golpeaba con las paredes y el asiento.
-¡Maldición Jinnie! ¡Detén a Seokie!-gritaba molesto mientras iba de una pared a otra.
-¡Como si fuera fácil! ¡El pobre esta eufórico por ser la primera vez que tiene piernas largas! ¡Será imposible pararlo!...
-Bueno, hasta aquí llego mi relato, ¿Cómo lo seguirás?-le preguntaba el pelinegro a su esposo. Su hija miró a su papá esperando a que este siguiera.
-Mmm...¡Ya sé!-dijo alegre mientras se preparaba para seguir.
Después de que la carroza frenara de manera brusca y el pobre JungKookciento se diera contra la ventana, salió todo magullado encontrándose con el enorme castillo frente suyo. Suspiró, tenía pocas ganas de estar ahí, pero si según su hada madrina ahí encontraría dos cosas importantes, entonces le creería. Así que con menos ánimos de los que se imaginaba, comenzó a andar rumbo al castillo.
Dentro una bella fiesta se alzaba, llena de bebidas, comida y chicos hermosos. Pero eso no era lo único que había allí, también estaba el príncipe, escondido detrás de uno de los pasillos, mirando como todos felices, esperaban a que bajara. El joven príncipe se negaba a bajar, pero sabía que no podía estar allí todo el día. Se excusaba diciendo que su traje aun tenía algunas arrugas, pero la verdad es que quería hacer tiempo.
-Vamos, Jin, no puedes hacer esperar más a la gente.-le decía un joven castaño, su mejor amigo de la infancia.
-Ya lo sé HoSeok, pero es que no quiero ir. Sabes mejor que yo que esta es una fiesta para buscar esposo o esposa. Estoy muy nervioso... ¿y si no hay ninguna persona que me quiera?-preguntaba el rubio temblando como una indefensa hoja.
-Vamos, Jin, todos te amarán...más por tu título de príncipe que por otra cosa, pero lo harán-intentaba alentarlo, pero ya llevaba más de dos horas en eso y sabía que no funcionaría.
-Pero...HoSeok...cúbreme un poco más con mis padres ¿sí?-le rogaba nuevamente, el castaño simplemente suspiró y se fue de allí. El rubio sonrió al saber que eso había sido un sí.
Por su parte, JungKookciento iba escondiéndose detrás de cada persona que veía ya que podía visualizar a sus tres pesadillas rondando cerca, riendo como los tres malnacidos que eran. Lo mejor sería esconderse en algún lugar ya que no quería correr riesgo en que lo reconocieran. Eso sí sería un gran problema.
Corrió disimuladamente hacia las escaleras y, saltando de dos en dos, las subió completamente, volviendo a correr hacia un costado, más precisamente hacia uno de los pasillos repletos de cuartos donde estaría un buen momento a solas. Ya a salvo, suspiró aliviado al ver que ninguno de los tres lo había detectado.
-¿Qué haces aquí?-preguntó alguien a sus espaldas.
Se sobresaltó ante la sorpresa de aquella desconocida voz, pero enseguida volteó, observando a un apuesto hombre rubio, de ojos dulces y piel de porcelana. Definitivamente se había enamorado a primera vista de él...
-¿A primera vista? ¿En serio? ¿Así tan patética y ridículamente se enamoran?-preguntaba burlón Kook haciendo que Seok Jin lo mirara molesto.
-Eso lo hace más romántico.
-¡Oh vamos! Eso lo hace más patético.
-Y según tú ¿Cómo sería mejor?-decía desafiante el rubio con una sonrisa.
-Mmm...ah sí, ya lo tengo: Se sobresaltó ante la sorpresa...
Se sobresaltó ante la sorpresa de aquella desconocida voz, pero enseguida volteó, observando a un apuesto hombre rubio, de ojos dulces y piel de porcelana.
Lo primero que pensó al verlo fue: su cara de tonto no enamoraría ni a una hormiga ni de casualidad. Era obvio e incluso muy evidente que el pobre sujeto era un completo torpe en todo, sólo con la forma de respirar se podía dar cuenta de eso...
-¡JungKook!-gritaba Jin molesto.
Kook sólo lo ignoró, disfrutando internamente del berrinche de su esposo, y prosiguió.
-¿Eso importa?-preguntaba cortante JungKookciento.
-Pues, como veras, los invitados están todos abajo y no aquí-decía obviando ese tema el hombre rubio.
-Oh, ¿en serio? No me había dado cuenta, tonto.
-¡Oye! ¡No me llames así! ¡Mocoso!-gritaba el rubio molestando al joven por su estridente voz.
-¡No grites, tonto! ¡¿Quién te crees que eres para gritar así?!-decía enojado.
En ese momento, un castaño agitado se acercaba a ambos.
-Jin, te he dado un poco más de tiempo, pero no creo que pueda ayudarte más.
-No te preocupes HoSeok, con lo que me has dado de seguro es suficiente para estar listo.
En ese momento el castaño se dio cuenta de la presencia del pelinegro.
-Eh... ¿se conocen?
-Ah, no, sólo es alguien que se perdió y no sabe dónde están los invitados-decía burlón el rubio.
-Oh, al parecer no soy el único ya que el tonto aquí presente también parece estar perdido-decía JungKookciento.
-Perdóname, pero el tonto, según tú, es el principe Seok Jin, así que está en todo su derecho no ir la fiesta, aunque debería hacerlo.
En ese momento el JungKookciento no sabía que decir. Había insultado al príncipe...pero que va, mucho no le importaba eso, no le tenía miedo, ese tal príncipe Seok Jin no parecía de temer.
-Ah ¿acaso el principito tiene miedo de salir y ver mucha gente o qué?-preguntaba con una sonrisa burlona, molestando al rubio.
-¡Claro que no! es sólo...que aún no estoy listo-se excusaba nervioso-por cierto HoSeok ¿has logrado darme más tiempo con mis padres?
-Sí, no te preocupes.
-Así que te escondes, tonto miedoso-decía aún burlón JungKookciento.
-¡Mocoso! ¡Cállate o te juro que...!-en ese momento dejó de gritar ya que escuchó la voz de su madre cerca de allí-genial, mamá está cerca ¿Qué hago HoSeok?
-Escóndete en algún lugar rápido-decía el castaño.
JungKookciento, que escuchaba todo, tomó al rubio de la muñeca y lo llevó a rastras lejos de allí. Dejando a HoSeok solo y con varias dudas en su cabeza.
-Oh, HoSeokie, ¿no has visto a mi pequeño Jin?-preguntaba una elegante y amable rubia.
-No, noona, yo sólo iba al baño.
-Ah, lo siento, mejor seguiré mi búsqueda-se disculpaba mientras se iba corriendo de allí.
Por otro lado, JungKookciento y el príncipe Seok Jin habían terminado en el invernadero que se encontraba justo arriba del castillo. El rubio, al principio, se sorprendió del destino que había elegido, no sabía cómo fue que supo que el invernadero estaba ahí.
-¿Por qué estamos aquí?-preguntaba el príncipe confuso.
-Aquí nadie te molestara ni te buscara-explicaba cortamente dejando a Jin para recorrer el lugar.
-¿Cómo sabes eso?
-Digamos que, en la casa donde vivo, también hay un pequeño invernadero y cada vez que quería estar tranquilo me iba ahí a descansar.
-Y ¿vives con tus padres?
-No, ellos murieron-dijo con algo de tristeza.
-Lo siento, no sabía. Entonces vives solo.
-No, vivía con mi hermano, hasta que este se casó...
-¿Y?-le instaba a seguir.
-Murió...dejándome con su horrible esposo y sus dos estúpidos hermanos.-dijo con ira mientras aplastaba una rosa en sus manos.
-Bueno...veo que los odias...así que, ellos son horribles ¿no?
-Sí, lo son. Me odian tanto que me convirtieron en su sirviente.-dijo triturando aún más los pétalos de la rosa que tenía en sus manos.
-Eh...y ellos no saben que estás aquí ¿verdad?
-Así es...
-Eh...verás, si no rompes ninguna otra rosa entonces no les diré nada de que estás aquí...
En ese momento JungKookciento se dio cuenta de lo que hacía y dejó de hacerlo, apenándose un poco.
-Lo siento, pero es que los odio tanto...esa maldita Barbie se quedó con la casa que por derecho es mía...lo sé, sólo que aún no he encontrado los papeles que lo comprueban.-dijo algo cabizbajo.
-Si es así, entonces yo voy a ayudarte ¿Qué dices?
-¿Tú? ¿Cómo?-preguntaba desconcertado JungKookciento.
-Fácil, podría infiltrarme en tu casa cuando tú estés solo y juntos buscaremos los papeles ¿Qué te parece?-explicaba el rubio con una gran sonrisa.
-Eso ¿no estaría mal?
-Ay no, soy el príncipe, como tal tengo derecho de hacer lo que quiera.
-Porque eres un niño mimado que siempre lo tuvo todo ¿no?-decía burlón, molestando al príncipe.
-¡Niño! ¡Tú...!-iba a decir algo más cuando sintió unos golpes en la puerta del invernadero, y una voz que reconoció al instante.
-¡Jinnie! Hijo ¡Sé que estás ahí! ¡Sal por favor! ¡No te olvides que debes buscar pareja en este baile-le recordaba la rubia.
-Cielo, por favor, no lo fuerces más-insistía el padre del príncipe.
-Amor, cállate. ¡Kim Seok Jin sal de una vez!-gritaba más fuerte la mujer.
-Así que este estúpido baile ¿es para conseguirte una pareja?-preguntaba JungKookciento sorprendido.
-Sí, pero no quiero...por eso no he querido salir desde un principio-aclaraba el rubio apenado y desesperado al sentir como empezaban a golpear la puerta para derribarla.
-Entonces, favor por favor-dijo el joven.
El príncipe no lo entendió, pero cuando por fin lograron derribar la puerta, JungKookciento lo tomó de la nuca y le dio un beso, que no sólo sorprendió a Jin, sino también a sus padres, quienes al verlo no supieron qué decir, ni siquiera cómo reaccionar.
Al terminar con el beso, el pelinegro le sonrió dulcemente, mientras que el príncipe no sabía cómo ocultar su sonrojo. Iba a preguntar por qué lo hacía, cuando escuchó la voz de su madre.
-Jin...nosotros...no sabíamos que estarías ocupado-decía la rubia algo sonrojada por descubrir a su hijo en esas circunstancia.
-Te dije que no debías forzarlo, cielo-le regañaba su esposo igual de sonrojado.
-Lo siento, Jin, no quería forzarte a nada, y más cuando veo que ya tienes pretendiente ¿no es así?-preguntaba la reina con una pequeña sonrisa.
-Eh...yo...eh.
-Vera, su majestad, yo apenas y he conocido el día de hoy al príncipe Seok Jin, pero reconozco que tiene un encanto sin igual y, si no les molesta, me gustaría conocerlo aún más para poder estar seguro de entregarme a él totalmente-decía JungKookciento mirando con una sonrisa a todos.
La mujer casi gritó de la emoción al escuchar eso.
-¡Ay querido! ¡Por mí no hay problema alguno! ¡Conócelo todo lo que quieras que sería un gran honor para mí! ¡De seguro mis nietos serian hermosos si tú eres su mami!-la mujer casi deliraba de la emoción que sentía-eso sí, por favor, no den el segundo paso tan pronto que antes de los nietos quiero la boda-advertía ella guiñándoles un ojo.
-Eh...madre, verás, nosotros apenas y nos habíamos dado un beso-decía avergonzado el rubio.
Debía admitir que JungKookciento le gustaba bastante, era más, no tenía ningún problema de conocerlo para saber si en algún futuro se convertiría en su esposo.
-Ya, ya, Jin. Sé que de ese beso hubieran pasado a más, nunca te hubieras resistido a los encantos de este lindo chico. Pero bueno, me encantaría que, al menos, bailaran una pieza en el gran salón.-aclaraba la reina.
En ese momento, el joven JungKookciento se puso algo nervioso.
-Pero yo no sé bailar-decía intentando buscar una excusa para que aquella mujer no lo llevara al gran salón.
-Ay, pero que dices. No te preocupes, mi hijo te guiará-y sin importar más quejas o sugerencias, tomó al muchacho de la mano (quien a su vez tomó Seok Jin) y los llevó a ambos al gran salón donde ambos bailarían.
Casi a los pocos minutos estaban bajando las escaleras, JungKookciento del brazo del príncipe, preparado para bailar.
-¿Por qué hiciste esto?-preguntaba en un susurro el rubio.
-Te ayudo, tú me ibas a ayudar ¿no es así? Entonces te devuelvo el favor.-explicaba el pelinegro.
Cuando terminaron de bajar y que todos se sorprendieran de ver al príncipe Seok Jin, les dejaron un inmenso lugar para que ambos empezaran a bailar la pieza que comenzaba a sonar.
JungKookciento se dejó llevar por el rubio, esperando que ninguno de los tres idiotas que odiaba lo vieran.
-Tranquilo, niño, estás a salvo mientras estés conmigo-decía conciliadoramente Jin sonriéndole cálidamente.
-Es que, no puedo evitarlo-decía en un susurro, sintiendo que no quería que ese momento acabara.
-Sólo déjate llevar...por cierto, nunca te pregunté por tu nombre.
-Mi nombre es JungKookciento, un placer, príncipe Seok Jin-se presentó, sonriendo dulcemente.
- ¿Sabes? No me importaría conocerte si con eso logro que te conviertas en mi esposo. De verdad, eres un chico muy hermoso y, aunque no lo creas, me gusta tu actitud. No eres como otros chico que conocí en mi vida...tú...de verdad que eres único y sería un idiota si no aprovecho esta oportunidad.
-Sólo lo dices para que tu madre crea que lo nuestro es real-decía algo sonrojado JungKookciento ante esas palabras.
-Tienes razón, lo nuestro no es real, pero podría serlo si tú me lo permites. ¿Sabes? Me escondía para no buscar pareja, pero al parecer sin buscarlo apareció por sí solo. Así que ¿Qué dices, mi JungKookciento? ¿No querrías probar tener algo conmigo?-preguntaba Jin mientras seguía llevando al joven por el salón de baile.
-Tú...¿en serio quieres algo conmigo?-preguntaba incrédulo y conmovido.
Jamás en su vida se esperó que un hombre le pediría algo así, después de todo jamás fue del agrado de los mismos.
-No estoy jugando, de verdad me encantaría que formaras parte de mi familia. O mejor dicho, de la familia que podemos llegar a formar.-el príncipe, lentamente se acercaba al rostro del joven, hipnotizado por sus oscuros ojos.-así que ¿Qué dices?
-Yo...yo...-JungKookciento, al igual que Seok Jin, se dejó llevar, cerrando los ojos lentamente para esperar el tan ansiado beso.
Sus bocas se rozaron levemente ante el beso que era más que obvio que pasaría. Sin embargo, el príncipe sintió como el joven que tenía entre sus brazos era bruscamente jaloneado, siendo alejado de él.
-¡¿Qué haces tú aquí?!-preguntaba enojado Alexander mientras sostenía al joven de un brazo.
-¡Suéltame! ¡No eres nadie para decirme qué hacer y qué no!-gritaba el pelinegro.
El rey y la reina, junto a algunos guardias, alertados por la situación comenzaron a acercarse a ellos.
-¡Déjalo!-gritaron al unísono junto a su hijo Seok Jin.
-Perdone mi brusca intromisión, rey y reina, pero es que este muchacho de aquí al parecer los engañó por completo.-decía el rubio.
-¿Por qué lo dices?-preguntaba el rey mirando severamente al chico que sostenía al que sería su futuro yerno.
-Porque este chico de aquí es un sirviente-aclaraba Alex con sonrisa triunfal al haber arruinado el momento, sabía que un sirviente jamás podría casarse con un príncipe.
-¿Y eso que tiene?-preguntaba la reina desconcertada.
Ante esa pregunta el rubio se sorprendió.
-¿Cómo que tiene? Él es un sirviente, no puede casarse con un príncipe.-aclaraba JiMin.
-¡Ah! Se refieren a esa antiguada y estúpida ley, con mi esposo la borramos del mapa, porque si de esa manera mi Jinnie tenía que buscar esposo o esposa entonces de seguro moría solo y virgen-decía la mujer son una sonrisa despreocupada-además, si este joven hace feliz a mi hijo, entonces es bienvenido a la familia.
-¡Además!-exclamaba JungKookciento deshaciéndose del agarre-yo no soy un sirviente, tú me convertiste en tal después de que mi hermano, tu esposo, muriera. Te apoderaste de todo, de la casa, de mis bienes, de todo y luego trajiste al alíen y al enano para arruinarme la vida-aclaraba el joven molesto.
-¿Qué?-decían asombrados ambos reyes.
-Rey, reina, no le creerán a este pobre criado ¿o sí? Es todo mentira, él es sólo hermano de un antiguo sirviente de la familia-explicaba nervioso Alexander.
-¡No mientas! ¡Tú engañaste a mi hermano para quedarte con todo!-gritó enojado tirándose arriba de su cuñado para golpearlo.
De esa forma una pelea comenzó. Tirones de pelo, arañazos, bofetadas, entre otros eran dados. Mientras el rey y Seok Jin intentaban separarlos. Sin embargo, JungKookciento seguía fervientemente aferrado al rubio, sosteniendo fuertemente la parte superior de las prendas del mismo.
Hasta que, después de un gran esfuerzo, padre e hijo lograron separarlos, haciendo que el joven JungKookciento arrancara un trozo de papel de la ropa de su cuñado.
-¿Qué?-dijo asombrado al ver lo que tenía en sus manos.
Miró bien, descubriendo que tenía algo escrito. Tal vez, sólo tal vez, esos serían los papeles que buscaba.
-¡Tú tienes los papeles contigo!-gritó señalando a Alexander.
Ante esas palabras, dos guardias se acercaron y escarbaron la ropa del rubio hasta sacar unos papeles doblados. Se los extendieron al joven y este los leyó, descubriendo que esos eran los papeles que por tanto tiempo busco. Alex siempre los tuvo con él.
-¿Esos son, JungKookciento?-preguntaba el príncipe.
-Sí, estos son los papeles que afirman que yo soy el dueño de todos los bienes de la familia Jeon.-dijo asombrado el joven, por fin podía deshacerse de su horrible cuñado y sus idiotas hermanos.
-¡Yo no sé qué son!-exclamaba el rubio, empujando al rey para liberarse-¡yo no sabía de esos papeles!
-Claro, por eso los tenías contigo-decía irónica la reina.
-Yo...yo... ¡adiós!-y tomando a sus dos hermanos salieron corriendo, siendo agarrados a la salida del castillo mientras los tres daban fuertes alaridos para que los soltaran.
-Al fin podrás volver a ser el dueño de tu propio hogar-decía algo triste Jin-eso significa que ya...no necesitas mi ayuda, por lo tanto, no necesitas ayudarme con esto. No te preocupes, yo podré explicarle toda la verdad a mi familia.
-¿De qué hablas?-preguntaba el pelinegro desconcertado.
-Ya no necesitas fingir que quieres algo conmigo, de eso hablo-decía el rubio con una sonrisa triste.
-De verdad eres tonto-y tomando al príncipe de ambas mejillas lo besó tiernamente-hoy me dijeron que si venía aquí encontraría dos cosas muy importantes para mí. Y lo hice, encontré los papeles que por año busqué y...a un joven que me está aceptando como soy.
-Entonces ¿quieres hacer de esto algo real?-preguntaba con una sonrisa alegre Seok Jin.
-Sí, quiero de una vez por todas tener mi final feliz.
Y así fue. Meses después el príncipe Seok Jin y el ex sirviente JungKookciento se casaron en una hermosa y lujosa boda. Ambos enamorados y felices de poder estar con el otro.
Las pertenencias del joven fueron vendidas completamente, dejando a la Barbie, al enano y al alíen en la calle, logrando con eso que los tres tuvieran que trabajar para mantenerse. Para suerte de JungKookciento, nunca más se los volvió a cruzar a ninguno, aunque tampoco lo deseaba en lo absoluto. Después de todo, con Jin, había logrado tener una vida feliz como la que había tenido cuando estaba con su hermano, incluso una mejor.
Y colorín colorado, este cuento mal inventado, ha acabado.
-Fin.-dijeron ambos padres sin percatarse que su hija ya se había dormido.
Rieron al ver que, al parecer, JiSoo les preguntaría al día siguiente por el final del cuento.
Después de darle un beso en la frente se levantaron y fueron a su habitación, sin embargo, antes de entrar, Jin frenó a Kook.
-¿Qué pasa?
-Me preguntaba si mi querido JungKookciento aceptaría bailar una pieza conmigo-decía seductor guiñándole un ojo al pelinegro. Este sonrió al entender la indirecta.
-Pero yo no sé bailar, príncipe Jin.
-Oh, no se preocupe, que yo me encargo de guiarlo-y tomándolo entre sus brazos, ingresaron a la habitación cerrando la puerta.
Aunque a través de esta se podían escuchar el sonido de los besos apasionados y los jadeos que no podían ser contenidos.
Este one-shot lo habia hecho narusasu :v pero lo adapté a JinKook :v
espero que les haya gustado! besos💋💋💋
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