Yo lo haré
—¡Mamá! —logro percibir la voz de una pequeña sollozando cerca.
Sus pisadas son ruidosas, las ramitas y hojas crujen, puedo percibir que sigue la voz de la mujer. Dejo salir un suspiro de alivio, empezaba a creer que era algún fantasma , pero supongo que sólo se han separado por la poca visibilidad. Ahora que lo pienso, les hablaré, tal vez la señora pueda decirme alguna ruta para llegar al pueblo más cercano.
—¡Regresa! —una sombra pasa frente a mí—. ¡Vuelve!, ¡no es tu madre! —dice con algo de desesperación, además sus pisadas son algo torpes.
Trato de seguirlo por medio de los sonidos y a los pocos pasos escucho que el joven grita. Apresuro mi andar y choco con alguien.
—Hoy es una buena noche —dice una voz ronca—. Esta no es una piel blanca —dice con decepción al acercar una vela cerca de mi rostro.
Trato de alejarme pero el sujeto me atrapa y me inmoviliza en el suelo. Mis peores pensamientos se están volviendo reales: estoy ante unos cazadores. El pánico empieza a invadirme.
Logro ver a una niña sentada sobre una piedra abrazando un oso de peluche, su cabello es de un rubio muy claro y su piel es blanca. Me mira por unos segundos, sus ojos no muestran temor, pero están algo apagados.
Veo que hay otro hombre tratando de atar a un joven que se esfuerza por escapar de su agarre. Es un chico delgado de piel clara que logra patearlo en la cara, mira a su alrededor y toma una piedra para golpearlo en la cabeza.
—¡Qué pasa contigo! —mi captor se apresura a ver a su compañero al ver que no se levanta.
El joven se apresura a cargar a la niña y se acerca a mí. Extiende su mano y la tomo, me ayuda a levantar y sin soltarme empieza a correr. La pequeña esconde su rostro en el pecho del chico.
—¡Hijaaa! —escucho la voz de la mujer de antes.
—¡Mamá! —la niña grita y el joven me suelta para taparle la boca.
Las pisadas se escuchan más cerca, no parecen dudosos de su dirección, han de conocer el camino muy bien, al contrario de nosotros que tratamos de ir esquivando árboles a ciegas.
—Nos atraparán —el chico se detiene y mira en todas direcciones—. Tomalá y no dejes que grite —me da a la pequeña—. Manténganse escondidas, no hablen y cuide su respiración —dice rápido y se adentra en la neblina gritando por ayuda.
El sonido de su voz se vuelve lejana y en un punto ya no lo escucho. El silencio se presenta, ningún grillo canta, no escucho el aleteo de las aves ni las pisadas de algún otro ser. La niña ha dejado de luchar contra mi agarre, siento como su respiración es relajada.
—¡Alonsooo! —la calma es interrumpida—. ¡Sofía! —la voz se escucha cercana.
La niña vuelve a comportarse como un gusano hasta que logra morderme y se escapa de mis brazos.
—¡Aquí estoy! —se va corriendo en dirección de una luz.
Me voy tras ella hasta llegar a la persona que grita.
—¿Qué haces aquí? —Manrique me dice confundido mientras carga a la niña—. ¿Dónde está Alfonso? —mira alrededor.
—Los cazadores lo atraparon —la niña le declara entre lágrimas—. ¡Vamonooooos! —le da pequeños golpes a Manrique para que le haga caso.
—¿Por dónde se fueron? —me mira esperando una respuesta.
—La niebla no me dejó mirar con certeza y sus gritos han cesado desde hace un tiempo —le digo preocupada.
—Es una pena —dice Edelweiss apareciendo detrás de Manrique y sujetando su hombro, además con un movimiento de cabeza le indica que deben irse.
—¿Qué dijiste? —camino y me paro frente a él—, ¿lo abandonarán? —le digo algo asustada por sus intenciones.
—No siguió las reglas —habla con tanta frialdad—, está pagando las consecuencias de su desobediencia —me aparta y sigue caminando.
El pelirrojo baja el rostro y trata de consolar a la niña, empieza a seguir a Edelweiss.
El grito desesperado del joven vuelve a ser audible, sin embargo los dos hombres frente a mí no cambian de decisión y pretenden ignorar lo que pasa.
—¡Está gritando por ayuda! —sujeto a Edelweiss del brazo.
—Esta decidido —quita mi mano con rudeza y sigue caminando—. Podría ser una trampa.
Me quedo de pie, miro al suelo, aprieto mis puños y escucho a mi corazón acelerado. No sé que hacer, esos cazadores son altos y fuertes, yo no podré sola. Levanto la vista y no veo a Edelweiss ni a su amigo. El sonido que me acompaña es el del joven.
—¡Creí que defendías a quien sea que requería ayuda! —grito al viento—. ¡No eres diferente a ellos! —quiero que me escuche, así que trato de caminar en su dirección, pero me topo con un árbol.
El tronco grueso es abrazado por una rosa enredadera, las espinas en mis palmas me dan una idea. Corto una manga y la enredo en mis puños, sobre esto amarro algunas guías del rosal. Es un tanto doloroso, más por la herida, pero no me puedo ignorar lo que pasa. Seguro no haré mucho, pero lo intentaré.
—¡Ya que tú no quieres yo lo haré! —grito lo más fuerte que puedo y empiezo a seguir el sonido de los gritos.
Trato de ir lo más rápido que puedo, pero el camino es algo rocoso, mi pie se ha estado torciendo varias veces, pero no importa, debo llegar con el joven. Si no puedo ayudarlo por lo menos no morirá solo.
Llego a la orilla del rio, los gritos han cesado y la neblina ha disminuido, ya puedo ver mejor el alrededor. Al otor lado del cauce veo tres figuras, una va cargando un bulto que ya no se retuerce ni grita.
—¡Ustedes! —les grito para llamar su atención.
Las figuras se detienen y yo me apresuro a llegar a ellos. El agua fría hace que una energía refrescante recorra mi cuerpo, supongo que es la última vez que sentiré este choque. Pongo mis brazos tras de mí para ocultar mis espinas. Uno de los hombres se acerca a mí.
—¿Eres tonta? —el sujeto me toma del cabello y me lleva hasta los demás.
—Bueno, podremos venderla —una mujer me toma del mentón y examina mi rostro, su voz es la misma que escuché antes llamando a su supuesta hija.
La mujer recorre su mano por mi cuello y se detiene al percatarse de mi pulso. Luego pasa su uña filosa provocándome una ligera cortada. Toma una gota de mi sangre y la coloca en su lengua.
—La duquesa Dulce Drosera estará muy complacida con esta criatura —dice entusiasmada.
Yo me congelo tras escuchar ese nombre. Mi abuelo dijo que cuando tenía 20 años formó parte del grupo que incendió la casa de esa mujer y ayudó a liberar a muchas jóvenes de ojos violetas, pelirrojas y algunas pieles blancas. Pero como nunca se informó de que su cuerpo fuera encontrado huyeron de ese territorio, hasta que llegaron a este reino.
—¿Tienes familia? —entierra sus dedos en mis mejillas causando que me queje—. No bajes la mirada —sostiene mi rostro para que la vea—. Les dije que aventurarse en este territorio sería bueno.
Maldigo a Edelweiss, yo no puedo con ellos. Una vez que le informen a esa mujer todos los ojos violetas estarán en peligro. Si sigue teniendo el poder de esos entonces podría convencer al rey de cazar a algunos a cambio de una buena cantidad de dinero.
Golpeo con fuerza el estomago del hombre y me libero de su agarre. Impacto mi puño en el rostro a la mujer y las espinas le rasgan su piel, por lo que retrocede. Podría irme corriendo sola, pero vine por ese joven. Aprovecho que la mujer está distraída y le quito su espada, luego la empujo contra el hombre que me sujetaba. Empuño el arma, trato de ignorar las espinas y corro contra el otro hombre pero antes de lograr acercarme algo se enreda a mi pierna.
Caigo al suelo y empiezo a ser arrastrada, siento como mi piel es desgarrada. No vi que tuvieran ese látigo con incrustaciones de hueso. No puedo cortarlo, el otro sujeto pisa la espada haciendo que la suelte, deja al chico a un lado y me sujeta las mano al suelo y el otro me toma de los pies. Trato de soltarme pero es imposible.
—Pésima decisión —la mujer me mira fijamente y luego me da una patada en las costillas—. Quería llevarte en buenas condiciones, pero diremos que te resististe un poco.
Empieza a golpearme en el rostro con todas sus fuerzas. Sus nudillos son huesudos, lo que hace que cada impacto sea doloroso y no parece cansarse. Lo único que puedo hacer es gritar y llorar con la esperanza de que alguien este cerca, ya que la neblina ha desaparecido casi por completo.
La mujer no parece querer detenerse, ya me ha roto el labio y mi nariz sangra. La energía para gritar ya no es suficiente, sólo puedo liberar algunos sonidos de dolor bajos. Cierro los ojos, ya me cansé de ver esa cara entusiasmada con mi condición.
—Creo que te estás pasando, así ya no valdrá tanto —dice preocupado uno de los hombres.
—Sólo bastara que llevemos sus ojos ante la duquesa —dice con rabia—. Esto te ganas por hacerte la valiente.
Tras ello siento como me apuñala y entierra el filo de lo que creo es un puñal. El dolor es intenso, empiezo a sentir como la sangre sale por la herida, mi pulso se acelera y las lágrimas empiezan a salir sin control.
Sabía que al venir me arriesgaba a morir, no me arrepiento mas que de no haber preparado mi paralizante, con el los hubiera derribado. No puedo hacer nada, así que me concentro en los sonidos: percibo una lechuza cercana, unos grillos y el sonido de un animal pasando por las corrientes de agua.
—Alguien se acerca —el hombre suelta mis manos y se levanta —. ¡Hey! —se aleja—. ¿Quién te ...?
El sonido de un cuerpo cayendo al suelo sin resistencia llama la atención de todos. Siento que me sueltan y se concentran en el intruso. La mujer saca el puñal y un ardor recorre mi cuerpo, en especial en esa zona.
—Corre —dice el hombre.
—Ni lo pienses, yo te ayudaré.
—¡Correeee! —dice el sujeto.
Veo a la mujer correr mientras escucho como hay un enfrentamiento con espadas. Me impulso para ver, pero el dolor no me lo permite, me vuelvo a tumbar en el suelo. El sonido de los metales cesa. Las pisadas apresuradas llegan a mis oídos. Una sombra se sienta a mi lado, al enfocar veo que es Edelweiss y estoy tan mal que lo veo su ojo azul temblar. Suena gracioso que se preocupe cuando a él le encanta ver sangre.
Su mirada me hace sentir incomoda, por lo que cubro mi herida con mis manos.
—¡Te dije que no la debíamos dejar sola! —la voz de Manrique enojado me sorprende—. ¡A dónde vas?
—Está escapando una mujer —dice Edelweiss con una voz diferente, como sorprendido y a la vez en shock.
—¡Necesita atención inmediata! —si sigue así se lastimará la garganta—. ¡Después podrás seguir jugando al asesino!
Manrique quita mis manos para ver la herida, su rostro se relaja un poco y se apresura a sacar algo de su morral. Saca una botella con un líquido azul y una tela de algodón.
—Te va a doler —dice antes de verter unas gotas—. Son para evitar una infección —empieza a enredarme en la tela—. Edelweiss, cárgala tú —lo busca con las mirada—. ¡Reacciona!
Edelweiss estaba con la vista en la dirección de la mujer que escapó, pero no creo que la vea, de lo contrario seguro se hubiera ido tras ella. Deja salir un pesado suspiro y regresa a mi lado, me levanta en sus brazos y yo me quejo.
—Despierta —Manrique le da a oler algo en una botella de metal al joven que sigue en el suelo—. Vamos, no te podré cargar.
En pocos segundos el chico empieza a recobrar el sentido. Se sienta y sostiene la cabeza, levanta la vista y al ver a Edelweiss su semblante decae.
—Tienes mucho que explicar —la voz de Edelweiss hizo que un escalofrío me recorra.
Si fuera ese chico tendría mucho miedo y más sabiendo como cobra justicia.
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Holaaa
¿Cómo ven el actuar de Edelweiss?
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