Mi corazón
Es un día muy lindo, las nubes grises y el viento frio obligan a la mayoría a resguardarse, dándome la oportunidad perfecta para salir a pasear y gritar o llorar sin que me vean. Es tan aliviador que mis testigos me reconforten con su silencio y apapacho ... me refiero a los árboles, siempre han estado aquí, me han visto crecer, son mi hogar.
Suelo refugiarme en el bosque después de recibir una golpiza de mi abuelo. Dice que mis emociones son tan intensas que lo sacan de quicio, yo digo que solo es una excusa y así justifica el odio que me tiene, pues soy la hija menor de su segundo hijo, pero mis ojos no son como los del pueblo, son diferentes y muchos siguen pensando que mi madre fue infiel a mi padre, así que soy ... una desconocida para mi abuelo. Claro que para mi padre no, él y mi hermano siempre me han protegido, pero han estado lejos.
Por eso no suelo estar en su casa, me gusta andar por áreas cercanas, conocer nuevos paisajes y dormir bajo las estrellas. Pero cuando es una noche con neblina regreso a la casa del abuelo o me escondo en alguna cueva, ya que en esas condiciones las víctimas de los cazadores de neblina se pueden escuchar, los gritos son terroríficos y parecen eternos. Aunque hay caballeros que monitorean los caminos, las muertes de personas de piel clara como la nieve siguen siendo comunes.
Esa situación no es tan ajena a nosotros, también éramos cazados. Somos uno de los pocos pueblos denominados como Violetas, por el color de ojos. Aquí vivimos pocas personas, pues cuando mi padre era joven el lugar fue atacado, acabaron con la vida de varios ancianos y adultos, les quitaron los ojos y la sangre, dejaron los cuerpos porque no les veían utilidad. Todo por los cuentos de que las bebidas preparadas con ello relajan a las personas o les permiten mejorar sus reflejos y hasta anticipar el futuro mediante sueños ... pero son solo mentira, la sensibilidad de los Violetas no se puede obtener así, es algo que lo llevan en la sangre, pero no por beberla cualquiera puede sentir las emociones de otros.
El enojo de otros les provoca a los Violetas dolor de cabeza, irritabilidad y enojo; si se les habla con rudeza es fácil que lloren; si detectan amor o felicidad desencadenan una sensación de tranquilidad; si es miedo ... sufren con ellos. Por eso hay personas que viajan desde diferentes lugares para ser consolados, pedir consejos de vida o para aprender a conocerse a sí mismos, sin embargo, mi pueblo no los recibe, el miedo de ser traicionados y no anticiparlo a tiempo los ha vuelto distantes del exterior.
Como yo no siento nada de eso, mi padre y mi hermano me han tratado de enseñar a detectar emociones por los movimientos corporales, pero no lo veo necesario, en sí al andar en el bosque no encuentro a mucha gente, el único humano que me importa es Virilio, pero no necesito nada para saber que es feliz cuando está conmigo.
Los silbidos del viento entre los árboles y la humedad que se siente me advierten que la lluvia se acerca. Miro el cielo con las nubes oscuras acercándose con algunas luces. Tengo treinta minutos, el tiempo perfecto para llegar y evitar mojarme. Así que me levanto y me llevo mi canasta, creo que tengo las flores suficientes para decorar mi cabello.
Aprovecho el camino de regreso para respirar profundo y tranquilizar mis emociones, pero es difícil, en casa del abuelo está viviendo mi prima menor, la chica "perfecta": tiene ojos grandes color violeta claro, unas pestañas largas, una piel sin imperfecciones, un cabello dorado lacio brillante y una tonta sonrisa. Ella atrae la mirada de cualquiera y es muy coqueta, sé que ya durmió con alguien, se lo conté al abuelo y se enfureció conmigo por "mentir" sobre la blanquísima reputación de Lavinia. Ella lloró ofendida de mis palabras, pero sé lo que vi, aunque el sujeto se tapó la cara y no lo reconocí, no sé si es de aquí o de otro pueblo. Obvio el abuelo al percibir la reacción de ella y que yo no cambiaba de actitud me creyó, pero me amenazó con dejarme coja si alguien lo sabía. La chica se secó las lágrimas y me sonrió.
Lo único que me hace feliz hoy es que mi amigo Virilio irá a la casa al atardecer. Últimamente ha ido muy seguido y se ha ganado la aceptación de mi abuelo, creo que me pedirá matrimonio. Es difícil contener mi sonrisa cuando pienso en sus ojos violetas y su cabello negro con chinos, no puedo esperar a tener hijos con él, serán muy guapos y espero hereden su cabello, me encanta como se ve, mientras que el mío solo es ondulado.
Al pensar en él, el tiempo se pasa rápido, ya me encuentro frente a la casa. Dejo mi canasta llena de flores en la mesa y me voy a cambiar, me pongo mi vestido más elegante, mi cabello en trenza alrededor de mi cabeza y bajo para ponerme las flores, pero me encuentro a mi prima, su madre y mi abuelo arreglando su cabellera con ellas.
—¡Esas son mis flores! —les grito molesta y tomo la canasta.
—No las necesitas niña —la madre me sujeta la muñeca sujetándose la cabeza—, deja que una verdadera joya brille —mira a mi abuelo en busca de su apoyo.
—¡Deja de enojarte! —me grita mi abuelo—. Sabes bien que nos duele la cabeza —me toma de la muñeca y me aleja hasta la puerta de la sala, su mirada es una clara advertencia.
Cierro los ojos y respiro, me concentro en pensar en mi amigo. Sólo debo soportar un tiempo más a estas personas y después viviré con el chico de mis sueños. Virilio nunca se ha molestado con la expresión de mis emociones, en sí junto a él no siento odio ni dolor, tengo una sonrisa en mi rostro siempre que me mira ... paz, es lo que hay cuando estoy con él.
—Eso está mejor —me suelta mi abuelo y regresa junto a mi prima.
—¡Te ves hermosa! —dice mi tía sujetando las mejillas ruborizadas de mi prima.
Lavinia se mira en el espejo, gira haciendo que su vestido onde con elegancia mientras las flores la hacen deslumbrar, al verme sonríe con burla. Trato de no saltar sobre ella, pero bueno ... no importa cuánto se adorne, hoy no serpa el centro de atención.
—¿Qué haces ahí parada? —mi abuelo me habla con frialdad—, ve a la cocina, ahí serás más útil.
Me apresuro a obedecer, es lo mejor, así mi ánimo no empeorará. Además, soy la única que atiende la casa, Lavinia y su madre nunca han puesto una mano aquí, pobre del idiota que se case con ella cuando vea que todo se le debe hacer.
No pasó mucho después de terminar la comida que escuché la voz de mi amigo en la sala. Me lavé las manos y la cara, sacudí mi ropa mientras camino.
Me asomo para verlo, quiero que mi sonrisa esté en mi rostro desde antes de saludarlo. Está de pie con un traje elegante, se ve alto y su cabello lo tiene amarrado en una coleta. Tiene un ramo de flores, mi prima se acerca y ... él le entrega las flores a ella, se acerca y le besa la mejilla.
—Hola, Martha, no te había visto —me dice al percatarse de mi a su lado.
—Hola —le digo decaída.
Mi prima se sujeta a su brazo y él la mira con ternura, le sonríe y pasan de mí.
—Yo creo que es mejor que ella no esté en la cena— dice mi tío sosteniendo su frente.
—Martha, sal de la casa —me dice el anciano.
—Quiero estar aquí —le digo un poco molesta.
—Vete o te daré una razón —endurece su voz, pero no me muevo—. Virilio vino a pedir la mano de tu prima.
Las lágrimas en mis ojos empiezan a nublar mi vista, bajo la mirada y cierro las manos en puños. Me doy valor y voy hasta al comedor.
—Virilio —al escucharme su rostro hizo una mueca que nunca le había visto.
—¿Qué pasa Martha? —hasta su tono de voz es diferente al que siempre usa conmigo y la molestia en su cara me desconcierta.
—Creí que me pedirías matrimonio a mí —le digo con la voz cortada.
—Sabes bien que pasa contigo —me soba las sienes—, yo quiero hijos puros y tus ojos no lo son.
Siento como si un cuchillo entrara a mi corazón. Creí que no le importaba eso, él es mi amigo desde que tengo memoria y aunque le decían que se alejara de mí él no les hacía caso, me defendía.
—Ella no es virgen — revelo eso con desesperación.
—Lo sé —lo dice sin sorpresa—. Creí que sabías sobre mi relación con tu prima, por el día que nos viste.
Mis ojos se abren y mi corazón se hace trizas por su revelación.
—Acéptalo —se acerca un poco—, solo te tenía lástima, pero no te veía para ser mi esposa, tu malentendiste mis actos —se toca las sienes—. ¿Podrías por favor disminuir tu enojo?
Le doy una cachetada que hace eco en el lugar. Virilio solo sonríe y mueve la cabeza, alza el rostro y me mira, no se ve molesto más bien me ve con lástima.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?, sabías que te quería —le reclamo
—Me hacía sentir tranquilo detectar tu amor —me regresa una pulsera que le había hecho—. Espero que encuentres a quien de verdad te quiera, pero te recomiendo que lo busques en otro lugar que no sea aquí —saca una flor seca de su bolsillo y lo pone en mi cabello—. Todos temen que tus hijos no hereden nuestros ojos violetas.
Mis sueños se derrumban. Salgo de la casa, corro hasta el bosque y la lluvia me abraza. Creo que es un buen momento para desaparecerme unos días y recorrer las rutas, ver que cambios hay y matar algunas bestias rabiosas, últimamente se han reportado muertes por ataques de esos animales.
Me tropiezo y sigo llorando en el suelo, sólo la tierra y las plantas que me rodean son mis verdaderos amigos, no juegan con mis sentimientos, sólo escuchan y no me juzgan.
El sonido de los rayos oculta mis sollozos, pero hay un sonido más en este lugar. Unos gritos desgarradores sobresalen, parecen ser niños y creo que es cerca de aquí.
Papá me ha dicho que, aunque ya no cazan a los violetas como antes hay que tener cuidado. Los cazadores usan trampas emocionales para atraer a alguien que quiera consolar o ayudar para luego venderlas. En noches como estás las malas personas matan a indefensos por diversión o por supersticiones.
Los gritos vuelven con menos fuerza, pero con un claro dolor.
No sé que hacer.
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¿Qué les pareció?
¿Virilio la rechazó con amabilidad?
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