Nadie ha dicho nada, este silencio es algo tenso. Manrique camina detrás de nosotros al igual que el chico, lo sé por el sonido de las pisadas al destrozar las hojas secas.
La noche empieza a desaparecer, el amanecer se presenta, lo que ayuda a poder visualizar mi alrededor para empezar a ubicarme y definitivamente... no sé dónde estoy.
Mi cabeza empieza a sentirse pesada, mis sienes palpitan con rapidez y comienzo a sentir mis ojos algo llorosos. El ardor de mi herida desapareció por un rato y hasta subestimé la gravedad, pues sentí la zona adormecida y la sensación era como la de un rasguño. Pero poco a poco los pinchazos empiezan a ser más fuertes, es mas el leve aire empieza a ser molesto, pues siento que se cuela entre mis tejidos y su caricia es la de unas pequeñas agujas que de forma sincronizada van enterrándose ... cada vez más profundo ... cada vez más prolongado.
Muevo mi mano con lentitud hasta llegar a la zona afectada del abdomen. El temblor de mis dedos se hace mayor al sentir la tela caliente y que se va mojando con cada paso de Edelweiss. Dado que el terreno no es plano, puedo percatarme de cada vez que trata de esquivar obstáculos o que intenta mantenerse firme tras algún relieve irregular.
Los rayos que empiezan a colarse entre las copas de los árboles hacen que decida mejor cerrar los ojos, aunque así el lagrimeo no se detiene.
Trato de llamar la atención del hombre que me lleva en brazos. Trato de mover las piernas pero no tengo fuerza, quiero mover mi cabeza pero la presión que siento me hace arrepentirme.
Un fuerte viento me hace retorcerme al pasar por mi herida. Edelweiss no me mira, solo me acerca más a su cuerpo, para protegerme del aire frío, pero provoca que el flujo empiece a incrementar.
Intento abrir la boca y decir algo, sin embargo no puedo ... apenas si soporto pasar saliva por la garganta como para poder hablar.
—Hasta aquí puedes llegar —deja de moverse.
No lo escucho de forma clara, pero por como habló me pone nerviosa.
—¿Qué no me escuchas? —empieza a sonar algo molesto—. Aquí nos separamos.
Mis esperanzas de recibir ayuda se destrozan al comprender que dice. Al abandonarme aquí no tendré oportunidad de sobrevivir. Encontrar un camino no sería problema si no estuviera herida o por lo menos si pudiera tan siquiera arrástrame.
Soy una tonta por pensar que me ayudaría, pero es de esperar. Lo vi darle la espalda a un joven saludable ... que más da que me deje agonizar en el medio de la nada, porque no creo que mi mirada suplicante de que acabe conmigo sea detectada por él y si lo hace no creo que me de esa salida.
Mi muerte no afectará a casi nadie, eso lo sé. Solo me preocupa mi padre y mi hermano, no creo que encuentren mi cuerpo. Cuando regresen... sé que me buscarán por días por todos los caminos que saben que recorro, irán a mis escondites, pero no sé si vendrán por estos lugares.
Está bien, de alguna forma me siento satisfecha con mi vida. En estos últimos días he dejado de mantenerme escondida, he ayudado a quienes lo necesitaron y no me arrepiento, sólo hubiera querido ser más lista.
Trato de prepararme para el momento en que Edelweiss me deje, tengo que mover mi mano de la herida para tratar de sujetarme de él por lo menos para tartar de aparentar algo de orgullo. Lo cual no creo, seguro caeré como costal sin meter las manos.
—¿Y dejar al niño en tus manos? —Manrique le responde molesto.
Capto rápidamente que no me hablaba a mí. Lo que me da una sensación de alivio y a la vez sigo preocupada porque no se ha dado cuenta de cómo estoy.
—Eso no te corresponde juzgar —Edelweiss, continúa hablando con dureza.
—Deja que yo lo vigile —Manrique no parece ceder, está hablando diferente, ya no como el hombre sumiso que obedece sin replica.
Edelweiss empieza a caminar de forma brusca. Siento mi mano más pegajosa, además el sudor recorre mi rostro ante la desesperación que me causa sentir que mi vida se debilita con cada segundo. Y todo empeora al sentir como me empieza a bajar para dejarme en el suelo.
—¡Agh! —sale de mi un grito que me hace sentir como si mi garganta se desgarrara.
Al tratar de sostenerme de su cuello quité mi mano de mi herida, trayendo con ella las fibras textiles y sintiendo como la piel pegada se separaba de mi cuerpo, dejando un nuevo punto de terminales sanguíneas listas para salir.
Al escucharme gritar me vuelve a cargar y siento que su agarre es algo tenso. Sus músculos son molestos al sentirlos apretándome con cierta fuerza que me hace sentirme sofocada. Mis pulmones se esfuerzan por permitir entrar el aire, sin embargo, la presión del abdomen y su aprisionamiento hace que respirar sea una tortura.
—Mejor concéntrate en mantenerla viva —Manrique habla como si no le sorprendiera verme así.
—¡Agh! —los piquetes son más intensos y ya no puedo contener mi dolor.
—Hablaremos después —Edelweiss le dice con cierto nerviosismo en su voz.
Empieza a caminar sin esperar a que Manrique diga algo.
Mi corazón late más rápido y me cuesta respirar, aunque ya no me lleva aprisionada a su cuerpo me ha cubierto con algo, volviéndose sofocante, es un peso que debo cargar con cada lucha por respirar. Me sorprende detectar el olor a madera quemada junto con otros aromas a comida que en estos momentos no me abren el apetito, pero me avisan que debe haber gente cerca.
Edelweiss me baja sobre algo blando. No escucho otras voces más que a él rompiendo la ropa de la zona afectada. Creí que me llevaría con alguien experto, pero es solo él. Yo solo sigo respirando con dificultad y me aferro a mantener los ojos cerrados mientras siento como limpia mi herida con un poco de agua caliente.
El olor a uvas fermentadas me hace estornudar, huele a vino y luego comprendo la razón: lo vertió en mi herida. Grito por el dolor y sin poder evitarlo me retuerzo, por lo que con una mano me obliga a mantenerme quieta.
—Voy a suturar —dice serio tras soltarme.
De inmediato siento como la gruesa aguja empieza a traspasar mi piel y junto con ella se desliza la fibra para unir la parte expuesta de mi abdomen. Sigo quejándome por el dolor, las lágrimas no paran y siento que se vuelve eterno este tormento.
—Terminé —dice tras limpiar mi rostro con un trapo húmedo que deja en mi mano.
Trato de tranquilizarme, el dolor sigue ahí, pero por lo menos ya no siento como la sangre abandona mi cuerpo, solo me siento mojada por el sudor y bastante agotada.
Mi cuerpo se tensa al sentir las yemas de sus dedos untar algo frío en la zona. Es un olor dulce, algo relajante, a decir verdad.
—Gracias —digo con la garganta seca —, por no dejarme morir.
No dice nada y yo decido dejar de hablar, lo que menos necesito es ponerlo de malas o que se arrepienta por estar atendiendo mi herida.
Se escucha que a mi alrededor el día apenas comienza, las aves son las más activas, me gustaría poder verlas y no estar aquí, con el corazón asustado y pocas energías para seguir despierta. Me siento aliviada y a la vez en deuda. Edelweiss es un hombre sanguinario y cruel... me sorprende que me ayudara cuando pudo dejarme morir. Sabe quién es mi abuelo, entendería si me abandonara, pero no lo hizo.
---
Despierto con la vista algo borrosa y al mover mi mano noto que no está libre, me sujeta algo cálido. Con dificultad muevo mi cabeza para mirar a mi costado, un pequeño dolor recorre desde mi columna por lo que evito moverme más y tratar de enfocar lo mejor que puedo. Veo a Edelweiss acostado a mi lado: su respirar es relajado, tiene la máscara puesta, pero puedo ver su ojo cerrado decorado por unas abundantes pestañas plateadas. Su párpado no parece ser de un hombre mayor como aparenta con su voz, estoy segura de que es joven.
Aparto la vista, con cuidado deslizo mi mano sin despertarlo, luego trato de apoyarme para sentarme. Tal vez pueda alejarme sin tener que hablar con él, no quiero verlo molesto por tener que cargar conmigo.
—¡Agh! —grito por sentir como que la herida se abre.
Me tapo la boca para contener los sollozos. Me quedo quieta mentalizando que, si por solo moverme sentí horrible, entonces levantarme y caminar será un gran tormento.
—¿Qué haces? —la voz ronca de Edelweiss me hace estremecer—. No hagas movimientos bruscos.
Edelweiss se sienta y fija su mirada en mi vendaje. Luego con cuidado pone algunas prendas detrás de mi espalda para ayudarme a sentarme un poco, el aroma es un poco fuerte, huele a sudor combinado con tierra y hojas secas.
Tras revisar que todo está bien se levanta y se aleja. Ahora que estoy sentada puedo ver en donde estoy: una tienda sencilla de madera, cubierta por pieles.
Edelweiss regresa, sostiene un plato de barro. Se sienta a mi lado y me acerca una cuchara de madera con caldo de pollo, luego me la acerca a la boca. Yo me quedo helada, ¿es el mismo sujeto que se divierte al torturar?, tal vez ...
—No tiene veneno —dice con un tono de diversión en su voz.
Mis ojos se abren por la sorpresa de escucharlo decir lo que estaba pensando. Miro la cuchara, se ve como el vapor va escapando y el olor a pollo fresco es apetitoso, sin embargo, no me siento segura y no abro la boca.
—Vamos, sería una pérdida de tiempo haberte mantenido viva para acabar contigo de esa forma —empieza a reírse, pero al verme seria se detiene.
Edelweiss chasquea la lengua y se aparta la máscara de forma que la cuchara llega a su boca sin que su rostro se vea, se escucha como traga. Luego vuelve a meter la cuchara y me la acerca a la boca. Me mira fijamente con su ojo azul, noto que empieza a entrecerrarlo con un poco de molestia. Así que abro la boca y recibo la comida. Trago despacio, siento que mi garganta empieza a relajarse y cierro los ojos para saborear. Parece que tiene algunas otras verduras finamente picadas.
—Puedo hacerlo yo misma —digo al verlo concentrado en mí, haciendo que me sienta incómoda.
Estiro mi mano para tomar la cuchara y al sostenerla empiezo a temblar, provocando que el líquido caiga con cada zangoloteo. Me molesta estar tan débil que ni un objeto puedo mantener firme, nunca había sufrido de una herida así de seria. Además, necesitar de alguien me fastidia, siempre he logrado mantenerme bien mientras mi padre y hermano no están. Cuando me enfermaba iba yo sola a buscar plantas medicinales o a consultar con alguien sin que mi abuelo se enterara, no me gustaba que me cuidara mi tía y después me reprochara su tiempo perdido.
—Lo sé —Edelweiss apoya mi mano sin presionarla para que no derrame más la comida de la cuchara hasta mi boca—. Pero por ahora no, sólo no te sobre esfuerces y yo me encargo de tu recuperación —me habla con ternura, lo cual me sorprende. Le dejo la cuchara y lo miro con sospecha—. No me mires así —dice algo incómodo y se concentra en mover la sopa para enfriarla—. Te dejaré ir cuando estés bien —vuelve a darme de comer—. Sólo que estaré más al pendiente de ti.
—No es necesario —le digo tras un escalofrío que me recorre al pensar que esté bajo su vigilancia.
—Lo es —su mirada fija y profunda me congela—. Desde que decidiste andar por el bosque por tu cuenta siempre te habías mantenido lejos de los problemas, pero últimamente te pones en peligro al tratar de hacer mi trabajo.
¿De qué habla?, en todos estos años nunca lo vi por los caminos en los que andaba, pero parece que él era consciente de quien era y por donde estaba.
—No estoy de acuerdo con tu forma de impartir justicia —le digo con firmeza.
—No te enojes —acaricia mi mejilla con cariño haciendo que me paralice—. Déjame a mí encargarme de eso y apártate de mi camino en un futuro —deja mi mejilla y acomoda un mechón de cabello tras mi oreja.
—¿Y si no lo hago?
—No pongas a prueba mi paciencia —dice algo molesto—. No te conviene tenerme como enemigo —me dice en tono amenazante y por su mirada noto que habla en serio.
—Lo sé.
Dejo mi orgullo a un lado, necesito de su ayuda y aunque me cueste aceptarlo ... es el único que tengo a mi lado, pues mi padre y mi hermano siguen lejos de aquí. Aunque no sé cómo le pagaré por las atenciones que me está brindando.
-----------------------------
A Martha no le quedó de otra que aceptar la ayuda de Edelweiss, ¿qué tal su interacción?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro