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Agradecida

—¿De verdad?, ¿está aquí? —le pregunto entusiasmada y el hombre me mira como si estuviera loca.

Entonces el hombre con el que hablé es ese vengador. Me llama la atención su historia, quisiera saber que lo motivó a proteger a las pieles blancas cuando nadie lo había hecho antes, aunque sus métodos me dan escalofríos.

—No, ya se fue —me responde a la vez que abre la puerta.

—¿Cómo estaba vestido? — lo interrogo emocionada.

—De negro, se cubría con una capa con gorro y una mascará. Si fuera tú no lo molestaría, se escuchaba molesto.

—Gracias —salgo corriendo de la celda.

Fuera del edificio busco con la mirada y me dirijo al camino junto al bosque. Logro ver a una persona vestida de negro alejarse entre los árboles. No lo dudo y corro.

Casi toco su hombro cuando saca la espada y en modo defensa.

—Disculpa —apenas puedo hablar, el aire me falta de tanto correr —. Gracias, por decirles que no fui yo.

No hay ni una sola parte de su piel a la vista, tiene una playera que le cubre por completo el cuello, una máscara que oculta su rostro y usa guantes negros.

No dice nada, solo guarda la espada y se gira para ignorarme, empieza a caminar.

No sé, pero, aunque la atmósfera a su alrededor es algo aterradora no me siento con miedo y empiezo a seguirlo.

—Admiro lo que haces, desde que andas por estos lugares las noches ya no están tan plagadas con gritos como cuando era pequeña.

—Deja de seguirme —me dice tratando de dar miedo.

Empiezo a reírme, de todas las voces que he escuchado hasta ahora de él esta si es muy fingida.

—Disculpe —intento imitar su voz, pero no me sale.

—¿Te burlas de mí? —suena molesto y sigue caminando rápido.

—Es que su voz se escuchó muy forzada, se nota un poco de nervio y eso no hace que sea terrorífica —empiezo a trotar—. Digo, ayer su voz se escuchó diferente y aunque no soy sensible como los Violetas puedo detectar una que otra cosa por el sonido de la voz.

—Déjame en paz —sigue fingiendo.

—¿Por qué? —logro alcanzarlo.

—Deberías tener miedo de mí, acabo con los cazadores y otros traidores —me mira, sólo un ojo en la máscara es visible, es azul claro—. ¿Acaso no has escuchado todas las historias sobre mí?

—Eso lo haces con quien se lo mereces.

Se detiene bajo la sombra de un gran árbol y aprovecho para recobrar el aire.

—Dicen que desaparezco chicas jóvenes y las descuartizo —dice con seriedad.

—No eres tú —le digo con firmeza—, el que hacía eso fue capturado hace años. Si ese cuento lo relacionan contigo es porque actualmente muchas chicas se escapan con sus novios a otros pueblos y para no decirlo los familiares de ellas le echan la culpa a usted. Sé que el verdadero Mutilador no está libre.

—Eso lo dijeron para que los familiares de cazadores de pieles blancas no teman por su seguridad, pero el Mutilador sigue libre —ahora parece que es en serio. 

Parece no mentir, lo que hace que me dé un poco de miedo, ese sujeto de verdad era sangriento.

—El punto es que tú no eres el Mutilador —le reafirmo centrándome en él.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —saca un puñal y empieza a jugar con él—. Tal vez has caído en mi trampa y estás en mis manos.

—Tu voz suena a que eres joven, solo la estás fingiendo para parecer mayor —trato de razonar con él.

Vuelve a quedarse callado, guarda su puñal.

—¡Qué tierno!, una chica sigue a mi frío y solitario amigo —se escucha una voz joven, algo burlesca—. ¡Cuidado chica!, él puede acabar con tu familia si haces algo que lo ofenda —continua con un tono de resentimiento.

El hombre golpea el tronco del árbol y se acerca a mí.

—¡Dije que te vayas! —ahora no finge, su voz es clara, está enojado.

—Solo quería agradecerle por su ayuda —doy unos pasos atrás—. Ya no te molestaré.

Me caigo al tropezar con una piedra por no ver dónde piso. Y Edelweiss da un paso hacia mí, se queda mirándome y duda en ofrecer su mano para ayudarme a levantar, pero al final la extiende. Acepto su ayuda, no sé qué puede hacer si lo rechazo.

—¿Tú ayudando a una traidora ojos violetas? — dice con ironía el hombre que no veo.

La historia de mi pueblo y la piel blanca no es nada linda. En tiempos de mi abuelo eran aliados, a ambos nos cazaban por las tontas historias, sin embargo, mi gente hizo un acuerdo con los cazadores de niebla y los traicionaron. Dicen que mi abuelo entregó a muchos a cambio de que no dañaran a mi tío y mi padre, pues mi abuela ya había sido asesinada.

—Te daré un motivo para irte corriendo —dice Edelweiss.

Se quita un guante y veo que su piel de verdad es muy clara, blanca, creí que la tendría con muchas cicatrices, pero no, solo lo común de un hombre que sabe tomar la espada.

Por lo general las personas se asustan al ver un piel blanca, aunque las historias sobre ellos ya fueron descartadas por la realeza, algunos no lo creen. También piensan que al encontrarse con uno los problemas futuros serán mortales por lo que se deben matar para que la mala suerte no te persiga.

—Es hermosa tu piel —lo digo sin pensar y la tomo entre mis manos—. Es cálida —la giro—, algo reseca —tiene la piel un poco partida—, deberías tomar más agua o usar alguna crema.

Siempre pensé que los piel blanca tenían temperatura baja, pero no. Lo de la piel partida supongo que es por no cuidarse, pero lo entiendo, seguro ese es el menor de sus problemas.

—¡Wow! —esa otra voz—. ¿Lo quieres para hacer sopa o para una pócima de amor?

Edelweiss aparta su mano y da un paso atrás, se pone el guante.

—Lo siento, no debí seguirte ni propasarme con tu mano, solo quería agradecer. Entiendo que por ser parte de los ojos violeta no te agrade mi presencia, ha de remover cosas de tu pasado —bajo el rostro y me concentro en el suelo.

—Bien, siempre tenlo presente —me da la espalda—, nieta de Alonso —se adentra entre los árboles y dejo de distinguirlo.

No me sorprende que sepa quién soy, debe estar alerta por estar tan cerca y más si cuida a los niños que rescata. Me siento más agradecida de que no quisiera aprovechar este momento para dañarme por ser nieta de Alonso Kalmia.

—Eres valiente para hablarle de esa forma —ese otro joven, no lo distingo, aunque parece estar cerca—. Aunque no parezca le alegraste el día —dice divertido—. Adiós.

Unas ramas pequeñas caen y veo a un sujeto brincando entre las copas de los árboles, parece que va siguiendo a Edelweiss.

Miro el alrededor, las gotas restantes de la lluvia caen de las hojas de los árboles, todo se ve verde y lleno de vida.

Guardó la imagen del bosque en mi corazón, seguro que no podré salir por un tiempo después de hoy. Debo presentarme ante mi abuelo, seguro ya se enteró de la acusación, si desaparezco la gente pensará que sí estuve involucrada y si regreso me condeno a estar encerrada hasta que regrese mi padre y hermano.

Salgo de la vegetación y regreso al camino de tierra principal. Empiezo a jugar a patear piedras para disminuir mi temor, no quiero poner más de malas a mi abuelo de lo que seguro ya está.

Mi prima ha de estar feliz con esto, así verá como el abuelo me regaña por algo que no hice.

—Martha —Virilio me sorprende saliendo de detrás de un árbol.

—Hola —aparto la vista y sigo caminando.

—Supe que te acusaron de formar parte de un grupo de cazadores de niebla pero que un hombre vino y te dejaron salir —me dice caminando a mi lado.

—Encontré una casa donde tenían a varios niños de piel blanca y me enfrenté a los cazadores, después llegó Edelweiss.

—Ja —dice con burla.

—Parece que no me crees —me detengo y lo miro a los ojos.

—Tus emociones son algo contrarias a lo que dices —me mira fijamente—. No tienes rastros profundos de miedo, más bien de alegría y asombro.

—Claro, conocí a Edelweiss y siento admiración por él.

—¿No será que te encontraste con un hombre casado y te descubrieron? —empieza a masajear su ceja—, déjame terminar —me sonríe de forma dolorosa—. Seguro eso de los cazadores solo fueron para encubrir la verdad —se sostiene la cabeza con ambas manos.

—¡Martha ¡—Lavinia me empuja para apartarme de su chico.

A veces es gratificante ver cómo los puedo dañar sin mover un solo dedo, volviéndose su sensibilidad una buena debilidad que explotar.

—Estoy bien —la abraza—, sólo estábamos hablando y le molestó algo.

—¿Qué pasa Martha? —se aparta de él y se acerca a mí—. Deberías aceptar lo que eres y buscar tu felicidad en otro lugar —empieza a mover la cabeza de un lado a otro—. Esa sonrisa no estará en tu rostro por mucho —me dice con dificultad—. No te saldrás con la tuya, el abuelo quiere saber cómo conociste al hombre que vino a dar la cara por ti —se desploma, pero Virilio la atrapa a tiempo.

Sigo caminando y los dejo atrás. Trato de que las lágrimas no delaten el dolor que me causa verlos tan enamorados, no sé cómo no me di cuenta antes... Los ojos brillantes de Virilio nunca fueron por mí, siempre fue ella la razón de su hermosa sonrisa y visitas constantes. Seguro nunca sintió nada por mí, ni lástima, sólo me vio como la excusa perfecta para acercarse a mi prima.

Me seco las lágrimas, aunque no tiene mucho sentido, aquí cualquiera puede saber que me siento destrozada sin necesidad de que vean mi rostro.

Creo que lo mejor será tomar algunas de mis cosas y escapar de este pueblo. Tal vez Lavinia tiene razón, debo ir a buscar otro lugar donde pueda ser feliz, uno dónde mi abuelo no sea el líder del pueblo, dónde no moleste a nadie por tener emociones negativas y pueda pasar desapercibida.

Llegar con mi padre y mi hermano será difícil, pero no imposible. Trataré de ir de a poco, tomaré el dinero de emergencia que me dejaron para poder dormir en un cuarto en las noches más complicadas.

Mi ausencia no será sorpresa de nadie, seguro estarán contentos y tranquilos sin que los moleste... tal vez en realidad nadie lo noté, de por sí no tengo comunicación con las personas de este pueblo, pues me evitaban por los rumores de no ser una violeta pura.

—¡Martha! —la voz enojada de mi abuelo me hace volver a mi realidad—. Entra rápido.

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¿Qué tal la interacción entre Martha y Edelweiss?

¿Martha estará mejor lejos de su pueblo?

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