Ojos perversos
Un poco de Misterio
Aún me niego a creer que todo lo que pasó fue real. Me pellizco una y otra vez tratando de despertar de esta horrible pesadilla, pero a pesar de que cierro los ojos con fuerza y los vuelvo a abrir, todo sigue ahí. Veo imágenes en cámara lenta, repitiéndose una y otra vez en mi mente como una perversa película rotativa. Y siento la necesidad de escribirte, de comunicarme contigo para que decirte cómo me siento.
Iba a ser un día espectacular de diversión, amigos y juerga: el panorama ideal de una adolescente. Lo pasaría de maravilla y seguro encontraría un chico guapo con el cual bailaría toda la noche. Esperaba poder olvidar un poco mis penas, dejar atrás lo nuestro y seguir adelante.
Cuando llegamos con las chicas todo se veía genial. La música invitaba a moverse y su volumen era extremadamente elevado. Costaba conversar o expresarse con palabras, así que no quedaba más opción que utilizar gestos, con los cuales todos comenzamos a entendernos. Así me presentaron a Mike y pronto empezamos a bailar. Él lo hacía de maravilla y me invitaba a dejarme llevar también por el ritmo, mientras lo observaba cuidadosamente. Era guapo y simpático, y yo me preguntaba si aquel momento podría ser el comienzo de algo importante.
Estaba en eso cuando sentí un escalofrío. Entonces me di vuelta y vi que habías llegado. Tu mirada era sombría y tus ojos estaban negros, pero no era solo el iris, sino que todo el ojo tenía una oscuridad espeluznante. Me sentí aterrorizada pero solo duró un momento, porque parpadeé y todo volvió a la normalidad. Aún así quedé nerviosa, y definitivamente no era la emoción que esperaba sentir al volver a verte, pero traté de disimular.
Quise poner toda mi atención en Mike, lo cual logré por algunos segundos. Pero percibí que te estabas desplazando hacia una mesa y no pude dejar de seguirte con la mirada. A cada rato me volvían a fallar las fuerzas y me volteaba a verte, hasta que de nuevo vi tus ojos negros y me paralicé. Fue como si todo alrededor se detuviera y de pronto estabas frente a mí. Te miré con desesperación, buscándote, tratando de encontrarte ahí adentro, pero nada, solo había un abismo al cual no quería entrar. Y de pronto lo entendí con pavor: ¡no eras tú! Era algo con tu cuerpo, con tu forma, pero no tenía idea de quién era el ser que estaba frente mío. Comencé a sentir una opresión horrible en el pecho, que no me dejaba respirar. Quería gritar pero ninguna parte de mi cuerpo respondía, solo sentía mi corazón latir peligrosamente rápido y fuerte, lo cual me hizo pensar que incluso podía estallar.
No sé cómo después estábamos bailando y tus ojos nuevamente eran normales, pero no tu mirada. Y comenzaste a reír, con una risa estruendosa a la que pronto se unieron todos. Eran miles de carcajadas las que sonaban en mi cabeza, y muchos ojos los que me observaban divertidos, haciéndome sentir ridícula e insignificante. Y detrás tuyo apareció ella: una mujer vestida de rojo, extremadamente atractiva y a la cual nunca había visto. Ella también tenía los ojos negros, y te llamó "mi amor" antes de besarte intensamente, mientras yo seguía parada ahí como una estúpida.
Entonces te empezaste a mover de forma extraña. Te volviste hacia mí y tu cara cambió de color, mientras te agarrabas el cuello y pedías auxilio, porque no podías respirar. Y yo seguía inmóvil, en shock, sin saber qué hacer. Caíste al suelo y pararon la música, porque tenías convulsiones y todos gritaban, formándose un gran caos. En algún momento me agaché y acerqué mi cara a la tuya, y vi que tus ojos de nuevo te pertenecían. Me mirabas desesperado, mientras sufrías una muerte lenta y dolorosa. Nadie supo qué hacer, y solo atinaron a llamar a un médico apresuradamente. Mientras tanto todos te miraban sin comprender lo que te sucedía, con los corazones apretados al no poder ayudarte.
Y ahora quisiera poder conversar contigo, decirte cuánto siento todo lo que pasó. Pero tengo miedo, y no puedo hablar de esto con nadie. Perdóname por ser tan cobarde, pero no quiero morir pronto, aunque mi vida nunca vuelva a ser la misma. Porque el día de tu funeral ella estaba allí, con su vestido rojo. Y cuándo pregunté quién era pensaron que estaba loca o bromeando, porque decían que no había nadie allí. Pero yo la vi claramente, ¡y sus ojos negros me ordenaron callar!
Dentro de mi corazón supe que su mandato me decía que debía olvidarte, y dejar de pensar en ti, para que ella nunca vuelva a aparecer. Por eso escribo esta carta de despedida, que es solo para ti y para que la recibas en el más allá. Porque quiero que sepas que te quise, que lo siento, pero ahora debo continuar con mi vida. Ojalá no hubieses tenido que morir, pero me engañaste y lo tenías que pagar. Cuando me mentiste dejaste de ser tú, me rompiste el corazón y la hiciste aparecer. Y tenías que pagar las consecuencias.
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