Microclima
Era el inicio de una nueva jornada, al emerger del metro y encontrarse con la ciudad. El invierno de días pasados se había ido, y una clara luz iluminaba todo. E inmediatamente noté el cambio en las personas, todos parecían contentos y caminaban entusiastas, generándose un bullicio general, especialmente entre transeúntes y vendedores callejeros, que ofrecían una gran gama de productos. Todo era movimiento, vida, alegría. Me uní al ambiente reinante, y me sentí bien, mirando los edificios que nos rodeaban, vidriados y hermosos, dignos de una ciudad moderna, en la cual a todos nos va bien. Como muchos a esa hora, pensé que sería buena idea comprar algo para comer después en la oficina. Dirigí mis pasos al negocio donde sabía que vendían un pan crujiente, y en el que además podría conseguir un delicioso café. Estaba en ese sueño maravilloso, hasta que llegué a la puerta de aquel lugar, porque allí el clima era frío y sombrío. Un indigente le hablaba a todos los que entraban, y pedía si le podían comprar algo para comer. Sus miradas de respuesta hacían caer rayos y truenos sobre el hombre, y la lluvia en sus corazones, no dejaba de caer.
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