
My Hero Academia| In the midst of the storm (Hawks y Tomie)
Sinopsis. Ella era débil y lamentable. Y su esposo estaba loco y ausente. ¿Qué podía esperarse de tales padres? Era claro que no iba a surgir nada bueno.
Personajes. Takami Keigo | Hawks y Takami Tomie.
Clasificación. Audiencias adolescentes y mayores.
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La tormenta afuera amenazaba con lanzar por los aires el débil techo de lámina que apenas le resguardaba de la lluvia.
Sus brazos habían perdido vigor, incapaces de darle calor por más que se envolviera con ellos, enredándose en sábanas sucias y almohadas viejas con un pestilente olor que venía de los agujeros por donde se le salía el algodón deshecho.
Y aún así, no era suficiente, nunca fue suficiente. Afuera y dentro de su desbaratado hogar, el frío siempre había sido una amenaza.
Tomie suspiró, entre cansada e indiferente con el estado caótico de la casa y el exterior, casi riendo con sarcasmo, si eso fuera a matarla, ya habría expirado desde hace mucho tiempo, pero ella ya no sonreía y eso no la iba a matar; incluso cuando afuera estaba siendo acechada por temperaturas cada vez más bajas, el frío que no dejaba de irritarla venía de otro lado, algo que incluso atravesada su nido de almohadas maltrechas y sábanas rotas. Algo que no tenía nada que ver con la tormenta agresiva que hacía temblar sus ventanas.
No, su cuerpo podría estar congelándose en este momento, pero su corazón era él que estaba congelado, ya había pérdido la batalla con algo más poderoso que el clima.
Solamente el calor de otra persona podría derretir ese frío que acechaba su alma. Distraídamente, contempló la puerta de su desdichada casa, esperando, con un enfermizo anhelo, que se abriera de par en par.
No importaba si era un grito o una maldición, incluso un gesto grosero... pero quería que su cónyuge entrará. Y quizás, al verla en tan deplorable estado, le tendría compasión, y le pasaría un brazo por el cuello, dándole solo un poco de su calor, sus plumas oscuras haciendo cosquillas en su mejilla áspera por la falta de lágrimas.
Lanzó un tembloroso suspiro de satisfacción, imaginando lo bien que cabía el brazo fornido de esposo en su delgado y seco cuello como una rama de árbol, y como su corazón se acelera con el mínimo gesto de suavidad.
Sabía que no era amor. Esto que mantenían, esto que había aquí. Lo que había entre ellos.
Nunca había conocido el verdadero amor. Su familia biológica. Luego, su familia adoptiva. Todos la habían usado y desechado de igual manera. Solamente beneficiándose de que podía trabajar y dar algo de dinero al hogar, pero olvidándola en un rincón como una muñeca desechable.
La única persona que había elogiado sus habilidades de una manera que calentó su muerto corazón, había sido ese hombre. Ese hombre que detestaba, pero que no podía vivir sin él. Porque no había nadie más en este mundo que la necesitaba.
Incluso si no era amor, no le importaba. No iba a permitir que le siguieran diciendo que es lo que debía hacer. Ella había tomado esta decisión, había firmado ese contrato de matrimonio, para estar aquí, miserable y sola para siempre.
El relámpago cayó demasiado cerca de su hogar, lo que la hizo gritar, gateando hasta el centro de la casa, susurrando con pavor el nombre de su esposo, como si milagrosamente fuera a entrar en casa.
¿Y si no volvía?
A veces, a Tomie le asaltaba una pregunta en la cual su corazón y mente se disputaban por la respuesta más sincera.
A veces, seriamente, deseaba que nunca volviera, que se ahogara en su propia saliva, que desapareciera de la faz de la tierra y solamente quede su fantasma vagando por el mundo. Solo. Triste. Miserable. Tal como era su vida en este momento. Que algún espectro del inframundo lo torturara en el más allá y le hiciera sentir el mínimo indicio de dolor que él había provocado en su vida.
Y al mismo tiempo, el pulso se le disparaba, le costaba respirar, y veía todo borroso. Porque si ese hombre desapareciera, ella no sabría qué hacer. No tendría rumbo el cual tomar u hogar al cual volver. No había una cálida madre esperando su regreso o un par de hermanos a los cuales molestar y apoyarse, no había un padre que se burlara de su decisión torpe, pero que al haberlo abandonado le abriera la puerta y le diera palmadas en la espalda, mientras ocultaba su orgullo y alivio por ver que su hija regresó a sus sentidos.
No había nada más además de esto que tenía. Así que no sabía qué hacer si lo perdía. No podía perder lo que siempre había estado buscando, un pequeño rincón suyo, incluso si estaba vacío, roto y desamparado. Gran parte de su corazón estaba igual, pero había un increíble equilibrio entre el infortunio y la resignación que cabía perfectamente en su ser.
Gimió, el dolor en su cabeza se disparó, sus huesos rugieron por el esfuerzo y su piel se erizó ante el frío. Sin embargo, el dolor más notable fue el de su vientre palpitante. La parte baja de su cuerpo se quejó y mandó corrientes eléctricas al resto de su sistema. Esta vez, gruño con fastidio incluso si todavía gemía del dolor.
Miró su vientre abultado, lo suficientemente hinchado como para romper su columna en dos, y eso que todavía le faltaba crecer. El pequeño parásito por el cual no tenía energías más allá de poder gatear para resguardarse del frío.
Este mocoso que había sellado su destino y al mismo tiempo, había alejado a la única persona que había visto algo bueno en ella.
De no ser por este parásito, todavía seguirían asaltando buses, robando autos junto a su novio, cuidándole la espalda con su muy ingenioso y bellísimo Quirk, en palabras de su pareja. Asegurándose que todo salía de la mejor manera y disfrutando de su compañía mientras él se reía y burlaba de la gente crédula que había sido afectada.
Nunca se puso a pensar en las víctimas, no tenía suficiente corazón para concebir compasión por alguien más, además de la preocupación por su novio. Pero en cuanto estuvo embarazada fue una especie de amarre sobrenatural.
Su novio se convirtió en su esposo y ella terminó aislada en esta casa olvidada por el mundo.
Y todavía creía ingenuamente que cuando esto terminara, volverían a ser ellos dos. Disfrutando de su nuevo título como esposa. Pero nada había mantenido cerca a su esposo, con la situación, se mantenía aún más alejado.
—Es tu culpa —escupió con veneno mientras tomaba groseramente una lata de cerveza—. Si no estuvieras aquí, yo...
No valía la pena pensar, había intentado deshacerse del parásito varias veces con la esperanza de retroceder y volver a ser útil para su pareja. La primera vez aguantando hambre. La segunda vez apretando su vientre con un cinturón. La tercera vez bebiendo vinagre y otros brebajes desagradables y baratos que vendían en la farmacia. Sin embargo, la más reciente y menos intencional de todas, la había hecho desistir.
Un carro la había golpeado mientras traía los pocos alimentos que se podían costear ahora que la habían despedido de su empleo por maternidad. El golpe la había dejado en el hospital con un incómodo dolor de huesos y una venda en la cabeza.
"Pero el bebé está bien" había dicho el médico con una media sonrisa, esperando darle consuelo al presionar su mano contra su hombro con un tacto tranquilizador, y Tomie no pudo evitar sisear de frustración mientras le apartaba bruscamente la mano.
—Así que quieres vivir, ¿no es así? Que pena, este mundo no es justo. No deberías venir.
Cuando estaba sola, Tomie hablaba en voz alta con su vientre, sabía que nunca le respondería, lógicamente, pero era más divertido que con el espejo.
—Te aferras a mí como un parásito —gruñó llegando finalmente al centro de la sala, la zona más segura de la casa y donde anteriormente había hecho un pequeño nido con almohadas—, yo también quiero vivir ¿sabes? Pero tú lo haces más difícil. Sería mejor que desaparecías.
Con apenas fuerza en su cuerpo y la tormenta cada vez más estruendosa, la pálida mujer dejó caer su cuerpo como una muñeca de trapo viejo, aferrándose al calor de las almohadas como si dependiera su vida.
Su último pensamiento fue que quizás mañana, su bebé entraría en razón y simplemente iba a desaparecer de su cuerpo. Si era así, entonces podría ir a cualquier lugar, tenía el presentimiento que si se quedaba con el bebé, tanto su esposo como ella iban a permanecer juntos.
La idea, en antaño, hubiera sido tentadora y hasta de cierta manera, le habría dado consuelo, no existía para sus padres, no tenía refugio al cual ir, los únicos brazos que habían sido extendidos hacia ella y le habían dicho palabras mínimas de afecto, habían sido las de ese hombre. El mismo hombre que ahora la atormentaba al cerrar los ojos y le dejaba morado los brazos.
—Quizás, las cosas hubieran funcionado si no te hubiera tenido —aunque su tono era de reproche, se perdía entre el sueño y su cabeza sumergida en una almohada.
Sin quererlo realmente, frotaba su vientre abultado y lo acariciaba dando vueltas con un fantasma de afecto que ni ella misma conocía.
Antes de quedar embarazada, su esposo y ella corrían y huían de arriba abajo haciendo lo que quisieran. Su inútil y espeluznante Quirk visual fue exactamente lo que su esposo había necesitado en su vida. Aquello de alguna manera la llenó de algo hirviente en su pecho.
Era enfermizo y en lugar de darle calor, ardía en su pecho con cierto dolor. Pero habiendo recibido frialdad toda su vida, el cambio resultó vivificante, casi como si le devolviera la vida.
Su pareja le tomaba de la mano, alababa su habilidad y tomaba su cuerpo y alma tanto como quisiera, y parecía feliz. Y ella no podía estar más contenta de brindárselo en bandeja de plata.
Pero en cuanto su vientre empezó a abultarse y perdió su trabajo, y capacidad de concentrarse en su Quirk debido a su embarazo, la mirada amistosa de su esposo cambió.
Había una oscuridad que le sacaba el aliento, la arrastró a una oscura casa y la encerró ahí. Ellos nunca habían tenido un hogar, así que por un momento pensó que podrían ser una familia.
Su familia estaba quebrada y en consecuencia, ella defectuosa, pero si la persona que había visto algo de brillo en ella le pedía formar una, con mucho gusto buscaría la forma de sacarla a flote.
Entonces, él le dio la espalda. Empezó a gritarle, las deudas, la policía, la sangre, los golpes... todo empezó a acumularse en aquellas cuatro paredes débiles. Y ella solo tenía un bulto creciendo dentro de sí como un tumor, así que habiéndose aburrido su auto desprecio, empezó a despotricar contra el bebé que aún no nacía.
Y que seguramente no lo haría. Ella era débil y lamentable. Y su esposo estaba loco y ausente. ¿Qué podía esperarse de tales padres? Era claro que no iba a surgir nada bueno.
...
Sorprendentemente. El niño seguía vivo.
Su parto fue doloroso y lleno de dificultades. Se desmayó al menos tres veces y maldijo con toda su hábil arsenal de insultos a los doctores y al niño. Y después de 4 horas y una insufrible cesárea. El débil llanto de su bebé llenó las paredes.
Se lo llevaron lejos. Y Tomie pensó que era el momento perfecto para huir. En el hospital cuidarían de él y a lo mejor encontraría una mejor familia, cualquier cosa era mejor que ella siendo una madre.
Sin embargo, el dolor y el cansancio eran peor de lo que había creído. Apenas dio un movimiento y terminó perdiendo el conocimiento.
Su pulso se detuvo de golpe y la voz de una lejana enfermera indicó que debían tratarla de inmediato.
Al despertar, el parásito estaba en sus brazos, alimentándose de ella. Y ella misma estaba sentada en la parte de atrás de un coche que nunca había visto en su vida.
—Estas cosas deberían estar bien —Alguien desde el piloto le tiró una mochila que apenas pudo atrapar en el aire para evitar que la golpeara. Le tomó un par de segundos enfocarse para darse cuenta que era su esposo y por la manera que sudaba parecía haberse robado más cosas que el auto—. Mas te vale mantener al mocoso en silencio hasta que lleguemos a casa.
Tomie nunca había tenido una casa y siempre había visto con envidia la bonita casa de sus compañeras de clase, se miraban tan seguras y cálidas, y ellas tan poco la valoraban, desagradecidas totales. De cualquier manera, la viciosa imagen que llenaba su cabeza al recordar aquellos días de secundaria no podían vincularse con la casa en la que vivía.
Fácilmente, podría volverse un basurero. Pero era el único lugar que tenía.
Como percibiendo su disgusto, el niño empezó a fruncir la cara y se puso de rojo de golpe. Tomie podría no saber ni una pizca de cómo cuidar a un bebé recién nacido que parecía más pequeño de lo normal, pero tuvo la impresión eso no se veía como algo bueno.
Sus pechos eran pequeños, debido a su falta de nutrición no había desarrollado la leche suficiente para alimentar a su recién nacido, así que rebuscó algún suplemento en la mochila para evitar el llanto, tratando de acunarlo lo mejor que podía.
No podía darse cuenta que su hijo era bastante adorable y calmado para no llorar en lo que pensaba cómo tranquilizarlo.
—¿Cómo se llamará?
Después de un rato de observar el cielo nublado tras la ventana y escuchar las noticias por la radio, la casi inaudible voz de Tomie se levantó mientras acunaba a su hijo de izquierda a derecha, el biberón haciendo maravillas para mantenerlo en silencio.
—¿Hmmm? Me da igual. Que sea un nombre común y no resalte mucho, no quiero que llame la atención.
—El nombre es importante.
—Como si me importara.
—¿No le pondrás ninguno? ¿No hay alguno que te guste? ¿Algo que te haga sentir como si fuera tu hijo también?
—¡No sé, mujer! ¡Trato de escuchar las noticias! ¡Ponle uno tú si tanto te importa!
El tono de voz finalmente hizo llorar al niño a lo que Takami rompió en maldiciones entre dientes.
La joven madre no tenía ni la menor idea de cómo calmar a un bebé recién nacido, y sin importar cuanto le ofrecía la fórmula en el biberón, el pequeño bastardo le daba manotazos con sus débiles manitas.
Se veía tan diminuto en sus brazos, tan rojo por el llanto que no derramaba y tan arrugado por el frío. Lo único que se le ocurrió fue envolverlo en mantas como si fuera una habichuela y se acostó junto a él, moviendo el asiento hacia atrás. El cansancio nuevamente estaba desplomando sus músculos así que se aferró al pequeño como una almohada y empezó a cabecear.
Sintió de pronto una oleada de calor que le hizo gemir y sentir náuseas, su cuerpo no recordaba nunca tener esa clase de calor sobre su piel y tuvo el impulso de vomitar. Cuando abrió los ojos en búsqueda de lo que lo provocó se dio cuenta que el bebé había dejado de sollozar y ahora se acomodaba en un hueco de su madre, dando una pequeña sonrisa, como si las mantas sucias que se encontraban en el suelo de un auto robado y su bata de hospital fuera un verdadero lujo.
La sonrisa del niño movió algo dentro de ella, algo que se arrastró por su garganta de manera repugnante y causaba mucho dolor. Era pastoso y abrasaba como ácido. No había nada dentro de ella para corresponder la calidez de ese niño.
—Ciertamente... no debiste nacer... no debí convertirme en tu madre.
Algo dentro de la triste mujer continuó agitándose hasta llegar a sus ojos y arder, un par de gruesas lágrimas quemaron sus mejillas y salpicaron al bebé. Hasta que solamente se escuchaba su débil sollozo y el clutch del carro; envolvió una vez más sus brazos en el bollo humano que tenía y vio los rasguños y hematomas que su esposo había dejado sobre ella.
Sus brazos delgados y pálidos que apenas podían mantener su propia salud ahora yacían alrededor de una criatura aún más frágil que ella, era obvio que no sobrevivirá por mucho tiempo, y ella no tenía fuerzas para protegerlo.
La imagen de volver un día a su casa desdichada y ya no escuchar la respiración de ese niño intensificó sus ganas de llorar, y pensó vagamente que no había derramado lágrimas así en mucho tiempo, casi hasta pensó que lo había olvidado cómo se sentía.
Se acurruco con el bebé dormido y aferrado a ella, y ella lo tomó como si de un salvavidas se tratara.
—Tu madre es débil y tonta...
Empezó a susurrar, el sustantivo de una persona capaz de quitarse el alimento de su boca para dárselo a sus crías sentía que no le quedaba para nada. Ella no era tan buena como una madre. Ella no tenía idea de cómo ser una buena madre. La suya la había golpeado y humillado toda su vida. Tomie había sido reducida a un simple e insípido trozo de carne con extrema dependencia emocional.
Poco dentro de ella quedaba de cordura, pero cuando escuchaba la estruendosa voz de su esposo y se imaginaba a este niño gritando de esa manera, tembló.
Quizás no podía cuidarlo de manera adecuada, pero al menos debía hacer algo bueno con él.
—Keigo... —El nombre casi surgió como un rayo de esperanza—. Conviértete en alguien respetuoso y que sea admirable. ¿Si? Y en cuanto puedas... vuela lejos de aquí. Y sé feliz, crece fuerte y valiente. No seas como nosotros... tus infelices padres.
Años después, cuando había olvidado que alguna vez había existido un hueco dentro de ella dispuesto para su hijo, fue demasiado tarde.
Nunca imaginó que la pequeña petición de una madre primeriza en medio del dolor y la soledad pudiera volverse tan literal.
Cuando literalmente, a su hijo le crecieron alas, dotadas de una libertad que Tomie envidiaba desde lo más profundo de su alma, y que se había encargado de mantener encerrada a petición de su esposo; y entonces, ese niño, esa única compañía que había tenido por años y que se había convencido que estaría con ella para siempre, pudriéndose a su lado, voló lejos de su alcance.
Tomie tuvo una mínima esperanza de que volvería por ella. Ese sentimiento había sido removido por años por su esposo, pero confiaba en que Keigo sería diferente a él, pero por supuesto, ella no valía la pena voltear a ver. Así que cuando Keigo pudo usar sus alas se olvidó que alguna vez había tenido una madre, una triste compañía en medio de las tormentas.
Y aunque aquello era algo que merecía, todavía hizo que los trozos rotos de su alma se fragmentasen aún más.
Había deseado que su hijo perdiera el brillo como ella, y se volviera tan triste y deprimido como ella. Aquello era terrible.
Si hacerse a un lado iba a permitir que su hijo brillará, entonces lo haría, al menos eso podía hacerlo. Todo el tiempo se había hecho a un lado, haciendo la vista gorda a su sufrimiento y ahora debía hacerlo por su felicidad.
Y lo hizo.
Como consecuencia, el mundo dejó de tener colores y dentro de ella, una tormenta con truenos y relámpagos se desató.
Ya no había lugar en la vida de su hijo donde su triste madre pudiera existir.
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Tenía este escrito desde hace dos años y me hacía mucha ilusión publicarlo, pero en ese momento empezaron a bombardearme eventos Huwumi en los que quería participar, entonces me dije "cuando termine esto, voy a publicarlo". Luego quería preparar este libro con más escritos y de la nada ya es 2024 ;-; (y todavía no termino esos pendientes :"v). Lleva un tiempo guardado aquí, así no recuerdo si le hice los cambios pertinentes, perdón cualquier desliz.
Siempre que pensaba en Tomie me daba mucho sentimiento, me mata como para este capítulo investigue tanto, y la verdad es que no lo metí todo, en su momento me hizo formar otra historia en base a esto ajaja. ¡Pero ahí va! 🌼
Todavía es Mayo así que aún está la temática de la madre incluso si ya se inclina más a la temática del padre (?).
¡Ten un bonito día! 💖
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