30
Farey
La noche oscura, sin una estrella, la luna oculta por las nubes haciendo una oscuridad completa y agobiante que solo podía hacer más tétrica y dramática la situación.
En la camioneta reinaba el silencio, solo se escuchaba a volumen bajo la radio, Mica iba con nosotras. Las cosas con Mason no estaban bien y le haría bien irse por un tiempo y aprovecho venirse a la antigua cabaña que habíamos vuelto a alquilar con ayuda de Pearce, ya que había pasado un año y el alquiler había dejado de estar a nuestro nombre.
No se oía absolutamente nada, pero cuando nos acercamos a la cabaña lo vi. Reconocería ese par de ojos azules en cualquier lado.
Y aunque estaba en movimiento lo sentí, entre los árboles en su forma humana lo vi. Madox estaba ahí a menos de cinco metros de distancia.
Pero solo fue por menos de un minuto, cuando quise volver a verlo ya no estaba y sabía que era lo conveniente.
Mi mirada se colocó en la pulsera en mi mano derecha, era simple, bañada en oro con dos piedras pequeñas rosadas. Esas piedras estaban encantadas. Su función era mantener lejos al peligro, una barrera protectora impedirá que cualquiera que quisiera hacerme daño, cumpliera su propósito.
Pearce me la había dado con un solo propósito, mantener a su hermano lo más lejos de mí que pudiera. Pero los dos sabíamos que eso no sería tan fácil y por eso me había dado la pulsera, Madox no podría estar a menos de medio metro de distancia de mí.
Deje de mirar la pulsera cuando la camioneta se detuvo, en frente nuestro estaba la cabaña en oscuridad completa. Vacía en su totalidad.
Bajamos de la camioneta sin decir palabra alguna, Chania fue a abrir la puerta y prender las luces mientras las demás sacamos las maletas del baúl.
Deje mi maleta contra mis piernas y observe la entrada del bosque, el recuerdo de cuándo había decidido irme con ellos golpeó mi mente. Y por cortos segundos me sentí vulnerable.
El tiempo había pasado en un abrir y cerrar de ojos, hace más de un año mi vida era diferente. Y ahora estaba aquí, ignorando lo que en mi interior se formaba.
—Farey —la voz de Thiara llamó mi atención, por lo que deje de mirar hacia el bosque y la observe con Runny en sus brazos—. ¿Estás bien?.
Encogí mis hombros.
—Vamos adentró —sonreí apenas.
Tome la maleta y camine hasta la casa, siendo seguida por la rubia.
Dejando la maleta al lado de la puerta observe el panorama. Mica acaba sentada en uno de los sofás, las mellizas entraban y salían de la cocina en silenció, Chania se había sentado en forma de indio en el suelo mientras nos observaba.
Thiara dejó a Runny en el suelo que rápidamente fue hacia las piernas de la peli marrón.
—Tenemos que organizar las habitaciones —Rydel informó saliendo de la cocina con un vaso de agua en su mano.
Asentí de acuerdo.
—Mica, Chan y yo podemos dormir en una habitación —Thiara propuso a los que las mencionadas asintieron.
—Rydel y yo podemos compartir cama, así Fary duerme bien —Persia mencionó dándome una pequeña sonrisa conciliadora.
—Entonces a movernos —mandé tomando la maleta.
Subí las escaleras mientras las demás se movían de un lado a otro; abrí la primera puerta que se presentó y suspiró. Tenía dos camas en cada pared de la habitación, un mueble no muy grande al lado de la ventana y no tenía baño. Nos había tocado la habitación sin baño.
—¿No me digass que nos tocó la sin baño? —Rydel pidió a mis espaldas.
—Es sin baño —confirmé entrando a la habitación.
—Es mejor chicas, recuerden que Mica está embarazada y no creo que a las demás les agrade la idea de estar escuchando la puerta de su habitación abrir y cerrar cada cinco segundos —Persia nos recordó.
Asentí de acuerdo. Deje la maleta sobre la cama que estaba a la derecha y luego me senté pegando mi espalda contra la fría pared.
Ninguna dijo nada por largos minutos, Rydel sacó un poco de ropa y luego salió de la habitación con su pijama en mano. Persia se había sentado en la cama contraria y me miraba.
—¿Qué? —pregunté.
Sonrío de lado, se levantó y caminó hasta quedar en frente mío, negó suavemente y se dejó caer a mi lado.
—No se si es más triste entender lo que sientes o que sientas eso —murmuró.
—Podemos decir que las dos —la observé dándole una sonrisa forzada.
Su mano tomó la mía apretando con fuerza, dejó caer mi cabeza sobre su hombro y por varios minutos silenciosos estuvimos así.
—¿Qué creés que pase ahora? —pregunté casi susurrando.
La pelirroja suspiró con fuerza antes de responder.
—No lo sé.
Cerré los ojos con fuerza por varios segundos.
—Tengo miedo —admití.
—¿Quién no lo tendría? —preguntó suspirando.
—No se que hacer —murmuró.
—Lo que tu corazón dicte —ladeo su cabeza.
—Mi corazón dice que lo busque y que lo perdone —murmuró con una mueca—, y mi cabeza que lo mande por dónde vino.
La pelirroja soltó una risa corta.
—Pues estoy de acuerdo con los dos —habló y me separé de ella como un resorte.
—¿Qué has dicho? —pregunte rogando por haber escuchado mal.
—No me mires así —negó sonriendo de lado—. Es difícil, no puedes dejar lo que pasó así sin más. Pero tampoco puedes olvidarte de que tiene un lazo, un lazo que los hará volver locos hasta que estén juntos.
—¿Por qué es tan jodida la naturaleza? —pregunté suspirando.
—No lo es, somos nosotros los jodidos cariño —sonrió tomando otra vez mi mano entre las suyas—. Pero tienes que aceptarlo, no será fácil. Pero es así y no hay de otra.
—No debí de quejarme cuándo las cosas estaban bien, Chania tenía razón —acepté recordando las palabras de mi bruja amiga.
—Si pudiéramos ver el futuro nadie estaría aquí Farey.
—Lo sé.
—Venga, ve a cambiarte y vamos a dormir, es lo que todos estamos necesitando.
Asentí y la pelirroja se levantó de mi cama para buscar algo en el ropero. Suspire echando la cabeza hacía atrás, clavando mi mirada en el techo.
Cómo Persia había dicho iba a cambiarme y luego irme a dormir, me levanté de la cama y tomé la maleta, la abrí y saqué el pijamas. Salí de la habitación a la vez que Rydel entraba. Me dio una sonrisa de boca cerrada y fue hasta su hermana.
Camine por el pasillo hasta llegar al baño que tenía la puerta entreabierta con la luz apagada, abrí la puerta y prendí la luz para luego entrar y dejarla cerrada a mis espaldas.
Deje el pijama en el lavabo y mire mi rostro en el espejo. Estaba apagado, mis ojos parecían apagarse un poco más con cada segundo que pasaba.
Dolía, dolía como la puta mierda.
Dolía su desconfianza. Pero más dolía recordarlo, recordad su mirada, recordad duele. Y duele más que el moretón en el brazo, más que su agresión, duele porque fue él.
Cuándo una lágrima comenzó a recorrer mi mejilla negué con desespero, mientras con la manga de la remera sacaba con furia esa lágrima.
Sin dejarme llevar por mis pensamientos comenzó a sacarme la ropa apresuradamente, tome el pijama y me lo coloqué tan rápido como pude. Cogí la ropa del suelo y los zapatos para salir lo más rápido del baño.
Sin apagar la luz salí del baño, Chania iba a hablar cuándo me vio salir pero sin parar la pase por el costado. Al entrar a la habitación tiré hacia alguna parte la ropa, abrí la cama y me tiré a ésta cerrando con fuerza los ojos.
Podía escuchar los pasos de las chicas a mis espaldas, a Rydel preguntarme si quería algo pero mi silencio fue mi respuesta. Las escuché salir de la habitación por largos minutos en los que Runny se trepó a la cama y se acomodó en frente de mi rostro. También las escuché regresar, cerrar la puerta, apagar la luz y acostarse.
Escuché cómo iban quedando dormida y solo me quedaba yo con la oscuridad y el paso de las horas sin poder dormir.
Mi mente no quería callarse, el corazón no quería dejar de latir con fuerza y mis manos picaban con nerviosismo, el nudo en mi garganta crecía a paso apresurado sin importarle nada.
No se que hora era cuándo me levanté de la cama soltando un bufido, sólo podía contemplar en la oscuridad a mis amigas durmiendo y a mi gata estirada mirándome.
Un sollozo sin aviso escapó de mis labios y con miedo de ser descubierta tape mi boca con mi mano, me levanté de la cama y fui en busca de mi teléfono a la maleta, las emoción comenzaban a acoplarse en mi interior dominandome, los sollozos seguían saliendo sin previo avisó mientras sacaba la ropa con desespero hasta encontrar el teléfono.
Salí de la habitación mientras buscaba su contacto y apretaba la tecla verde, apoyé mi cuerpo contra una de las paredes del pasillo mientras los tonos de espera sonaban en mi oído hasta que fui atendida.
—Yo... —murmuró sin poder decir algo más.
—Baja, estoy afuera.
No dije nada, sólo colgué la llamada y bajé las escaleras tan rápido como mis pies me permitieron, crucé el living llevándome uno de los sillones puestos hasta llegar a la puerta.
Al abrirla su mirada se encontró con la mía toda roja y con las lágrimas corriendo por mis mejillas.
No esperé que dijera algo y solo me lancé a sus brazos dejando salir lo que me estaba consumiendo. Deje que las lágrimas que luchaba por retener salieran, deje que lo que sentía me dominará y el pudiera verme de esta forma.
Quizás habíamos pasado una hora, tal vez dos o sólo fueron minutos pero las lágrimas dejaron de salir a montones y luego solo quedó su rastro húmedo por mi rostro. Mi cabeza descansaba en el hueco de su hombro y cuello mientras una de sus manos acariciaba despacio y sin prisa mis cabellos.
No entendía aún cómo es que Pearce sabía que lo necesitaba antes de llamarlo o porque lo había hecho, simplemente sabía que en sus brazos encontraría un lugar seguro.
Ninguno decía nada, el silencio era el protagonista a nuestro alrededor, la noche fresca, el sonido del aire mover los árboles, sentir el latir de su corazón bajo la palma de mi mano y el olor natural que desprendía fue adormeciendo mis sentidos, su mano no dejaba de dar delicadas pero precisas caricias en mi pelo.
—Quédate conmigo —pedí en un susurró.
Sus labios sobre mi frente fue la respuesta que tuve, la respuesta silenciosa que me decía que no podría prometerme algo que no sabía si podría cumplir, su silenció sólo causó que mi doloroso y achicado corazón se apretara un poco más.
Ninguno dijo nada, ni cuándo nos levantamos del suelo y lo llevé conmigo hacia la habitación, ni cuándo nos acostamos en la cama y me aferré a él antes de caer dormida. Y esa noche, fue la primera noche después de unos años que volví a dormir con un corazón dolido.
El sol no tenía fuerza al día siguiente, el calor que desprendía no era suficiente como para querer salir de la cama, las nubes grises hacían el paisaje deprimido, triste y doloroso de ver. Tal cómo estaba ahora.
Mis amigas mantenían una conversación en voz baja, Chania fingía mirar una serie médica pero en realidad se dedicaba a mirar por la puerta cada cinco minutos, Rydel no había disimulado y al terminar de desayunar se dedicó a poner barras protectoras por la cabaña, Persia se había quedado a mi lado por corto tiempo, luego se había retirado.
Mica era quién más quería esforzarse en que distrageramos nuestras mentes, Thiara le apoyaba e intentaban que no estuviera nada en silenció, si no hablaban, tenían la televisión subida, si no era la televisión era música por alguno de sus teléfonos, y luego estaba yo.
Había desayunado en silenció y las únicas palabras que salieron de mi boca fue la confirmación de que él había venido y se había quedado conmigo en la noche, luego me había sentado en un sofá individual con Runny que no se había despejado de mi una ves que puse un pie fuera de la cama.
La mañana se había basado en eso, el mediodía fue lo mismo y el pronóstico no parecía cambiar para la tarde.
Thiara lavaba los platos sucios y yo en silenció con la mirada clavada en el piso, esperaba pacientemente para sacarlos.
—Así qué —la rubia rompió el silenció—. Pearce.
Alze la mirada y la miré fregar un plato con entretenimiento.
—Si, Pearce.
—Con que anoche durmió en la misma cama que tú —sonrió mirándome por el rabillo del ojo.
—Si —asentí tomando el plato que me tendió.
Sonrió y guardó silenció por cortos segundos dónde predije lo que estaba pensando.
—¿Y no sucedió nada? —consulto.
—Thiara —negué dejando el plato sobre la mesada.
—No me digas nada —siguió lavando otro plato—. Uno nunca sabe, a veces un polvo sirve para desahogarse.
—Ya —rodé los ojos—. No anoche.
—Contigo no se sabe —empujó su hombro con el mio sonriendo.
Encogí mis hombros y seguimos con nuestra tarea en silenció por varios minutos hasta que unos golpes en la puerta nos dejaron paralizadas en nuestro lugar.
Mi corazón se aceleró y mi interior me dijo que era él, que estaba aquí. Por eso tiré el trapo a la mesada y salí a paso apresurado de la cocina.
Chania fue quien se adelantó a todas y estaba por abrir la puerta, Persia tomó con fuerza mi ante brazo deteniendo mi andar hacia la puerta. La bruja no esperó más y abrió la puerta.
Suspiró y me solté del agarre de mi amiga para dar dos pasos en su dirección, Ciro también estaba con él.
Sus ojos azules me miraron y pude por primera vez en el día sonreír.
No pudo decir nada cuando ya estaba colgada de su cuello dejándome llenar de él, sus brazos no demoraron en apretarme contra su cuerpo.
—Hey —murmuró haciendo que respirara antes de contestarle.
—Hola —me aleje lo suficiente para poder mirarlo a los ojos.
Su mano derecha acaricio mi mejilla y sonreí, sonreí porque me sentía a gusto con su toqué.
—Pasen —murmuró sin despegar mi vista de la suya.
Me aleje de la entrada y les permití el paso, mi mente que había estado envuelta en pensamientos desde que se había ido, se calmó. Mis pensamientos se esfumaron y pude permitirme tranquilidad.
Una tranquilidad que sólo él podía darme, en medio de la tormenta.
Su mano tibia tomó la mía y lo llevé conmigo hasta el sofá, ignorando las miradas disimuladas de mis amigas que hablaban con Ciro. Mi humor había cambiado en cuestión de segundos con tan solo verlo, para ellas era extraño pero para mi era necesario y normal.
No se si era el lazo, si sólo eran mis sentimientos hablando por mi o todo a la vez, pero tenerlo aquí era suficiente para mi.
El ahora mismo, es lo único que quiero, lo único que necesitó, lo único que mi alma necesitaba.
Apoye mi cabeza sobre su hombro luego de sentarnos en el sofá, por la televisión estaban pasando una película de acción o era lo que parecía. Pasó su brazo por mis hombros en una silenciosa pero directa petición de acurrucarme contra su cuerpo y eso hice.
Me saque mis pantuflas y lo abrace por su cintura, dejando en la comodidad de su pecho mi cabeza.
Y así estuvimos un largo rato, dónde la conversación de las chicas con Ciro en la cocina y el volumen de la televisión impedían que estuviéramos en total silenció.
Miraba atentamente la película que estaban dando, aunque la conocía, no recordaba su nombre. Y mi mente no encontraba necesario ponerse a recordar algo insignificante cómo era el nombre de esa película.
—Saldremos —la voz de Rydel hizo que la observará extrañada—. Iremos al pueblo y no demoraremos más de dos horas.
—No me iré de aquí —dice dándole tranquilidad a mi amiga.
La pelirroja asintió y desapareció de nuestras vistas.
Escuché cómo salieron por la puerta y luego el rechinar de la camioneta, dejándonos completamente solos. Y claro, con Runny que estaba durmiendo en mi cama.
Por unos largos y eternos minutos ninguno dijo nada, miramos la película hasta que acabó. Ahí no supe qué hacer. En otra ocasión me hubiera puesto a criticar lo que sucedió en la trama, que personaje me había gustado y cuál no.
Pero mis ganas de hacerlo eran nulas, mi estado de ánimo me pedía que estuviera todo el día sin hacer nada. No era problema, no mucho. Pero no quería estar sin hacer nada y darle rienda suelta a mis pensamientos.
Pensamientos que no me dejarían en paz, y me llevarían al límite, límite que solo tendría dos salidas: o terminaba explotando o encerrándome en mi misma.
No quería ninguna de las dos, quería sólo algo con que distraerme y no darle chance a lo que había pasado me diera de cara con la realidad.
La negación era más grande y quería seguir así todo lo que pudiera.
—Hagamos galletas de chocolate —propuse rompiendo el silenció.
Me miró con sus cejas oscuras alzadas y sólo encogí mis hombros.
—Quiero galletas —di un intento de sonrisa para convencerlo.
No espere su respuesta y me levanté del sofá decidía a hacer galletas.
Me coloqué las pantuflas y fui hasta la cocina, sintiendo su presencia detrás mío segundos después. Al entrar a la pequeña cocina comencé a buscar las cosas necesarias que utilizará.
Pero no encontraba el cacao, tenía que haber cacao.
—¿Qué buscas? —su voz resonó a mis espaldas mientras seguía rebuscando los estantes.
—Cacao —dije cerrando con fuerza la puerta del estante—, tiene que haber. Se que hay.
Escuché su suspiró, pero lo ignoré y seguí buscándolo, hasta que en cierto punto se volvió más que una necesidad por hacer galletas.
Lo que parecía dormido en mi se despertó y me orillo a parecer una maniática que quería su maldito cacao.
—Farey —me llamó pero lo ignoré.
—¡Sé que hay cacao! —exclamó dejando caer un paquete de galletas de avena.
El pelinegro me observó y le mantení la mirada por unos segundos hasta que me di la vuelta en busca del maldito cacao.
—¡Maldita sea! —maldecí tirando un plato al lavamanos haciéndolo añicos.
—Farey —di un paso en mi dirección y negué de un lado a otro con desesperación.
—Tiene que a ver —susurró cerrando los ojos dejando que dos lágrimas bajaran por mi rostro.
Sus manos tomaron las mías pero no lo observé. Tan sólo una maldita cosa quería conseguir, sólo eso y no podía.
—Mírame —pidió en su tono de voz que no daba a debatir.
Demore en levantar mi mirada, pero cuando lo hice apreté mis labios con fuerza formando una fina línea.
—Está bien —murmuró apretando mis manos—. Conseguiremos esa mierda si es lo que quieres.
—No quiero mierda —rodé los ojos—. No se hacer galletas con mierda.
Soltó una risa negando para luego apretarme entre sus brazos, no me negué y rodé su pecho con mis brazos.
—Todo estará bien —dice apoyando su mentón sobre mi cabeza.
—Ninguno lo sabe —susurró.
No contesta, y era mejor así.
La triste realidad que nos rodeaba era esa. No sabíamos si todo estaría bien, si éste sería nuestro último momento juntos, si sería la última vez que me abrazaría. No lo sabíamos y no lo sabríamos pronto.
———×———
Los días pasaban, y con ellos una alerta por una tormenta de nieve sonaba en el televisor y nuestros teléfonos.
—Tenemos que prepararnos —fue Persia quién tomó las riendas.
—Iremos al pueblo para comprar más comida y cosas que vamos a necesitar, no sabemos cuántos días durará ni si será muy grande —su hermana dijo mientras miraba su teléfono—; aunque no estemos muy cerca de las montañas nos llevaremos una gran parte.
—Compraremos más leña y la meteremos adentro —Thiara afirmó y subió las escaleras.
—Ciro estará en nada aquí, nosotras iremos y volveremos lo más rápido que podamos —Chania apretó mi mano y asentí.
—Traigan comida para Runny —pedí y mi amiga asintió para luego desaparecer de mi vista junto a las pelirrojas por las escaleras.
Quede sola en el living con el noticiero dando las precauciones que deberíamos tomar ante la tormenta, pero deje de prestar atención cuando los golpes en la puerta me hicieron saber que mi rubio amigo había llegado.
Sacudo las migas de pan que tenia sobre el jean y fui hasta la puerta, la abrí y Ciro me observó con una pequeña sonrisa adornando su rostro.
—Hey —saludo—. ¿Puedo pasar?
—Adelanté —asentí y dejé que pasará. Cerré la puerta cuando entró y luego lo miré.
—¿Qué tal todo? —preguntó.
Encogí mis hombros y llegué hasta el sofá donde estaba anteriormente.
—La vamos llevando —comente y palme a mi lado para que se sentará, y así lo hizo.
Se acomodó e intentó esquivar mi mirada. Cuando fui a preguntarle que sucedía, los pasos de las chicas bajando me interrumpieron.
—¡Ciro! —exclamó Mica sonriente.
Su hermano movió su mano en un saludo, Thiara cruzó sus brazos y miró a su novio.
—¿Te quedarás hasta que vuelvamos? —preguntó.
—Si.
La rubia sonrió y se acercó hasta donde estábamos, dejó un beso corto en sus labios y uno en mis mejillas para luego salir de la casa con las demás.
De pronto Ciro y yo quedamos en un incómodo silenció donde ninguno parecía querer hablar.
—¿Cómo están las cosas por allá? —indage.
No era capaz de preguntarle a él sobre cómo estaban las cosas en la manada, pero suponía que Ciro podría ayudarme.
Suspiró, recostó su cabeza sobre el sillón y luego se enderezó antes de mirarme atentamente.
—No se si decirte bien para que no te preocupes o la realidad —me miró subjetivo.
—La verdad Ciro —pedí.
—Van como la mierda —declaró—. Muchos vieron lo que sucedió ese día, ven que el se fue y no ha regresado, Pearce parece estar furioso con todos y querer degollarnos cuándo nos ve, los lobos te echan la culpa por la pelea entre ellos.
Me quedé rígida procesando sus palabras, me echaban la culpa.
Negué y me levanté del sofá.
—No fue mi culpa —afirmó mirándolo.
—Te advertí lo que pasaría con Alejandro si no lo detenías —me miró fijamente.
Un temblor recorrió mi cuerpo enteró, él también pensaba lo mismo.
Él creía que era mi culpa.
—¡No fue mi maldita culpa Ciro! —exclamó levantando mis manos al aire—. ¡Y lo peor es que les creés a ellos!
—No coloques palabras en mi boca que no he dicho Farey —pidió con tranquilidad.
—No veo que lo estés negando —refute colocando mis brazos en jarra.
—No es así —suspiró desviando su mirada—. Te dije que él era una amenaza.
—¡Pero no fue mi culpa que hiciera lo que hizo!
—¡Dejaste que te besara!
—¡No supe como reaccionar Ciro!
—¡Te advertí de las consecuencias!
—¡Y una mierda! —maldeci apuntándole con un dedo—. No puedo evitar que le guste a una persona, le deje muy claro que no sentía lo mismo que él. Le dije que se ahorraría los problemas, no le pedí que me besara porque querría que Madox me agrediera Ciro, no se lo pedí.
Río con ironía.
—¡Te creía más inteligente! —negó—. ¡Somos hombres lobo! No actuamos y pensamos, el siente cosas por ti y no debieron nacer de la na...
Plof. El sonido de mi mano chocando contra su mejilla fue lo que interrumpió lo que decía.
Di dos pasos hasta quedar lo suficientemente cerca de su rostro.
—Piensa y di lo que quieras, pero no te atrevas a insinuar que estaba jugando con ellos o coqueteandole a esa mierda —advertí—. No te atrevas, porque no sabes ni una puta mierda de nada; te creía mi amigo, maldición Ciro te consideraba mi maldito amigo y que vengas a insinuar que fue mi culpa y que yo busque esto me hace ver realmente lo que piensas de mí.
Negué decepcionada.
Ninguno pudo decir algo más cuándo el rubio fue sujetado fuertemente por la nuca y llevado hacia fuera la cabaña.
Me congele en mi lugar mirando como el pelinegro sacaba a la fuerza a Ciro ignorando las quejas que el soltaba.
Mis piernas se movieron por sí solas y lo seguí segundos después.
Pearce lanzó a Ciro al suelo que sujetaba su nuca con una mano.
—Ahora es mi turno de advertirte algo querido amigo —casi escupió las palabras sobre el rubio que luchaba para mantener la mirada—. Ten cuidado en cómo usas tu tono ante ella o me veré obligado a buscar una mínima cosa para recordarte cuál es tú posición aquí y quienes le debes respeto, ¿debo volver a repetir lo que te he dicho beta?
El rubio negó bajando en rendición su mirada.
—No te he escuchado beta.
—No alfa.
El pelinegro se giró y me miró, había observado todo en absoluto silenció. Se acercó hasta quedar a centímetros, nos manteníamos la mirada sin decir algo.
Hasta que su mano derecha se alzó y luego acarició mi mejilla con delicadeza.
—No olvides que eres una reina. No necesitas de nadie para serlo, personas como él encontrarás en todos lados, no por eso debes dejar de ser quien eres, ni preocuparte por lo que piensen.
Suspiró antes sus palabras.
—Lo creí mi amigo —susurró lo suficientemente bajo solo para que el me escuchara.
—No todos son amigos —murmuró y asentí.
Alejo su mano de mi mejilla y busco algo en el bolsillo de su chaqueta, no puede evitar sonreír con los ojos que comenzaron a llenarse de lágrimas cuándo me mostró el paquete de cacao.
—¿Aún sigue en pie lo de hacer galletas de chocolate? —preguntó y asentí.
Sin mencionar algo más sobre lo sucedido con Ciro, entramos a la cabaña y luego buscamos una receta para hacer galletas de chocolate.
Al tener una fácil y comprobar que teníamos todos los ingredientes, en un cómodo silencio hicimos galletas.
Aunque terminé con harina en el pelo debido a que "accidentalmente" se le había caído un poco, a mi también por accidente se me había caído harina sobre su remera.
Estábamos para cometer accidentes con la harina. Aunque estos accidentes me sacaron varias risas.
Cuándo la alarma del horno nos avisó que ya estaban nuestras galletas la puerta de la casa fue abierta y las voces de mis amigas llegaron a nuestros oídos.
Mire a Pearce que tenía su mano en el aire con dirección a las galletas que tenía en la bandeja que sujetaba.
—Ni lo pienses —advertí preparándome para huir de él.
—Ven aquí —sonrió divertido y yo corrí con las galletas.
Aunque no llegué muy lejos cuando sus brazos me apresaron por mi cintura.
—¡No, no! —exclamó tratando de salir de su agarré.
—¡Dame una sola! —dijo sin soltarme.
—¡No, luego te las comes todas! —negué alejando la bandeja lo más lejos que podía de sus manos.
—¡Solo una! —estiró una de sus manos y tomó la oportunidad para soltarme de sus brazos y huir como el alma que lleva el diablo hacia la puerta de la cocina y sonreírles a mis amigas.
—¡NO! —grité cuándo me sujeto con un brazo por la cintura y con la otra agarraba un puñado de galletas—. ¡Serás maldito!
Su risa ahogada por las galletas me hizo apretar los labios para no reír.
—¿No me digas que ahora le vas a arrancar los pelos? —cuestiono la rubia divertida.
—Hice galletas de chocolate —remarque la palabra hice mirando de reojo al ladrón de galletas.
—Hicimos —corrigió luego de terminarse la última galleta que había cojido.
—¡No sabía que mi cabello era parte de la mezcla! —me quejé.
—Eso fue un accidente.
Achine los ojos en su dirección.
—Aja, accidente.
—Ejem —Rydel llamó nuestra atención—. Si voy a la cocina no encontraré nada sucio, ¿verdad?
El pelinegro y yo nos miramos y corrimos, mejor dicho lo lleve a rastras conmigo a dejar limpia la cocina, sacando una carcajada a mis amigas.
Luego de dejar limpia la cocina, nos sacamos lo que pudimos la harina que teníamos, aunque estaba demás decir a quien se le complicó más.
Dejándonos presentables volvimos al living con las galletas y dos vasos de leche tibia para acompañar nuestro manjar.
Mis amigas se habían encargado de sacar lo que habían comprado y colocarlo donde iban, mientras nosotros comíamos las galletas.
Deje mi vaso vacío sobre la mesita de madera y me volví a acomodar entre sus brazos, mi atención estaba puesta en la película de donde estaban las rubias.
—¿Te quedarás o te iras? —Chania preguntó sentándose con mi gata en el otro sofá. La ignoré y seguí mirando la película.
Pearce negó y lo observé de reojo, suponía tendrías cosas que hacer antes de que la tormenta se acercará.
—¿Te quedarás hasta muy tarde? —está vez pregunté yo.
El asintió y puse una mueca.
—No es seguro —debati—. Deberías irte antes de que la tormenta te alcancé.
—No te preocupes —sonrió y suspire rendida.
No tenía ganas de discutir, seguramente estaba más acostumbrado que yo a estas situaciones, nació aquí, las tormentas de nieve deben de ser normales para él.
La noche no tardó en acercarse y con él su partida, me hizo prometerle que lo llamaría ante cualquier cosa y que mañana de mañana vendría a ver que estuviéramos bien, pero que dejaría a unos lobos cerca por si las dudas.
Y luego de observar cómo se perdía entre los árboles en su forma lobuna, mi silencio volvió. Mi rostro serio se hizo presente y no demore mucho en acostarme.
Y en la soledad de mi cuarto, debajo de las mantas, con la oscuridad siendo mi compañera no le di más lucha a mis pensamientos y deje que estos me atormentaran antes de dormirme.
Y entre esos pensamientos estaba él, no podía evitar no pensarlo, y a pesar de todo no podía no preocuparme por él, cuándo una tormenta se hacía y sabía que él estaba por ahí, la preocupación por más que no quisiera tenerla, estaba.
Un suspiro escapó de mis labios, me acomode en la cama y cerré los ojos esperando poder conciliar el sueño sin que la guerra interior volviera a impedirme poder tener tranquilidad, aunque sea por unas horas.
Horas dónde mi mente decidía viajar a otro lugar dónde nada había sucedido y yo era feliz caminando de sus manos en una hermosa playa.
Un sueño realmente hermoso.
Pero era eso. Un sueño.
—
———————————————————
¡Holaaa!
Después de mil años he vuelto. Creó que apartir de ahora no haré promesas, iba a actualizar en enero, pero mi triste y no tan triste realidad fue otra.
Tengo dos trabajos, es decir que no tengo tiempo ni para respirar, ahora que estoy organizando un poco más mis horarios pude terminar de escribir el capítulo y traerlo.
Pido millones de disculpas por la larga espera, que como lectora se que es agobiante. Espero realmente poder mejorar eso. Aunque no prometo nada.
Ahora lo importante:
¿Qué les pareció el capitulo?
¿Qué fue lo que les gustó más?
¿Qué piensan de Ciro y su opinión?
¿Y sobre Farey y Pearce?
¿Su momento favorito?
¡TENEMOS TIK TOK! Mi useer es @milirodriguez_w pueden seguirme y encontrarse con nuevos videos y dejar su apoyó.
Sin más.
Hasta pronto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro