Benjamín

—¿La otra? ¿Cuál otra? —declaro sumamente sorprendido.

¿Qué le pasa a mi novia hoy?

—¡La otra! Por eso, por eso me evades, ya no quieres hablar conmigo… —creo que esto ya está tomando un rumbo más íntimo, y Danna es de las personas que cuando se adentran en una discusión son capaces de anunciarlo a voz en cuello, así que la tomo de la mano mientras habla, salimos del curso (pues ahí estamos, fui el primero en llegar a la clase y aún es temprano) y vamos a un rincón de la pared.

Entonces decido interrumpirla.

—Sobre eso, perdóname, no es que…

—¿Lo ves? ¡Me eres infiel!

—¡Claro que no! —grito en voz baja—. Me refiero a lo que no estuve hablando mucho contigo últimamente.

—¿Si no es porque me engañas, por qué sería? —se cruza de brazos, mirándome desafiante.

—Es que, de verdad perdóname, soy un idiota —confieso tímido.

—Ya, suelta la almendra —se refiere a que hable ya.

Suspiro antes de hablar, no sé como vaya a tomar esto.

—Es que… —me rasco la nuca, pero prosigo—. Quería estar contigo, sexualmente hablando —le digo rápido antes de arrepentirme—. Y, aunque yo respeto tu decisión lo juro, me frustró que no lo pudiéramos hacer.

—Sobre eso… Ya no te preocupes, tengo la solución perfecta —sonríe pícara, mientras me guiña un ojo.

¿Será que…? ¿Quiere terminar conmigo? ¡Tenían que ser mis jodidas testosteronas!

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