La Bella y la Bestia
Pude creerme durante toda mi niñez las historias de cada cuento que leía y releía en mis tardes. Pase demasiadas páginas de forma lenta mientras imaginaba un mundo distinto al actual, al real, al de todos nosotros.
De todos los cuentos de hadas, de todas las princesas, mi favorita era Bella. Siempre me pregunté el por qué de ello y recién hoy llegué a responderme esa pregunta que hasta hace poco era casi retórica.
Un padre ingenioso pero ausente, trayendo regalos para compensar su falta. Una vida en un pueblo pequeño y aburrido, sembrado por el chisme, la codicia y la envidia. Un castillo lejano, casi por completo olvidado, con un horrendo príncipe por rescatar. Si, casi todo igual a mi vida.
Peculiarmente en esta historia no habla de que ella debe ser rescatada realmente, sino qué hay que cambiar al monstruo. ¿Y que puede salvar más a alguien que el amor? El entendimiento, uno que se gana con el tiempo compartido, la lectura en conjunto en muchas tardes dentro de un mágico sitio.
Nunca pude enamorarme de alguien sin conocerlo realmente. Nunca pude aceptar el querer a alguien sin saber sus demonios dentro. Siempre quise a mi Bestia, a mi chico frustrado y encubierto de un pelaje extraño.
Nunca quise ser salvada, siempre quise salvar al prójimo, pero cuando se volvía demasiado imposible, cuando me terminaba arrastrando como un mar turbulento, me terminaba eligiendo a mi misma, dejando ir el bote sin rumbo que tanto había intentado reparar.
La lectura de cada historia que tiene un problema a resolver siempre es intrigante. ¿Cómo se resolverá? ¿Llegará a ser posible un final feliz o las posibilidades son tan escasas que los remos serán tirados sin esperanza?
Ahora yo soy mi propia Bestia. A punto de tirar mis propios remos, frustrada ante la desesperación de no salir a flote en tantas noches y lunas por detrás.
Quiero salvarme a mi misma, y ya ni siquiera eso puedo lograr.
¿Será que haya alguna Bella que pueda ayudarme en estas circunstancias?
Me temo que esta pregunta sea imposible de resolverse. Me temo un final con los pétalos caídos y todos mis muebles en silencio para la eternidad. Una eternidad de frío, perdida y soledad bestial.
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