cuento 2- "El pueblo Nejireta"
Era una noche de tormenta, el viento movía con violencia las ventanas de la casa de Katania, mientras que los relámpagos y rayos daban el ambiente perfecto para realizar un ritual. Ambas amigas se encontraban paradas al pie de las escaleras que daban al aterrador sótano de la abuela, por alguna razón, ella nunca les permitía ir. Pero sus advertencias no iban a detener a las jóvenes, no después de descubrir aquel pergamino que guardaba su familia con tanto esmero en aquel ático abandonado.
Intercambiaron miradas cargadas de confianza y entonces comenzaron con su cometido, realizar el ritual en busca de un rato de diversión.
— "Cuando el reloj a la media noche ha de sonar, tus pies deberán bajar"
"Escalón por escalón, hasta sentir la presión"
"Los ojos cerrados mantendrás, si los abres absorbido serás. En parte del pueblo te convertirás"
Repitieron el cántico al unísono, y a la novena vez dijeron:
— Oukoku no ikimono, les imploramos su protección al entrar a Nejireta. Que nuestra alma no sea perturbada. Manos juntas hemos de mantener, o su protección vamos a perder.
Catherine temblaba notablemente nerviosa. Katania en un intento de calmarla apretó su mano con fuerza, pero aún así ella no paró de temblar.
Entonces, luego de un largo silencio sepulcral, cuando ya creían que todo había sido un simple juego o broma por parte de sus padres, lo sintieron. Unas manos gélidas colocaron algo delgado sobre ellas, algo similar a un velo muy delgado que se fue adhiriendo a sus cuerpos hasta cubrirlas completamente. Abrieron los ojos y emitieron un grito que expresaba tanto su sorpresa como su miedo. Lo habían logrado, entraron en el pueblo Nejireta.
Tomadas de las manos se adentraron en el pueblo, observando horrorizadas a unos seres humanoides que deambulaban a través del panorama de casas abandonadas. Quienes contorsionaban sus cuerpos de formas antinaturales, emitiendo gruñidos o quejidos antes de lanzarse sobre otro de ellos. Comenzando un enfrentamiento totalmente furibundo, que duraba hasta que uno de ellos caía al suelo completamente despedazado. Las chicas observaron al pueblo con horror, intentando retener sus gritos ante la repulsión que les causaba el espectáculo de sangre y tripas.
El velo las volvía invisibles ante estas criaturas amorfas, pero aun así podían oírlas. Si alguna de las dos era escuchada, seria asesinada de inmediato. Y no podrían regresar a casa hasta que pasaran, la menos, 10 minutos allí.
Vagan un tiempo por el pueblo, intentando no llamar la atención, hasta llegar a un lugar libre de estas criaturas. Deciden tomar asiento en unas cajas que había fuera de lo que parecía ser una taberna, necesitaban descansar un momento. Todo lo que estaba sucediendo mantenía a las jóvenes alertas, y muy asustadas. Catherine logra notar que puede ver su reflejo en una de las ventanas. La curiosidad gana terreno en su ser y decide mirar. Gran error. Su rostro estaba desfigurado, sus ojos completamente blancos, varios cortes sangrantes se repartían por toda su cara y su cuerpo estaba tan delgado que con un solo toque uno pensaría que se rompería. Horrorizada suelta la mano de su compañera para poder tocar su rostro con desesperación, gritando fuertemente al sentir como su sangre empapaba sus manos. Katania suplica que vuelvan a juntar sus manos, pero su amiga no parece escucharla.
Catherine comienza a gritar aún más fuerte luego de que un pedazo de su rostro se desprendiera dejando al descubierto su mandíbula, condenádolas a ser devoradas por los habitantes del pueblo Nejireta. Katania vuelve a suplicar que junten sus manos para regresar, antes de que las criaturas logren dar con ellas. Pero es empujada por su amiga quien escapa hacia el centro del pueblo.
Destrozada y con lágrimas en los ojos decide correr en busca de un escondite. Luego de un rato de estar esperando y rezando por que su amiga esté bien, recita el verso para regresar. Pensando que ella habrá hecho lo mismo, corre hacia la torre del reloj en el centro de la plaza, entrando dentro buscando la salida. Comienza a correr escaleras arriba con los ojos cerrados, mientras detrás de ella se escuchan los lamentos del pueblo y, ahora, los de Catherine, quien le suplica con la voz rota que ya es tarde. Después de un rato, al abrir los ojos, está frente a la puerta del sótano. La joven decide sentarse a esperar a que su mejor amiga regrese, pero eso nunca sucede. Su abuela la encuentra llorando en un rincón de la entrada tiempo después. Ella suplica que vuelvan por ella, pero ya es demasiado tarde. Catherine es parte del pueblo ahora y esa dulce niña ya dejó de ser lo que alguna vez llamó amiga.
Ha pasado un mes, la policía no logra encontrar a Catherine. Katania explicó lo sucedido, pero nadie quiso creer en su historia. La policía dijo que debido al susto del juego, Catherine habría escapado y que, probablemente, habría sido secuestrada. Pero Katania sabe que su amiga está ahí, en el sótano, implorando que por favor la deje salir.
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