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9.


[Taehyung]

No me gusta que me miren, nunca me ha gustado que me observe la gente desde lejos. Se siente como si estuvieras pasando un examen, el peor y más difícil examen de tu vida, uno que ya tienes suspenso desde el momento que se giran hacia ti.

Tan solo habían bastado unos meses de clase para que directamente me entraran ganas de vomitar nada más entrar en el centro. No era dolor de estómago o incomodidad, era un dolor realmente fuerte y las ganas más grandes del mundo de desaparecer. Lo bueno es que había aprendido a andar muy rápido, tanto que conseguía recorrer todo el pasillo hasta mi clase en menos de treinta y dos segundos.

- Veintisiete, veintiocho, veintinu-

- ¡Cuidado! –levanté la vista con miedo, no sorpresa, sino miedo. Sabía de sobra quien era la persona que se había interpuesto entre la puerta de clase y yo. También reconocí solo por el sonido de sus risas, quienes eran sus amigos del fondo. – ¿Por qué tanta prisa, pequeño?

- Te-tengo que entrar...

- ¿Y cómo se pide?

Le miré a los ojos, temeroso de a quién me encontraría hoy, o mejor dicho, con que Hoseok me tocaría pasar el día. Podría ser el bromista, el intimidante o el serio. Rezaba para que fuera ese último y decidiera pasar de mí durante el día. Ya no era mi amigo, ya no era el Hoseok que pensaba. Aunque claro, quizás nunca lo fue y yo lo malentendí todo como el idiota que era. Eso tenía más sentido.

- Por favor.

- Muy bien, muy bien –me dio unas palmaditas en mi cabeza y bajó la mano por mi mejilla hasta agarrarme de la barbilla. No paraba de tocarme, siempre disfrutando de mis inevitables reacciones. Y es que aunque diera miedo, sus manos eran maravillosamente suaves. Si cerraba los ojos en esos momentos podían hasta sentirse bien. – Ahora saca la lengua y ponte de rodillas, igual que un perrito. – Intenté ignorar eso último y pasar, pero no hizo efecto. Se puso en medio y las risas de fondo aumentaron. – Ah ah, antes lo que te he dicho.

- ¡Pídele que ladre!

- Cuanto más tardes, más cosas se le ocurrirán a Namjoon –apretó su agarré en mi mandíbula y me hizo levantar el rostro, obligándome a mirarle a los ojos. Eso era lo que más me tensaba, tener su mirada fija en mí. – Y ninguno de los dos quiere eso, ya sabes.

Mentía. Él quería eso, él se divertía haciéndomelo pasar mal. Pero lo peor era que no se comportaba así todo el tiempo, y por lo tanto, mi imagen de él se distorsionaba con cada nueva faceta suya. Sobretodo, cuando estábamos a solas, solía ignorarme o tratarme de forma más aceptable, en ocasiones llegando a agradarme.

Claramente esta no era una de ellas.

Intenté entrar de nuevo, esta vez con más ahínco, pero se interpuso otra vez, y no tuve más remedio que ceder. ¿Qué otra cosa iba a hacer? ¿Pegarle? ¿Salir corriendo? ¿Coger carrerilla y embestirle? No podía, y sinceramente, el entrar a clase tampoco merecía tanto la pena.

Soltó el agarre de mi rostro y se apoyó en la puerta, esperando una respuesta por mi parte. Yo aparté la mirada nada más tuve opción, y lentamente me fui quitando la mochila. Era una estupidez, podía haberme agachado con ella, pero quizás mi subconsciente quería ganar tiempo. Y justo en ese segundo, cuando estaba a punto de rozar el suelo con mis rodillas, una gran carcajada me impactó de lleno. Levanté la vista y ahí estaba él riéndose, con todo su coro de fondo. Incluso los demás compañeros de clase sonreían cómplices.

- Sunnie tenía razón, la gente es mala...

- ¡Lo iba a hacer, realmente iba a hacerlo como si fuera un perro! –la voz de Hoseok cubrió por completo mis palabras, mis murmullos tan silenciosos que podían llegar a ser únicamente pensamientos.

Aproveché la distracción de todo el mundo para abrirme un hueco y pasar directamente a mi sitio. Dejé la mochila sobre la mesa y apoyé la cabeza en ella, escondiéndola entre los brazos. Pero no podía dejar de escuchar, no podía detener esas risas que martilleaban mi cabeza. En estos momentos lamentaba enormemente haber intentado saltar a la comba con los cascos para escuchar música.

Esas voces se habían adentrado en mi mente de tal forma que las escuchaba hasta cuando no había nadie. Mientras estudiaba, mientras leía, paseaba a mi perro o caminaba por la calle. Siempre estaban ahí, rompiendo cualquier atisbo de soledad o refugio que pudiera crearme. Bueno, rompiendo cualquiera a excepción de uno, a excepción de una persona, más concretamente.


+++


- ¿Realmente ibas a hacerlo? –asentí indiferente a las palabras de mi hermana. Ambos estábamos viendo una especie de dorama cliché. Mi hermana estaba encaprichada de la protagonista y a mí me enganchó la canción que ponían al principio. – Looooooser.

- ¿Eh?

- Que eres un pringado, idiota.

- Ah.

- ¡Ash, pero no seas así! –me dio un golpe en el hombro, haciendo tambalear mi preciado cuenco de palomitas. La miré inflando los mofletes con indignación y me aferré más a mi bol de comida. – ¿Cómo mierda puedes ser tan adorable con la edad que tienes? Es muy turbio. Ahora entiendo porque te querían poner a sacar la lengua como un perrito. Jodidos fetichistas pervertidos.

- ¿Qué es fetichista? –pregunté con curiosidad. Era la primera vez que lo escuchaba.

- Alguien que tiene fetiches –ladeé la cabeza con confusión y ese gesto le valió para seguir explicando – un fetiche es cuando tienes algún objeto o parte del cuerpo que te excita.

- ¿Cómo tu fetiche de ponerle orejitas de perro a Moonby-

- ¡No, nada de eso! –Cogió un puñado de palomitas y me lo metió de golpe en la boca – Es diferente. Yo lo hago porque le quedan demasiado bien, no porque me excite.

- El otro día, cuando te emborrachaste en la boda dijis-

- ¡NO DIJE NADA!

Volvió a meterme otro puñado, incluso más grande que el anterior. Todas las palomitas empezaron a caer por el sofá, y mientras yo las miraba desesperado, pensando en el esfuerzo que tendría que poner luego para buscarlas y comerlas, mi hermana no paraba de llenarme una y otra vez la boca con ellas al grito de "Cállate, cállate, Moonbyul no me gusta, no hay forma de que esa estúpida me guste" y frases por el estilo. Yo no entendía nada, absolutamente nada, solo quería recuperar mis palomitas que empezaban a perderse entre los pliegues del sofá.

- ¡YONGSUN, ABRE LA MALDITA PUERTA DE UNA VEZ!

Ambos nos giramos hacia la entrada, devolviendo el silencio a nuestra casa a excepción de las patadas que estaba recibiendo nuestra puerta principal. Mastiqué lentamente, cuidando no hacer ningún ruido -cosa bastante inútil ya que eran palomitas lo que tenía en la boca- y observé desde la seguridad del sofá, como mi hermana se acercaba temerosa a abrir.

- ¿Sííííí? ¿Quién es?

- ¡Quién mierda va a ser además de tu amiga que lleva esperando cinco minutos a que la abras la puerta! –ambos nos quedamos en silencio. Yongsun me miró y se encogió de hombros, exactamente el mismo gesto que le devolví. – ¿Hablas en serio? ¡PUES MOONBYUL, LA ÚNICA PERSONA CON LA QUE HAS QUEDADO!

- ¡Joder, mierda! –me tapé la boca, sorprendido por el taco que había soltado mi hermana. En realidad ya no se ni porque me sorprendía, ya que era costumbre que los soltase unas trece veces por minuto. Miré a la castaña y vi como acercaba su oído a la puerta mientras mordía nerviosamente el labio inferior. – ¿Cuánto has escuchado?

- ¿Eh?

- ¡Que cuanto has escuchado de la conversación que tenía con Tae!

- ¡Yongsun, déjate de tonterías y ábreme!

- ¡Respondeeeeee!

- ¡Ash, vale, no he escuchado nada, tan solo tus gritos de loca diciendo nosequé de las orejas de perro y como mandabas callar al pobre Taehyung!

- Genial, entra –mi hermana abrió inmediatamente la puerta con una sonrisa, como si aquí no hubiera pasado nada, mi sofá no estuviera tan cubierto de palomitas como mi cara, y sus pelos no se asemejaran a los de una escoba de veinte años. – Llegas cinco minutos tarde.

- Los que he estado esperando a que me abrieras, idiota –la rubia le dio un pequeño golpe en la frente a mi hermana e inmediatamente vino casi corriendo hacia mí, apartando varias palomitas del sofá y sentándose a mi lado. – ¡Taehyungnie!

- ¡Hola! –sonreí abiertamente, lanzándome a abrazarla. La quería casi tanto como a mi hermana, por eso estaba totalmente por la labor de que se casaran de mayores. Mi hermana me había dicho que era imposible porque a Moonbyul le gustaba la carne, pero yo no entendía que tenía que ver una cosa con la otra. – Sunnie dice que te verías muy bien con unas orejas de perrito.

- ¡Oye, mocoso!

- ¡Ah! –solté un grito y agarré con fuerza el cuenco de palomitas antes de salir corriendo a mi habitación para que mi hermana no me alcanzara. Iba armada con lo mejor que podía tener, es decir, sus propios puños. – ¡Adiós Moonbyul noona, luego hablamos! –ella se despidió sonriendo desde el sofá y yo la respondí agitando mi mano un segundo antes de que la cara endemoniada de mi hermana apareciera en la esquina y me viera obligado a entrar en mi habitación y echar tres pestillos.

Mientras recuperaba el aliento, apoyado en mi puerta, la imagen de la sonrisa de Moonbyul me vino a la mente. No porque fuera preciosa, ya que eso lo sabía desde hacía tiempo y me había acostumbrado. Lo que ocurría era que me recordaba enormemente a algo, a alguien. Pensé que podría ser a algún presentador, ya que esas personas se pasan la vida sonriendo. Luego me incliné por algún ratón de dibujos animados, y tras varias suposiciones totalmente distintas, caí.

- Hoseok –murmuré en voz baja, incrédulo por haber acertado con la persona que había acertado.

Aunque tampoco me culpaba por pensarlo, pues el castaño podía ser una mentira. Podía ser la imagen más falsa y dolorosa que me mente me había jugado desde hacía tiempo, pero su sonrisa era preciosa, y nadie, ni siquiera yo, podía negarlo.

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