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30.

[Hoseok]

Lo difícil del lunes no fue evitarle o esconderme de él, sino mantener mis instintos de llevarle a un baño y terminar lo que dejamos a medias en su casa. Una parte de mi ser se moría por hacerlo, por tirarse de cabeza y sucumbir a tal tentación, pero la mano que tiraba de mí hacia la realidad seguía presente. Era esta última la que me invitaba a ignorar a Taehyung las siete veces que había intentado entablar una conversación conmigo esa mañana.

Algo de lo que sí estaba seguro era que no había contado nada. ¿Qué como lo sabía? Pues por Jungkook. Nuestra relación seguía siendo exactamente la misma, aquella en la que nos odiábamos y casi ni nos dirigíamos la palabra a menos que fuera para molestar. Probablemente si se enterase de lo que hice con Taehyung, habría venido a primera hora a intentar romper cada uno de mis huesos. Sí, obviamente se quedaría en eso, un intento.

Agarré los libros de mi taquilla y me dirigí de nuevo hacia mi clase. Jimin iba a mi lado, y aunque desprendía un aura de felicidad, apenas abría a boca estos días. Tenía un comportamiento tan extraño que miedo me daba preguntar por si su respuesta estaba relacionada con las drogas.

- ¡Hoseok! –alguien se agarró a mi espalda. No tuve ni que girarme para reconocer esa voz, de hecho, hasta podía imaginar su alegre expresión aún sin verle el rostro. – ¿Te saltas las dos últimas horas? He pillado a uno de mi clase para que nos invite a un karaoke.

- No lo creo. Mi hermana viene a cenar a casa y debería volver pronto.

- Vete un poco antes y ya esta.

- ... –valoré un par de segundos su idea y él me miró con la típica sonrisa de niño esperanzado. Lo increíble de Mark era la capacidad que tenía para seguir adorable incluso en medio de una pelea. Pocas veces dejaba de sonreír, y convenía no presenciarlas. – Está bien. Pero solo unas horas. No quiero terminar como la otra vez, hoy tengo que volver pronto, ya lo sabes.

- Responsabilidad, prometido –hizo una especie de gesto extraño de promesa y luego me rodeó con el brazo amigablemente. – Por cierto, ¿dónde está Jimin? –echó un vistazo a nuestro alrededor y ladeó la boca con preocupación. – Aún no le he comentado los planes.

- ¿Eres idiota, Mark? –preguntó el castaño mirándole de reojo con desdén antes de devolver la vista a su móvil. El rubio estalló en risas y cambió de lugar para ir a abrazar a Jimin en mi lugar, quien le ignoró soberanamente. No pude evitar acordarme de Yoongi. – ¿Cuanto tiempo llevabas esperando para hacer la broma?

- ¿Qué broma? No te vi porque eres un enano, nada más.

- Esos tres profesores que se acercan no van a impedir que te rompa la cara si me sigues provocando –advirtió con total tranquilidad, terminando por guardar el móvil y formar una forzada sonrisa.

- No te enfades, ya sabes que es broma –respondió el rubio riendo y revolviendo el pelo de su amigo. Por un momento pensé que Jimin realmente iba a cumplir sus palabras, pero finalmente relajó su mandíbula y se calmó. La mejor opción sin duda. – Yo no puedo, he quedado.

- ¿Has quedado? ¿Con quién? –pregunté curioso. Ultimamente no tenía noticias de ningún ligue de Jimin, por lo que probablemente sería alguna persona que acababa de conocer. Alguien sin importancia con el cual tan solo compartiría alguna sesión de sexo, y obviamente sin compromiso. – No me digas que es Jihyo.

- ¿Quién?

- ¿Esa es la morena del "C"? ¿La que siempre lleva unos pendientes de aro enormes? –preguntó Mark. Asentí y Jimin abrió la boca, poniéndole finalmente cara al nombre. Seguidamente negó.

- Me dijeron que se apostó casi doscientos a que se acostaría contigo antes de mes.

- Ah. Ya lo sé. Lo hicimos la semana pasada. –respondió con indiferencia. Mark se quedó flipando y yo reí. Definitivamente mi amigo no tenía ningún tipo de vergüenza. – ¿Qué? La chica es mona y solo quería sexo. No le veo lo malo.

- Te utilizó para ganar dinero.

- Ojalá me utilizaran de esa forma todos los días entonces –respondió sonriendo. Yo reí y él levantó la mano para chocármela, gesto que correspondí al segundo. Mark puso una mueca de desagradado y sonrió. Siempre reaccionaba así con estos temas, pues a pesar de lo que podía parecer, seguía siendo bastante cerrado y reacio a las relaciones sin ataduras, a las no tradicionales. Su día a día consistía en seducir, conseguir algo, y abandonar a su víctima antes de hacer nada. Era cruel pero malditamente efectivo. – y no, no he quedado con ella.

- ¿Entonces?

- Es secreto.

- Jimin –levanté una ceja y le detuve. No me gustaba nada la idea de sacar el tema, pero tenía que hacerlo. Era la salud de mi amigo de lo que hablábamos. Miré a mi alrededor para comprobar que nadie nos oyese, y me incliné un poco más sobre él. – ¿No te estarás drogando?

- ¿Eh?

- Sí, ya sabes. Si has quedado con alguien para que te pase, puedes contármelo. Somos amigos.

- ¿Qué? ¡No, por dios! –Mark se giró sorprendido hacia nosotros, interesándose de nuevo por la conversación. Estos últimos segundos los había pasado con la vista pegada a su móvil y el video de perros que este reproducía. – Por un momento pensé que ibas a besarme.

- ¿Por qué mierda iba a besarte?

- ¿Por qué mierda iba yo a drogarme?

- ¿Por qué no me estoy enterando de nada? ¿Desde cuando Jimin se droga? –intervino Mark. Ambos le miramos e ignoramos completamente a los dos segundos. Él se encogió de hombros y dio unas palmaditas en el hombro de Jimin antes de despedirse y marcharse. – Las drogas no te harán crecer, amigo.

Yo reprimí una risa y Jimin pareció reprimir sus ganas de romperle la cabeza. Sí, todos éramos amigos, pero nuestras personalidades a veces no combinaban especialmente bien. Además de que la paciencia del castaño no era la mayor del mundo. Cuando volvió a mirarme, intenté aparentar seriedad y no fijarme en los centímetros que nos diferenciaban.

- ¿Entonces que decías?

- Que te voy a romper la cara como te rías, eso digo. –sonreí, aguantando con todas mis fuerzas las ganas que tenía de estallar en carcajadas. Otra cosa que no me pasaba desapercibida eran sus músculos, y no me apetecía encararme con ellos. – Y que no digas tonterías como que me drogo, joder.

- No soy yo quien va con una jodida sonrisa de Heidi por la vida –nos detuvimos en la entrada de su clase, la cual aún seguía sin profesor. Aún faltaban dos minutos para que sonara el timbre. – ¿Entonces que ocurre?

- ¿Con quien he quedado te refieres? –asentí y él fue quien se inclinó esta vez sobre mí, mirando antes a nuestro alrededor para comprobar que nadie escuchara. – Voy a verme con Jungkook, pero no puedes decírselo a nadie.

- Ah –sí, me alivió y a la vez desilusionó por completo. – era eso.

- ¿Por qué lo dices con ese tono?

- Por nada. Por mí puedes acosarlo todo lo que quieras.

- No es acoso. Y esta vez hemos quedado, ya te lo he dicho. –bufó y yo asentí, fingiendo que me lo creía. Se habían dado tantas veces esta situación, que no me sorprendía en absoluto. Probablemente Jimin se declararía por centésima vez, Jungkook le pediría dinero para comprarse un refresco, el mayor se lo daría y luego recibiría su centésimo rechazo. En el fondo sentía pena por él, pues el emo acababa con toda la dignidad de mi amigo. – Mierda, la directora.

Eché un vistazo a mi espalda y pude comprobar como aquella figura se acercaba exactamente a la puerta en la que nos situábamos. Se nos había pasado el timbre por completo, y como no tenía ganas de recibir siquiera una reprimenda, me despedí rápidamente de Jimin y tiré derecho a mi clase. Por suerte cuando llegué aún seguía sin ningún profesor en su interior, y como era de esperar, un completo alboroto en su lugar.

Namjoon y Zico estaban lanzándose un móvil de lado a lado de la clase. Por el riesgo que suponía el juego, supuse que el dispositivo electrónico, y solo me hizo falta ver la cara de uno de los chicos de clase para saber que era suyo. Parecía tan agobiado que ni siquiera me reí, pero aún así no intervine. No era mi asunto.

Por suerte para el chico, el profesor no tardó en llegar, y el arriesgado entretenimiento de mis amigos se detuvo de inmediato, cogiendo uno de los dos el móvil y devolviéndoselo a su dueño. Él fingió una sonrisa, pero nada más le dieron la espalda, comprobó con agobio que funcionase y lo volvió a guardar inmediatamente. Ahí si que sonreí al saber que probablemente no volvería a sacarlo en todo lo que quedaba de curso.

Las dos horas de clase pasaron rápido, y para mi suerte sin ningún asalto de Taehyung. Nunca se me acercaba cuando estaban los del grupo cerca, y en cierto modo no me extrañaba. Al fin se había dado cuenta del peligro que suponía para él acercársenos siendo una diana de bromas tan perfecta. Tan solo intentó hacer contacto visual un par de veces, pero todas y cada una de ellas conseguí esquivarlas.

Finalmente, cuando sonó la campana del descanso entre clase y clase, agarré mis cosas y salí por la puerta. Taehyung de nuevo intentó agarrarme disimuladamente de la chaqueta, pero fingí no haberlo visto y me fui a paso rápido de allí. Mark y algunos más me esperaban para marcharnos, no tenía ganas ni tiempo que desperdiciar con el rarito, además de que no había nada que discutir o hablar.

En el patio me encontré con Jaebum, Bambam y Mark, quienes también iban con sus cosas preparadas. Junto a ellos había un chico alto, rubio y musculoso. No era del grupo, pero me sonaba haberlo visto anteriormente por los pasillos. No nos presentaron hasta que el último de nosotros saltó la valla y todos estuvimos fuera del recinto.

- Este es Jackson –presentó Mark al desconocido. No me hicieron falta más de tres segundos para saber que ese chico era la nueva víctima de nuestro amigo. Adoraba cuando los beneficios de Mark nos incluían, como en este caso. – ¿No es majísimo? Nos va a invitar a todos a barra libre.

- E-eh, sí, bueno... –murmuró no muy convencido el chico. Solo hizo falta una sonrisa del rubio para que asintiese con firmeza. Definitivamente caer en las redes de Mark era lo peor que podía pasarle a tu billetera y dignidad.

A pesar de todo yo terminé denegando la oferta, principalmente porque tenía que estar volviendo a casa en tres horas y no quería que la primera imagen que se llevara mi hermana de mí después de no vernos en meses, fuese ebrio. Igualmente el nuevo terminó pagándome tres cervezas, obviamente por empuje de Mark.

Durante la tarde nos dedicamos a cantar, ellos a beber y volver a cantar. Jackson, así resultó llamarse el nuevo, tan solo estaba sentado en un sofá con un vaso de whiskie entre sus dedos, aún casi entero. No parecía muy cómodo, y lo único que parecía disfrutar era la presencia del Mark, sonriendo cada vez que le miraba. Solo pude compadecerme de él en silencio, pues todas sus esperanzas pronto se verían tan pisoteadas como sus sentimientos.

Por otra parte Jaebum desapareció durante casi media hora y al rato volvió con un grupo de chicas de la cabina de al lado. Todas casi tan borrachas como Bambam. Seguimos bailando durante un rato, invitándolas –a cuenta de Jackson- a más bebida. Cuando llegó, quien parecía ser la madre de una, y las sacó a todas, yo junto al nuevo éramos los únicos sobrios. Al final se formó un alboroto y nos terminaron echando del local.

- ¡VIEJA ABURRIDA! –exclamó Jaebum al grupo de chicas que se alejaban en contra de su voluntad, pues a juzgar por sus expresiones no se habrían separado de nosotros ni un centímetro si no llega a ser por la madre, a quien solo le faltaba ponerle una correa a su hija y amigas para sacarlas de allí. – Bueno, ¿y ahora a dónde vamos?

- ¿Ahora? –miré mi reloj y chasqueé la lengua al ver la hora que era. Debía haber salido hacía como veinte minutos. Suspiré y me abroché el abrigo, guardando el móvil en el bolsillo de este. – Yo a mi casa. Se me ha pasado la hora.

- ¡Oh, vamos Hoseok! –me rodeó con un brazo y yo negué. Ni siquiera aún teniendo tiempo me dejaría embaucar por Jaebum borracho. A saber en que tipo de problemas terminaba metiendo a los presentes antes de que acabara la noche. – Quédate un rato más.

- Mi hermana ha venido de visita, no puedo faltar.

- Tú hermana está tremenda –le fulminé con la mirada y el rió, quitándole importancia al asunto. No me habría molestado tanto de no ser porque hace dos años me los encontré montándoselo en la cocina. Fue tan desagradable que comí en el salón durante casi cuatro meses. – Dile que se venga.

- Jackson –el rubio me miró sorprendido y asintió, expectante de mis palabras. Yo tan solo señalé a los del grupo y puse una mueca. – ¿Te encargas de ellos? –asintió apresuradamente y yo sonreí, siendo consciente de la responsabilidad que le acababa de poner encima. Se lo comerían vivo. – Nos vemos entonces.

Lo último que escuché antes de cruzar la esquina fue la voz de Jaebum pidiéndome el número de mi hermana y mi mente calculando las posibilidades que había de que recordara al día siguiente si le había dado una paliza o no. Me decanté por seguir mi camino y no arriesgarme. 

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