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8

Yoongi.

No me gusta que me miren, nunca me ha gustado que me observe la gente desde lejos.

Se siente como si estuvieras pasando un examen, el peor y más difícil examen de tu vida, uno que ya tienes suspenso desde el momento que se giran a ti.

Tan solo habían bastado unos meses de clase para que directamente me entraran ganas de vomitar nada más entrar en el centro. No era dolor de estómago o incomodidad, era un dolor realmente fuerte y las ganas más grandes del mundo de desaparecer.

Lo bueno es que había aprendido a andar muy rápido, tanto que conseguía recorrer todo el pasillo hasta mi clase en menos de treinta segundos.

— Veintisiete, veintiocho...

— ¡Cuidado! —levanté la vista con miedo, no sorpresa, sino miedo. Sabía de sobra quien era la persona que se había interpuesto entre la puerta de clase y yo. También los reconocí solo por el sonido de sus risas, quienes eran sus amigos del fondo— ¿Por qué tanta prisa, pequeño?

— T-tengo que entrar.

— ¿Y cómo se pide?

Le miré a los ojos, temeroso de a quién me encontraría hoy, o mejor dicho, con qué Jungkook me tocaría pasar el día. Podría ser el bromista, el intimidante o el serio. Rezaba para que fuera ese último y decidiera pasar de mí durante el día.

Ya no era mi amigo, ya no era el Jungkook que pensaba. Aunque claro, quizás nunca lo fue y yo lo malentendí todo como el idiota que era. Eso tenía más sentido.

— Por favor.

— Muy bien, muy bien —me dio unas palmaditas en mi cabeza y bajó la mano por mi mejilla hasta agarrarme de la barbilla. No paraba de tocarme, siempre disfrutando de mis inevitables reacciones. Y es que aunque diera miedo, sus manos eran maravillosamente suaves. Si cerraba los ojos hasta podían sentirse bien— Ahora saca la lengua y ponte de rodillas, igual que un perrito.

Intenté ignorar eso último y pasar, pero no hizo efecto. Se puso en medio y las risas de fondo aumentaron.

— No, antes haz lo que te he ordenado.

— ¡Pídele que ladre!

— Cuanto más tardes, más cosas se le ocurrirán a NamJoon —apretó su agarre en mi mandíbula y me hizo levantar el rostro, obligándome a mirarle. Eso era lo que más me tensaba, tener su mirada fija en mí— Y ninguno de los dos quiere eso, ya sabes.

Mentía.

Él quería eso, se divertía haciéndome pasarla mal. Pero lo peor era que no se comportaba así todo el tiempo, y por lo tanto, mi imagen de él se distorsionaba con cada nueva faceta suya. Sobre todo, cuando estábamos a solas, solía ignorarme o tratarme de forma más aceptable, en ocasiones llegando a agradarme.

Claramente esta no era una de ellas.

Intenté entrar de nuevo, esta vez con más ahínco, pero se interpuso otra vez y no tuve más remedio que ceder.

¿Qué otra cosa iba a hacer? ¿Pegarle? ¿Salir corriendo? ¿Coger carrerilla y embestirle? No podía, y sinceramente, el entrar a clase tampoco merecía tanto la pena.

Soltó el agarre de mi rostro y se apoyó en la puerta, esperando una respuesta por mi parte. Yo aparté la mirada nada más tuve opción, y lentamente me fui quitando la mochila. Era una estupidez, podía haberme agachado con ella, pero quizás mi subconsciente quería ganar tiempo.

Y justo en ese segundo, cuando estaba a punto de rozar el suelo con mis rodillas, una gran carcajada me impactó de lleno. Levanté la vista y ahí estaba él riéndose, con todo su coro de fondo. Incluso los demás compañeros de clase sonreían cómplices.

— Mi hermana tenía razón, la gente es mala.

— ¡Lo iba a hacer, realmente iba a hacerlo como si fuera un perro! —la voz de Jungkook cubrió por completo mis palabras, mis murmullos tan silenciosos que podían llegar a ser únicamente pensamientos.

Aproveché la distracción de todo el mundo para abrirme un hueco y pasar directamente a mi sitio. Dejé la mochila sobre la mesa y apoyé la cabeza en ella, escondiéndola entre los brazos. Pero no podía dejar de escuchar, no podía detener esas risas que martilleaban mi cabeza.

En estos momentos lamentaba enormemente haber intentado saltar a la comba con los cascos para escuchar música

Esas voces se habían adentrado en mi mente de tal forma que las escuchaba hasta cuando no había nadie. Mientras estudiaba, mientras leía, paseaba a mi perro o caminaba por la calle. Siempre estaban ahí, rompiendo cualquier atisbo de soledad o refugio que pudiera crearme.

Bueno, rompiendo cualquiera a excepción de uno, a excepción de una persona, más concretamente.

........................

— ¿Realmente ibas a hacerlo? —asentí indiferente a las palabras de mi hermana. Ambos estábamos viendo una especie de dorama cliché. Mi hermana estaba encaprichada de la protagonista y a mí me enganchó la canción que ponían al principio— Loooooser.

— ¿Eh?

— Que eres un idiota.

— Ah.

— ¡Ash, pero no seas así! —me dio un golpe en el hombro, haciendo tambalear mi preciado cuenco de palomitas. La miré inflando los mofletes, con indignación— ¿Cómo mierda puedes ser tan adorable con la edad que tienes? Es muy turbio. Ahora entiendo por qué te quería poner a sacar la lengua como un perro. Jodidos fetichistas pervertidos.

— ¿Qué es fetichista? —pregunté con curiosidad. Era la primera vez que lo escuchaba.

— Alguien que tiene fetiches —ladeé la cabeza con confusión y ese gesto le valió para seguir explicando— Un fetiche es cuando tienes algún objeto o parte del cuerpo que te excita.

— ¿Como tu fetiche de ponerle orejas de perro a Moonbyul ?

— ¡No, nada de eso! —cogió un puñado de palomitas y me los metió de golpe en la boca— Es diferente. Yo lo hago porque le quedan demasiado bien, no porque me excite.

— El otro día cuando te emborrachaste en la boda...

— ¡No dije nada!

Volvió a meterme otro puñado, incluso más grande que el anterior. Todas las palomitas empezaron a caer por el sofá, y mientras yo las miraba desesperado, pensando en el esfuerzo que tendría que poner luego para buscarlas y comerlas.

— ¡Yongsun, abre la puerta de una maldita vez!

Ambos nos giramos hacia la entrada, devolviendo el silencio a nuestra casa a excepción de las patadas que estaba recibiendo nuestra puerta principal. Mastiqué lentamente, cuidando no hacer ningún ruido, y observé desde la seguridad del sofá, como mi hermana se acercaba temerosa a abrir.

— ¿Sí? ¿Quién es?

— ¡Quién mierda va a ser además de tu amiga que lleva esperando cinco minutos a que le abras la puerta! —ambos nos quedamos en silencio. Yongsun me miró y se encogió de hombros, exactamente el mismo gesto que le devolví— ¿Hablas en serio? ¡Pues Moonbyul, la única persona con la que has quedado!

— ¡Joder, mierda! —me tapé la boca, sorprendido por el grito que había soltado mi hermana. En realidad ya ni sé por qué me sorprendía, era costumbre que insultase unas tres veces por minuto.

Miré a la castaña y vi cómo acercaba su oído a la puerta mientras mordía nerviosamente el labio inferior.

— ¿Cuánto has escuchado?

— ¿Qué?

— ¡Que cuánto has escuchado de la conversación que tenía con Yoongi!

— ¡Yongsun, déjate de tonterías y ábreme!

— ¡Responde!

— ¡Vale, no he escuchado nada, tan solo tus gritos de loca diciendo no sé qué de las orejas de perro y cómo mandabas a callar al pobre Yoongi!

— Genial, entra —abrió inmediatamente con una sonrisa, como si no hubiera pasado nada— Llegas cinco minutos tarde.

— Los que he estado esperando a que me abrieras, idiota —la rubia le dio un pequeño golpe en la frente a mi hermana e inmediatamente vino casi corriendo hacia mí, apartando varias palomitas del sofá y sentándose a mi lado— ¡Yoongi!

— ¡Hola! —sonreí abiertamente, lanzándome a abrazarla. La quería casi tanto como a mi hermana, por eso estaba totalmente por la labor de que se casaran de mayores. Mi hermana me había dicho que era imposible porque a Moonbyul le gustaba la carne, pero yo no entendía qué tenía que ver una cosa con la otra— Yongsun dice que te verías muy bien con unas orejas de perro.

— ¡Oye, mocoso!

— ¡Ah! —solté un grito antes de salir corriendo a mi habitación para que mi hermana no me alcanzara— ¡Adiós Moonbyul, luego hablamos! —ella se despidió sonriendo desde el sofá y yo la respondí agitando mi mano un segundo antes de que la cara endemoniada de mi hermana apareciera en la esquina y me viera obligado a entrar en mi habitación y echar tres pestillos.

Mientras recuperaba el aliento, apoyado en mi puerta, la imagen de la sonrisa de Moonbyul me vino a la mente. No porque fuera preciosa, ya que eso lo sabía desde hacía tiempo y me había acostumbrado.

Lo que ocurría era que me recordaba enormemente a algo, a alguien.

Pensé que podría ser algún presentado, ya que esas personas se pasan la vida sonriendo. Luego me incliné por algún ratón de dibujos animados, y tras varias suposiciones totalmente distintas, caí.

— Jungkook.

Aunque tampoco me culpaba por pensarlo, pues el castaño podía ser una mentira. Podía ser la imagen más falsa y dolorosa que mi mente me había jugado desde hacía tiempo, pero su sonrisa era preciosa, y nadie, ni siquiera yo, podía negarlo.

...........

No tenían forma de delfín, ni siquiera tenían forma de pez.

Las figuritas de pescado que hoy tocaban en la cafetería más bien se asemejaban a un círculo con un lazo de Minnie en la cabeza. No, definitivamente no tenían forma alguna, todo era un engaño.

— Y por eso me parece una hipocresía y barbarie que nos mientan a todos de esta forma —de un bocado me comí el último trocito de pescado que quedaba en mi bandeja. Levanté la vista y sonreí a la persona que estaba sentada en frente mío. Luego recordé que aún tenía comida en la boca, así que tragué y sonreí de nuevo— ¿Tú qué opinas?

— Yo solo estoy aquí porque a mi hermano mayor le dabas pena y quería que me juntara contigo un día para comer.

— ¿Y por qué les doy pena? —esta vez comencé a atacar la ensalada, la cual, al menos sí que tenía forma de ensalada. Ahí no nos habían mentido— No estoy llorando y mi bici ya está arreglada.

— ¿Qué? —me miró extrañado y seguidamente sacudió su cabeza, negando varias veces— No sé de qué mierda estás hablando.

— ¿No hablabas de tu hermano?

— ¡Agh, eres un esfuerzo demasiado grande, no vales dos nuevos videojuegos! —pestañeé varias veces sin comprender. Jimin era bastante más raro de lo que esperaba— ¡Ni siquiera tres! —volví a pestañear mientras masticaba mi comida, y por alguna razón, eso consiguió que el pelinegro soltara un gran suspiro de desesperación. Los conocía muy bien; mi padre solía tener muchos al día— Tan solo dedícate a comer y no me hables.

— ¿No te gusta hablar?

— No.

— ¿Por qué?

— Porque odio a la gente.

— ¿A toda? —asintió sin mirarme— ¿Pero a toda, toda, toda?

— Odio a todos los jodidos humanos de este mundo. Ahora cállate y come —estaba tan estupefacto con sus palabras que ni siquiera escuché el mandato. Solo me quedé de piedra, con la lechuga pinchada a centímetros de mis labios y mirando boquiabierto a la depresiva persona que había frente a mí— ¿Qué pasa? Cierra la boca, da asco.

— ¿No tienes amigos?

— Tú tampoco, no exageres. Y yo porque no quiero, tú porque eres raro.

— Es más raro por tu parte no quererlos.

— No —me apuntó con su tenedor y levantó una ceja, echándome un vistazo de cintura para arriba, ya que la mesa me tapaba lo demás— Es más raro por tu parte indignarte porque las figuras de pescado no tengan forma de pez.

Quise hablar, pero no me dejó.

— Y, no me interrumpas que no he terminado —me acercó más el tenedor con su comida en el hasta— E intentar darle forma tú mismo con ayuda de tus cubiertos.

Seguidamente se metió el trozo de pescado a la boca, masticándolo con orgullo.

Casi pude atisbar a ver una sonrisa, y digo casi, porque al siguiente segundo apareció un chico muy alto y guapo. Casi pude apreciar como un aura de destellos salieron de sus ojos cuando me sonrió. Miré de nuevo a Jungkook y su cara no podía desprender más asco.

— ¿Qué tal lo están pasando? —hasta su voz era bonita. Volvió a sonreírme mientras le observaba embobado. Rió y acarició mi cabeza— Perdón por no presentarme, soy SeokJin, el hermano mayor de esta depresión que tienes en frente —señaló a Jimin.

— Hola, soy Yoongi —sonreí, mostrando mis encías, esta vez comprobando anteriormente que no tuviera restos de comida en ellas— ¿Quieres sentarte?

— Oh, no. Yo debo irme, ya he terminado de comer. Solo me acerqué para ver qué tal te iba la cosa con mi hermano —se inclinó sobre mi oído, con complicidad y me susurró: — No se le da bien socializar —reí y Jimin levantó la vista, para soltar un bufido y volver a bajarla hacia su bandeja— ¿Cuida de él, sí?

— Claro —sonreí y levanté el puño con el que estaba agarrando el cubierto— ¡Cuenta conmigo!

— Genial, muchas gracias, eres un cielo —volvió a revolverme el cabello y yo reí. Estar cerca de ese chico te hacía sentir súper bien, igual que lo que había dicho mi hermana hace tiempo sobre los... ¿zorros? ¿torr... ¡Porros! ¡Sobre los porros! Quizás es que Jin era un porro— Y tú, emo, pórtate bien.

— Sí, mamá —respondió el pelinegro sin levantar la vista del plato. Jin rodó los ojos, y tras sonreírme por cuarta vez a mí, especialmente a mí, se marchó con sus amigos que lo estaban esperando en la entrada— Oh no, ahora el otro pesado.

No supe a lo que se refería hasta que me giré y pude ver lo que sus ojos divisaban, o mejor dicho, a quiénes sus ojos divisaban.

Eran Jungkook y dos de sus amigos, el de sonrisa cuadrada, Taehyung creo que se llamaba. También NamJoon, el rubio más alto de toda la clase. Todo el comedor los miraba, y lo peor era que también nos miraban a nosotros. Estaban viniendo a nuestra mesa.

Me giré de nuevo hacia Jimin, totalmente asustado.

Ya podía imaginármelos tirándome la comida por encima u obligándome a decir algo guarro. Me atemorizaba pensar simplemente que con cada segundo se acercaban más y más, pero lo peor de todo era que Jimin seguía tranquilo, comiendo como si nada.

— ¡Jiminnie!

— No me toques —soltó con brusquedad, apartando el brazo con el que Taehyung le había rodeado. Se me escapó una risa, pero la detuve cuando el rechazado me asesinó con la mirada— Sea lo que sea que quieran, la respuesta es no.

— ¿Y tú, Yoongi? —levanté la vista hacia Jungkook, quien se había colocado a mi espalda y empezaba a acariciarme el cuello. Su tono era agradable, y de nuevo inconscientemente volvía a confiar en él. Jungkook sí que era un porro de los que decía mi hermana, por mucho que me costara admitirlo— ¿Piensas igual que él?

— Y-Yo...

— Sí, piensa igual. Ahora fuera —se puso en pie para apartar las manos de Jungkook de encima de mí y luego volvió a sentarse, empujando a Taehyung en el trayecto. Cuando miré a Jungkook, vi que tenía los puños cerrados y la sonrisa muy tensa, como si estuviera poniendo todo su esfuerzo en sacarla— ¿Qué te pasa? ¿Tienes un problema?

— Escúchame bien mocos...

— Tranquilo, tranquilo —NamJoon colocó una mano en el hombro de Jungkook y le echó unos centímetros hacia atrás para evitar que hiciera algo. Realmente parecía que iba a salirse de control. Seguidamente volvió a mirar al pelinegro— Y tú también cálmate, Jimin. Solo quería preguntarte una cosa.

— Ya sé lo que me vas a decir. Sí, sí conozco a Jin. Es mi hermano.

Miré a todo el mundo, intentando comprender aunque fuera una palabra de la conversación, pero lo único que me encontré fue la mirada con restos de furia de Jungkook, así que aparté la mía rápido y la devolví a mi casi vacía bandeja.

— ¿Tu hermano?

— Sí, es un chico y tenemos los mismos padres.

— ¿Jin es tu hermano? —esta vez era Taehyung quien repetía la pregunta atónito. Bueno, en realidad era el único sorprendido, pues a Jungkook no parecía importarle, NamJoon lo había asimilado y yo no entendía nada.

Jimin ignoró a Taehyung tras echarle una mirada de desprecio que hizo que el bajo se removiera con incomodidad. Era alucinante el efecto que tenía el pelinegro en él.

NamJoon chasqueó los dedos en frente de Jimin para llamar su atención y siguió hablando.

— ¿Me das su número?

— No.

— Siento habértelo preguntado —cogió asiento junto a él y tras apoyar un codo en la mesa, volvió a repetir lo mismo pero más amenazante— Dame su número.

— No te pienso repetir lo mismo, que te lo recuerden tus amigos —se puso en pie a pesar de que su bandeja estaba casi llena, y con un movimiento de cabeza me indicó que le imitara— Vámonos Yoongi —asentí tímidamente. Cuando me levanté, Jungkook me estaba mirando fijamente, y no parecía nada contento— Si tanto quieres su número, pídeselo tú mismo.

Y nos marchamos con el corazón latiéndome a mil por hora.

Cuando estuvimos afuera, literalmente afuera, en los jardines de la escuela junto a la fachada, no pude evitar quedarme en silencio. Tenía demasiadas cosas que decir, pero apenas podía despegar mis labios.

— Deja de mirarme así, es turbio.

— ¡Eres como un superhéroe!

— ¿Qué? ¡Oye, suéltame, no me agarres la cara! ¡Maldito raro! Definitivamente voy a matar a Jin, lo voy a descuartizar. ¡No te soporto, suéltame!

A pesar de todo, al día siguiente, volvió a sentarse conmigo durante la hora de la comida.

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